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Crónicas desde Palestina

Castigos colectivos

Fuentes: Rebelión

El lunes 28 de Julio a la familia de Majid Abu ‘Eisha y a otras 5 familias se les vino la casa encima. Desgraciadamente en este caso la expresión no es retórica. A las 4 de la madrugada del lunes 28 de julio, las fuerzas de seguridad israelíes en número desconocido pero que rondaba los […]

El lunes 28 de Julio a la familia de Majid Abu ‘Eisha y a otras 5 familias se les vino la casa encima.

Desgraciadamente en este caso la expresión no es retórica.

A las 4 de la madrugada del lunes 28 de julio, las fuerzas de seguridad israelíes en número desconocido pero que rondaba los 200 elementos despertaron a todas las familias y las hicieron salir del edificio a trompicones, sin permitirles coger nada, ni ropa, ni dinero, ni las joyas, ni los electrodomésticos, ni las fotos de toda una vida, nada, materialmente nada. Los seis vehículos aparcados en el garaje fueron golpeados, los cristales rotos y después de revisarlos a conciencia, sin entender nadie que podían estar buscando en ellos, les permitieron sacarlos semidestrozados. Al Sr Wael Awidah se le caen las lágrimas cuando me lo cuenta y cuando consigue calmarse me sigue contando que su mujer le pedía al soldado que le permitieran ponerse algo de ropa para no salir con el pijama a la calle y el soldado le decía que si quería cambiarse el iría con ella y que le daba solo 2 minutos.

En tres minutos estaban todos en la calle.

Los soldados y la policía se quedaron en la casa. Nadie sabía qué estaban haciendo, aunque durante las ocupaciones de casas en Cisjordania en el periodo duro de la represión a la Intifada era frecuente que los soldados se dedicaran no solo a romper los muebles, pintar sobre cuadros y fotos y hacer sus necesidades por toda la casa, sino también era frecuente que robaran el dinero y las joyas de la familia dueña de la casa, que era confinada en una habitación o sacada al tejado o a la calle. A lo largo del día gran cantidad de personas se fueron acercando a las inmediaciones de la casa, pues nadie podía acercarse en un perímetro acordonado por la policía y repleto de cuerpos de seguridad. También algunos internacionales se acercaron para intentar lo imposible: detener la demolición. La policía cargó duro contra ellos y contra muchos de los vecinos que allí se encontraban dando apoyo a la familia y protestando por el inminente derribo.

Las horas pasaban, interminables, densas, deseperanzadas y a las 18.30h en punto las cargas que el ejército había colocado en los cimientos de la casa hicieron explosión. La casa se vino abajo, un piso fue cayendo sobre otro, hasta que todo el edificio quedó convertido en un enorme amasijo de hierros retorcidos, ventanas rotas, tuberías, depósitos, bloques de cemento enterrando recuerdos y sueños de toda una vida.

Tras la demolición las fuerzas ocupantes abandonaron el lugar dejando tras de sí una atmósfera de total incredulidad e inconsolable dolor. La gente fue acercándose a la casa y entre algunos familiares y amigos fueron sacando aquellos electrodomésticos que se habían salvado y aquellos recuerdos que a través de las rendijas creadas entre el caos del derrumbe sus brazos pudieron rescatar. Le pregunté al Sr Awidah cuál había sido el motivo de la demolición y pensaba que me iba a decir que estaban construyendo sin licencia. Pero no, no fue esa la causa. La causa fue que en la planta que estaba construyendo (la 4ª) el arquitecto municipal denunció que las dimensiones se habían excedido en 20 cm de ancho y 60 de largo. En vez de proceder a multarles o a obligarles a cambiar la construcción que estaban iniciando, su respuesta fue demoler no solo esa construcción, sino las casas de las 6 familias que allí vivían, en un claro ejemplo más de los castigos colectivos que el estado sionista aplica constantemente en toda Palestina contra la población cristiana y musulmana.

En este caso, la municipalidad de Jerusalén, como parte de sus estrategias de limpieza étnica para librarse de la población palestina les niega la concesión de licencias de construcción de forma sistemática. Muchas veces ante las peticiones de solicitud, ni tan siquiera reciben respuesta, en otras ocasiones, reciben la respuesta: Denegada. En otras les permiten empezar los trámites. Para ello tienen que abonar unas tasas de 10.000 sheckels (unos 2000 E) que les permite durante un año conseguir todos los permisos para llevar a cabo la obra. Es en ese momento cuando empieza la tortura. Les piden papeles, uno detrás de otro, les hacen repetir tramitaciones, alargan los tiempos de respuesta adminitrativa y en la mayoría de los casos se cumple el año sin que la familia haya podido cumplimentar las tramitaciones que les piden, por lo que pierden los 10.000 shecekls y tienen que volver a empezar a cumplimentar desde la primera solicitud. Por supuesto esto no sucede si vives en Jerusalén y eres judio, en ese caso, solo hay que pagar el permiso de obra, como en occidente, y si se cumplen los requisitos, adelante. Pero si eres palestino da igual que necesites construir otra habitación porque has tenido una nueva hija o que tu hijo se ha casado y va a vivir con su mujer en la casa familiar, da igual que el tejado este a punto de venirse abajo, a la municipalidad israelí le da absolutamente igual. Su objetivo es claro: eliminar a la población palestina de Jerusalén y poder llevar acabo la judeización de la ciudad.

Estos planes están claramente explicitados en el plan Jerusalén 2020, pero por si quedaba alguna duda las declaraciones de estos días del Primer Ministro Ehud Olmert considerando a la población palestina de Jerusalén como «un peligro interior» lo dejan bien claro. Pienso en la casa que con tanto esfuerzo acabamos de hacernos mi compañero y yo, intento pensar que sentiría si las fuerzas de seguridad que teóricamente deben protegerte, fueran a destruirla, si la ley que teóricamente debe ampararte, te abandonara, criminalizándote por el simple hecho de haber nacido árabe y palestino. Pienso que sentiría al perder en ella todo cuanto poseemos, sabiendo que nadie va a indemnizarnos por lo ocurrido, ni a nivel material, ni, lo que resulta demoledor, a nivel humano, afectivo y sentimental. Y cuanto mas trato de imaginar esa escena más dolor me entra y mas rabia y mas impotencia.

¿Que haría si llegar a sucederme algo así? No lo se, pero desde luego, cualquier cosa sería posible.

Cualquiera.

Pd: en breve os adjuntaré un link que esta haciendo un amigo sobre el video de la demolición que un familiar me ha pasado, espero que entre todas lo hagamos circular y mostrar a la gente el verdadero rostro de la «unica democracia de Oriente Medio»