I. Israel disimula. Y teje unas preciosas cortinas que la prensa compra a buen precio. Recientemente, ha bordado una muy bonita de color blanco, rojo y azul, en la que aparece la comunidad judía en su diáspora francesa, totalmente amenazada por la comunidad islámica que vive en París. Chirac, estupefacto, señala alarmado en dirección a […]
I.
Israel disimula. Y teje unas preciosas cortinas que la prensa compra a buen precio.
Recientemente, ha bordado una muy bonita de color blanco, rojo y azul, en la que aparece la comunidad judía en su diáspora francesa, totalmente amenazada por la comunidad islámica que vive en París.
Chirac, estupefacto, señala alarmado en dirección a Auswitz. Que no se repita.
Sharon reclama a los judíos franceses que acudan a Israel, a superpoblar aún más los territorios sagrados. No lo reconocen, pero los sionistas están perdiendo la batalla demográfica, y tras ella ya no habrá esperanza de paz para Sion. Tendrán a su lado (o mejor dicho dentro) a demasiadas personas demasiado cabreadas.
Las recientes advertencias del presidente francés se basan en cruces gamadas que han aparecido pintadas en cementerios judíos. Esta agresión que aún debe ser investigada permite varias hipótesis apresuradas: un hatajo de gamberros incultos, como los nazis maquineros que existen en algunas ciudades españolas (de los que escriben fuera moros con un trazo ilegible en un muro cualquiera). Otra probabilidad, y disculpen que sea tan desconfiado, es que sea obra de judíos que pretendan privilegiar a sus comunidades por la vía de la autoamenaza.
No es desconfianza gratuita. Cabe malpensar, puesto que existen precedentes precisamente en Francia de algún judío que se ha amenazado a sí mismo para llamar la atención de los medios.
Cuando se desarrolla un conflicto entre personas o comunidades, normalmente se discuten los hechos y las interpretaciones que partes opuestas tienen de éstos.
Existe una notable diferencia, por otro lado, cuando a un «conflicto entre personas o comunidades» le añades la coletilla «de religiones diferentes».
Entonces se monta un lío de consideraciones siderales.
Sin embargo, la religión no lo es todo ni lo oculta todo: ¿es posible que los judíos delincan o sean agredidos sin que la causa sea la tradicional opresión histórica (en ocasiones cierta y radicalmente injusta) basada en su condición religiosa?
Sí. Es posible y sucede.
Pero siempre, interesadamente, se interpone el recuerdo de los campos de concentración. Se aprovecha su condición religiosa para reclamar favores hacia Israel o revindicar una injusta sobreprotección. Un conflicto en el que interviene un judío es siempre un problema religioso y, en consecuencia, espiritual, irresoluble, integrante de la cuestión judía y relativo al estado de Israel.
Israel funciona como un embudo ineludible. Todo lo judío conduce a Tel Aviv.
Ahora se apoya esta técnica del embudo esgrimiendo la posibilidad de que una nueva ola de antisemitismo se cierna sobre Europa, regresando así a la tan inconveniente tesis de los peligros del antisemitismo.
El mensaje oculto es: se acerca una nueva noche de los cristales rotos, apoyad a Israel.
No se puede frivolizar con lo que pasó en Alemania en los años cuarenta, es muy peligroso. Los sionistas, inconscientes, no lo consideran así y han decidido exhibirlo como coraza y como arma retórica, como excusa moral a sus tropelías. Y desean que todos nos detengamos en esa parcela.
No se dan cuenta de que lo más antisemita es el propio estado de Israel, al igual que lo más anticristiano -de toda la vida- ha sido la propia iglesia, con su prédica de sumisión y su acumulación de riqueza, tan contraria al ejemplo de Jesucristo.
Israel, en tanto asimila judaísmo a sionismo, deja sin opción a los que quieren distinguir alguna comunidad judía pacífica, que las hay. Elimina toda posibilidad remota de convivencia tolerante (que no respetuosa, porque nunca se podrá exigir respeto hacia cultos represivos y elitistas a sueldo del poder económico).
