La resistencia del pueblo sirio no ha cesado de crecer desde el inicio del proceso revolucionario que empezó en marzo de 2011. La lucha del pueblo sirio forma parte de las luchas populares de Túnez y de Egipto, que se han extendido a los demás países de la región. Asimismo, el proceso revolucionario sirio se […]
La resistencia del pueblo sirio no ha cesado de crecer desde el inicio del proceso revolucionario que empezó en marzo de 2011. La lucha del pueblo sirio forma parte de las luchas populares de Túnez y de Egipto, que se han extendido a los demás países de la región.
Asimismo, el proceso revolucionario sirio se inscribe también en el marco de las luchas anticapitalistas al nivel mundial. Los movimientos de los indignados y de las ocupaciones han encontrado su inspiración en las revoluciones árabes. En más de 700 ciudades de 70 países han resonado y, en algunos resuenan todavía, las consignas y las reivindicaciones de un movimiento que se manifiesta contra la precariedad y el poder de las finanzas. Asimismo, la resistencia del pueblo griego contra los diktats impuestos por las agencias financieras y las auditorías económicas internacionales es igualmente una batalla por la dignidad y la justicia social pero, sobre todo, por la emancipación del orden capitalista y no por la sumisión ante el mismo, todo lo cual se inscribe desde entonces en las luchas de los pueblos de la región.
El alzamiento popular sirio, que surge como consecuencia de la crisis financiera y económica mundial, es igualmente una revuelta contra las políticas neoliberales impuestas por el régimen autoritario sirio y alentadas por instituciones financieras internacionales como el Fondo Monetarios Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM).
Las medidas neoliberales han permitido el creciente desmantelamiento y debilitamiento de los servicios públicos en el país, la supresión de las subvenciones y, sobre todo, de los bienes de primera necesidad, acelerando los procesos de privatización que están dirigidos a beneficiar las clases dirigentes y burguesas ligadas al poder político.
Las reformas neoliberales del régimen han potenciado una política basada en la recepción de las inversiones directas extranjeras, el desarrollo de las exportaciones y del sector servicios, en particular del turismo. El aparato represivo de este país ha ejercido «de agente de seguridad» de estas compañías, protegiéndolas de los disturbios y de las reivindicaciones sociales. El Estado sirio ha jugado el papel de alcahuete para los capitales extranjeros y las grandes multinacionales, garantizando el enriquecimiento de una clase burguesa ligada al régimen.
Estas políticas neoliberales representan un auténtico azote para Siria. Mencionemos la elevada tasa de paro, particularmente entre los jóvenes diplomados universitarios que no encuentran salida en una economía que, a partir de ahora, se concentra en los trabajos de poco valor añadido, donde el trabajo cualificado es escaso. O si no, el subempleo, consecuencia directa de estas medidas.
El proceso de liberalización económica ha creado una desigualdad cada vez mayor en Siria. Los más pobres tienen problemas para salir adelante debido a la falta de posibilidades de trabajo, mientras «la clase media» está en caída libre hacia el umbral de pobreza porque sus ingresos no han seguido la inflación, que se elevó al 17% en 2008. Ahora hay tasas de paro del orden del 20-25%, alcanzando el 55% en el caso de los menores de 25 años (en un país donde las personas menores de 30 años representan el 65% de la población total). El porcentaje de sirios que viven bajo el umbral de pobreza ha pasado del 11% en 2000 al 33% en 2010, según cifras oficiales. A estos datos hay que añadir otro 30% de la población siria que vive en torno al umbral de pobreza, es decir con menos de 2 $ al día.
En la agricultura, varios centenares de millares de campesinos del noreste sufren la privatización de la tierra debido a la sequía [desde 2008], que no es simplemente una catástrofe natural. En efecto, el incremento y la intensificación de la explotación intensiva de las tierras por grandes contratistas agrícolas (agrobusiness), incluyendo las tierras anteriormente conservadas para el pasto, al igual que la perforación ilegal de pozos y la puesta en marcha de conducciones selectivas de agua que responden únicamente a las exigencias de los nuevos grandes propietarios -todo encubierto y facilitado por la corrupción de la administración local- han intensificado la crisis agrícola.
La política de liberalización económica del régimen casi ha reproducido la situación socio-económica que prevalecía antes de que los baasistas tomasen el poder en 1963: el 5% de la población posee más de 50% de la renta nacional.
Los procesos de privatización han creado nuevos monopolios que están en manos de las personas cercanas al poder que forman parte integrante de un sistema de corrupción que sólo beneficia a la clase gobernante: la familia Makhlouf, primo hermano de Bachar Al- Assad, que habría acumulado más del 50% de las riquezas económicas sirias.
