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Siria

Cambiar al Plan B

Fuentes: Al-Ahram Weekly

Traducción para Rebelión de Loles Oliván.

A diferencia de la euforia que acompañó hace más de un año a la formación del Consejo Nacional Sirio (CNS), el primer y único grupo de coalición opositora en el exilio, la reinvención de la oposición siria bajo una nueva denominación -Coalición de Revolucionarios y Fuerzas de Oposición Sirias- ha sido recibida con escepticismo, anticipación y creciente expectativa.

Hay una serie de razones por las cuales los actores internacionales, en particular Estados Unidos y Francia, han forzado un nuevo frente de oposición con una representación más amplia (alauíes y cristianos cuya notoria ausencia se sintió profundamente en la composición del CNS). Durante los últimos meses, el CNS se ha vuelto completamente irrelevante en el curso de los acontecimientos que tienen lugar en Siria. El frente, integrado por 35 grupos revolucionarios y 24 partidos políticos, parecía haber perdido el contacto con la situación sobre el terreno y estaba plagado de diferencias y rencillas personales entre sus miembros.

En segundo lugar, la proliferación de grupos yihadistas vinculados a Al-Qaida que se han apoderado de la situación sobre el terreno y que controlan el campo de batalla ha hecho sonar la alarma en muchas partes del mundo. Pero una tercera y más importante razón tiene que ver con lo que muchos analistas consideran que fue un acuerdo a puerta cerrada urdido para poner fin a la crisis siria.

Ello explica la batería de iniciativas diplomáticas desplegada a toda prisa para anunciar la nueva coalición y ofrece indicaciones de las bendiciones internacionales a tal entidad. Así, el secretario de Relaciones Exteriores británico habla de la necesidad de proporcionar a la oposición siria lo que describió como armas no letales. A ello le siguió una conferencia de donantes que se celebrará en Londres el viernes y a la que le seguirá una Conferencia de Amigos de Siria, que tendrá lugar en Marraquech dentro de unas semanas y en la que se espera presenciar el reconocimiento internacional a la coalición como representante legítima del pueblo sirio. El lunes, la Liga Árabe, ya la reconoció como la legítima representante del pueblo sirio.

La formación de un frente unido de oposición reconocido internacionalmente como representante legítimo del pueblo sirio constituye la declaración que abre lo que muchos analistas describen como el Plan B para Siria. El secretario de Relaciones Exteriores británico no ocultó que la formación «prepararía el terreno para la tan necesaria transición política en Siria».

Dicho de otro modo, parece que tanto los actores internacionales como los regionales se han movido hacia el Plan B para Siria. Este plan tiene como objetivo actuar rápido para [abrir] un período de transición en Siria. Para que ello suceda, la fragmentada oposición ha tenido que unir sus filas y formar un cuerpo con una amplia representación de la multitud de fuerzas de oposición tanto del interior como de fuera del país. Según este plan, el presidente Bashar Al-Assad, debilitado por las batallas terrestres y con cada vez más áreas fuera de su control, acabará rindiéndose a cualquier acuerdo que salve su imagen.

No obstante, un punto de fricción entre los principales actores internacionales se centra en torno al lugar que Al-Assad ocupe en cualquier acuerdo inmediato. En otras palabras, ¿será su salida una de las condiciones para el acuerdo político (posición de Estados Unidos, de los Estados del Golfo y de la oposición siria) o permanecerá hasta el final del período de transición, para desaparecer de la escena después mediante elecciones (posición de Rusia, Irán y del propio Al-Assad)?

Los acontecimientos de la semana pasada sugieren como lo más viable dos líneas de acción. El primer escenario sería derrocar al régimen por la fuerza militar; ya fuera internamente mediante la oposición armada o externamente a través de una intervención militar extranjera. Sin embargo, esta opción se ha agotado por completo durante los últimos meses. El Ejército Sirio Libre no dispone del armamento (misiles antiaéreos) para afirmar un control total y en muchos países dudan en suministrar más armas a la luz de la proliferación de grupos yihadistas que se están haciendo con el terreno de batalla.

Un segundo escenario de las iniciativas crecientes para unir a la oposición era disponer de un órgano que pudiera sentarse en la mesa de negociación para alcanzar un acuerdo político. Este órgano podría formar un gobierno interino que asumiera el cargo tras la salida de Al-Assad.

Hay, sin embargo, un tercer escenario que tiene que ver con quién controla el territorio y goza de una fuerte presencia en el interior de Siria, es decir los grupos yihadistas que -por cierto- no estuvieron representados en las reuniones de Doha y que hasta ahora no han valorado la formación de la coalición.

Son muchas las interrogantes que se plantean al respecto de si estos grupos podrían comprometerse efectivamente con cualquier acuerdo o si estarían siquiera al servicio de este nuevo frente de oposición y si operarían bajo su paraguas y sus instrucciones.

El reto mayor al que hace frente la coalición es si será o no capaz de imponer su voluntad sobre los yihadistas y los incontables grupos armados que controlan en la actualidad el territorio. La coalición pretende imponerse como el único canal para recibir ayuda financiera pero primero tiene que demostrar que conforma un liderazgo unificado y fuerte. De acuerdo con Moez Al-Jatib, el nuevo jefe de la coalición, lo que están estudiando ahora son planes de ayuda y asistencia y la creación de un comando militar unificado. Ello será la prueba más difícil para que el nuevo frente de oposición triunfe o fracase.

 

Fuente original: http://weekly.ahram.org.eg/News/224/19/Moving-to-plan-B-.aspx