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Cita con los cubanos

Fuentes: La Jiribilla

En su último disco, el trovador paradigmático que es Silvio Rodríguez ha convocado a lo que llama una segunda cita. La anterior había sido «con ángeles». A ella, concurrían los que habían sido algunos de los visibles ángeles entre nosotros los humanos: Giordano Bruno, el hereje condenado por liberar la mente del hombre contra la […]

En su último disco, el trovador paradigmático que es Silvio Rodríguez ha convocado a lo que llama una segunda cita. La anterior había sido «con ángeles». A ella, concurrían los que habían sido algunos de los visibles ángeles entre nosotros los humanos: Giordano Bruno, el hereje condenado por liberar la mente del hombre contra la interesada mentira establecida; Federico, el poeta asesinado por el fascismo y los prejuicios; José Martí, caído luchando con «los pobres de la tierra»; los centenares de miles de masacrados en Hiroshima, cuando una superpotencia quiso aclarar quién era el país poderoso a quienes todos deberían subordinarse; el odio racista que asesina a los que demandan justicia e igualdad, como el reverendo Martín Luther King; el fanatismo que se resuelve en terror, como en los dos terribles 11 de septiembre: con la muerte de Salvador Allende, que quiso mejorar pacíficamente la vida de los chilenos, o el criminal derrumbe de las torres gemelas niuyorquinas.

Si ahí llegaban los citados «ángeles» que nos pedían ser «un tilín mejores», pero que sólo podían contemplar las tragedias, en esta Segunda cita,  creo que Silvio nos convoca y se nos une a todos, a los cubanos que hemos opinado al reclamo del presidente Raúl Castro, sobre las posibles soluciones a los agudos problemas que el pueblo ha sufrido e identificado.

Esta segunda no es una cita ideal, con «ángeles» que ya no pueden hacer nada, necesaria pero exclusivamente ética, es una nueva cita con la historia, que quiere repercutir en la vida cotidiana, en la vida real de los cubanos.

Todo parece indicar que regresa el Silvio que quiso «dejar la casa y el sillón» en los tiempos heroicos del Che o que enfrentó a los burócratas de la cultura en «Debo partirme en dos». Es el mismo Silvio, en efecto: los que han cambiado son los tiempos y con ellos las circunstancias.

Pero, además, este disco aparece en medio de una feroz campaña mediática desatada contra la Revolución Cubana a raíz de la muerte por huelga de hambre, del recluso Orlando Zapata Tamayo.

Silvio Rodríguez, que es a veces un extraordinario poeta coloquial de una canción que puede hacerse directamente comunicativa, también es capaz de soslayar, metaforizar, sugerir a través del vasto manejo de un idioma que ha enseñado a servirle.

El disco aparece en un instante de intenso río revuelto por el enfrentamiento entre la Cuba revolucionaria y sus enemigos, y en ese río revuelto, los permanentes adversarios de las ideas que la Nueva Trova cubana ha defendido, quieren pescar, y enganchar en un anzuelo fraudulento lo mismo a Pablo Milanés que a Silvio Rodríguez.

El exiliado cubano Hernández Busto, que ha reclamado la intervención militar norteamericana en Cuba, ha dicho que sólo su prestigio evita a Pablo ser encarcelado y él, claro, evade considerar aquella reflexión de Pablo sobre la Cuba que desea: «Con los Castro, pero con cambios».

La prensa oficial española obvia o minimiza opiniones centrales de ambos trovadores para contraponerle los deseos de cambios esenciales en el país que ambos tienen, muy generalmente presentados sin que de esa presentación se pueda colegir la verdadera posición de los dos trovadores que, de pronto, parecen identificarse con los detractores de la Revolución.

En la presentación de Segunda cita, Silvio subrayó la incapacidad que han tenido las reseñas que han aparecido sobre el disco, para comprender y valorar las ideas que el fonograma pone en juego.

El disco ha aparecido en Argentina y en España, pero su autor dice que esta obra está hondamente ceñida a nuestra realidad y sus críticos extranjeros, no conocen Cuba lo suficiente como para entender lo que Segunda cita está diciendo.

Tengo muy poco espacio para abundar, pero aquí va un ejemplo típico: el diario madrileño El País, enfatiza estos versos de la canción que da título al disco. Los versos de «Segunda cita», dicen:

Quisiera ir al punto naciente
de aquella ofensiva
que hundió con un cuño impotente
toda iniciativa.

Y pareciera que la «ofensiva» es la Revolución misma.

Pero los que hemos vivido los tremendos años de la Revolución y conocemos cómo piensa Silvio, sabemos que el trovador no alude a la Revolución de 1959, sino a la Ofensiva de marzo de 1968, que liquidó toda la actividad económica no estatal, las empresas medianas y pequeñas y hasta el puro trabajo individual privado, e introdujo males que no conocíamos después de siete años de socialismo, y que no hemos conseguido superar desde entonces: la mentalidad de esperarlo todo del estado, porque el estado lo tenía todo y cualquier iniciativa al margen de él, era ilegal: es a partir de ahí que se hunden las iniciativas y aparece la pasiva «mentalidad de pichón», que Lázaro Barredo zahería y condenaba en una reciente edición de Granma; el eufemístico «desvío de recursos», que generó la inevitable costumbre de procurarse las cosas allí donde únicamente estaban: en los nutridos e incontrolados almacenes del estado; y, finalmente, aunque la economía no lo necesitara y aun lo sufriera, el estado tuvo que dar empleo a todos los que había dejado sin modo de vivir. Esto es: produciendo menos y gastando más.

Enfrentar esos viejos errores, es el sentido de lo que Silvio llama «refundar la Revolución» o «volver a hacer el viaje a la semilla de José Martí». Reconocer dónde nos equivocamos y hacer una segunda cita con la historia para obtener todo lo que se nos perdió: desde el auténtico desarrollo de la Revolución, hasta «el pasado de cierta muchacha que andaba de noche El Vedado, liviana y borracha».

Esta es la perspectiva de Segunda cita, que va a tener que enfrentar enemigos de muy diversos pelajes: de un lado, los contrarrevolucionarios que no quieren refundar la Revolución sino acabar con ella, y que darían lo que no tienen por sumarse las voces de Pablo Milanés y Silvio Rodríguez; del otro, una burocracia temerosa o satisfecha que no quiere el más mínimo cambio para que todo siga igual, y si al fin ellos mismos destruyen la Revolución, que sea para convertirse en «la nueva clase», dominante y burguesa, como ha ocurrido en otras partes.

No sé si Silvio estará de acuerdo conmigo, pero Segunda cita es un manifiesto, y esa es la convocatoria a la que debemos concurrir: a la del cambio revolucionario.

Fuente: http://www.lajiribilla.cu/2010/n465_04/465_34.html