Lucha de las clases proletarias y explotadas
El sector más importante del movimiento revolucionario sirio es el de los proletarios rurales y urbanos y el de las clases medias económicamente marginadas que han sufrido la aplicación de las políticas neoliberales, sobre todo desde la llegada al poder de Bachar Al-Assad en julio de 2000. Los grupos armados del Ejército Sirio Libre (ESL) se han nutrido de este sector de la revolución actual.
Los trabajadores y las trabajadoras han sido, por otro lado, los blancos de la represión. En Siria, durante el mes de diciembre 2011, se desarrollaron exitosas campañas de desobediencia civil así como huelgas generales que consiguieron paralizar importantes sectores del país, mostrando de esta forma que la movilización de la clase trabajadora y de los explotados se encuentra en el corazón de la revolución siria. Es por esta razón que la dictadura, que busca romper la dinámica de la revuelta, ha despedido a más de 85.000 trabajadores y trabajadoras entre enero de 2011 y febrero de 2012 y ha cerrado 187 fábricas (según cifras oficiales).
Las universidades han constituido igualmente centros de resistencia popular. En la Universidad de Alepo hubo importantes manifestaciones de estudiantes durante el pasado mes de mayo, que fueron continuación de las desarrolladas con anterioridad. Estas manifestaciones fueron violentamente reprimidas por las fuerzas de seguridad matando a cuatro personas y arrestando a varios centenares más. Ahora no pasa una semana sin que las voces y los cánticos de los estudiantes de la Universidad de Damasco se oigan en el palacio presidencial, que se encuentra a sólo unos centenares de metros, mientras tienen lugar manifestaciones casi cotidianas en las Universidades de Deraa y Deir Al-Zur. La Universidad de Alepo ha suspendido sus cursos ante el temor de un levantamiento importante de los jóvenes, mientras que en la Universidad de Homs, las balas de los fusiles son más numerosas que los libros.
Los estudiantes representan una cuarta parte de todos los mártires en Siria desde el comienzo de la revolución en marzo 2011, según la Unión de Estudiantes Libres de Siria (UELS). Fundada el 29 de septiembre de 2011 para luchar contra el régimen, la Unión constituye un bastión político y sindical de la resistencia democrática en la vida del movimiento estudiantil. El sindicato organiza las manifestaciones de los estudiantes libres y la resistencia popular en las universidades en todo el país.
El movimiento popular continúa activo
El movimiento popular en Siria no se ha retirado de las calles, de las universidades ni de los lugares de trabajo a pesar de la represión multiforme y violenta del régimen, tanto política como militarmente. Hay ya más de 40.000 mártires caídos bajo la represión del régimen criminal de los Assad desde el comienzo de la revolución, más de 200.000 personas arrestadas, más de 30.000 personas detenidas y 65.000 desaparecidos. A estas tristes noticias hay que añadir dos millones y medio de personas desplazadas en el país y unos 300.000 refugiados en los países vecinos.
Sin embargo, el movimiento popular sigue luchando contra el régimen. La principal forma de organización ha sido la creación de comités de coordinación populares en los pueblos, barrios, ciudades y regiones. Estos comités de coordinación popular son la verdadera punta de lanza del movimiento popular que movilizan al pueblo en las manifestaciones. Han desarrollado también formas de autogestión popular basada en la organización de masas en las regiones liberadas del yugo del régimen. Se han puesto en marcha consejos populares revolucionarios, a menudo electos, para atender las necesidades de las regiones liberadas, lo que demuestra que quien provoca la anarquía es el régimen y no el pueblo.
El proceso revolucionario sirio es un verdadero movimiento popular y democrático que moviliza a las clases explotadas y oprimidas contra la élite capitalista ligada al orden mundial, de forma muy parecida a sus homólogas del mundo árabe. El movimiento comenzó de manera pacífica exigiendo reformas, pero el régimen respondió con la violencia y una represión generalizada. Ciertos sectores de la población siria decidieron entonces organizar la resistencia armada para defenderse de los ataques de los servicios de seguridad y de los delincuentes del régimen, conocidos bajo el nombre de los shabihas.
El Ejército Sirio Libre representa el derecho del pueblo a defenderse contra la represión y ha permitido la continuación de la resistencia popular en ciertas regiones frente a los ataques del régimen. En Siria se han creado consejos revolucionarios, así como comités de coordinación de las acciones políticas y militares. Por otro lado, la mayor parte de los grupos armados que forman parte del Ejército Sirio Libre han firmado un código de buena conducta, respetando el derecho internacional y contra el confesionalismo. Este ejército popular encuentra sus auténticas raíces en el seno de la insurrección porque está compuesto por soldados desertores y por civiles que han tomado las armas.
