Traducido para Rebelión por Susana Merino
Estimados señores:
Vuestro compromiso por un mundo en que reine la paz y la solidaridad entre los pueblos forma parte esencial de vuestro discurso político. Esta es la razón por la que he decidido interrogarles, a ustedes dignos representantes de esa otra Francia diferente que no acepta el juego trágico de las bombas y las masacres. He seguido atentamente vuestras declaraciones sobre el problema sirio y no puedo menos que aplaudir vuestros enfoques apoyados en el respeto a las leyes internacionales y el rechazo a la ley de la jungla.
Nuestras sociedades perciben el lenguaje bélico, mentiroso y ultrajante de la prensa y del PS -traumatizadas aún por las marcas del desprecio de los dirigentes locales demasiado fascinados por la palabra «occidental»- como una de las manifestaciones del común racismo acostumbrado por el PS francés uno de cuyos antiguos dirigentes Francois Mitterrand ordenó guillotinar el 19 de junio de 1956, en la prisión de Barberousse en Argelia al primer condenado a muerte argelino Ahmed Zabana. Uno de nuestros escritores Malek Haddad, muy querido por Louis Aragon, opinaba esto de Francia «Qué hermosa es Francia… cuando no hace la guerra». Pero lamentablemente desde hace algunos años la hace en Costa de Marfil, en Libia, en Mali y en Siria. Sí, Francia, la hermosa Francia de Vallès, de Renoir, de Sartre, de Genet y deAlthusser es tácitamente insultada por los mediocres, inhumanos, actualizando el discurso colonial piensan que la piel de un árabe o de un africano no vale nada, como decía Sarkozy en Dakar, son pueblos que aún no han entrado en la historia. Es necesario entonces bombardearlos apelando a un trágico eufemismo «golpe quirúrgico» unido a un sintagma caracterizado a una extraordinaria inmoralidad «víctimas colaterales» en alusión a la población civil. Lo humano ha muerto, el tiempo de la recolonización estructura el pensamiento de esos dirigentes que no están totalmente convencidos de la justicia de su sádico deseo de terminar con la pobre gente, imposibilitada de defenderse. Pero La memoria es una instancia que conjuga confrontaciones futuras junto a una acumulación de actos perversos, no carentes, sino cumplidos.
¿Es preciso liquidar a los árabes y a los africanos, desestabilizar sus sociedades y sus ejércitos para transformarlos en momias como sucede en los países del Golfo que usan sus petrodólares para comprar las conciencias tanto en Francia como en otras partes? El ancestral sociólogo Ibn Khaldoun describe en su texto El Mouqqadima (Introducción a la Historia Universal o Los Prolegómenos), la sequedad y la pobreza de estos territorios de Arabia, habitados por gente tosca y a menudo inculta. Los árabes y los pobres no olvidarán jamás la extraordinaria posición de Jacques Chirac relevada por Dominique de Villepin o la famosa renuncia al cargo de Ministro de Defensa de J.P. Chevenement oponiéndose a la guerra contra Irak que mostraron al mundo que Francia podía ser independiente, con gran alegría de quienes creen que las guerras no arreglaran los problemas del mundo.
En Irak la intervención produjo más de un millón de muertos y sigue aún cobrándose diariamente decenas de víctimas de las que ya nadie habla, no son más que árabes, en Libia la OTAN y Francia originaron la desaparición de unas 40.000 personas y actualmente ese país se ve envuelto en una creciente inseguridad, dividido en milicias que siembran el terror y la muerte y desestabilizando a Mali en donde las milicias, oportunamente armadas por el gobierno francés, van a matar con armas francesas a soldados franceses conformando además una grave amenaza para la seguridad de Argelia. Toda la región está bajo el shock de las masacres en Libia que vive diariamente el miedo y la muerte. Es la cultura del común. En Afganistán existe un desorden mortal y una economía dominada por la droga. En Mali tampoco hay estabilidad, es solo una ilusión. En Costa de Marfil las heridas siguen abiertas.
