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ML. González, Salvador López Arnal, Antonio José Gil Padilla, Juan Rivera Reyes y Antonio Antón

Cinco colaboradores de Rebelión muestran su apoyo a la Huelga General del 14N

Fuentes: Rebelión

¿Qué hacer? ML. González Rosa Parks había trabajado muchas horas ese día y estaba cansada. En Montgomery (Alabama) cogió una guagua para volver a su casa, lo cual siendo mujer, negra y viviendo en la profundidad del dantesco infierno de los Estados Unidos de América en los años 50, era ya un acto de cotidiana […]

¿Qué hacer?

ML. González

Rosa Parks había trabajado muchas horas ese día y estaba cansada. En Montgomery (Alabama) cogió una guagua para volver a su casa, lo cual siendo mujer, negra y viviendo en la profundidad del dantesco infierno de los Estados Unidos de América en los años 50, era ya un acto de cotidiana militancia.

Cosía para ganarse el pan y estaba convencida de que podía hacer algo para cambiar la vida de los negros en su país. No sabía exactamente qué, ni cuándo se le presentaría la oportunidad, pero pensaba en ello y estaba lista para ese momento.

Rosa se subió a aquella guagua y se sentó; lo hizo hacia la mitad del vehículo, en la parte en la que los negros podían hacerlo si ningún blanco les decía que se quitaran. A la guagua siguió subiendo gente y fueron ocupando los sitios libres, también de la zona media, donde a los negros se les hacía el favor de dejarlos estar mientras no impidieran que los blancos viajaran cómodamente.

Entonces llegó el momento. A la guagua que Rosa había cogido y que ya estaba llena de todos los colores se subió un hombre joven, blanco. Inmediatamente, de forma casi automática, el conductor del transporte le dijo a ella y a otras tres personas, todas negras, que le cedieran al blanco sus asientos. Sus compañeros lo hicieron, pero Rosa Parks no se levantó, aunque en realidad, en ese mismo momento, se alzó para la Historia.

El chofer de la guagua, al verla sentada, impasible ante la presencia del hombre blanco, le dijo: «voy a hacer que te detengan», a lo que ella respondió: «puede hacerlo». Y lo hizo, llamó a la policía, que en privilegio de los blancos, pisoteaba la vida y la dignidad de los negros. A estos, a los policías, Rosa les espetó sus prácticas racistas y ellos, como respuesta, la arrestaron y la obligaron a pagar una multa de 14 dólares.

Infundido por la acción de Parks, Martin Luther King, luchador y militante antisegregacionista, organizó una huelga contra el racismo en los transportes públicos. La protesta duró 382 días, más de un año, y durante ese tiempo más de treinta mil hombres y mujeres de raza negra no cogieron ni una sola vez la guagua en Montgomery, daba igual la distancia que tuvieran que recorrer a pie.

Finalmente, el Tribunal Supremo estadounidense se vio obligado a romper su silencio y a declarar que el racismo era contrario a los principios de la Constitución de los Estados Unidos. Asimismo, el Gobierno de ese país, cómplice hasta entonces del atropello a los negros, tuvo que abolir la segregación racial en los transportes públicos.

Para mañana miércoles está convocada la Huelga General en el Estado Español, o lo que lo mismo, una Jornada de lucha trascendental para la clase obrera de este país.

Es nuestro momento, igual que lo fue aquel día, en aquella guagua, para Rosa Parks. Ella dijo, tiempo después de estos hechos, que estaba «harta de ceder», que cuanto más humillaciones soportaban los negros en Estados Unidos, peor los trataban los blancos.

Ya no es sólo nuestro salario, es incluso nuestro trabajo, nuestra casa, nuestro derecho a la sanidad universal y a la educación, pública y de calidad, para nuestros hijos e hijas.

Este miércoles, mañana, ningún trabajador o trabajadora debe ceder su asiento…. a los empresarios, a la banca, al capital, al bloque de poder de la oligarquía, a los ricos en definitiva. Hemos nacido de la clase obrera, igual que Rosa Parks, y, como ella, debemos estar listos para aprovechar nuestro momento, a sabiendas de que si no lo hacemos nuestro futuro lo habremos de enfrentar no ya sentados, sino de rodillas.