Andre Glulcksman, en su artículo de opinión publicado en El País del pasado miércoles 22 de julio, apunta que no se puede separar «antisemitismo» de «antisionismo» y que sólo una izquierda estúpida es capaz de hacerlo. Únicamente me gustaría recordar que, al margen de Gilad Atzmon e Israel Shamir, también hay un buen número de judíos, algunos de ellos ortodoxos, en contra del expansionismo de Israel, en contra de su política homicida y en contra incluso de la existencia del estado de Israel. Supongo que ellos también son izquierda estúpida.
Personalmente, me cuesta imaginar a un ortodoxo antisemita de izquierdas.
Glulcksman, ese filósofo que viene a ser una versión francófona de Gustavo Bueno, afirma que esa misma izquierda estúpida compara a Arafat con el Che Guevara. Podría haber puesto algún ejemplo concreto porque yo no conozco a ningún imbécil capaz de defender tal comparación. ¡Madre mía! ¡ Che Guevara=Arafat!… ¡¿quién demonios puede ser tan ignorante de comparar así?!
¿Glucksman?
II.
Otro gran timo de Israel, junto a la técnica del embudo, es el muro.
Un muro antiterrorista.
Empleemos algo de rigor, por favor: a lo que viene a ser la usurpación de casi un 10% de territorio Cisjordano – incluyendo cursos de agua, zonas de cultivo y poblaciones establecidas desde hace más de cincuenta años-, no se le puede llamar antiterrorismo.
Para salvaguardar las apariencias, que son feas e incluso horribles, se aduce que el origen de este robo de tierras es el «antiterrorismo». Esta es la afirmación principal sobre la cual se construye el restante argumentario propagandístico.
En éste, como se huele a distancia, hay serias carencias lógicas. Seamos curiosos y preguntemos, no hay nada mejor que la curiosidad para desbaratar intrigas políticas.
Como apunta Chomsky, si el muro existiese contra el terrorismo, en primer lugar: ¿no debería haberse construido dentro de territorio Israelí?
Esta parte es especialmente indignante.
Vamos a ver: ¿significa esto que si me declaro sionista puedo anexionarme el salón comedor de mi vecino? Y cuando mi vecino alce la voz contra semejante colonialismo doméstico ¿podré acusarle entonces de «antisemita» y decirle, por ejemplo, «¡qué pasa, es que nos te das cuenta que mi familia siempre ha sido perseguida y odiada!»?
Reconozco que esta es una pregunta argumentativa pero ¿no es esta actitud la que está ostentando Israel?
En el ejemplo, el hecho delictivo, como en cualquier sistema de derecho penal de cualquier país del planeta, sería siempre la usurpación, el robo de tierras, nunca la protesta del agredido, de la persona pasiva que sufre mi rapacería.
III.
Faltan todavía algunos ingredientes, no retiremos la cazuela.
Existe un prejuicio ideológico que observa que la violencia terrorista surge únicamente de un bando: el palestino.
Si un palestino se viste una chaqueta de dinamita y revienta un autobús, eso es TERRORISMO.
Puedo entenderlo, entiendo el concepto terrorismo: por medio de un acto violento indiscriminado y aprovechando el miedo que este suscita se intenta influir en una determinada dirección política.
No tengo tan claro, sin embargo, que el terrorismo palestino sea el único que tiene lugar en Oriente Medio. Bajo esta definición más o menos consensuada encajan multitud de acciones y no son todas palestinas. Porque si un Israelí se viste un uniforme militar y conduce su bulldozer sobre las casas de diez familias palestinas, mientras la patrulla que le acompaña dispara a todo quien arroje una piedra ¿No es eso terrorismo?
Si no lo es, como sostiene Israel haciendo equilibrios con la razón, estamos dejando que el terrorismo quede definido por la categoría de los medios, por el valor económico y la sofisticación en los instrumentos de aniquilación de la vida.
Esta es, en definitiva, una concepción marcadamente clasista del terrorismo. Así, la premisa que se esconde bajo este patrón de interpretación selectiva es que todo depende de lo caro que sea tu rifle. Si, muerto de hambre, matas matándote, de una forma miserable, si eres pobre y no tienes un caza reactor con el que sobrevolar a tu enemigo y reducirlo a ceniza, entonces tu violencia constituye terrorismo.
Los teóricos del Estado de Israel, cuando se cuestiona su noción de terrorismo de esta forma, suelen optar por cambiar de premisa.
Llega entonces el argumento de la defensa.