Se mata usando mentiras que tratan de justificar la inhumana liquidación de seres humanos cuyo único delito es encontrarse cuando cae un misil francés o estadounidense, sembrando el terror y la muerte en Damasco en el momento inoportuno y en el lugar inadecuado. Se planteó la mentira de las armas de destrucción masiva en Irak y luego las «pretendidas masacres de población» en Libia y hoy en Siria se plantea la historia de los ataques químicos cuando habría sido más moralmente adecuado esperar las conclusiones de la comisión investigadora de la ONU. Pero como de acuerdo con fuertes presunciones manifestadas por los rusos que tendrían las pruebas y de un gran periodista de los EE.UU. determinan que la responsabilidad es de los «rebeldes» han preferido subestimar al secretario general de la ONU y a los dos mediadores (Kofi Annan, empujado a renunciar) Y Lakhdar Brahimi y hasta el Papa que ha instado en una súplica magistral a los beligerantes sobre todo estadounidenses y franceses a evitar la solución militar.
Hoy en Siria, sigue siendo a los árabes a los que se quiere bombardear, ya que son infrahumanos y no cuentan para nada, es lo que se entiende leyendo la prensa y el discurso político del PS que debería ocuparse más bien de la grave crisis económica y social de un país, Francia que ve cada mes como crece dramáticamente la curva de la desocupación y como el déficit público alcanza cifras inimaginables . ¡Una tregua en broma!
La prensa, y esto es grave, se envuelve en el uniforme del soldado y funciona como la voz del amo, ilustrando el discurso político del poder de turno, no se diferencia, aunque puede ser en los aspectos formales, de los medios norcoreanos a los que se ataca a menudo. Por otra parte sin un serio trabajo de investigación. Un insulto al gran Albert Londres. Me gustó mucho la carta de Jean-Francois Khan al diario Le Monde, actualmente rehén del mundo de los negocios, que encarna el trío que conduce ese medio que se ha vuelto mediocre, extremadamente mediocre, a la cola… ¿Cuándo se decidirá la prensa francesa a hacer periodismo, verificando las fuentes y escuchando todas las versiones, a la oposición y al régimen sirio evitando las generalizaciones, el uso de los juicios de valor y una jerga racista? Según mi opinión esto no es posible, desde el momento que se halla prisionera de una mirada peyorativa y de menosprecio de los otros, los árabes, los africanos y en menor grado los asiáticos. Es igualmente y sobre todo prisionera del mundo de las finanzas, incapaz de plantear los verdaderos problemas y de informar verazmente. Cuando uno evoca las decisiones de ese «machin» para retomar la palabra de Charles de Gaulle) que pomposamente se llama Liga Árabe, reducida a las posiciones de Arabia Saudí y Catar, se olvida voluntariamente de hablar de la posición de los tres grandes países árabes: Argelia, Egipto e Irak sin olvidar la oposición interior siria que rechaza toda intervención militar externa, privilegiando una solución política mientras pide a los países occidentales que respeten a la comisión enviada por la ONU a Damasco y las decisiones de las Naciones Unidas. Esa prensa y los partidos belicistas hablan a menudo de los conflictos religiosos reproduciendo conscientemente el discurso de Arabia Saudí y de Catar, olvidando que las cosas son más complejas y que hoy en las sociedades árabes y africanas, asesinadas a través de decenios de colonización, enmarcadas en terribles genocidios, los conflictos son de tipo político. En 2006 el Hizbulá libanés estaba apoyado por los chiíes, los suníes, los comunistas y los cristianos y había opositores procedentes de las diferentes corrientes religiosas y políticas.
Los investigadores y los periodistas franceses que defienden el laicismo cuando les conviene, golpeando sobre los árabes, los africanos y los musulmanes, proponen categorías mentales ya superadas, reduciendo las divergencias y los diferendos a contradicciones religiosas. El lenguaje religioso trabaja toda la verborragia guerrera occidental: la función de castigar se vincula a la voluntad divina. Se sustituye a Dios.
Recurrir al discurso moral anticipa la propensión a castigar severamente, fuera de toda estructura profana, al sistema de las Naciones Unidas. Sería muy instructivo para Hollande y los dirigentes del PS leer el fabuloso texto de Michel Foucault Vigilar y Castigar, que muestra esa propensión a castigar del monarca absoluto. Ese deseo de castigar se inscribe en una lógica carnavalesca, que acude a lo espectacular y participa de una actitud «voyeurista», cínica y sádica.
