Para buena parte de la opinión pública capitalista, sobre todo en los países más desarrollados, Fidel Castro es el máximo exponente de una casta política en vías de extinción ligada a regímenes calificados de dictaduras comunistas. Su reciente retirada del poder, aunque temporal, auguraba la inminente caída, como fruta podrida, del modelo comunista, de modo […]
Para buena parte de la opinión pública capitalista, sobre todo en los países más desarrollados, Fidel Castro es el máximo exponente de una casta política en vías de extinción ligada a regímenes calificados de dictaduras comunistas. Su reciente retirada del poder, aunque temporal, auguraba la inminente caída, como fruta podrida, del modelo comunista, de modo parecido a como aconteció en los países de la Europa del Este o de la extinta Unión Soviética. Numerosos gobernantes, medios de comunicación, líderes de opinión y organizaciones, como si de un coro se tratara, perfectamente orquestado, reclamaron la democracia para Cuba, especialmente en Miami, donde no dudaron los paladines de la democracia y de los derechos humanos en invitar a un baño de sangre al propio ejercito castrista, tras comprobar que el pueblo cubano no parecía consciente del momento histórico que estaba viviendo. A quienes desconocen la realidad cubana, habría que decirles que el país vivió, tras la caída de los regímenes comunistas y en situación de absoluto aislamiento a nivel internacional, un extenuante periodo especial en que los recursos básicos no alcanzaban a satisfacer las necesidades de la población. Sin embargo, la mayor parte de los cubanos siguió brindando su apoyo a Fidel Castro y al socialismo cubano. Una vez dicho esto, quizá sea más fácil entender la normalidad del país con motivo de la enfermedad de Fidel, cuando el crecimiento económico es próximo al 10% anual , sin que para ello se haya tenido que renunciar a los principios de la Revolución (contrariamente a la clase dirigente china, que, por mantenerse en el poder, esta permitiendo la más miserable y cruenta explotación de su población por empresas capitalistas).
Lo que me propongo en el presente artículo es un breve análisis comparativo sobre la realidad que representa el castrismo en Cuba y en el mundo frente a la realidad que representa el capitalismo en Estados Unidos y resto del imperio. A quienes viven instalados en la necedad y el cinismo, les diría simplemente que el «dictador» Fidel Castro y el socialismo cubano cuentan con el apoyo de personalidades tan relevante en el mundo de la cultura y defensa de los derechos humanos, como los premios Nóbel José Saramago, Pérez Esquivel y Gabriel García Márquez, o de quien pasa por ser una de las mentes más brillantes del Planeta: Noam Chomsky. También podríamos mencionar a personalidades con perfil religioso como Ernesto Cardenal o Leonardo Boff, por no citar los numerosos sacerdotes, de diferentes confesiones, que en las iglesias de Cuba pidieron por el rápido restablecimiento de Fidel Castro y la independencia de Cuba.
A la luz de los medios de comunicación mayoritarios en el mundo, Bush resultaría el claro ganador de la contienda. Pero estamos hablando de medios de comunicación interesados que utilizan la demagogia y la manipulación informativa como moneda de cambio. ¿En base a qué datos de la realidad se afirma que Estados Unidos es una nación democrática y Cuba una dictadura? ¿Es el grado de participación electoral, inferior al 50% en los Estados Unidos, donde se requiere un nivel mínimo de instrucción para votar y no se duda en recurrir al fraude, como ocurrió en la primera elección de Bush? ¿Tal vez la participación de la voluntad popular en la toma de decisiones? De Cuba se dice que son los dirigentes políticos del PCC y de la Administración los que toman las decisiones sin contar para nada con el pueblo. Suponiendo que ello fuera cierto, ¿acaso no son los representantes políticos norteamericanos o españoles los que toman las decisiones sin necesidad de consultar al pueblo y en clara contradicción, muchas veces, con lo reflejado en el programa electoral? ¿Alguien podría demostrar que el voto en las presuntas democracias es algo más que un cheque en blanco?
