El no gubernamental Centro Oscar Arnulfo Romero promueve la prevención y atención de la violencia de género sobre todo en espacios comunitarios.
Con el entrenamiento a profesionales de salud mental y el derecho, el no gubernamental Centro Oscar Arnulfo Romero (OAR) allana el camino para extender la consejerías para mujeres en situaciones de violencia a varias provincias cubanas, entre las que destaca Las Tunas.
«Se desarrolló un primer entrenamiento, donde participó personal de provincias de occidente y centro: Pinar del Río, Isla de la Juventud, La Habana y Ciego de Ávila, y del oriente, Las Tunas, Santiago de Cuba y Granma», dijo a la Redacción IPS Cuba Ivón Ernard, que coordina el Programa de atención a mujeres en situaciones de violencia de OAR.
El programa de preparación surgió a partir de la experiencia de la consejería de OAR en la capital cubana, donde un equipo que incluye a una psiquiatra, psicóloga y jurista, acompaña a mujeres que solicitan este servicio desde el punto de vista psicológico y jurídico.
«Existían espacios parecidos en dos provincias, pero pensamos que sería bueno replicar la práctica de OAR, porque todavía no hay espacios definidos para que las mujeres acudan. Están las Casas de Orientación a la Mujer y la Familia y los servicios de salud mental, pero todavía no están preparados ni sensibilizados con el tema», dijo Ernand.
Propuesta
La oenegé formuló un programa de entrenamiento y consejería y lanzó la convocatoria a las provincias. Para participar en el taller, en algunas formaron equipos multidisciplinarios integrados por dos personas de salud mental y otras dos del ámbito jurídico.
«Sugerimos que fuera personal de salud mental porque estas mujeres llegan a la consejería con muchos síntomas, muy afectadas psicológicamente y, a veces, también físicamente, con una historia de violencia de entre cinco y 10 años», precisó.
A juicio de Ernand, «cada mujer llega con necesidades diferentes y los consejeros deben explorar lo que ella conoce y necesita saber, adaptarse a los objetivos que se pactan, pues, frecuentemente, no vienen con la idea de denunciar ni salir de esa relación… y hay que respetar eso».
Para la psicóloga Beatriz Torres, de la consejería de OAR, el entrenamiento es una necesidad, debido a la complejidad de la violencia de género.
«Aunque la consejería se ha usado en líneas de ayuda, infecciones de transmisión sexual, VIH/sida y antidroga, en este asunto tiene que ser cara a cara, con un equipo multidisciplinario, con un conocimiento real del problema, pues no basta con conocer de psicoterapia», destacó Torres.
En la consejería trabajan la autoestima, que suele estar muy deteriorada por los años que ha sido sometida a maltrato, y los estilos de vida de las mujeres, que también están muy dañados: la cotidianidad, alimentación, sueños, sexualidad, necesidades primarias y socialización, pues una de las técnicas de los ofensores es aislarlas.
«Ellas tienen que aprender haciendo, buscar recursos personales y alternativas para sentirse seguras y afrontar las situaciones de violencia, a veces difíciles. Muchas no tienen adónde ir o tienen hijos, como deben tomar decisiones que no solo les incumben a ellas, demandan asesoría sobre sus derechos», aseveró Torres.
Consejería por dentro
Durante una semana, dijo Ernand, entrenamos a unas 30 personas y ya ha arrancado la consejería de Las Tunas, donde existían experiencias previas, pero no tenían un equipo multidisciplinario ni seguían los protocolos que lleva este servicio.
Según la especialista, este mes debe iniciarse en Granma y Santiago de Cuba, en esta última prepararon dos equipos para alternar los especialistas.
Cada provincia, explicó, tiene sus características, espacios y maneras de convocar a las mujeres. En Las Tunas, se realiza en el Centro de Promoción de Salud; en Bayamo, la Casa de orientación a la mujer, mientras en Santiago, el museo Vilma Espín.
«Escogieron estos lugares porque no se quiere medicalizar el problema, ni hacerlo siempre en instituciones de salud -donde también se puede hacer-, sino en sitios donde las mujeres se sientan en un ambiente confortable, privado, individual y no se les estigmatice por acudir allí», agregó.
La experiencia de OAR arrojó que, en ocasiones, cuando se terminan las 10 ó 12 sesiones de consejería, hay mujeres que necesitaban más ayuda, por lo que decidieron abrir también grupos de apoyo comunitario.