Gobernantes imperiales y exiliados cubanos violentamente obsesionados necesitan del programa «Ningún Niño Abandonado» de Bush para acelerar los procesos de aprendizaje y no seguir repitiendo los errores. ¡Oigan, en lo que se refiere a la política hacia Cuba, solo han pasado cuarenta y ocho años! Fidel Castro, por otra parte, aprendió rápido. Usó a Washington […]
Gobernantes imperiales y exiliados cubanos violentamente obsesionados necesitan del programa «Ningún Niño Abandonado» de Bush para acelerar los procesos de aprendizaje y no seguir repitiendo los errores. ¡Oigan, en lo que se refiere a la política hacia Cuba, solo han pasado cuarenta y ocho años!
Fidel Castro, por otra parte, aprendió rápido. Usó a Washington y a Miami para improvisar material para tres capítulos de futuras ediciones de El Príncipe, de Maquiavelo, el texto clásico acerca del realismo político.
CAPÍTULO 1: «¿EXPORTAR LOS ENEMIGOS INTERNOS A LOS ENEMIGOS EXTERNOS?»
En 1959 los revolucionarios cubanos tomaron el poder. Inmediatamente Washington dio la bienvenida a los más hostiles oponentes de Cuba. O Fidel exportó al enemigo nativo hacia su enemigo mayor. Los cubanos anticastristas se convirtieron en un serio problema para la sociedad norteamericana -y lo siguen siendo. Una vez que un gobierno se convierte en cómplice del terrorismo, como hizo la CIA con miles de cubanos que odian a Castro, institucionaliza el terrorismo en su propia cultura. Solo en la década de 1960, la CIA envió, financió y equipó a exiliados cubanos para que realizaran miles de intentos de asesinato y misiones de sabotaje y destrucción contra su antiguo país. Algunos de los que realizaron asesinatos y misiones de sabotaje se comprometieron vocacionalmente con tal «trabajo».
Irónicamente, ahora Bush realiza una guerra contra el terrorismo y ampara a terroristas anticastristas. Luis Posada es prueba del dilema. Cables de la CIA recientemente desclasificados demuestran que Posada notificó a oficiales de la CIA en septiembre de 1976 acerca de sus planes para sabotear un avión cubano a reacción sobre Barbados. Los oficiales de la CIA no se lo impidieron ni notificaron al gobierno cubano. En octubre, sus agentes hicieron estallar la bomba. Setenta y tres pasajeros y tripulantes perecieron.
Agencias norteamericanas trabajaron íntimamente con Posada en actos de terrorismo. ¿Explica esto la renuencia del gobierno a acusarlo de terrorismo -a pesar de la evidencia pública– o a deportarlo a Venezuela donde sería juzgado? Los abogados del Departamento de Justicia se retuercen las manos por tales «incongruencias», porque en 1971 el gobierno de EEUU firmó la Convención para la Supresión de Actos Ilegales contra la Seguridad de la Aviación Civil. El Artículo 7 de ese documento dice: «El Estado Firmante en cuyo territorio se encuentre al supuesto culpable, si no lo extradita, sin excepción alguna e independientemente de que el delito haya sido cometido o no en su territorio, debe presentar el caso ante las autoridades competentes con el propósito de procesarlo».
Orlando Bosch, el coautor con Posada del sabotaje del avión, también escapó de ser procesado. Es más, en 1990, Papito Bush amnistió a Bosch. Reside ahora en Miami. Bosch aún se regodea cuando describe hazañas orgásmicas como disparar una bazuca contra un barco polaco en el puerto de Miami en 1968 o derribar el avión cubano de pasajeros en 1976.
En enero de 1965, Bosch lanzó bombas de fósforo sobre un central azucarero cubano. Él le dijo a la prensa de Miami: «Si tuviéramos los recursos necesarios, Cuba ardería de un extremo a otro».
El 10 de noviembre de 2002, Bush advirtió a los miembros de la ONU: «Algunos gobiernos aún se hacen de la vista gorda ante los terroristas, con la esperanza de que la amenaza les pase por el lado. Están equivocados. Los aliados del terror son igualmente culpables e igualmente responsables». Los congresistas por la Florida seguidores de Bush, Lincoln y Mario Diaz Balart e Ileana Ros Lehtinen, consideran a Bush un patriota, no un terrorista.
