Traducido del inglés por Sinfo Fernández
Al parecer, según tengo entendido, sois los «elegidos».
Me interesaría mucho conocer exactamente cómo es que Dios os escogió de entre las multitudes.
¿Poseíais algunos rasgos especiales, algún atributo único, una característica distintiva o sencillamente aparecía escrito en vuestras frentes?
O quizá tengáis algo extraordinario, una «cualidad» que el resto del mundo, ya sabéis, esos «gentiles» simples y corrientes, no tienen.
¿Es posible que fuera a causa de vuestra belleza? No me entendáis mal. No me estoy aquí refiriendo a nada físico. Más bien a un trabajo interior. Ya sabéis que las tierras prometidas empiezan primeramente en el interior de uno. ¿No es así? OK, continuemos.
Así pues y después de todo, quizá fue vuestra belleza lo que hizo que fuerais escogidos para el primer puesto.
Bien, ¿cómo sois de hermosos?
¿Cuán maravillosamente impresionantes y estupendos sois?
He escuchado que sois un pueblo muy bello. Un pueblo profundamente empático, conmiserativo, compasivo, sensible, hermoso.
Incluso he oído que todo eso se ha logrado a costa de vuestro perpetuo sufrimiento.
Se han erigido museos en nombre de vuestro eterno dolor.
Se han dirigido películas torturantes y tortuosas en vuestro honor. En honor de vuestra belleza eterna.
Luz sobre la luz. Porque he oído también que sois los faros que iluminan este mundo y que dispersáis y disolvéis las sombras de la ignorancia humana y de la maldad.
Un pueblo hermoso en estado de Beatitud que ha conseguido transformar sus cicatrices en banderas. Banderas ondeando sobre la «vacía» tierra «virgen».
Un pueblo hermoso de suprema Bendición, porque la «Sakinah» (*) os ha tocado a vosotros y sólo a vosotros. Naturalmente, sois los exaltados «elegidos».
Pero esperad ahora un segundo.
¿Cómo es que estoy viendo tanta fealdad?
¿Qué es esa absoluta «laideur» (**) de la que estoy siendo testigo?
¿De quién son esos espantosos rostros que se descubren al atardecer?
¿De dónde proceden?
Cada vez que contemplo otro ser «desplazado», veo vuestra fealdad.
Cada vez que contemplo las ruinas de una casa demolida, veo vuestra fealdad.
Cada vez que contemplo una tierra confiscada que llora, veo vuestra fealdad.
Cada vez que contemplo un olivo arrancado que agoniza bajo el sol, veo vuestra fealdad.
Cada vez que escucho los gritos de los «inocentes» encarcelados, veo vuestra fealdad.
Cada vez que veo cómo las balas atraviesan a los niños, veo vuestra fealdad.
Cada vez que veo a una mujer dando a luz en un control bajo las armas que apuntan hacia ella, veo vuestra fealdad.
Cada vez que os apropiáis de un bordado, de un objeto, de una prenda de ropa y le dais vuestro nombre, veo vuestra fealdad.
Cada vez que matáis a «uno» de «ellos», veo cómo vuestra fealdad me mira fijamente una y otra vez…
Así es, veo vuestra fealdad por todas partes. Engulléndolo todo, impregnándolo todo, cercándolo todo, envolviéndolo todo.
Sumergiendo esta tierra «prometida», bautizándola con vuestro odio y crueldad
Bautizándola de sangre y lágrimas. Crucificándola una y otra vez…
¿Sabéis quienes son «esos»?
Los que no tienen rostro, ni nombre, ni voz…
Los que no existen… Porque sólo vosotros existís, vosotros, los «elegidos».
Y por eso vais eliminándolos con la muerte, porque sólo vosotros podéis permanecer ahí, vosotros, los «elegidos».
Por eso, por favor, decidme, ¿cómo es posible que un pueblo tan «hermoso» aparezca preñado de tanta fealdad?
¿Acaso Dios tiene tan mal gusto?
N. de la T.:
(*) Presencia divina en el centro del ser
(**) En francés en el original, significa fealdad
Fuente:
http://arabwomanblues.blogspot.com/2007/06/open-letter-to-chosen-people.html