Sólo nos defendemos.
Lástima que esta línea, otra más, tampoco funcione.
Bajo este fundamento deberíamos retroceder en la historia hasta encontrar la infracción originaria, para ver quien realizó la primera acción que suscitó una reacción. Ahí tampoco tiene mucho sustento la tesis Israelí pues esta joven nación (y aquí si puede emplearse con toda la fuerza necesaria la palabra «nación») fue la primera en provocar el conflicto con su éxodo y posterior ocupación.
La discusión de quién habitaba antes el territorio que ahora es Israel y/o Palestina tampoco lleva a ninguna parte, ya que mientras vivieron los judíos en la antigüedad también coexistieron otras tribus/razas/religiones que o bien han desaparecido o no han regresado para reclamar la tierra de sus ancestros.
Aún más: ¿Cómo se puede caer en este engendro jurídico que es el derecho al retorno? ¿Tendría algún sentido que yo reclamase, bajo el auspicio de un texto místico antiguo, mi derecho a ocupar una parcela en el territorio de los cátaros, supuestamente mis ancestros?
La verdad es que no me importaría anexionarme una buena finca en Carcassonne que, según me han explicado, es una ciudad preciosa.
IV.
Sobre el antiterrorismo, la «cruzada del nuevo milenio» (¿cómo puede alguien creer semejante lema imperialista?), es posible hablar largo y tendido. Más largo que tendido, francamente. Y puede hablarse bien o como Bush, es decir, mal.
Los israelíes, últimamente, han simplificado su lenguaje y se han sumado a la cruzada estadounidense bajo el lema NO ME CONVIENE, POR LO TANTO ES TERRORISTA.
Un argumento tan noble como «el que no bote maricón».
Hablar de terrorismo es una forma chapucera de polarizar posiciones, de definir quien es bueno y quien es malo.
Lo único imprescindible es mantener la palabra terrorismo en un ámbito difuso, elástico, sin una definición clara.
Y que el foco central ilumine el cartel «Estado vs. Terroristas».
Esta es una simplificación aterradora que entierra cualquier argumento sin que nadie pueda ni siquiera llegar a discutirlo. Miren hacia Euskadi, hacia el Ulster, hacia Colombia, hacia cualquier zona en conflicto. El que no quiere ceder ni siquiera dialogar un poco, generalmente el estado, sataniza a su adversario y reduce su razonamiento a dos preguntas amenazadoras: ¿Quién va a hablar con Satán? ¿Lo haría usted, ciudadano?
Después llega el «¡Vóteme, yo le defiendo!».
La realidad es mucho más compleja. Israel, en su pugna presuntamente antiterrorista, disputa en realidad recursos naturales (en oriente medio, el agua es escasa y de gran importancia económica), demográficos (vitales para el mantenimiento de las finanzas del estado) y laborales (los palestinos conforman el grueso de trabajadores del campo y la construcción). Y todo esto lo toma o lo controla por la fuerza, con un ejército y una tecnología descomunales.
Ante estas sombras, que multiplican las interpretaciones en contra del estado de Israel, juzgar la violencia como igual venga de donde venga, haciendo tabula rasa, es totalmente injusto.
No puede aceptarse. Nunca es igual la violencia que asciende verticalmente en forma de rebeldía, de liberación, que la que se ejecuta por orden de tecnócratas que consideran a la población como una herramienta más de su política.
Nunca. No trago.
Lo del antiterrorismo ha servido, de momento, para agenciarse valles fértiles de Cisjordania, para mantener mano de obra barata (el terror que generan los controles y la represión del ejército mantiene dóciles a los trabajadores palestinos) y para enamorar al gigante estúpido que ocupa esa franja de tierra que existe entre Canadá y México, ese gobierno bruto e imaginativo que cada década inventa una nueva cruzada: el comunismo, las drogas, el terrorismo… Guerra contra __________ (fill in the gaps; rellene la línea a su gusto).
Lástima que nunca decidan combatir el hambre, el analfabetismo o esa invasión de misticismo eclesiástico que vende redención y parcelas en el cielo a más de la mitad de la población estadounidense.
V.
Contra mi voluntad y mi credo ideológico, después de escribir esto, seguro que he engrosado las listas del antisemitismo.
Antisemita y terrorista, lo estoy viendo.
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