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Argentina

Cambio climático se siente en el noroeste

Fuentes: IPS

Las lluvias no cesan en el noroeste de Argentina, los ríos se ensanchan a expensas de ciudades, hay puentes que caen, rutas y barrios inundados e hileras de casas que se desmoronan en tajadas por la acción erosiva de los torrentes en sus cimientos. El área más crítica, en la que ya se derrumbaron y […]

Las lluvias no cesan en el noroeste de Argentina, los ríos se ensanchan a expensas de ciudades, hay puentes que caen, rutas y barrios inundados e hileras de casas que se desmoronan en tajadas por la acción erosiva de los torrentes en sus cimientos.

El área más crítica, en la que ya se derrumbaron y cayeron al río unas 60 casas, es Tartagal, una ciudad de la provincia de Salta, 1.800 kilómetros al noroeste de Buenos Aires. Pero las crecidas de otros cursos de agua de la región están afectando a varias ciudades salteñas, y a provincias vecinas como Jujuy, en el oeste, y Formosa y Chaco, en el este.

«Estamos ante el periodo más lluvioso de los últimos 300 años en toda la región noroeste de Argentina», dijo a IPS el experto Alejandro Brown, de la Fundación ProYungas para el Desarrollo y la Conservación de las Selvas Subtropicales de Montaña de Salta.

«Este fenómeno extremo, asociado a la deforestación y a la casi nula planificación de infraestructura, amenazan con un desastre», remarcó.

Especialistas en cambio climático coinciden en que éstas son lluvias inusualmente intensas que desbordan ríos cuyas aguas llegan con violencia hacia las zonas pobladas. «El clima está cambiando y las obras están hechas para un clima que pertenece al pasado, no al futuro», alertó el climatólogo Vicente Barros.

El cambio climático del planeta obedece al recalentamiento global causado por la acumulación de gases procedentes de la combustión de petróleo, carbón y gas, y de otras actividades humanas, coinciden la mayoría de científicos.

Brown recordó que en esa zona, conocida como selva de Yungas, hay un fuerte desarrollo agrícola de soja, porotos y caña de azúcar. «La deforestación para el cultivo aumenta las posibilidades de cambios en el cauce del río. Hay más riesgo de que las corrientes, sin bosques aledaños, se vayan comiendo los bordes», abundó.

La Fundación alerta periódicamente sobre los efectos dañinos del desmonte en esa zona selvática de montaña, rica en diversidad biológica y vulnerable a las transformaciones.

La filial argentina de la organización ambientalista Greenpeace también señala desde hace tiempo que esta selva está en riesgo de extinción debido al avance de las explotaciones agrícolas.

En estas condiciones, las lluvias extraordinarias y la falta de inversiones pusieron en alerta a toda la región. En Formosa y Chaco, el río Bermejo inundó poblados, puentes y caminos y obligó a evacuar a unas 550 personas. En Jujuy las lluvias también causaron daños en infraestructura vial y hay pobladores albergados en escuelas.

«En esta zona los puentes no tienen el mantenimiento requerido, hay sistemas de desagüe precarios, y las rutas y viviendas están pensadas para responder a lluvias estacionales promedio y no a un fenómeno de esta severidad», señaló Greenpeace. «Con esta infraestructura, las posibilidades de catástrofe aumentan», advirtió.

A raíz de la crisis, el gobernador de Salta, Juan Carlos Romero, se reunió el jueves con el presidente Néstor Kirchner en Buenos Aires. Tras el encuentro, el mandatario provincial anunció recursos por 40 millones de pesos (unos 13 millones de dólares) para construir defensas hídricas, puentes y viviendas para los afectados.

La crisis en Tartagal comenzó en 2005, pero en febrero de este año se agudizó con la caída de un puente sobre el río Seco, un cauce que permanece sin agua la mayor parte del año, ahora transformado en una corriente caudalosa. El gobierno instaló un puente metálico que en marzo también fue arrastrado por las aguas.

El cauce del Seco se hizo más ancho, y la corriente se unió a un río cercano, el Tartagal, que cruza y da nombre a la ciudad de 100.000 habitantes. Allí hay ahora 500 personas viviendo en refugios por el riesgo de que el río arrase con las viviendas.

En Tartagal el agua se fue llevando las defensas de cemento construidas tras las últimas lluvias fuertes, caídas hace 20 años. Luego, fue erosionando las orillas. De su ancho histórico de 25 metros, el río pasó a 70. Viviendas y calles ribereñas se desplomaron con la crecida.

La población está asentada sobre ambas márgenes del Tartagal. Esta semana el agua se llevó un puente peatonal, y ahora hay riesgo de derrumbe de otro para vehículos. Unas 60 viviendas, tiendas y una sala de enfermería se fueron desmoronando paulatinamente en las últimas semanas.

«Yo no le tenía miedo al río, pero ahora le tengo terror», aseguró María Paz González, una de las evacuadas en Tartagal. En su infancia, la corriente era apenas «un riacho angosto» que se podía cruzar a pie. «Ahora pasa con una fuerza incontrolable», describió la mujer.

Cristian Albis, otro evacuado, comentó que su casa estaba ubicada a unos 50 metros del Tartagal, pero ahora sus paredes internas quedaron expuestas a la intemperie por la acción erosiva de las aguas. «Estamos aterrorizados. Llueve y todo se derrumba. La gente llora», declaró el hombre a una radioemisora de Buenos Aires.

Según Albis, refugiado con su familia en un galpón distante 100 metros del río, los expertos de defensa civil estiman que las lluvias seguirán y que el río se ensanchará otros 40 metros a cada lado. El lugar que lo alberga quedará entonces otra vez a unos 50 metros del agua.

Los vecinos que aún tienen sus viviendas en pie, pero con riesgo de ser alcanzadas por las aguas, las abandonaron llevándose todo lo que pudieron. Día y noche, camiones y otros vehículos trasladaban muebles y enseres. Pero también se quitaron puertas, ventanas, rejas, artefactos de luz y todo lo que pudiera salvarse.
http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=37118