¡Huelga General! Es lo que tenemos que hacer.


La belleza y necesidad de la huelga general de alcance europeo del próximo 14 de noviembre

Salvador López Arnal

La CES, la Confederación Europea de Sindicatos, ha convocado una jornada de lucha, una jornada de «Acción y Solidaridad por el empleo y contra las políticas de austeridad», el próximo 14 de noviembre. Sindicatos y movimientos sociales de España y Portugal se han sumado a la huelga de 24 horas. En otros países europeos -Francia, Bélgica, Alemania, Austria, Finlandia, Dinamarca, Austria, Rumanía,…- se han convocado manifestaciones de solidaridad u otras acciones de protesta. La CGIL italiana convoca una huelga general de cuatro horas.

Sobran razones para participar activamente en la huelga. Las razones son abrumadores a pesar del miedo -razonable, comprensible, la correlación de fuerzas es la que es- que muchos trabajadores y trabajadoras podemos sentir ante las probables consecuencias de nuestra participación en la jornada de lucha.

Pero estamos, debemos recordarlo diariamente, frente a uno de los mayores ataques al demediado «Estado de bienestar» de muchos países europeos, ante una de las mayores agresiones a las clases trabajadoras de las últimas décadas. Guerra de clases abierta, dirigida por las grandes corporaciones y sus representantes políticos más serviles (e incluso algunos menos sumisos aparentemente), contra las conquistas sociales, económicas y democráticas de los trabajadores de Europa y de todo el mundo como han reconocido (cínicamente) algunos de sus más cualificados portavoces. No hace falta citar nombres.

En una declaración de Socialismo 21 -«Todos a la huelga general ciudadana ¡QUE SE VAYAN!«- se señala que la «convocatoria de la Huelga General era insoslayable ante la contumaz, cruel e inútil política económica y social del gobierno del PP». No sólo del gobierno del PP. El gobierno de CiU, ese infame e ignominioso «gobierno de los mejores», es también alumno aventajado en tareas de políticas privatizadoras con finalidades antiobreras.

El paro golpea en toda España a unos 6 millones de personas. Los desahucios empujan a la desesperación y al suicidio. La pobreza se extiende. Las condiciones laborales conquistadas tras duro esfuerzo se arrojan cada día a la cuneta. La miseria afecta a amplias capas de la población (que no siempre salen a la superficie ni tienen voz para expresarse). La inseguridad se ha apoderado de todos nosotros. Las desigualdades, señalan los amigos de Socialismo XXI, «alcanzan rangos ignominiosos tras una gigantesca operación de desposesión de la mayoría en beneficio de una minoría».

Añaden también otro nudo que no debemos olvidar: «el pueblo soberano quiere ejercer sus derechos, no acepta imposiciones de los poderes económicos, ni instrucciones de la «troika», ni traiciones del gobierno, sometiéndose a las condiciones humillantes de los rescates e hipotecando nuestra sociedad a un futuro de miseria y desesperanza».

Los objetivos más inmediatos de la movilización son obvios: rechazo firme a los ajustes y recortes -pensemos en el presupuesto estatal de 2013- y oposición frontal a la degradación de los derechos sociales. ¡Las privatizaciones -aquí en Catalunya, del agua y del segundo hospital público, el Clínic- tienen que detenerse, tenemos que detenerlas!

Hay otros vértices: reforma fiscal progresiva, combate real contra el fraude y los paraísos fiscales; moratoria sobre las cargas de la deuda pública; oposición al «rescate»; recuperación de la soberanía perdida; rechazo de la contrarreforma laboral del pasado febrero de 2012 (y de contrarrefomas anteriores).

Hay que conseguir entre todos, ayudando a los compañeros que tengan más dificultades para sumarse a la acción, que el 14 noviembre -que, por supuesto, no será el final de nada sino el principio o la continuación de tantas luchas y de tanto esfuerzo- sea un día histórico para las clases trabajadoras, debemos conseguir «que constituya un hito en la lucha de nuestro pueblo, fraternal y solidariamente unido a los pueblos que han elegido también esta fecha para movilizarse».