Sin embargo, los miamenses comprendieron lo que significaba traer a terroristas a su seno: bombas en autos y asesinatos. Estos incluyeron la bomba en el auto de Rolando Masferrer en 1975, una explosión en una oficina de Correos en 1976 y un intento de asesinato con bomba contra Emilio Millán. Cubanos anticastristas realizaron una ola de violencia en las décadas de 1970 y 1980, incluyendo el asesinato del ex canciller chileno Orlando Letelier en Washington y de un diplomático cubano en Nueva York.
En el 2000 Al Gore no resistió las tácticas usadas por los enemigos de Castro. Puede que incluso él guarde resentimientos acerca de los cubanos de la Florida que ayudaron a robar las elecciones del 2000. Un testigo de Miami vio autobuses de personas de la tercera edad en un colegio electoral. Él saludó a su tío abuelo, que mantuvo la ciudadanía cubana. «Es mi deber como ciudadano cubano votar por George Bush», declaró el anciano.
Funcionarios que hacían el recuento de votos informaron que cubano-americanos entraban a las salas de conteo enseñando la pistola bajo la chaqueta y ordenando: «Dejen de contar».
Sin embargo, para Castro la ausencia de tales personas en Cuba hizo posible la rápida consolidación del poder revolucionario. Los líderes norteamericanos, que no han aprendido la lección de más de 48 años importando la oposición, continúan alentando que botes llenos de cubanos desembarquen en territorio de EEUU. Gracias a la Ley de Ajuste Cubano de 1966, ellos pueden adoptar el status de refugiados y un rápido acceso a la tarjeta verde.
¿Han pensado los que toman las decisiones en aplicar ese status a los chinos, indios o mexicanos? Bush y los que desprecian a Castro en la Florida parecen tener una obsesión solo con Fidel, un trastorno mental que hace imposible pensar con claridad.
CAPÍTULO 2: «CÓMO OBSESIOINAR A LOS PROPIOS ENEMIGOS»
La obsesión bloquea el aprendizaje y la claridad de pensamiento. Después de 48 años de violencia inútil y hostilidad lingüística desenfrenada, Orlando Bosch continúa conspirando. En diciembre de 2001, entre la visita al gerontólogo y al proctólogo, Bosch, de 81 años, alardeó de haber mandado explosivos a Cuba ese mismo mes.
A finales de enero de 2007, los «fans» de Posada se reunieron para apoyar al envejecido coautor del sabotaje al avión. «Pero no solo se reunieron», informó un editorial del 30 de enero en el Sun-Sentinel del Sur de la Florida. «También atacaron a dos contra-manifestantes al perseguir a los jóvenes hasta su auto mientras los golpeaban, pateaban y escupían. Es esta la razón por la que los exiliados se marcharon de la Cuba de Fidel Castro: para abrazar la libertad y el derecho inalienable a cosas tales como libertad de palabra. A no ser que la palabra esté en desacuerdo con la de ellos».
El editorial terminaba diciendo que activistas como esos «le dan mala fama a Miami». Las autoridades norteamericanas arrestaron a Posada hace dos años después de que celebrara una conferencia de prensa para anunciar su presencia. Acusado de sospecha de haber entrado ilegalmente al país, ahora se enfrenta a acusaciones de fraude de naturalización y seis cargos de mentir a funcionarios de EEUU. Irónicamente, como observó el Sun Sentinel, «Decenas de personas murieron en el sabotaje que se sospecha que Posada preparó. El gobierno de EEUU tiene claras evidencias que relacionan a Posada con el sabotaje. Eso solo debiera servir para mantenerlo bajo custodia, incluso aunque no se le acusara de los delitos inmigratorios». Pero, preguntó el editorial, «El gobierno ha demostrado una tendencia a ceder bajo la presión política de la comunidad de exiliados cubanos, pero ¿por qué hacerlo?
