El pasado 13 de enero, la web Climate Home news filtraba un borrador del informe que el IPCC (Panel Intergubernamental de Cambio Climático) está elaborando para la próxima Cumbre del Clima COP24, que se celebrará en la ciudad polaca de Katowice. Este borrador, aunque sufrirá modificaciones hasta que el informe definitivo vea la luz en […]
El pasado 13 de enero, la web Climate Home news filtraba un borrador del informe que el IPCC (Panel Intergubernamental de Cambio Climático) está elaborando para la próxima Cumbre del Clima COP24, que se celebrará en la ciudad polaca de Katowice. Este borrador, aunque sufrirá modificaciones hasta que el informe definitivo vea la luz en octubre, deja muy a las claras lo que todos y todas ya intuimos: que poco o nada se ha avanzado desde la cacareada Cumbre de París y que el partido nos lo está ganando el cambio climático por goleada.
Según el informe, para no superar la barrera de los 1,5 ºC de aumento de temperatura a final de siglo, se requerirá una rápida y profunda reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), ya que las emisiones establecidas para 2030 bajo el Acuerdo de París son superiores a los escenarios compatibles con el horizonte de 1,5 ºC. Como hemos dicho, lo que todos y todas intuíamos.
La importancia de analizar los informes y estudios del panel de expertos de la ONU, como lo fueron los cinco anteriores desde que en 1988 empezó su andadura, es que no sólo nos llega la realidad climática, sino también la realidad de las actuaciones que nuestros gobernantes están realizando, limpios de polvo y paja de la publicidad y el boato que nos visten las diferentes cumbres climáticas.
Además, nos muestran las consecuencias que esta realidad lleva aparejadas. Pero la pregunta es saber si nuestros gobernantes lo hacen o, mejor dicho, si escuchan lo que la realidad climática y sus consecuencias acarrean para el planeta y nuestra civilización tal y como la conocemos. Porque aquí está el verdadero quid de la cuestión: que de una vez por todas entendamos todos y todas que el cambio climático, sus consecuencias y las herramientas para pararlo no son cuestiones del medio ambiente sino que dependen de decisiones políticas y de un cambio integral de modelo.
El informe rompe con el antiguo umbral de seguridad climática de los 2ºC y se centra en marcar por un lado las reducciones necesarias para no sobrepasar los 1,5ºC y, por otro, cuáles son los diferentes escenarios existentes entre llegar al grado y medio y los dos grados de aumento de temperatura desde la época preindustrial (1850-1900). Y es que, ese «mísero» grado y medio de diferencia conllevaría un 10 % más de días con temperaturas extremas, un 25 % más de ecosistemas que se verán forzados a desplazarse a latitudes o altitudes más frías o un incremento del 50% del estrés hídrico a nivel mundial.
Pero aún así, y con los datos del informe en la mano, llegar al grado y medio de aumento de temperatura global ya acarrearía de por sí consecuencias como la desaparición del hielo ártico en septiembre, la desaparición de grandes cantidades de corales en las barreras marinas o el desplazamiento de 100 millones de personas, algo que, por otro lado, ya está ocurriendo en la actualidad.
Como el cambio climático es una realidad física, esta realidad nos ofrece una solución, que no es otra que la de no sobrepasar nuestro presupuesto de carbono. ¿Qué quiere decir con esto el IPCC? Que no emitamos más Gases de Efecto Invernadero (GEI) de los que conllevarían una concentración de CO2 atmosférico por encima de las 450-500 ppm, en función de la cantidad de CO2 que el planeta es capaz de fijar, absorber o transformar a través del ciclo del carbono.
Aquí el IPCC se pone el uniforme de inspector de hacienda y nos reduce ese presupuesto muy por debajo de lo que hizo su quinto informe para la Cumbre de París. Si en aquel informe nos daba un presupuesto de 1.000 Giga Toneladas de Carbono (Gt CO2eq) acumuladas para todo el siglo XXI, en este nos da un presupuesto de 390 Gt CO2eq para tener un 66% de posibilidades de no llegar al aumento de 1,5ºC o de 590 Gt CO2eq para tener un 50%, a contar desde el 1 de Enero de 2016.
Para que nos hagamos una idea de cuál es la premura en aplicar medidas de reducción de emisiones, en 2015 y de acuerdo a los datos que el Centro de Estudios Atmosféricos Global (EDGAR) pasó a la Comisión Europea, las emisiones antropogénicas fueron de 36,2 Gt CO2eq y para este 2017, se esperan que sean de 41 Gt; multipliquen ustedes por 10 años y obtendrán por si mismos la respuesta.
Ante esta realidad, ¿qué? Pues en nuestra humilde opinión, mientras sea más noticia que llueva o nieve a que no lo haga, o tengamos más miedo a que nos atropelle una bicicleta que a que la gente no la use, pues mal vamos. La sordera es antológica y catastrófica, porque gritar se grita y mucho.
La semana pasada conocíamos otro estudio, en este caso hecho por doctores de la Universidad de Newcastle, donde analizaban sobre 571 ciudades europeas las consecuencias del cambio climático según los escenarios marcados por el IPCC. En él concluían que las ciudades del sur de Europa iban a sufrir un 69% más de episodios de calor extremo, con episodios de sequía catorce veces más radicales que los sufridos hasta ahora con lo que esto supone para nuestra salud, reservas hídricas y modelos de producción y económicos.
Debemos tener claro que, como Santiago A. Cantalapiedra describía en su prólogo del libro Cambio Climático S.A., «hemos pasado de la era de lucha contra el cambio climático, a la era de las consecuencias» y debemos hacernos cargo de ellas de la forma más rápida y socialmente justa posible.
Pero los gobiernos se han dedicado a lo contrario, a continuar con su lógica capitalista de acumulación de riqueza y recursos, subiendo la Frontera a latitudes cada vez más altas donde, por acción u omisión, España, como «zona cero europea del cambio climático» está a un tris de quedarse fuera de ese primer mundo climático.
Los procesos de desertización y el aumento de los ciclos de sequía nos hacen más vulnerables que el resto de países de Europa, algo ante lo que nuestro presidente, M. Rajoy, está haciendo de Richard Pryor en aquella película en la que hacía de un sordo que se enteraba de todo. Mariano hace como que no existen los problemas en la producción de alimentos y escasez de agua en la región mediterránea, cuenca del Ebro, Tajo o Guadalquivir, lo que daña al sector turístico el aumento del nivel del mar con su pérdida de playas o falta de agua en zonas principales, o como si de hilillos fueran los incendios de Galicia, Asturias, Andalucía o Castilla y León.
Mientras tanto, confirma que no se cumplirán los objetivos marcados para el horizonte 2020, retrasa la Ley de Cambio Climático, el autoconsumo y frena la transición energética. Financia con más de mil millones infraestructuras de gas o hace trampas legales a la hora de calcular las emisiones de GEI, poniendo de referencia 2005 para que las cuentas le salgan a devolver.
No hagamos como Mariano. Exijamos las transiciones justas e inminentes, descarbonicemos nuestras vidas para que estas sigan siendo vidas y pasémonos al lado de los que gritan frente a los que no quieren oír. El cambio climático ha venido para quedarse y sólo con mayorías sociales que exijan los cambios políticos y de modelo necesarios para mitigarlo podemos hacer frente al futuro sin dejarnos a nadie atrás.
Eva García Sempere es Coordinadora del Área Federal de Medio Ambiente de IU y diputada de Unidos Podemos, y Andrés Barrio es oceanógrafo e ingeniero medioambiental.