En Catalunya, no sólo los sindicatos convocantes (CCOO, UGT, USOC, Intersindical-CSC, Unió de Pagesos) sino también la ANC (la Assemblea Nacional de Catalunya, la organización convocante de la manifestación del 11 de septiembre, que apoya también esta convocatoria obrera), desde «los valores de la libertad, la dignidad, la democracia de base y la justicia social», han señalado que «es imprescindible aunar esfuerzos para afrontar la grave crisis social y nacional que afecta al país, con recortes de derechos y prestaciones sociales que abocan a miles de familias a la precariedad, a la exclusión social y a la pobreza…».

Precisamente aquí, en Barcelona, seis trabajadores de Telefónica siguen en huelga de hambre. Hoy, martes, es su octavo día, con un silencio informativo estruendoso, para vindicar aspectos tan esenciales como que un trabajador no pueda ser despedido por estar enfermo, por la injusta cólera antiobrera de unos directivos sin alma ni escrúpulos. El próximo 14 de noviembre, su lucha debe estar muy presente en nuestras reivindicaciones. Nos han convocado a la sede del comité a las 12 del mediodía para apoyar su valerosa acción.

Hay, además, otro nudo: el de la libertad real, «su carácter de interrupción del curso maquinal de las cosas». El poeta y activista Jorge Riechmann lo expresó de forma inmejorable en Conversaciones entre alquimistas. El título de su poema imprescindible: «La belleza de la huelga general».

Con independencia de todos los valores ético-políticos que pueda tener una huelga en una situación determinada, en ella hay algo valioso en cuanto tal, más allá de las circunstancias concretas que la enmarcan: su carácter de interrupción del curso maquinal de las cosas.

Es un corte potencialmente capaz de romper el desastre hacia el que se encamina el mundo. En el universo del tardocapitalismo, lo maquinal es el principio de muerte, y tenemos que saludar la discontinuidad como una afirmación de vida.

Frente a la dictadura del «tiempo real», la demora.

Frente a la brutal coacción de lo inmediato, la articulada delicadeza de las mediaciones.

Frente al abaratamiento de la palabra (condicionado por las mejoras técnicas en el campo de las telecomunicaciones), el valor de la reticencia y el silencio.

Frente a la falsa autoridad de la imagen, la dignidad del hueco.

Frente a la tiranía del trabajo muerto, frente a la demagogia de la normalidad, la restallante belleza de la huelga general.

¡Consigamos entre todos que el 14 de noviembre sea un gran día! ¡A la calle que ya es hora, una vez más, de pasearnos a cuerpo!


Todas y todos a la Huelga

Antonio José Gil Padilla (http://ajgilpadilla.blogspot.com)

La respuesta del día 14 ha de ser contundente. El pueblo debe salir a la calle y manifestarse de todas las formas posibles. Todos y todas tenemos que estar por encima de sindicatos y partidos políticos que están integrados en el sistema, y sometidos a las órdenes de los que ostentan el poder real.

La acción del día 14 hay que integrarla en un proceso de lucha permanente hasta alcanzar las metas establecidas, y no llevarla a cabo como un hecho aislado. El proceso está en marcha: protesta por los desahucios, defensa de una sanidad y una enseñanza públicas de calidad, concentraciones ante el Congreso en el que se encuentran unos políticos que no nos representan, etc. etc.

Después del día 14 es imprescindible llevar a cabo acciones en varias direcciones:

En lo económico: reducir el consumo, eliminar el superfluo o innecesario, reducir el gasto energético, vivir con austeridad; limitar la concurrencia a los bancos; denunciar las grandes fortunas y los desmedidos ingresos de famosos (las elites de deportistas, actores, «estrellas» de radios y TV, etc.).

-En lo político: huir de las actuales formaciones políticas; la mejor forma de combatir la actual pseudodemocracia es la ABSTENCIÓN.

En cuanto a los medios de comunicación: boicot a los medios, y en particular a la telebasura (que son todos los canales); boicot a las retransmisiones deportivas, y particularmente al fútbol.