La política se halla en el centro del funcionamiento de las sociedades árabes y africanas. La interpretación saudí de dividir el «mundo árabe» en chiíes y suníes, unánimemente recogida por los investigadores y los periodistas franceses no es operativa sino ideológica. Esta visión difundida por los medios y por muchos «expertos» recorre los contornos de una lectura arcaica, obsoleta, superada, que busca poner a toda costa en marcha una especie de singularidad radical basada en una bipolaridad ideológicamente construida que enfrenta a dos «comunidades» en el mundo musulmán, ocultando todas las transformaciones sociológicas, instalándola en una combinación que ubica en un lado a los árabes, los africanos y los musulmanes y en el otro al mundo llamado «occidental» instalando un confortable «choque de civilizaciones» como les gusta a Huntington, Lewis y Fukuyama, justamente denunciada por otra parte por el autor de la obra El Orientalismo de Edward Saïd.
La prensa francesa ha buscado separar, desde hace bastante tiempo, toda investigación sobre las fuentes y la verificación de las informaciones, conformándose con una sola fuente y reproduciendo a menudo el discurso oficial, excluyendo toda palabra diferente como la de las fuerzas de la izquierda (no la del PS que se ha convertido en un simple altavoz de la derecha. O de intelectuales como Alain Badiou o Edgar Morin. No fue sin razón que Geordes Marchais que defendió siempre el discurso dominante, marginando o despreciando voluntariamente otras posiciones, intimidó al periodista Jean-Pierre Elkabbach para que se callase.
El discurso colonial y bélico del presidente, de su partido y de los Verdes y de una gran parte de la prensa francesa, alimentado por un vocabulario crecido en el campo de la violencia y de la muerte, es heredero de esas empresas militares, genocidas, emprendidas en Argelia y en Siria, por ejemplo. Luego de los famosos acuerdos Sykes-Picot de 1920, la Francia colonial bombardeó Damasco en 1925 durante tres días provocando más de 1.500 muertos; un año más tarde, la aviación causó 5.000 muertos y destruyó la infraestructura del país; el 30 de mayo de 1945, las fuerzas militares matan a 500 personas. Hoy quieren repetir el triste pasado de muertes y de masacres de una historia tartamuda.
Algunos no comprenden esta sencilla idea: los árabes también quieren vivir como los demás no padecer regímenes dictatoriales, que, por otra parte, siempre fueron apoyados por «Occidente» ni tampoco quieren, se sobreentiende, los bombardeos de quienes solo defienden sus propios intereses inscritos en una lógica geoestratégica (el olor a gas y a petróleo no son ajenos a este singular altruismo) y geopolítica que destruye sistemáticamente todo trazo de humanidad, QUEREMOS VIVIR lejos del estruendo de los bombardeos y de las bombas.
Nuestros hijos hablan de política y tienen miedo de este juego de las bombas y de los bombardeos que se ciernen sobre todos los países árabes, uno por uno. ¿Es acaso moral hoy hablar de castigo como decía Jules Ferry, un cantor de la represión colonial y un racista primario? Vosotros sabéis como yo que la guerra no ha arreglado nunca nada, solo una verdadera solución política, sin condicionantes ni exclusiones de ninguna fracción siria podrá resolver el problema. Los civiles que viven en Siria o los que están en el exilio no necesitan los bombardeos, sino verdaderas presiones para lograr la paz, como la están defendiendo Mélenchon, Chevènement, Villepin, Ban Ki-moon, Brahimi, Blix, el antiguo jefe de los investigadores en Irak. Todos están cansados de guerras y de violencia.
