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Bush contra Cuba… y contra todos nosotros

Fuentes: Rebelión

Traducido para Rebelión por Felisa Sastre

Un mes antes de su visita a Francia para la conmemoración del 60º aniversario del desembarco aliado, George W. Bush ha dado un paso más allá en su política de agresión a Cuba. Al reafirmar que no descartaba el recurso a la fuerza militar para preparar el «día de la liberación», y que el ejército de Estados Unidos apoyaría a «un gobierno provisional de transición» tras la caída del gobierno «castro-comunista», Bush aprobó el pasado 6 de mayo un informe de la «Comisión de Ayuda a una Cuba libre», en el que se detalla una serie de nuevas medidas destinadas a endurecer el embargo contra la isla.

Este embargo, que dura ya 43 años, va dirigido completa y abiertamente a infligir al pueblo cubano el máximo sufrimiento – «provocar el hambre y la desesperación» en palabras del Departamento de Estado estadounidense en 1959. Ha supuesto para Cuba sacrificios innumerables con un coste estimado en más de 75.000 millones de dólares. Como sabemos, la casi unanimidad de los Estados miembros de la Asamblea General de Naciones Unidas lo han condenado. En 2003, 179 países votaron para que se levantara el embargo, y 3 en contra: Estados Unidos, Israel y las Islas Marshall. Este endurecimiento, sin embargo, equivale para Bush al reconocimiento de un fracaso, uno más. Aunque ya se había reforzado por las leyes Torricelli de 1992 y Helms-Burton de 1996, que ponían trabas a la repatriación de divisas, a las inversiones extranjeras y al turismo hacia Cuba, el arbitrario dispositivo de coacción impuesto por Estados Unidos ha fracasado en bloquear la recuperación económica, efectiva y regular desde 1994. La tasa de crecimiento del PIB es, como media en los últimos diez años, más sostenida que en los otros países de Latinoamérica.

Que la revolución cubana se mantenga en pie no se debe a que no haya sufrido los zarpazos del imperialismo sino a que las cubanas y los cubanos han encontrado en su revolución, en lo que representa para ellos y para los pueblos del mundo, la fuerza para resistir. A pesar de sus innumerables efectos nefastos, a pesar de su «sadismo», en palabras de Chomsky, el embargo estadounidense no ha conseguido resquebrajar la voluntad de un pueblo dispuesto a mantener su soberanía y a continuar cimentando su modelo de sociedad. Un proyecto autónomo, antiimperialista, que ofrece a todo un país el orgullo de sentirse libre para elegir su destino colectivo. Un modelo alternativo, anti-capitalista, que garantiza a todos, sin excepción, educación y sanidad gratuita, servicios públicos y alimentación a precios módicos. Un proyecto social que todavía se atreve a expresar su nombre: socialista.

El embargo niega al pueblo cubano el derecho a la autodeterminación y el derecho al desarrollo. Pero lo importante para nosotros es comprender que, cuando ataca a Cuba, Bush está atacando la libertad de todos nosotros.

La gran innovación de las medidas tomadas por el gobierno estadounidense se encuentra en el hecho de que a partir de ahora atentan también contra las libertades de los cubanos que viven en Estados Unidos. Es un atentado a su libertad de movimientos: los viajes a Cuba, desde ahora, tendrán que someterse a una autorización, que se concederá caso a caso (en lugar del permiso generalizado que existía antes) y que quedan restringidos a una visita cada tres años ( cuando hasta ahora era una por año). Atenta contra su libertad de ayudar a sus seres queridos: los envíos de divisas a Cuba se han reducido considerablemente en la cantidad máxima autorizada y sus destinatarios sólo podrán ser familiares directos (cónyuges, hijos, hermanos, hermanas, abuelos y nietos), con desprecio de los lazos afectivos y de solidaridad, y de la libre elección de subvenir a las necesidades de la familia extendida, «a la cubana», que incluye a parientes lejanos, amigos, vecinos, colegas de trabajo…

Por otro lado, las autoridades estadounidenses, desde ahora en adelante, podrán llevar a cabo las » operaciones secretas » necesarias para identificar a las personas que contravengan las nuevas normas… y recompensar a todo individuo (delator) que colabore en su interrogatorio. La obtención de visados para viajar a Cuba, bien sea para particulares o para instituciones, será arduo debido a los trámites administrativos previstos para que resulten disuasorios. El número de ciudadanos estadounidenses condenados con sanciones penales por haber ido a Cuba sin autorización de salida del país, que se ha incrementado en gran medida desde la llegada al poder de Bush, podría aumentar todavía más. En el momento en que Cuba había suavizado las condiciones de entrada en la isla (incluso para los cubanos emigrantes), Estados Unidos pone trabas para salir de su territorio, violando los acuerdos sobre movimientos de población suscritos en el pasado.