Reparemos ahora en el grado de responsabilidad de los representantes políticos. Se dice de los regímenes autoritarios, entre los que se incluye a Cuba, que los dirigentes políticos carecen de cualquier tipo de responsabilidad ante sus ciudadanos. Pero, ¿qué decir de los representantes en las democracias? Aquí la clase política es capaz de incrementar las desigualdades, regalar el patrimonio nacional a las transnacionales, deteriorar la salud de la población, consentir la contaminación y agotamiento de los recursos naturales, etc.. sin más sanción (nombrarlo da risa) que el descabalgamiento del poder durante los siguientes cuatro años. Desde la óptica de un heterodoxo como yo, resulta difícil entender que los amantes de la democracia todavía no hayan reparado en este insulto a la inteligencia y dignidad humana que es la irresponsabildad de los representantes políticos, de quienes concentran poderes especiales (legislativo, ejecutivo, presupuestario), que les confiere una capacidad extraordinaria y suficiente para el cumplimiento de cualquier compromiso electoral realizable en periodo de campaña. Tal irresponsabilidad constituye una excepción en el mundo del derecho que alguien tendría que explicar y justificar, al menos bajo regímenes que se precien de democráticos.
Si ninguno de estos argumentos resulta solvente, ¿por qué se afirma de Estados Unidos que es una democracia y Cuba una dictadura? ¿Es el hecho de que el sistema político de Estados Unidos dispone de dos partidos políticos con opciones de gobernar mientras que Cuba responde al modelo de partido único? A menudo se recurre al argumento de que, en países como Estados Unidos, el ciudadano al menos tiene otra opción política que votar. El pluralismo de partidos parece en principio la mejor opción para un modelo democrático ya que es mayor la probabilidad de representar el pluralismo ideológico de una sociedad. ¿Es este el caso de los Estados Unidos? ¿Quién podría citar el nombre del partido político que en Estados Unidos representa los intereses de los pacifistas, ecologistas o antiglobalización? Resulta chocante que, en las pasadas elecciones presidenciales, la aspiración del Partido Demócrata fuera la designación de un candidato a la presidencia lo más ajustado posible al perfil de Bush. Imaginemos por un momento que en Cuba se estableciera un modelo bipartidista, con Abel Prieto, actual ministro de Cultura, como representante del Partido más renovador y Carlos Lage, vicepresidente del Gobierno, como representante del Partido más conservador ¿Ya sería lícito hablar de democracia en Cuba?
A los defensores del modelo norteamericano habría que recordarles el trabajo sucio del Comité de Actividades Antiamericanas tras la II Guerra Mundial o la labor de los medios de comunicación neoliberales, que han convertido el bipartidismo en las dos caras de una misma moneda. La crítica se podría hacer extensiva a otras naciones democráticas. ¿Cómo es posible que se siga tildando de democráticos a sistemas políticos bajo los cuales una minoría concentra la mayor parte de la riqueza, donde la usura y la especulación gozan de mayor protección que derechos básicos de toda la población: a la salud, al trabajo, a una vivienda digna ,al medio ambiente etc.. o donde banqueros y especuladores del suelo (por citar dos claros ejemplos) ganan todos los procesos electorales mientras la mayoría de la población y sus intereses fundamentales no ganan nunca aunque resulte ganadora la opción votada en las urnas? No es posible que algo así sea el resultado de la voluntad mayoritaria. A la fuerza hay que pensar que el modelo democrático no funciona correctamente, que no es más que un espejismo y que alguien nos está vendiendo la moto a un precio demasiado alto.