Por otro lado, es imprescindible construir una alternativa política POPULAR alejada de los fines y de la práctica de las formaciones que participan en el actual panorama político, convertido en un mercado más. Ojala los actuales movimientos juveniles, con algo más de reflexión, pudieran ser el germen de esa alternativa, sin caer en la tentación de dejarse captar por las formaciones actuales, ni constituirse en grupo político hasta tener la fuerza suficiente para influir de manera decisiva, pero esto lleva tiempo, firmeza y constancia. Esa alternativa ilustrada debe estar soportada sobre la razón.


14 N: Cuando sobran los motivos sobran también las excusas

Juan Rivera Reyes. Miembro del Colectivo Prometeo y del frente Cívico

Releyendo lo escrito por el joven Engels sobre la situación de la clase obrera británica en la primera mitad del siglo XIX, resulta llamativo constatar la vigencia en nuestros días de aquel sistema económico, capaz de fracturar conscientemente la sociedad en dos partes irreconciliables: una minoría a la que se le quedan chicos todos los adjetivos sobre su fortuna,pues han realizado un proceso de acumulación de riquezas -sin freno ni trabas- a costa de una mayoría que ve deteriorarse cada día más sus condiciones de vida , hasta situarse sólo un escalón más arriba que las bestias de carga y muchos peldaños abajo -en la consideración del patrón empleador – que los caballos montados en la caza del zorro.

También llama poderosamente la atención comprobar la fortaleza inmisericorde de su hegemonía, capaz de articular una superestructura ideológica que ha conseguido borrar de la historia -oficialmente contada- el exterminio que supuso para el proletariado de la época ( por su duración y número de masacrados) la aplicación en sus carnes del liberalismo triunfante. Todo el proceso histórico se nos presenta en positivo y sin aristas.

Por desgracia, doscientos años después estamos otra vez inmersos en un ciclo que vuelve a repetir los mismos elementos: la voracidad del enriquecimiento ilícito de unos menos que esquilman sin piedad a la mayoría o la destrucción planificada de cualquier derecho colectivo, sin importar las consecuencias humanas del huracán capitalista que deja tras su paso un paisaje de tierra quemada (en vivienda, sanidad, educación, condiciones de trabajo…).

Contra este diseño, traje hecho a medida de las clases dirigentes pero pagado por el resto, hay convocada en toda Europa una jornada de lucha el próximo miércoles 14 de Noviembre.

Entramos en la cuenta atrás, en la semana de la introspección, cuando el trabajador, sopesando pros y contras, decide sumarse o mantenerse al margen de la movilización. Y en estos días resulta curioso comprobar la cantidad de excusas banales que algunas personas ponen sobre la mesa.

Evidentemente quedan excluidas de este grupo todas aquellas que, por la precariedad de sus contratos, de su situación laboral o el aliento en el cogote del jefe blandiendo un despido, (¿cuándo aparecerá en cualquier informativo una noticia hablando del contrapiquete gigante de las amenazas patronales?) hace años vieron convertirse su teórico derecho constitucional de huelga en papel mojado y, aunque lo desearan, no pueden sumarse al resto de sus compañeros.

Me estoy refiriendo aquí a los trabajadores y trabajadoras de un entorno laboral que, por el momento, conserva ciertos derechos: el funcionariado de cualquier sector, puteado, vejado, recortado y convertido en payaso de las bofetadas, en muñeco para hacer rituales de vudú, en chivo expiatorio.

En mi centro de trabajo (educación) donde afortunadamente comparto el día a día con un elevado número de personas dispuestas a combatir por una enseñanza pública, laica y de calidad, encuentro una variopinta -pero más abundante de lo que debiera dada la enormidad de la agresión recibida- fauna que, sin ánimo de ser entomólogo, podemos clasificar en grupos distintos. A saber:

  • Los silentes: Lo componen quienes hasta noviembre de 2011 despotricaban, día sí y otro también, sobre la » crisis que había generado Zapatero» y la etapa paradisíaca que traería la llegada del PP al poder. Se les puede reconocer -además de por la foto de Esperanza Aguirre en la agenda y el llavero del Tea Party- por » predicar con el ejemplo», teniendo a su prole en la concertada religiosa mientras comen de una enseñanza pública en la que no creen. A los rasgos mencionados han añadido un silencio cartujo ante las actuaciones del gobierno central.