El pueblo sirio sigue rechazando el confesionalismo, a pesar de todas las tentativas del régimen para encender este peligroso fuego del que hace uso desde la subida al poder del clan Assad en 1970. El movimiento popular ha reafirmado su lucha unitaria y ha potenciado un sentimiento de solidaridad nacional y social que transciende las divisiones étnicas y confesionales.
Los grandes potencias occidentales imperialistas, las otras potencias imperialistas mundiales como Rusia y China y las regionales como Irán y Turquía, en su conjunto y sin excepción, buscan en Siria una solución de tipo yemenita, o dicho de otra manera: cortar la cabeza del régimen, el dictador Bachar Al-Assad, y mantener su estructura intacta, como se ha podido constatar durante los encuentros entre autoridades estadounidenses y rusas, o durante la conferencia internacional del 30 de junio en Ginebra. El único punto de discrepancia es la posición rusa, que todavía intenta por todos los medios mantener a Assad en el poder, pero que podría sacrificarlo en un futuro próximo para preservar sus intereses en Siria.
Las grandes potencias no tienen, en efecto, ningún interés en ver hundirse al régimen. Este último ha permitido estabilizar las fronteras con Israel y ha colaborado con las potencias occidentales repetidamente en «la guerra contra el terrorismo» lanzado por el ex Presidente estadounidense George Bush, así como en la guerra contra Irak de 1991. Además, a partir de 2003, el régimen ha participado en los «interrogatorios» de prisioneros de las potencias occidentales, sin olvidar la intervención militar en Líbano con el apoyo de las fuerzas occidentales y de Israel para dominar a la resistencia palestina y a la izquierda libanesa en 1976.
La política neoliberal ha experimentado una aceleración extraordinaria desde la llegada al poder de Bachar Al-Assad, porque abrió Siria a numerosos inversores occidentales y del Golfo antes de que comenzara la revolución popular. Estas políticas han hundido a más de la mitad de la población en la miseria y la pobreza.
Los poderes reaccionarios regionales, Arabia Saudita y Qatar a la cabeza, intentan, por su parte, desviar la revolución siria para reconducirla sobre la vía de sus propios objetivos, que no son otros que sus propios intereses en la región y no los del pueblo sirio. Las direcciones reaccionarias de estos países quieren intervenir en Siria para limitar el proceso revolucionario y restringir las consecuencias políticas, sociales y económicas de las revoluciones. Asimismo, potencian un discurso y una visión confesional del conflicto apoyando financieramente los grupos armados que tienen un comportamiento confesional, en contradicción con el mensaje de unidad popular de la revolución siria. Estos poderes reaccionarios intentan, tanto en Siria como en otros lugares de la región, impedir la difusión y la profundización de los procesos revolucionarios que amenazan el orden establecido, por lo que se emplean a fondo para acabar con ellos.
El pueblo sirio, a pesar de todo, resiste y continúa su lucha para construir una nueva Siria. La revolución es permanente.
La revolución permanente significa oponerse y derrocar al régimen dictatorial de los Assad y oponerse a los imperialismos mundiales y regionales que intentan desviar el proceso revolucionario sirio para defender sus propios intereses atacando los del pueblo sirio. Es por esta razón que rechazamos y condenamos todas las intervenciones extranjeras en Siria, ya sea mediante el eje occidental y saudí-qatari como el eje irano-ruso, porque sostienen al régimen en su represión contra el movimiento popular y le dan apoyo militar y financiero.
La continuación de la revolución se inscribe, también, en la voluntad de construir una Siria libre, democrática, laica y revolucionaria que elimine todas las desigualdades y discriminaciones sociales, étnicas, de géneros y religiosas, que apoye el derecho a la autodeterminación del pueblo kurdo, que respete las minorías religiosas y étnicas y que garantice las libertades democráticas y políticas de todos y todas.
La revolución será permanente porque se compromete igualmente a apoyar la liberación del Golán ocupado, a sostener los derechos del pueblo palestino para el retorno de los refugiados, a la autodeterminación del territorio de la Palestina histórica y a apoyar a los demás pueblos de la región en sus luchas contra sus dictadores y el imperialismo.
Es necesario que todas las fuerzas progresistas y democráticas apoyen al movimiento popular sirio y a la izquierda revolucionaria siria implicada en su lucha contra el régimen dictatorial. Por ello os invitamos a expresar claramente vuestro apoyo y vuestra solidaridad a la revolución siria y al pueblo sirio sublevado.
¡Viva la Revolución Popular Siria!
Damasco, 23 de septiembre 2012
Corriente de la izquierda revolucionaria siria
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