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Cohetes de destrucción masiva palestinos

Fuentes: Rebelión

Decía Marx que los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen dos veces: una vez como tragedia y otra, como farsa. Los pretextos, los preparativos y los objetivos de la invasión israelí a Gaza guardan mucho paralelismo con el guión que Estados Unidos y sus aliados diseñaron para invadir y ocupar Irak. Las […]

Decía Marx que los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen dos veces: una vez como tragedia y otra, como farsa. Los pretextos, los preparativos y los objetivos de la invasión israelí a Gaza guardan mucho paralelismo con el guión que Estados Unidos y sus aliados diseñaron para invadir y ocupar Irak. Las armas de destrucción masiva palestinas que han robado el sueño al gobierno con más armamentos destructivos e ilegales del Oriente Medio, no son más que unos cohetes Qassem hechos de un material desconocido que ponen en ridículo a cualquier aficionado de juegos militares: el poder destructivo de una veintena de ellos no alcanza ni en ficción el poderío de un misil israelí. El bloqueo de Gaza, la prisión más grande del planeta, recuerda las sanciones genocidas a las que fue sometido el pueblo iraquí desde 1991 hasta 2003, y con el mismo supuesto objetivo: forzarles a rebelarse contra sus mandatarios. Desde luego que no tiene ningún merito asaltar y dominar un pueblo moribundo.

Más allá del victimismo tradicional del gobierno israelí y su abuso premeditado de los sentimientos de culpa de los gobiernos occidentales implicados en el Holocausto, lo cierto es que ha sido Israel quien ha violado la tregua firmada con Hamas, rompiendo el alto el fuego el 4 de noviembre al asesinar a 19 palestinos, además de incumplir la clausula de la tregua que exigía a Tel Avive abrir los pasos fronterizos y levantar el bloqueo.

Ni «los cohetes de Hamas» ni la cercanía de las elecciones parlamentarias pueden explicar la envergadura de la nueva hazaña de Tel Avive contra Palestina, teniendo en cuenta su coste militar, humano y político (en la escena mundial). ¿Se trata de una cortina de humo para camuflar objetivos más ambiciosos, como aprovechar la penosa situación de la zona para declarar su hegemonía y el vacio del poder en la Casa Blanca, para colocar a Barak Obama ante los hechos consumados, sobre todo abortar su promesa de conversar (que no negociar) con Irán?. Absurda preocupación, ya que el nuevo presidente ha entregado los puestos más claves de su gobierno a dos halcones pro israelíes: Hilary Clinton, Secretaria de Estado y Rahm Israel Emanuel, como nada menos que el jefe de su gabinete.

El asedio a palestinos data del verano de 2005, cuando Sharon acosaba a Al Fatah, para destruir cualquier posibilidad de autogestión en aquellas tierras. El gobierno de Hamas es, entre otros factores, el resultado de la persecución constante de las fuerzas laicas palestinas por parte de Israel, el cerrar todas las puertas a sus gentes, que no encontraban otra abierta que la de las mezquitas. Los palestinos también tienen su parte de responsabilidad, de haberse caído en la clásica trampa tendida por Israel de «divide y vencerás», separando la Franja de Gaza de la Cisjordania; cegándose en una lucha por el poder; una políticas desastrosas; poca habilidad en hacer maniobras y demasiados pactos oscuros, que han expuesto a cientos de miles de civiles delante de los cañones de los invasores israelitas.

La misma base ideológica de Hamas de no reconocer el Estado hebreo le impide llegar a cualquier acuerdo con él, y en circunstancias como las actuales no cuenten con otras políticas que no sea la venganza, olvidando que un buen estratega en una batalla de una desproporcionalidad abismal, debe saber dar un paso atrás, para en el futuro dar dos más adelante, si no sería un suicidio.

En esta nueva aventura bélica, Tel Avive persigue varios objetivos: derrocar a Hamas y poner fin a la idea de un Estado palestino; allanando el camino para el siguiente paso: hacer frente a Irán con la ayuda de los gobiernos occidentales y los países árabes. Pues, los últimos movimientos en la zona señala esta dirección: Arabia Saudí ha sido acusada por Teherán de ser responsable de la espectacular bajada del precio del crudo en dos meses que han pasado de 184 dólares a unos 45, cuyo principal perjudicado es Irán ( sus beneficios componen casi el 80 por ciento de su renta); además, la reunión celebrada el 15 de diciembre en Nueva York entre los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad con representantes de Arabia, Emiratos Árabes, Kuwait, Bahrein, Qatar y Oman, Jordania, Egipto e Irak fue abiertamente para coordinar sus políticas de presión sobre Irán, país que a pesar de sus lazos estrechos con Hamas aun no ha respondido a las llamadas de socorro de los palestinos. La situación es de extrema complejidad. Mientras algunos sectores del régimen piden a la máxima autoridad del país, Alí Jamenei, entrar militarmente en guerra contra Israel, otros, han advertido de que justamente el ataque a Gaza puede ser una de las trampas tendidas por Tel Avive para involucrar a Irán en esta batalla y conseguir el deseado pretexto de atacar el país. De los gobiernos árabes hace tiempo que los habitantes de Gaza no esperan nada. Egipto, con fronteras comunes con esta franja, ha hecho todo lo posible para debilitar a Hamas, no sólo por sus conexiones con el enemigo persa-chiita iraní, también porque esta organización es una rama de los Hermanos Muslámenes de Egipto. Mubarak, preocupado por posible desestabilización de su régimen, mantiene al ejercito en estado de alerta, que de paso vigila el ducto que suministra el gas a Israel.

Sorprendentemente, también el grupo libanés de Hezbolah, hermano de Hamas está actuando con cautela: no quiere desviar la guerra hacia el Líbano, ni ser objetivo de ataques, además de mantener su distancia respecto a Irán y no provocar la enemistad de los gobiernos árabes.

Tel Avive así sueña en dulce: ser la única superpotencia regional. Lo que fue su gran enemigo, el poderoso Irak, hoy no es más que un montón de escombros; Líbano, ha sido debilitado, Siria asilada y acorralada, Irán bloqueado, sancionado y amenazado por los cuatro costados. Así, se sigue abortando cualquier intento de democratización de los países de Oriente medio; la radicalización, aun más, de los movimientos religiosos (así tendremos el negocio de la «guerra contra el terrorismo» para rato); la desintegración de las organizaciones palestinas y el fin de la solución de dos estados, en un futuro próximo.

La situación bélica en la zona, hará especialmente crecer aun más la próspera economía militarizada de Israel, uno de los principales Estados fabricantes y exportadores de armas y de material de seguridad del mundo. No hace falta buscar petróleo en Gaza: el mismo «problema» palestino, es la gallina del huevo de oro para los intereses económicos, así como para las pretensiones y ambiciones estratégicas de los mandatarios israelíes.