  • Los que se curaron milagrosamente de la afonía de los últimos años. Son los mismos que callaron cuando las políticas económicas contra los trabajadores las hacía el PSOE. Se dividen en dos grupos. Uno, siguiendo impulsos ugetistas secundarán el paro y el otro -tras la estela de los diputados del PSOE en el Parlamento nacional-, de corazón estarán con la huelga pero por responsabilidad y nómina acudirán al trabajo, eso sí, cruzando los dedos y rezando para que sus alumnos se hayan sumado a las movilizaciones.

  • Los de: «un día de huelga no sirve para nada, habría que hacer una indefinida». Curiosamente son los mismos que en el caso contrario dirían: «Una huelga indefinida es una barbaridad, con un paro simbólico de un día expresamos perfectamente el malestar». Mientras tanto, por fas o nefas, mantienen su marcador a cero y nadie les ha visto nunca sumarse a una movilización, aunque muchos estén ya a punto de jubilarse.

  • Quienes admonizan: «El país no está para huelgas» ( entonces, ¿qué más debemos perder?).Cuesta distinguirlos del grupo primero y tercero.

  • Los que lastimeramente claman «No me puedo permitir perder cien euros de salario» y aunque controlan las Matemáticas son incapaces de ver que ya han pagado una cuenta -recortes, bajada de salario- que les han cobrado muchas veces esos cien euros.

  • Quienes alzan el meñique y epatan con pose de dandy: «No me junto con las mafias sindicales de CC.OO y UGT», obviando que en la convocatoria están muy presentes otros sindicatos y otros colectivos con los que si podían juntarse sin correr riesgo de «contaminación».

Hay más grupos y todos podríais añadir otro, porque el número de excusas es infinito. A todos convendría recordarles que cuando sobran los motivos también están de más las justificaciones y quien no considere necesario secundar la huelga del 14N está en su derecho pero, por favor, que nos exima de escuchar coartadas.

El día 14 haré huelga y de todos los motivos posibles para sumarme a ella, sólo voy a utilizar uno: por dignidad personal. Mi protesta es un simple «¡basta ya!» a las agresiones que desde hace años estamos soportando los trabajadores, a la humillación continuada, a la voladura de los derechos laboriosamente conseguidos.

Tal vez sea también una excusa: la de cuando los nietos pregunten «abuelo ¿por qué no se lee bien en tu piel el sello «súbdito propiedad de..»?, poder decirles «hijos, seguramente porque no me estuve quieto cuando me marcaban».


Huelga general del 14-N: Creciente legitimidad

Antonio Antón. Profesor Honorario de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid

El próximo día 14 de noviembre está convocada por los sindicatos una huelga general. Es la tercera en poco más de dos años, en esta etapa de aplicación de políticas de ajuste y austeridad contestadas por la oposición sindical y la indignación ciudadana. Refleja el malestar profundo existente en la sociedad española por el desempleo masivo, la desigualdad creciente, el carácter impopular de los recortes sociales y el déficit democrático de la gestión política y económica de la crisis. Es una acción colectiva justa, conveniente y oportuna, y expresa una significativa reafirmación democrática de una ciudadanía activa.

Esta movilización general manifiesta el rechazo sindical y cívico a la política de recortes sociales, la persistencia del paro, el empobrecimiento masivo de la población y la menor protección social. Denuncia estas graves consecuencias sociales (Nos dejan sin futuro), exige responsabilidades a los causantes (Hay culpables) y propone otra política (Hay soluciones). Es un cauce para la expresión democrática y pacífica de la ciudadanía contra la gestión antisocial del Gobierno del PP y las élites económicas y financieras, que reclama medidas más justas.

Su blanco directo no es estrictamente laboral, como en las dos anteriores, septiembre de 2010 y marzo de 2012, en que fueron determinantes las regresivas reformas laborales. Afecta a los derechos sociales del conjunto de las clases trabajadoras y la mayoría de la sociedad. Ahora tiene una dimensión social más amplia y se sitúa en el marco europeo del rechazo de las políticas liberal-conservadoras dominantes.

