Cada temporada seca, de diciembre a junio, en una veintena de países de África subsahariana aumenta el riesgo de brotes de meningitis, en muchos casos mortal, si bien la enfermedad puede evitarse con una oportuna vacunación. Nana Diallo, de 45 años, siempre que puede vacuna a sus hijos. «Es una de las enfermedades a las […]
Cada temporada seca, de diciembre a junio, en una veintena de países de África subsahariana aumenta el riesgo de brotes de meningitis, en muchos casos mortal, si bien la enfermedad puede evitarse con una oportuna vacunación.
Nana Diallo, de 45 años, siempre que puede vacuna a sus hijos. «Es una de las enfermedades a las que más miedo le tengo, ya que en lugar de matar a la persona infectada, la deja incapacitada, ciega o muda», comentó a IPS esta vendedora de especias del mercado de Mozola, en Bamako, la capital de Malí.
Los hijos de Diallo pudieron haber sido inmunizados con alguna de las 1,94 millones de vacunas que llegaron en 2007 a ese país del noroeste africano, producidas especialmente en laboratorios de Cuba y Brasil.
La meningitis meningocócica es una infección bacteriana de la membrana que rodea el cerebro y la médula espinal. Puede causar daños cerebrales severos y es mortal en 50 por ciento de los casos no tratados con antibióticos.
Las condiciones climáticas de la época seca favorecen la epidemia, pero también la favorecen la pobreza, un estado inmunológico precario, el hacinamiento y el constante tránsito humano, dijo a IPS por teléfono desde Ginebra el especialista Alejandro Costa, de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Cuando los brotes se disparan, se necesitan vacunas para enfrentarlos. Pero puesto que la epidemia se centra en una zona muy pobre del mundo, los grandes laboratorios farmacéuticos tienen pocos incentivos para cubrir esa demanda.
A mediados de 2006, la OMS se vio obligada a lanzar un SOS para la producción de la vacuna polisacárida contra los serogrupos A y C para el «cinturón de la meningitis», una franja que se extiende por 23 países, desde Senegal, en el oeste, a Etiopía, en el este, donde viven 430 millones de personas.
La empresa Sanofi Pasteur, por entonces única fabricante de la vacuna, planificaba discontinuar la producción, aunque sólo la redujo, explicó Costa, científico responsable en la OMS de las existencias internacionales de vacunas para la respuesta a epidemias.
Al llamado de la OMS, dos entidades públicas, el Instituto Finlay de Cuba y el Instituto de Tecnología en Inmunobiológicos, Bio-Manguinhos, de Brasil, unieron sus capacidades y comenzaron a producir la Men AC.
La colaboración tuvo éxito por la voluntad política de ambos países y porque ya existía una infraestructura de trabajo entre la biotecnología cubana y la estatal Fiocruz, a la cual pertenece Bio-Manguinhos, dijo a IPS el vicepresidente de producción de Finlay, Ramón Barberá.
«Fue el triunfo de la unidad. Me consta que los brasileños se sienten muy orgullosos de este trabajo y de hacerlo con Cuba», dijo Barberá.
El Instituto Finlay produce los principios activos y los envía a Brasil, donde se completa el proceso industrial que incluye llenado, liofilización (desecación al vacío y a muy bajas temperaturas), envasado, etiquetado y controles de calidad.
Con este fin, Finlay remodeló y equipó con inversión propia una nueva planta de producción de vacunas de acuerdo al estándar de fabricación actual, que inauguró a fines de 2008.
Esta asociación, «basada en el compromiso de las dos instituciones con la salud pública», permitió viabilizar en tiempo récord el abastecimiento con precios acordes a la realidad de la región, dijo a IPS la asesora de producción de Bio-Manguinhos, Elaine Maria Teles.
El precio de la Men AC polisacárida de Cuba y Brasil ronda los 95 centavos de dólar, mientras la polisacárida que protege de los serogrupos A, C, W135 e Y, fabricada por laboratorios transnacionales, cuesta entre 15 y 20 dólares la dosis.
Ya se han entregado más de 11,5 millones de vacunas Men AC, con la previsión de llegar a casi 15 millones a fines de este año. Entre 2007 y 2009, las mayores partidas se destinaron a Malí, Etiopía, Burkina Faso, Nigeria, Níger y Chad, según documentos de Bio-Manguinhos.
Las vacunas son adquiridas por la propia OMS, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), Médicos Sin Fronteras y la Cruz Roja Internacional. Además, cada país compra algunas cantidades, según los recursos con que cuente.
En el cinturón de la meningitis la situación epidemiológica es recurrente, dijo Costa. Cada tres o cuatro años hay grandes epidemias, de entre 50.000 y 80.000 casos, seguidas de otros tantos años de baja actividad.
En 2009, 14 países africanos que aplicaron una vigilancia más estrecha notificaron 78.416 casos y 4.053 muertes.
En lo que va de 2010 se reportaron menos casos que en 2009, pero la mortalidad es mayor. Del 5 de julio al 1 de agosto, la organización registró 275 casos y 21 fallecimientos en 14 países.
«Estamos realmente agradecidos del esfuerzo de Brasil y Cuba, que respondieron de manera extraordinaria. Esta cooperación Sur-Sur tiene muy pocos antecedentes exitosos», dijo.
«En poco tiempo se logró producir una vacuna a más bajo costo, que contribuyó a la atenuación de los casos de meningitis», remarcó.
Para Costa, medir el impacto de esta vacuna polisacárida no es fácil, porque se aplica en campañas reactivas, en medio de una epidemia, y que no cubren a toda la población.
Además, las vacunas polisacáridas protegen sólo por dos o tres años y no pueden aplicarse a niños menores de dos años.
El personal de Finlay trabaja ahora para incluir la antimeningocócica W135 en una vacuna trivalente que intenta tener lista para abril, a un precio que permitirá a la OMS ir sustituyendo las vacunas AC por una que proteja contra los tres serogrupos de mayor incidencia en la región.
«No estamos en una situación totalmente desesperada, pero si hay epidemia y la mayoría de los casos son causados por el serogrupo W135, no tenemos suficientes vacunas», alertó Costa. La corporación GlaxoSmithKline dejó de producir esta trivalente, recordó.
«Lo ideal sería que la ACW135 estuviera un poco antes, en febrero, porque las epidemias comienzan en enero», agregó.
Costa cree que el «desafío» de la alianza cubano-brasileña es hallar una vacuna del tipo conjugada, que combina el antígeno polisacárido con una proteína de un agente toxoide, logrando inmunidad a largo plazo. Aplicada a toda la población en un programa sanitario de rutina, podría poner fin a la epidemia.
«Estamos trabajando con el Finlay para una conjugada ACW135», comentó. El vicepresidente comercial del Instituto, Francisco Domínguez, confirmó a IPS que se está «trabajando en las vacunas conjugadas de los diferentes serogrupos».
El mercado mundial ofrece la tetravalente conjugada (A, C, W135 e Y) de Sanofi Pasteur, autorizada sólo para personas de entre 11 y 25 años, y otra registrada recientemente por el gigante farmacéutico Novartis. Las tres dosis necesarias para una persona cuestan alrededor de 300 dólares, dijo Costa.
Mientras tanto, en septiembre se iniciaron campañas piloto en Malí, Níger y Burkina Faso de una vacuna conjugada A, la MenAfriVac, desarrollada por un laboratorio indio.
* Con aportes de Fabiana Frayssinet (Río de Janeiro) y Soumaila T. Diarra (Bamako).
Fuente: http://cubaalamano.net/sitio/client/report.php?id=1206