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Quizás uno debería dar la bienvenida a estos signos de despertar, pero es imposible no declararla responsable por su vergonzoso y cobarde silencio que dejó abandonada la calle en manos de la derecha y los colonos

Buenos días a la izquierda israelí

Fuentes: Ha aretz

Traducido para Rebelión por Marina Trillo

Después de una hibernación eternamente larga, estamos empezando a oír los sonidos de su despertar. Sólo cuando el viento está soplando de nuevo en su dirección – y no como consecuencia de nada que haya hecho – se atreve la izquierda extra-parlamentaria a salir del armario donde se encerró hace más de cuatro años.

Quizás uno debería dar la bienvenida a estos signos de despertar, pero es imposible no declararla responsable por su largo silencio, vergonzoso y cobarde silencio que dejó abandonada la calle en manos de la derecha y los colonos. Durante más de cuatro años Israel ha estado haciendo todo lo que le dio la gana en las áreas ocupadas, prácticamente sin ninguna crítica doméstica. Mató y demolió, desarraigó y trató brutalmente, y prácticamente nadie protestó. El mundo vio lo que estaba pasando y gritó acerca de ello. Pero nosotros no. Cuando Israel necesitaba desesperadamente un punto de vista alternativo, un sonido claro de protesta, no se oyó prácticamente nada, ni pío, a excepción de unas pocas organizaciones pequeñas y valientes.

Así que resulta difícil perdonar a aquellos que callaron, apartaron la mirada y se envolvieron a sí mismos en la indiferencia, dando así la imagen de que Israel apoyaba monolíticamente al gobierno. Los ruidos de susurros que empiezan a oírse de la izquierda sionista llegan demasiado tarde para eximirla de su responsabilidad: Con su silencio hasta ahora se han convertido en cómplices de todo lo que hizo el gobierno durante esos años deplorables. Con la evaporación del Partido Laborista y el temor y la impotencia que se apoderó de los otros cuerpos de la izquierda sionista, el único elemento activo de la sociedad fueron los colonos. Así el gobierno logró continuar con sus políticas brutales y los colonos nutrieron su empresa sin interrupción.

Ahora, al amparo de un primer ministro de la derecha, la izquierda ha recordado de repente que también tiene algo que decir, como un débil y pálido eco de Ariel Sharon. Los primeros en hablar, como de costumbre, fueron los escritores de vanguardia, a la cabeza del campo. En un anuncio apropiadamente elegante hace pocos días, Amos Oz, A.B.Yehoshua, David Grossman, Meir Shalev, Agi Mishol y otros pocos escritores de élite hicieron un llamamiento para «un cambio de conciencia y sentimiento.»

¿Qué cambio? ¿Qué conciencia? También pidieron una renovación de las negociaciones políticas, un movimiento muy osado después de la cumbre de Sharm el-Sheikh, y propusieron que el gobierno reconociera el sufrimiento del pueblo Palestino, a cambio, por supuesto, de que éste reconociera nuestro sufrimiento.

Un grupo de cineastas y músicos se unió a ese llamamiento, pero con una diferencia. Por lo menos en el anuncio de Daniel Barenboim, Pinhas Zuckerman y Zubin Mehta, hay al menos la admisión de que la ocupación es la fuente directa del sufrimiento del pueblo Palestino y hay un llamamiento claro en su anuncio para que se ponga fin a la misma; los autores no estuvieron dispuestos a llegar tan lejos.

Es difícil de creer: Después de casi 38 años de ocupación y cuatro años de Intifada, los principales escritores del campo pacifista están todavía repartiendo simétricamente entre los dos lados la responsabilidad de lo que está pasando: «A nuestros ojos, cada una de las partes tiene alguna responsabilidad por la injusticia, el sufrimiento y la situación trágica en la que están atrapadas las dos naciones,» escribieron con fariseísmo.

Ese enfoque de «todos somos culpables» no es menos atroz que el silencio que mantuvieron durante tanto tiempo. ¿Cómo se rompe el silencio en el campo pacifista? Atribúyase la misma medida de responsabilidad al ocupante y al ocupado, al poderoso y al débil. Pídase a los soldados de los puestos de control y a sus sujetos, cuyas vidas están bajo los pies de los soldados, que «cambien la conciencia y el sentimiento» aún antes de que sean levantados los puestos de control; predíquese al asesino y al asesinado que caigan el uno en brazos del otro; trácense paralelismos entre una nación cuyas vidas económica, cultural, social y emocional fueron completamente destruidas y una nación en la que la inmensa mayoría de la gente puede seguir con su vida como si nada hubiera sucedido; un pueblo que ha sido encarcelado y humillado, frente a personas libres en su propio estado soberano.

Aún sin contar las bajas – tres veces mayores del lado Palestino – no hay lugar para la comparación, ni por la extensión del sufrimiento ni por la medida de la responsabilidad. ¿No pueden ver los escritores que el peso decisivo de la responsabilidad cae del lado del ocupante por la creación de la injusticia, o es que no han reunido el valor para admitir tal cosa, por temor a que se enojen los lectores?

Inmediatamente después de que los autores se despertaran, ‘Peace Now’ (Paz Ahora) salió de su desmayo. En otras dos semanas, dijeron, estarán de vuelta a la calle y a las plazas. «La Coalición de la Mayoría,» organización aglutinadora de la izquierda y los grupos de protesta (títulos oximorónicos donde los haya) va a convocar una manifestación masiva. ¿Por qué no lo hicieron antes, en los años oscuros de asesinatos y demoliciones cuando la necesidad era mucho más crítica? Las explicaciones y las excusas son ridículas: El deseo de mantener un común denominador tan ancho como sea posible y el temor al fracaso.

Pero el silencio fue el fracaso más grande de todo. Es imposible no preguntar ahora donde estaba todo el mundo cuando Israel asesinó a 346 niños. ¿Qué les impidió protestar cuándo 112 hombres buscados fueron asesinados sin juicio y otros 521 viandantes inocentes fueron asesinados al mismo tiempo? La demolición de la mitad de Rafah, la arrancadura de olivos en Cisjordania, la erección del muro, las carreteras de apartheid para judíos sólo, el encarcelamiento de una nación entera tras los puestos de control durante años – nada de ello despertó a la mayor parte de los artistas o a la «coalición de la mayoría.» Se quedaron callados. Tuvieron miedo. Fueron cómplices.

Las voces alternativas, las voces de los movimientos de protesta y los autores, tienen un papel esencial en la sociedad que va bastante más allá de lo que meramente digan. Se supone que han de preparar el terreno y proteger el carácter pluralista y democrático del estado. Pero después de cuatro años y medio en los que la sociedad habló con una voz uniforme, el vergonzoso silencio de la izquierda, el campo que sólo despierta bajo el patrocinio del primer ministro, la muestra como un sector cobarde y asustado.

13 febrero 2005
http://www.haaretz.com/hasen/spages/539390.html