Está respaldada por la Cumbre Social de más de ciento cincuenta organizaciones sociales, así como de numerosas personalidades del mundo de la cultura y la universidad. Se produce en el contexto de las movilizaciones europeas promovidas por la Confederación europea de sindicatos, con especial intensidad, junto con España, en los países del sur como Italia y Portugal (en Grecia se ha realizado un paro general de cuarenta y ocho horas la semana anterior).

Una participación y apoyo social crecientes

El reto inmediato de esta movilización es consolidar y ampliar el rechazo social a esta dinámica regresiva y reforzar la apuesta popular por un cambio de orientación progresista. Pero, ¿cuáles son sus apoyos sociales y qué nivel de participación es previsible?; ¿qué impacto sociopolítico y qué influencia puede tener en la modificación de la política de ajustes económicos y recortes sociales regresivos?; ¿en qué posición se pueden situar los distintos agentes sociales y políticos y cuáles son los siguientes pasos?. No podemos aventurar unas respuestas completas. Los resultados de esta apuesta van a depender de la masividad de la participación popular y el grado de simpatía conseguido entre la mayoría social. Ello le dará mayor o menor credibilidad a las fuerzas que la convocan y la apoyan para avanzar en sus objetivos básicos.

No obstante, tenemos algunos elementos que sirven para reflexionar sobre el alcance de su probable legitimidad y participación y, al mismo tiempo, reforzar sus motivos y prever sus consecuencias. Según la encuesta de opinión de Metroscopia (El País, 28-10-2012), sus razones alcanzan una justificación mayoritaria entre la ciudadanía y crecen su legitimidad y las perspectivas de participación respecto de las dos anteriores. Veamos datos concretos.

En primer lugar, conviene considerar los dos planos del grado de apoyo a esta convocatoria de huelga ciudadana. Por un lado, su legitimidad, el nivel de aceptación de sus objetivos y la justificación de su conveniencia; por otro lado, el nivel de participación en los paros y las movilizaciones aparejadas (manifestaciones, asambleas, concentraciones, debates públicos o en las redes sociales, expresiones de denuncia o malestar…).

Según la citada encuesta la justificación de la huelga general debido a la gestión del Gobierno de Rajoy alcanza el 62% de la población -mayor de 18 años- (29% de los votantes del PP y 84% de los votantes del PSOE, y se supone que un porcentaje superior entre el electorado del resto de grupos de izquierda o el abstencionismo activo), y llega al 66% entre las personas ocupadas (si se desagregasen las personas asalariadas -descontando autónomos, empresarios y directivos- el porcentaje sería superior). Aunque todavía es significativo el 34% que no la ve justificada, más de dos tercios del electorado del PP (68%) y una minoría de los votantes del PSOE (14%, es de suponer que de su parte centrista y/o acomodada).

Se ha producido un incremento de su legitimidad de nueve puntos desde marzo de 2012 (53%), en que había descendido ligeramente desde septiembre de 2010 (58%). Igualmente, el rechazo a las dos reformas laborales, motivo expreso de esas dos huelgas, era compartido por cerca de dos tercios de la población y todavía más entre la izquierda social (la reforma laboral de febrero de 2012 era rechazada por el 62% de la ciudadanía y por el 91% de los votantes del PSOE).

Sobre la oportunidad de la huelga están más empatados los dos bloques de la población. Le parece oportuna al 47% y no oportuna al 49%. No obstante, hay una gran diferencia entre personas de las distintas opciones político-electorales. Así, se ve oportuna por el 68% del electorado del PSOE, mientras para el 82% de los votantes del PP no es oportuna. Es significativo el crecimiento de la idea de su oportunidad, ocho puntos respecto de la de marzo de 2012 (39%) y once puntos de la de septiembre de 2010 (36%). Por otro lado, es superior la opinión de su oportunidad entre la población ocupada (50%) que entre la no ocupada -parados e inactivos- (45%), superando esa mitad entre los asalariados.