Los chicos sirios, igual que sus camaradas europeos, aman la vida y son inocentes. Tanto los árabes como los africanos quieren luchar solo para imponer prácticas democráticas, un verdadero juego democrático en sus países, la democracia no se impone desde el exterior. A propósito, ¿qué es lo que quieren democracia o neoliberalismo y lucro? Si nos quieren inculcar la democracia, habría que comenzar por escuchar a los pueblos libres de Europa y de América que se han pronunciado en contra de Siria, ese pequeño país, extremadamente contradictorio pero frágil. Siria necesita a todos los sirios que deberían construir una verdadera democracia en su propia tierra, evitando así a su pueblo mayores sufrimientos. Una tierra que se ha convertido desgraciadamente en espacio de confrontación de las grandes potencias a las que se han unido Turquía que quería vanamente recuperar su perdido «imperio», Arabia Saudí y Catar, los regímenes más dictatoriales del planeta. ¿A quién toca el turno en este juego de dominó que se ha dado en llamar «primavera árabe» que se inscribe simplemente en un nuevo proceso colonial del nuevo Gran Medio oriente?, ¿a un remake de los acuerdos Sykes-Picot? ¿A Argelia? ¿A Egipto? ¿A algún otro país árabe o africano? ¿ Es normal que países extranjeros, potencias colonizadoras, exijan cambios de presidentes o traten de imponer aquella o esta otra fuerza en el poder? ¿ Es eso la democracia?
Todo empieza mediante un trabajo de demonización a menudo sembrado de mentiras exageradas que retoman la lógica de Goebbels y que terminan en la generosa intervención de los estadounidenses apoyados por los gobiernos europeos y sus esclavos del Golfo que destruyen infraestructuras y seres humanos. ¿Cual es el crimen que han cometido los civiles iraquíes, libios, sirios para ser el blanco de bombardeos que también podríamos conocer nosotros dado que somos simplemente «amazighs» y árabes, es decir infrahumanos a la mirada de quienes gobiernan el mundo?, ¿Por qué para esos valientes guerreros del Occidente «democrático» y civilizador que usan cañones contra poblaciones desarmadas nosotros no contamos para nada?
El economista Stiglitz y el lingüista Chomsky, importantes intelectuales han mostrado en sus trabajos cual es la verdadera cara de este «Occidente» capitalista que funciona como una maquinaria bélica y represiva sin respetar los elementales derechos de las personas y de las naciones llamadas subdesarrolladas. Nuestros campeones de la democracia solo bombardean países subdesarrollados y frágiles. La detención del avión del presidente boliviano Evo Morales, el segundo en la historia luego del de Ben Bella en 1956, ha sido un grave acto de piratería, representativo de los nuevos usos políticos del mundo capitalista «occidental».
La política debería volver a conectarse con la moral, como enseñaba Platón en La República y también Kant, pero hoy la mentira y el autoritarismo se erigen en vectores esenciales de las relaciones internacionales, combinándose con el discurso de Maquiavelo. Entre Kant, Platón y Maquiavelo, «Occidente» parece haber escogido a Maquiavelo. El descrédito de la prensa y del mundo político es el resultado de esa elección que subestima al «ciudadano» convirtiéndolo en un simple tema que podría engendrar trágicas consecuencias.
Otra cosa, estimados señores, el mapa sociológico y político sirio es mucho más complejo. Es fácil y cómodo convocar categorías en desuso, como «chiíes» y «suníes» o confesionales para interpretar la situación siria. Se habla a menudo de los alahuitas que constituyen alrededor del 20% de la población pero que contrariamente a lo manifestado por ciertos autoproclamados «expertos» no dominan el damero político y no representan en el poder más de un 15% de los cargos importantes.
El primer ministro fue siempre suní. Existe una estructura relacionada con los diferentes cargos de poder en que sus titulares son nombrados teniendo en cuenta la parte proporcional de las diferentes comunidades que conforman el país, que, es preciso destacarlo fue siempre gobernado de modo autoritario, excluyendo toda oposición seria, aun cuando existían quienes, especialmente en el exterior, se permitían criticar al poder, por ejemplo Saâdallah Wannous y Hanna Minna. Es cierto que las cosas deben cambiar radicalmente, pero no en detrimento de las poblaciones sirias que tienen derecho a la vida, prisioneras de una guerra que las extermina.
¿Con qué derecho se quiere castigar a las poblaciones árabes? ¿ Qué ganaría el gobierno socialista de Francia golpeando a los sirios, perdiendo de un solo golpe la enorme simpatía ganada entre las poblaciones árabes y los demás pueblos del mundo con el discurso de Dominique de Villepin en la ONU, retomando la posición independentista del General de Gaulle?
