El ocho de agosto se confirmó la temida noticia: JTMT (Jerusalén Transportation Masterplan Team) adjudicaba a CAF (Construcciones y Auxiliar de Ferrocarriles) el proyecto del tren ligero de Jerusalén: prolongación de una línea de tranvía ya existente y apertura de una nueva que suponen un monto de 1.800 millones de euros. Nada más conocerse la […]
El ocho de agosto se confirmó la temida noticia: JTMT (Jerusalén Transportation Masterplan Team) adjudicaba a CAF (Construcciones y Auxiliar de Ferrocarriles) el proyecto del tren ligero de Jerusalén: prolongación de una línea de tranvía ya existente y apertura de una nueva que suponen un monto de 1.800 millones de euros.
Nada más conocerse la adjudicación, los medios afines al capital aplaudieron la noticia. Pero no todo fueron palmoteos; a comienzos de año, y por unanimidad, el Comité de empresa planteó a la Dirección que desistiera de participar en tan contaminado concurso. Los trabajadores de CAF valoran más que nadie el contar con un volumen de trabajo que garantice sus puestos pero ese no es el único criterio que manejan. Para ellos, la solidaridad con Palestina es también un valor en alza. Cuando rechazaron la oferta envenenada de Israel eran coherentes con el compromiso que se habían marcado el 9 de julio de 2010. Aquel día, casi todo el sindicalismo vasco se adhirió al boicot (BDS) y se comprometió a no colaborar con la política de apartheid que practica Israel. Precisamente el dichoso tranvía es una de las herramientas segregacionistas: a la población palestina se le expropian sus tierras para el trazado de las vías al tiempo que tiene prohibido utilizar dicho transporte. El silencio de la Dirección a la propuesta de los trabajadores tuvo su contrapunto en el reconocimiento de la OLP. Esta dirigió una carta a los trabajadores de Beasain: «Vuestra acción y entrega es un ejemplo para otros muchos trabajadores europeos. Los palestinos siempre os estaremos agradecidos.»
La Dirección de CAF ignoró el requerimiento de sus trabajadores que, dicho sea de paso, no fue el único. A mediados de junio, el Observatori de Drets Humans i Empreses a la Mediterrània (ODHE) dirigió una carta a los accionistas de CAF. El texto, suscrito por numerosas organizaciones solidarias de Euskal Herria y del mundo, recuerda a los destinatarios las graves vulneraciones que Israel comete contra el derecho internacional. Esta circunstancia, según los firmantes, «podría hacer que la empresa incurra en la prestación de ayuda material para la comisión de crímenes de guerra y contra la humanidad».
Además de los sindicatos y de las organizaciones solidarias, hasta el mismo universo empresarial ha dado un toque de atención a CAF. Nadie duda de su competencia pero en la referida licitación ha jugado con lamentable ventaja. Numerosas empresas del sector -la canadiense Bombardier, la australiana Macquarie, la alemana Siemens, la francesa Alsthon – se han retirado de la pugna por el creciente descrédito internacional que acompaña a Israel como fuerza ocupante.
Estoy seguro de que CAF conoce lo que está sucediendo en Palestina; le bastaría con repasar la agenda de esta última semana: Israel ha intensificado su brutal política de demolición de viviendas dejando en la calle a cientos de palestinos; la justicia israelí va a tomar declaración a tres peligrosos «terroristas»: la feroz Malak Sadr de ocho años, el temible Qhaís Firas Obaid de seis y el cruel Mohammad Elayyan de cuatro.
El Comité de empresa de CAF va a estudiar su postura ante la confirmada adjudicación israelí. Recuerden el mensaje que les dirigió la OLP: «Entendemos lo difícil que es tomar este tipo de decisiones pero habéis demostrado que, por encima de todo, están los derechos humanos, el respeto al derecho internacional y la solidaridad entre los pueblos y sus trabajadores»