Otra pregunta relaciona el éxito de la huelga con su seguimiento por ‘la gran mayoría de los trabajadores’. Contestan SÍ, el 48% (57% en votantes del PSOE y 33% del PP), y NO, el 44% (36% del PSOE y 60% del PP). Está clara la percepción de esa amplia participación por parte de la mayoría del electorado de izquierdas, y la valoración mayoritaria de que el nivel de seguimiento, aunque no sea total, dadas las circunstancias, puede ser un éxito.

Sobre la intención de participar en esta huelga hay un 40% que contestan SÍ (Sí con seguridad y Probablemente sí) y un 54% NO (Probablemente no y No con seguridad). Esta previsión de participación se incrementa respecto de la de marzo de 2012 (33%, frente al 65% de no participación). Hay que considerar que esta parte de la encuesta se realiza entre personas ocupadas, y si valorásemos solamente la población asalariada, que es la convocada a los paros, los porcentajes de disponibilidad para participar se podrían ver incrementados en torno a cuatro puntos, es decir, un total del 44% y un 37%, respectivamente. En todo caso, contrasta un poco la opinión entre la intención de participar y la impresión de que será seguida por la mayoría, que es ligeramente superior.

Según análisis propio, basado en diversas encuestas y fuentes (ver Resistencias frente a la crisis. De la huelga general del 29-S al movimiento 15-M, ed. Germanía), la participación aproximada en la huelga del 29 de septiembre de 2010 fue en torno a un tercio de las personas asalariadas (excluyendo las de los servicios mínimos), y la del 29 de marzo de 2012 fue algo superior (particularmente en Euskadi, Navarra y Galicia donde convergieron también los sindicatos nacionalistas). Con esas salvedades, coincide con los datos de estas encuestas, contando con sus márgenes de error, es decir, siempre entre cuatro y cinco millones de huelguistas. La distribución sectorial y territorial fue muy desigual. En torno a dos tercios en los grandes núcleos urbanos e industriales (casi total en la gran empresa industrial y de transporte) hasta un escaso seguimiento en el sector servicios y muchas pequeñas empresas, pasando por una situación intermedia en sectores públicos y ciudades medianas. Esos niveles no llegan a la paralización generalizada del aparato productivo y de servicios o una participación mayoritaria en los paros, como ocurrió el 14 de diciembre de 1988, que representa otra referencia cualitativamente distinta; pero sí se ha producido una significativa implicación de las capas trabajadoras y una gran legitimidad social.

Por tanto, para el 14 de noviembre se expresa una mayor disponibilidad para la participación en el paro general, cerca de cinco millones de trabajadores y trabajadoras (una encuesta publicada en La Vanguardia, aventura una participación del 58% en Catalunya), y habrá que ver el resto de manifestaciones y actividades. Aunque no alcanza a la mitad de la población asalariada es superior a las anteriores y, como se decía, tiene una mayor dimensión social y de participación cívica, sin llegar al nivel de generalización y rotundidad de la de 1988 (la de 2002 se situó en los parámetros de estos dos últimas).

Por otro lado, destaca el incremento de la conciencia de su oportunidad, su justificación y su masividad (o visibilidad). En este sentido, la de septiembre de 2010 era una huelga realizada en el comienzo del impulso sindical contra las políticas de ajuste, frente a un gobierno socialista y con una mayor homogeneidad del poder institucional y los medios de comunicación. El bloque dominante, opuesto a esa acción colectiva, era más compacto y poderoso, y se impuso en la mayoría de la opinión pública la idea de escaso seguimiento y una opinión mayoritaria de impotencia y fracaso para echar abajo esas medidas, infravalorando la realidad participativa, su relevante legitimidad y el positivo impacto sociopolítico.

No obstante, ese bloque social que inició entonces el difícil camino contra las políticas de austeridad, reunía a un tercio de la ciudadanía y una amplia base de las izquierdas, y sus objetivos contra las medidas regresivas y los recortes sociales y laborales contaban con una legitimidad mayoritaria en la sociedad. Ahora, el conjunto de la base social y electoral socialista se encuentra más cómodo en su apoyo y con una expectativa más amplia del éxito de su seguimiento; la dirección del PSOE y sus medios de comunicación afines se muestran más comprensivos y el grado de aislamiento institucional de la huelga es menor. En ese sentido, el conflicto de marzo de 2012, ya contra el nuevo gobierno del PP, denotaba una transición al momento actual, una diferenciación social más nítida y amplia contra esa política y sus gestores de la derecha.

