Durante diez años, la fotógrafa santafesina Helen Zout hizo un recorrido personal y profundo por las marcas que dejaron los crímenes de la última dictadura militar, buscando las huellas de la ausencia y el horror en los sobrevivientes, en los centros clandestinos, en los familiares, en legajos, archivos y restos humanos. Desde rastros fantasmales en las aguas del río hasta el antológico retrato de Jorge Julio López realizado en 2000, Desapariciones es un trabajo perturbador en el que conviven la vida y la muerte, el pasado y el presente.
Helen Zout empezó a trabajar en las fotos de Desapariciones en 2000, cuando, dice, «sentía que yo era una pava a punto de explotar: tenía que aliviarme, dejar salir el vapor». Así, en ebullición interna, después de haber realizado ensayos sobre niños enfermos de sida, neuropsiquiátricos, pobladores indígenas, Zout -santafesina que vive en La Plata, curadora de fotografía del Museo de Arte y Memoria de la Provincia de Buenos Aires- decidió trabajar sobre los desaparecidos y sus huellas, sobre «la muerte argentina» como la llama Osvaldo Bayer en el prólogo del libro de Zout publicado en 2010 por la Colección Fotógrafos Argentinos. Cuando tenía 19 años, Helen estudiaba antropología en La Plata y estaba embarazada de su primer hijo. Un grupo de tareas atacó su casa, y se vio obligada a escapar, a vivir con una identidad falsa. Así, escondida, empezó a estudiar fotografía, y su primer maestro fue Juan Travnik, que ahora, en calidad de curador, presenta su trabajo en la Fotogalería del Teatro San Martín.
Y cuando al fin pudo hablar de esos años traumáticos, se lanzó con gran intrepidez. Empezó a ir a los Testimonios por la Verdad que se hacían en La Plata antes de que los juicios a los represores fueran una realidad; iba a las reuniones previas de los sobrevivientes, que preparaban sus declaraciones. Así conoció a muchos, y los fotografió. A Cristina Gioglio, por ejemplo, sobreviviente del centro clandestino Arana, que parece vagar, fantasmal, en el cementerio de automóviles que cubrió el predio hasta hace poco, hasta que empezaron las tareas de exhumación de cadáveres que estaban enterrados allí, bajo los coches. «Cristina volvió por primera vez a Arana conmigo», cuenta Helen. «Los represores se jugaron su vida al truco». A Jorge Julio López, otro sobreviviente de Arana, de quien hizo una fotografía legendaria, López con los ojos cerrados, el ceño arrugado, el cuello desnudo. «La primera vez que mostré este trabajo fue en marzo de 2006; en septiembre de ese año, a Jorge lo desaparecieron por segunda vez. Me dicen que es una foto premonitaria, pero la verdad es que simboliza el dolor de la búsqueda de la memoria, y de su propia memoria, que él tenía miedo de perder. Era un obsesivo de lograr justicia, contaba las cosas continuamente. Es un tipo increíble.»
Las fotos de Desapariciones, explica Helen, se hicieron guiadas por la intuición; se dejó llevar por un estado que describe como «entre el sueño y la vigilia»: «Yo cada situación, cada foto, la recuerdo como algo borroso, que me produce sensaciones más que imágenes exactas. Mi desafío fue eso, salirme de todo lo que fuera exacto y hacer algo relacionado a la memoria que fuimos construyendo y reconstruyendo. Y que las imágenes fueran la sugerencia de algo terrible». Así está el Río de la Plata con sus aguas enfurecidas y negras: es el sitio donde apareció un cuerpo. O el gris, neblinoso predio con fosas comunes en el cementerio de Quilmes. O el cráneo con un orificio de bala, rodeado de oscuridad. O la casa escrachada, en La Plata, con sus manchas negras, una casa que parece sangrar: «Yo participé de ese escrache y quedé impactada, fue increíblemente poderoso. Las marcas me sugestionaron. Pensé que esa foto tenía que ser nocturna, así que volví con un flash, lo necesitaba para que fuera el escrache del escrache, digamos». Otra parte importante de la muestra son las imágenes siniestras de expedientes judiciales de 1976, de legajos policiales, del Archivo de Inteligencia de la Provincia de Buenos Aires. Obreros sindicalizados marcados con números; el rostro de un joven muerto; una mancha de sangre. Rastros misteriosos y reveladores al mismo tiempo. También resultan sofocantes las muchas imágenes tomadas durante exhumaciones y las de identificación de restos en, por ejemplo, la Morgue Judicial de La Plata: «Fue central la ayuda de Alejandro Incháurregui, del equipo de Antropología Forense, porque sin él no me hubiera enterado de los sitios de las exhumaciones y mucho menos hubiera podido participar de ellas. Estuve, por ejemplo, en el proceso de desenterramiento del cementerio de La Plata, había cuerpos del ’76 registrados como N.N. Fueron identificados: eran tres mujeres, enfermeras de la Cruz Roja». Son fundamentales también las fotos de aviones que participaron de los vuelos de la muerte, tomadas en el Museo Aeronáutico de Morón. Cuenta Helen: «Esos aviones estaban fuera de los hangares, los estaban por limpiar para meterlos en el Museo. Yo fui con mi hijo, que también es fotógrafo, y él me ayudó a entrar; por supuesto, lo hicimos sin que se diera cuenta nadie. Y fotografié el interior de los aviones. Cada obra está reconstruida a partir de ese instante entre la vida y la muerte, y nunca tan claro como en ese momento, sintiendo la presencia de esos cuerpos adormecidos».
Helen Zout también fotografió madres, padres, hijos e hijas de desaparecidos, dibujos, reconocimientos de centros clandestinos, comisarías que fueron escenario de la represión ilegal, escuelas de policía. Es una narración a los saltos, fogonazos, imágenes algunas muy claras, otras temblorosas. «Mi trabajo -dice- es un rompecabezas de una historia mutilada. Son piezas que reconstruyen una narración y un cuerpo.»
Desapariciones, de Helen Zout, se puede ver en la FotoGalería del Teatro San Martín hasta el 15 de mayo, de lunes a viernes, desde las 12 y sábados y domingos desde las 14 hasta la hora de cierre del teatro. Gratis.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-6985-2011-04-25.html