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Choque (irresponsable) de trenes nacionalistas

Fuentes: Rebelión

No son trenes rigurosamente vigilados, como se nos narrara en aquel hermosa película checa del mismo título que sigue incólume en la memoria de muchos de nosotros. No. Son trenes rigurosamente diseñados y cuidados que nos conducen a un desastre sin contornos definidos por el momento. Y no a su desastre por supuesto. Al nuestro. […]

No son trenes rigurosamente vigilados, como se nos narrara en aquel hermosa película checa del mismo título que sigue incólume en la memoria de muchos de nosotros. No. Son trenes rigurosamente diseñados y cuidados que nos conducen a un desastre sin contornos definidos por el momento.

Y no a su desastre por supuesto. Al nuestro.

El Parlamento catalán decidió el pasado jueves celebrar una consulta sobre la soberanía de Catalunya la próxima legislatura «prioritariamente» [1]. ¿Un acuerdo parlamentario decide sobre las acciones políticas futuras de un nuevo parlamento, el que surgirá tras las elecciones anticipadas del 25 de noviembre, tras apenas 22 meses de desgobierno económico y social de CiU con apoyos puntuales del PP? ¿Y si la composición de futuro Parlamento no estuviera por la labor encomendada? ¿O se trata más bien de una intervención política para agitar el cuerpo electoral y orientar posiciones y votos?

Suena raro, muy raro. Tan raro como la heterogeneidad y aparente distancia de las fuerzas políticas que apoyaron la resolución presentada por CiU y ERC: convergentes, unionistas y «republicanos», por supuesto, más Solidaritat, Joan Laporta, Ernest Maragall (el probablemente futuro conseller del próximo gobierno de CiU [2]) y, tachín, tachán, la estrella de la noche, como en la canción del grupo sueco: ICV-EUiA [3].

CiU, con Mas el soberbio como protagonista principal, se ha salido pues con la suya. ¿Y cuál es la suya? No se sabe exactamente. Por de pronto, intentar construir unos metros más en el muro de separación entre ciudadanos de estas tierras y ciudadanos de otras tierras de Sefarad. Nada de la pell de brau ni monsergas idealistas. Los «españoles», todos, sin distinción ni matices, son unos bárbaros que siguen al pie de la letra la tradición de Mola, Franco y Queipo del Llano (de Primo de Rivera no dicen ni pío: sus antecesores están directamente relacionados con su dictadura).

Pero Mas hizo más: abandonó la Cámara visiblemente satisfecho -vive en el menor de sus mundos posibles- y entre aplausos. Medio millar de personas, que le esperaban en el Parc de la Ciutadella, le aclamaron y le exigieron firmeza, mucha firmeza. Estaban convocados por la Asamblea Nacional de Catalunya. No hace falta indicar los mimbres de los que está hecho está mimbrera. Eso sí: tras la votación, Mas emprendió camino a la nueva terminal del puerto de Barcelona. Aunque luego hizo el númerito de la fotografía, viajó al lado del Rey español. ¡La Monarquía, aunque sea borbónica, es la Monarquía!

La reacción de los hunos, perdón, de los otros, no se hizo esperar: ¡A por ellos! ¡España, España, España! ¡Viva la España una, grande y «libre»! Si se intenta la consulta, el constitucional se pondrá las botas guerreras y el chaleco si es necesario. ¡Que no nos chuleen! ¡Para chulos nosotros! ¡Aquí no se mueve ni Dios! La vicepresidente, no lo olvidemos, es hija de un general. ¡Está en su ADN la defensa de España!.

¡Qué bien que les vienen! ¡Cómo se alimentan mutuamente! El estudiado choque entre nacionalistas de uno y otro signo se puede llevar mucho por delante. De entrada, situar el tema en el punto nodal de la política española durante años y años. Hasta… la derrota total. Y los temas sociales en el cementario de los elefantes (con permiso del Borbón)

Y en este irracional choque de trenes, ¿quién saldrá escaldado con toda probabilidad? Efectivamente: los sectores más desfavorecidos. Los de aquí y los de allí.

¿Qué hacer entonces? No lo sé. Tengo probablemente la misma rabia e indignación que aquel admirable revolucionario soviético. Pero, aproximadamente, apenas llego a una millonésima parte de su inteligencia política.

Eso sí, me viene ahora a la memoria unas palabras de diciembre de 1984, trascritas poco después, hace ahora casi 20 años. Son estas: «Sólo el paso por ese requisito aparentemente utópico de la autodeterminación plena, radical con derecho a la separación y a la formación de Estados, nos dará un situación limpia y buena. Ya se trate de un Estado federal o de cuatro Estados. Todas las técnicas políticas y jurídicas que se quieran aplicar para hacer algo que no sea eso no darán nunca un resultado satisfactorio» [3].

¿Su autor? ¿Un nacionalista que supo adelantarse a los problemas de nuestra hora? Nada de eso. Un ex dirigente del ejecutivo del PSUC, un luchador antifranquista perseguido y represaliado, un comunista hasta el final de sus días, Manuel Sacristán, que supo advertirnos sobre los disparates nacionalistas de uno y otro signo, y vio como pocos su mutua y creciente retroalimentación. Otros, mucho, le tildaron de irrealista y así, en corrillos, solían decir que no se enteraba de nada, que era un inútil para asuntos políticos.

Notas:

[1] Vale la pena fijarse con atención en las imágenes de los diputados y diputados, de todos ellos, incluso de los que se abstuvieron, en el momento del aplauso final tras la aprobación de la resolución.

[2] Abonó este terreno llegando a acuerdos con Irene Rigau y la derecha y ultraderecha educativa catalana, ¡menospreciando en la operación a la izquierda con la que, en teoría, compartía gobierno!, cuando era conseller de Educación, el peor y más neoliberal de los últimos 30 años.

[3] Sin poder asegurarlo, sin ninguna disidencia en las votaciones. A la búlgara como ellos solían decir críticamente. ¿Se permitió la libertad de voto en la coalición?

[4] Con esas palabras abría Francisco Fernández Buey un artículo imprescindible, de lectura y/o revisión urgente: «Ideas para una cultura federalista». El Viejo Topo, nº 111, octubre de 1997, pp. 15-25.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.