Compadre: En los días en los que la Flotilla de la Libertad vuelve a ser dignísimo ejemplo de solidaridad y valentía, nos enteramos de cierto viaje tuyo, a cierto lugar, que nos produce cierto desagrado. No parece que haya una intención clara, que, por tanto, convertiría el gesto en algo especialmente condenable. Da la impresión, […]
Compadre:
En los días en los que la Flotilla de la Libertad vuelve a ser dignísimo ejemplo de solidaridad y valentía, nos enteramos de cierto viaje tuyo, a cierto lugar, que nos produce cierto desagrado.
No parece que haya una intención clara, que, por tanto, convertiría el gesto en algo especialmente condenable. Da la impresión, por el contrario, de que se trata de una desafortunada falta de información, de formación política, más bien; tal vez, incluso, ésta se conjugue con la influencia de tu pareja, quien sabe…. No en vano, ella, pese a que, según tengo entendido, no es de tal origen social, apoya sin ambages la política de la oligarquía colombiana. No te contará, supongo, que se trata del régimen genocida más brutal de América Latina; que en Colombia se ha asesinado a más gente por motivos políticos en «democracia» que en las dictaduras argentina y chilena juntas. Ni que, entre la de otras gentes, se ha acabado allí con la vida de más de 4.000 sindicalistas en los últimos veinte años, más que en todo el resto del mundo junto. Ya ves: alrededor de 6000 asesinatos políticos anuales, de los que el ejército y los batallones paramilitares, (sus colaboradores para realizar el trabajo más sucio) son responsables en el 90% de los casos. No sé si conversáis de esto en privado, cosa que tampoco nos atañe, por otro lado. Pero sí que nos conciernen ciertos gestos públicos, de personajes muy públicos, cuando suponen un apoyo al régimen sionista israelí.
A algunas gentes nos parece que en lugar de al de «las Lamentaciones» debieras haberte acercado a otro muro: al conocido como «Muro del Apartheid», que Israel mantiene y, aún más, sigue ampliando a pesar de que la propia ONU lo haya declarado ilegal. Digo que es conocido así, porque en realidad no es un muro de separación o de segregación. No es tampoco como el de la frontera más cruzada del mundo, que estrena barrera para facilitar el filtro y la caza de «espaldas mojadas», ni como la honrosa valla de Melilla. Son estos artificios de porosidad misteriosa: las más grandes partículas atraviesan sin dificultad, mientras que las chiquitas… y de arriba a abajo no hay problema; se trata de una curiosa ósmosis política. Ya hace más de 20 años que se derribó aquel tan famoso, pero 60 veces más largo es el que usurpa al Sahara, en el anonimato; al final, uno sabe por que hay unos tan parlanchines y otros tan mudos. Pero éste es conceptualmente diferente al resto: el «Muro de la Vergüenza» es un muro de asfixia, totalmente congruente con el resto de políticas de exterminio que el régimen sionista despliega hacia el pueblo palestino.
Nos encantaría una disculpa por la ofensa que, en definitiva, el apoyo mostrado a Israel supone hacia l@s más de 7 millones de palestin@s desplazados de su tierra, l@s miles que languidecen en las cárceles israelíes, o l@s familiares de las decenas de miles de asesinad@s; una ofensa a todo un pueblo, en realidad, que lleva más de seis décadas sufriendo los embates de la invasión neocolonial de un país creado ex novo en una tierra que no le pertenecía. Un estado racista y teocrático; neoliberal también, por supuesto, y poderoso como pocos, que desgraciadamente tiene el infame apoyo no sólo de su principal aliado, los Estados Unidos, sino también de la Unión Europea, gobierno español incluido. Un país cuyos habitantes, por lo visto, siguen «lamentando», en el muro que visitaste, algunas faltas morales, pero no el hecho de ser cómplices de genocidio.
No son tan conocidos los medios de comunicación en los que l@s «impenitentes terroristas propalestin@s» denunciamos la colaboración militar entre el Estado Español e Israel, o los acuerdos preferenciales de comercio que la Unión Europea mantiene con el estado sionista. Sospecho que no eres lector habitual de estos lares informativos, los que por supuesto te recomiendo visitar; tal vez algun@s de tus fans o de tus asesores vea esto y te lo haga llegar. Y tal vez, entre carreras y pelotazos tengas un ratito para leer algo sobre lo que ocurre en las cárceles a cielo abierto más grandes del planeta, que son lo que a Palestina se le deja ser de Palestina. Tal vez, incluso, ello te lleve a una rectificación.
Atentamente,
Pablo Lafargue
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