Deberíamos acostumbrarnos a llamar a las cosas por su nombre. Si Cuba es una dictadura por contar con un solo partido, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania o España también lo son, aunque dispongan de dos o más fuerzas mayoritarias, ya que, básicamente, sirven a los mismos intereses, dejando fuera del sistema aspiraciones fundamentales de la mayoría de ciudadanos. Puesto que la democracia en un plano formal no es más que papel mojado, la esencia democrática o antidemocrática de la política que se viene haciendo en Cuba o en Estados Unidos y países aliados habría que buscarla en el análisis de quienes son los beneficiarios en uno y otro modelo. Es habitual que, al afirmar que también en Cuba existen elecciones, con una significativa participación de la población, se nos recuerde que, bajo la dictadura franquista, el grado de participación y adhesión al régimen de la población también fue elevado. Sin embargo, hay una clara diferencia entre uno y otro modelo, que es fundamental. En Cuba la política del PCC tiene como beneficiarios a la mayoría de ciudadanos, donde la diferencias de renta son poco significativas, no existe la explotación de unos hombres por otros, están garantizados derechos básicos (a la salud, a la educación, a la infancia, a la vivienda, al trabajo etc.), la jubilación tiene lugar a los 55 años (en el caso de la mujer) y 60 (en el hombre), se vive sin estrés y los ministros se relacionan en la calle sin escolta. Ello explica que el perfil de la disidencia política sea muy diferente en Cuba a la que existía en España durante la dictadura o existe actualmente en naciones como Marruecos. Arabia Saudita o en cualesquiera otra de corte capitalista (incluidas las democráticas). La disidencia cubana se caracteriza por reclamar un sistema basado en la desigualdad y en la postergación o represión de derechos fundamentales. Ahí están los Mas Canosa, Posada Carriles, Orlando Bosch. ¿Son estos personajes, conocidos mundialmente por sus atentados terroristas, tráfico de armas y drogas, colaboración con la CIA etc.. los que la opinión pública mundial prefiere para el futuro de Cuba? En cambio, la disidencia mayoritaria en los países capitalistas se caracteriza por la reivindicación de políticas que beneficien a la mayoría y donde los derechos fundamentales estén garantizados para todos: salud, educación, vivienda, medio ambiente, trabajo etc..
En las barbas del coloso, Cuba es una pequeña nación asediada desde que decidiera ser independiente y socialista. La nación más poderosa de la Historia no se ha conformado con el embargo y la prohibición a todas sus empresas y empresas extranjeras con intereses en Estados Unidos de entablar relaciones comerciales con la isla. Han sido muchas las ocasiones en que ha financiado y planificado la guerra de baja intensidad con sabotajes de todo tipo. La prohibición de cargar o descargar mercancías en suelo norteamericano a cualquier barco que comercie con Cuba ha provocado que este país se vea obligado a gastar elevadas sumas extra en el comercio marítimo. Hay que recordar que un bloqueo de parecidas características le costó a Irak la pérdida de más de un millón de vidas, a pesar de que este país tuvo la oportunidad de vender grandes cantidades de petróleo (en principio a cambio de alimentos). Lo que Sadam Husein empleaba en la adquisición de armas, la eliminación de la oposición política y la construcción de suntuosos palacios, el gobierno cubano lo emplea en atender las necesidades básicas de su pueblo, especialmente de los niños (no existe en Cuba ningún niño de la calle ni en situación de explotación laboral, todos están escolarizados y soy testigo de la felicidad que irradia de su semblante). Pero esto no es todo. El presupuesto económico de esta pequeña nación asediada no duda en destinar una importante partida a la ayuda internacional. Mientras Bush y el modelo que representa se caracterizan por la explotación, saqueo y contaminación sobre la mayor parte del Tercer Mundo, Fidel Castro no duda en brindar ayuda desinteresada, especialmente a los más necesitados y desprotegidos. En colaboración con Venezuela y Bolivia, Cuba se ha comprometido a curar gratis a 6 millones de latinoamericanos de graves enfermedades oculares, como cataratas, y a formar a más de 100.000 médicos latinoamericanos, algo que ya está siendo una realidad.
Extrapolando las palabras de una actriz mejicana al referirse a Chiapas, el castrismo no es el problema de Cuba, ni de Latinoamérica, ni forma parte de un eje del mal. El castrismo es la solución. Es por las venas de Fidel Castro y del resto de líderes de la Revolución por donde circula hoy más humanismo. Si hubiera que designar un eje del mal a nivel planetario, de lo que no cabe la menor duda es que personajes como Bush, Blair y Aznar figurarían entre sus líderes más destacados. Ellos y las políticas que representan son responsables de que la Humanidad en su conjunto se esté enfrentando a una realidad cada vez más adversa y a un futuro cada día más incierto.