La respuesta, incluso como han comprendido los obsesivos Posada y Bosch, estriba en la historia de complicidad del gobierno con el terrorismo. Antonio Veciana dio dos ejemplos de esa cooperación. En 1971 Posada se unió a Veciana, fundador de Alpha 66, para asesinar a Castro en Chile, adonde iba a ir de visita el líder cubano. Los morbosos de los laboratorios de la CIA inventaron un arma que cabía dentro de una cámara de 16 mm que los asesinos, haciéndose pasar como periodistas, usarían para dispararle a Castro en su conferencia de prensa en Santiago de Chile. Así que, rió Veciana, la CIA hizo posible un plan terrorista. Los asesinos-camarógrafos a sueldo se acobardaron. Así que Posada contrató a otras personas para dispararle a Castro en Caracas, a su regreso a Cuba. Esto también fracasó. Cinco años después, Posada destruyó el avión cubano de pasajeros. «Escapó» de una prisión venezolana -sus amigos de Miami sobornaron a los carceleros-y a mediados de la década de 1980 se unió al Tte. Cnel. Oliver North para reabastecer a los Contras. En la década del 90, Posada fue el autor intelectual de sabotajes contra la industria turística cubana, y como resultado murió un turista italiano y varios hoteles sufrieron grandes daños. Documentos desclasificados muestran que tuvo ayuda y financiamiento de sus compinches de Miami. Brigadas norteamericanas de antiterrorismo lo sabían.
Antiguos y actuales funcionarios norteamericanos se han manchado por su complicidad con los planes de Posada y de Bosch. No es de extrañar que el gobierno se niegue a procesarlos, además de la deuda que la familia Bush tiene por las elecciones de la Florida.
CAPÍTULO 3: «LOGRAR QUE LOS ENEMIGOS FINANCIEN LA ECONOMÍA»
Castro se ha salvado de más de 650 intentos de asesinato. Su venganza emergió después del colapso de la Unión Soviética. A medida que la economía de Cuba caía en espiral en 1991, Castro logró que los obsesivos exiliados mantuvieran su tesorería. Para mediados de 1996, el Banco Central de Cuba estaba ingresando mil millones de dólares en remesas anuales provenientes de EEUU. Hasta el rabiosamente anticastrista conductor de un programa de radio, Armando Pérez Roura, pagó, no fuera que su familia «muriera de hambre». ¡Como si fuera cierto!
En el 2005, los burócratas de la Tesorería de EEUU, igualmente obsedidos con «castigar a Castro», amenazaron a los bancos extranjeros que manejaban cuentas cubanas en dólares. Así que el gobierno cubano anunció que los cubanos tenían que cambiar sus dólares por pesos convertibles cubanos o sufrir multas monetarias. A las pocas semanas, el Banco Central de Cuba acumulaba mil millones de dólares: ¡un préstamo gratuito!
Mientras se recuperaba de su operación quirúrgica del año pasado, Castro debe haber reído por la manera en que los violentos desechos que Bush había adquirido se habían vuelto embarazosos. En Google aparece la declaración de Bush el 26 de agosto de 2003 en St. Louis Missouri: «… si alguien da refugio a un terrorista, si alguien apoya a un terrorista, si alguien alimenta a un terrorista, es tan culpable como los terroristas».
¡Seguro qué sí! En el 2001, el Departamento de Justicia de Bush procesó a cinco cubanos que se habían infiltrado en grupos terroristas de la Florida para evitar el terrorismo. Intimidados -por los terroristas–, los miembros del jurado de Miami los condenaron Irónicamente, en Google no aparece ninguna referencia de que Bush se haya excluido a él o a miembros de su gobierno en su advertencia. Pero la consistencia, como Bush ha dicho, es una virtud de las mentes pequeñas. Se olvidó decir que la inconsistencia es la virtud de los sin mente.
El nuevo libro de Landau, Un mundo de Bush y de Botox, será publicado en febrero por Counterpunch Press. Su nuevo filme, Aquí no jugamos golf, está disponible en DVD en [email protected]
Fuente en inglés: http://www.progresoweekly.com/index.php?progreso=Landau&otherweek=1171864800