Impulso del cambio

En estos cinco años de crisis económica y sus graves consecuencias sociales y los casi tres años desde el comienzo de los planes de ajuste y austeridad, se han generado importantes resistencias sindicales y ciudadanas, protagonizadas por el sindicalismo, el movimiento 15-M (incluido el 25-S) y otros grupos sociales y políticos progresistas, a veces con falta de sintonía pero con elementos convergentes. El proceso sociopolítico, con diversos altibajos y componentes ambivalentes y de fragilidad, ha sido de consolidación y refuerzo de un campo social relevante contra esa dinámica regresiva, con un respaldo popular mayoritario (incluso la simpatía hacia el movimiento 15-M llega a los dos tercios de la ciudadanía, que contrasta con la desconfianza mayoritaria hacia las élites políticas y financieras).

Es improbable que, aun con ese cierto incremento participativo, esta movilización general consiga impedir, de forma inmediata, las políticas de recortes sociales adoptadas por el Gobierno del PP, que cuenta con un respaldo parlamentario mayoritario y el aval de la Unión Europea. Igualmente, visto desde el plano europeo, todavía no existen fuerzas sociales suficientes en los países periféricos y menos en los países centrales, para imprimir un giro a la política liberal-conservadora dominante en las instituciones europeas e impulsada por Alemania. Las movilizaciones sindicales planteadas en el centro y norte de Europa reflejan cierta solidaridad y oposición a las políticas de austeridad de la Unión Europea, son un primer paso, pero son muy limitadas. Existen todavía importantes límites e insuficiencias de los sectores y agentes sociales que reclaman otra orientación, más equitativa, solidaria y respetuosa con la ciudadanía. Comparado con el gran poder económico, mediático e institucional que ampara esas políticas europeas, la capacidad ciudadana y de las izquierdas para forzar un cambio sustancial y rápido, es débil.

No obstante, como vemos en España y otros países del sur europeo, es creciente y muy amplio el proceso de deslegitimación de esas medidas regresivas y de desconfianza hacia las élites gestoras. Ello supone una erosión relevante de esa gestión antisocial de la crisis y pone de manifiesto el déficit democrático de las grandes instituciones y las élites políticas y económicas. Junto con la evidencia del fracaso de la actual política de austeridad para garantizar el empleo decente y los derechos sociales de la ciudadanía, ese desgaste de su legitimidad y esa presión social por el giro hacia una salida de la crisis más justa y democrática supone un factor significativo para frenar esa dinámica y abrir un horizonte de cambio. Es ya un impacto inmediato positivo y relevante.

El éxito de sus resultados habrá que medirlo también por su significado respecto de su trayectoria y su perspectiva, en el doble sentido de configuración de una ciudadanía crítica y activa y el impulso hacia un cambio de prioridades en la política económica, en defensa del empleo decente y un avanzado modelo social, y una gestión política más democrática, que tenga en cuenta la opinión de la mayoría ciudadana. Implica la democratización de las instituciones públicas, la mayor participación ciudadana en los asuntos públicos, en la política en sentido amplio, así como la regulación de los mercados desde la soberanía popular y sus instituciones representativas.

De confirmarse este pronóstico, este proceso de huelga general puede ser un paso en ese recorrido, no definitivo ni completamente sólido, pero sí justo, necesario y relevante. Sus efectos inmediatos pueden conllevar un mayor desgaste social de la política de ajustes regresivos, una menor credibilidad de las opciones conservadoras, un freno a medidas impopulares. La mayor o menor dimensión de la participación de la ciudadanía va a incidir en la mayor o menor firmeza y determinación en la pugna social y democrática por promover y culminar un cambio de ciclo sociopolítico y de estrategias económicas, a definir por los sindicatos y los distintos agentes sociales y políticos, cuyo devenir y recomposición también se verán afectados. Será otro elemento significativo que incida en ese aspecto, a considerar en otro momento. De inmediato el compromiso es con la masividad y la legitimación de esta movilización ciudadana y progresista.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.