Los árabes ya no soportan el sentimiento de inseguridad que les han provocado los ataques a Somalia, Libia, Siria… Cada uno espera su turno. árabes y amazigs de todas las confesiones, distinguen entre el extraordinario Estado Unidos de América encarnado en Faulkner, Hemingway, Miller o Coppola y la magnífica Francia de Jean Renoir, Roland Barthes, Ariane Mnouchkine y Antoine Vitez y los dirigentes bélicos, generalmente poco fascinados por los sellos de la literatura y de la humanidad, y todavía menos por los pueblos que están hartos de esas guerras que no terminan nunca y solo producen odio hacia el otro. ¿Los escuchará alguien? En Francia, el PS y los Verdes quieren ignorar esos millones de votos que dicen NO a la guerra ¡Extraña democracia!
En estas condiciones en que la memoria no olvida la pérdida de Andalucía, los fracasos de 1948 y 1967, la agresión al canal de Suez en 1956, las tragedias coloniales y los últimos acontecimientos en Irak, Libia y Siria, el «árabe que no es alguien singular, sino plural contrariamente a lo que la imagen mediática y literaria ha difundido a través de numerosos autores europeos y estadounidenses, fabricando un árabe (cruel, cobarde, loco, miedoso, hostil a la democracia y misógino) a su medida, ¿como reacciona ante este fárrago de situaciones negativas? A menudo le presentan falto de historia. Así han descrito a los árabes y los amazighs en la literatura colonial y en los discursos políticos.
Meursault en El Extranjero, en la proyección de la literatura argelina (Randau y Bertrand) mata al árabe, por otra parte sin identidad, indigno de existir.
Jules Ferry, que por otra parte fue elogiado por François Hollande a comienzos de su reinado no debía acaso con relación a Argelia que era preciso aniquilar a ese pueblo: «Si tenemos derecho a ir adonde viven esos bárbaros, es porque tenemos el deber de civilizarlos (…) No hay que seguir tratándolos como a iguales, sino ubicarnos en el punto de vista de una raza superior que conquista» (En la Asamblea en 1884) Su discurso sigue siendo actual. Habría que sustituir simplemente la palabra «civilizar» por el verbo más reciente democratizar, castigar.
Esta imagen del árabe y del amazigh presentada como fija y que en realidad contrasta con la compleja realidad de las sociedades árabes y de las relaciones y los continuos intercambios entre sus culturas, muy diferentes y que viven situaciones totalmente distintas, borrando las mezclas y los sucesivos préstamos trabajando el discurso mediático y literario provoca la reacción de los intelectuales árabes que tratan de desmantelar los mecanismo de ese discurso y de interrogar y deconstruir los espacios epistemológicos europeos, percibidos como muy influidos por una sospechosa subjetividad y por precisas orientaciones ideológicas heredadas de los discursos de los orientalistas que acompañaron y legitimaron la colonización.
En tal sentido han trabajado y continúan trabajando hoy personas como Edward Saïd, los marroquíes Abed el Jabiri y Abdellah Laroui, los argelinos Mostefa Lacheraf y Mohamed Arkoun, el egipcio Mahmoud Amine el Alem o el sirio Tayeb Tizini y muchos otros que sin excluir los aportes europeos, ni la sabiduría griega, ni los pensadores de la Edad de Oro árabe proponen una lectura del mundo y de la alteridad que no es binaria, sino abierta y alimentada por otros saberes y otras razas intelectuales, reconstruyendo los discursos críticos europeos de quienes no rechazan en sus análisis la hospitalidad.
Este discurso crítico es relevado por la producción literaria y artística. Estos autores, como muchos otros, tienden la mano a sus homólogos estadounidenses y franceses y rechazan la lógica bélica, del mismo modo por otra parte, que los pueblos «occidentales» Pero sus dirigentes, ¿son capaces de interpretar sus voces, es decir reaccionando como demócratas, desmintiendo la profecía de Georges Pompidou que alertaba sobre el deslizamiento hacia el fascismo de las «democracias» occidentales?
Observando el desprecio a las instituciones internacionales por parte de los gobiernos de los EE.UU. y Francia, es de temer por la democracia y la seguridad internacional.
Cordialmente
A.C. Le Soir, Argelia, 10 de septiembre de 2013
rCR