Además, Bush ha declarado que pensaba aplicar en lo sucesivo con firmeza las sanciones previstas en la ley Helms-Burton de marzo de 1996. El título III de esta Ley concede a los tribunales estadounidenses el derecho de juzgar y de condenar a cualquier ciudadano de terceros países ( y a su familia) que lleve a cabo transacciones con Cuba. Su título IV prevé, entre otras sanciones, la denegación de visados de entrada en Estados Unidos a esos ciudadanos (y a sus familias). El contenido normativo de este embargo- en particular la extraterritorialidad de sus normas, que imponen a la comunidad internacional sanciones decididas de manera unilateral por Estados Unidos- constituye una violación de la letra y del espíritu de la Carta de Naciones Unidas y de los principios del derecho internacional. La extensión exorbitante de la jurisdicción territorial es contraria al principio de la soberanía nacional y de la no ingerencia en los asuntos internos de un Estado extranjero. ¿Esperaremos a que un ciudadano francés, empleado en una empresa que realiza negocios con la isla, sea confinado y tenga que llevar una pulsera electrónica que controle su movimientos- como acaba de ocurrirle durante cuatro años al canadiense Jim Sabzali por haber cometido el «crimen» de vender purificadores de agua a hospitales cubanos- para darnos cuenta de que, a través de Cuba, Bush también nos está arrebatando nuestras libertades?

Pero esto no es todo. Las medidas tomadas recientemente por las autoridades estadounidenses para limitar la circulación de personas y de conocimientos científicos, han llegado a incluir en el ámbito del embargo asuntos hasta el momento oficialmente excluidos en la ley anterior. Las prohibiciones de viajar a Cuba de investigadores estadounidenses serán sistemáticas; lo será también la denegación de visados a los investigadores cubanos ( y a los funcionarios del Estado cubano, incluso a los médicos); la prohibición de publicar en Estados Unidos artículos o libros científicos de autores cubanos; la denegación de licencias de programas informáticos; la imposibilidad de que las bibliotecas cubanas hagan pedidos de libros, revistas, disquetes o CD-Rom de literatura científica especializada…

Al burlarse de la libertad de pensamiento, de la tarea de los investigadores y del intercambio de información científica, Bush censura una de las más fecundas oportunidades de desarrollar la cooperación intelectual entre los dos países sobre una base solidaria y humanista.

Al mismo tiempo, Bush ha anunciado la concesión de 59 millones suplementarios de fondos públicos para el sostenimiento financiero y logístico de los «disidentes» en Cuba y de las instituciones (organizaciones gubernamentales y no gubernamentales) encargadas de «difundir información» anti-cubana en el mundo ¿Supone reconocer que Estados Unidos paga a esos «disidentes» y a esas organizaciones?). Un fondo especial financiará las visitas a Cuba de «voluntarios» (voluntarios pero no humanitarios…) para desde allí formar, organizar, y encuadrar la contra-revolución en la isla. La Radio y TV Martí– en Miami, desde las que se lanzan continuas incitaciones al odio y al terrorismo contra Cuba constituyen un insulto a la memoria del héroe de la guerra de liberación nacional cubana y a la deontología de los medios de información- se embolsarán pronto 18 millones de dólares. Y algo más insólito: un avión del ejército estadounidense se va a poner a disposición de estas emisoras de radio y de televisión para facilitarles las transmisiones- en clara violación de las normas de la Unión Internacional de Comunicaciones y de la soberanía de un país. ¿Los defensores de la libertad de expresión y los periodistas independientes de Reporteros sin Fronteras encontrarán algo qué decir?

Para Bush, el único problema verdadero de la democracia es el de fijar el precio. Nadie ha olvidado que logró la Presidencia de la República gracias a la extrema derecha «Cubana-anti-cubana» de Florida, y de manera particular gracias a la preponderancia de la muy reaccionaria Fundación Cubano-Estadounidense, cuyos métodos de actuación mafiosos y terroristas han sido denunciados y probados en los tiempos de la administración demócrata. Es esa misma extrema derecha que recuerda ahora su buen hacer al imponer contra Cuba un endurecimiento del embargo antes de las elecciones presidenciales. Sus representantes, con Roger Noriega, subsecretario adjunto de Asuntos Exteriores, a la cabeza, ¿pretenden instaurar la libertad política? En ese caso, ¿No existe una contradicción al exigir a los cubanos que para recibir dinero de su familia en Estados Unidos deban renunciar a los derechos políticos, tengan que abandonar el Partido Comunista (aquellos que pertenecen a él) y renunciar a sus empleos en la Función Pública?

El embargo del Gobierno estadounidense contra Cuba es ilegal e ilegítimo. En la medida en que va dirigido a la destrucción de un pueblo constituye un acto de guerra no declarada contra Cuba. Y es un crimen contra la humanidad en cuanto que atenta contra la integridad física y moral de un pueblo entero. Bush desconoce, sin duda, que este pueblo ha conseguido reducir su tasa de mortalidad infantil a unos niveles inferiores a los existentes en Washington. Ni que es un pueblo que no tiene necesidad alguna de una «vacunación inmediata de todos los niños menores de cinco años»- como preconiza su informe- porque todos los niños cubanos ya están vacunados contra 13 enfermedades infantiles, ¡más que en Estados Unidos! Lo que Bush debe saber, por el contrario, antes de dar un paso más, es que este pueblo, del que la historia no dejará de resaltar su coraje, su dignidad y su grandeza, resistirá «hasta la última gota de su sangre» para que sus hijos sigan siendo libres.

Bush, hoy, no amenaza sólo al pueblo de Cuba. Amenaza nuestras libertades, y cada día un poco más a todos nosotros. Los planes del liberador son liberticidas.

(*) Rémy Herrera es economista, investigador del CNRS (Centro Nacional de Investigaciones Científicas), coordinador del libro Cuba révolucionnaire (L’Harmattan, 2003), y autor del Informe presentado a la Comisión de Derechos Humanos de la ONU: » Les Effets de l’embargo des États-Unis contre Cuba et les raisons de l’urgent nécessité de sa levée» ( Ginebra, julio 2003).