Hay coincidencias raras, demasiado raras…Cuando el Papa Juan Pablo II arribaba a La Habana, en enero de 1998, en una visita que se convertiría en un triunfo de opinión pública para la Revolución Cubana, estalló el affaire de Mónica Lewinsky para enlodar al presidente Bill Clinton. «Buenas noches, estamos en La Habana pero la noticia […]
Hay coincidencias raras, demasiado raras…Cuando el Papa Juan Pablo II arribaba a La Habana, en enero de 1998, en una visita que se convertiría en un triunfo de opinión pública para la Revolución Cubana, estalló el affaire de Mónica Lewinsky para enlodar al presidente Bill Clinton. «Buenas noches, estamos en La Habana pero la noticia está en Washington», diría entonces uno de los conductores estelares de la televisión norteamericana, desplazado a la capital cubana para cubrir la visita del sumo pontífice. De allí en adelante, todos sabemos lo que pasó, e incluso el propio Clinton trató de repetir el método -bombardeando una supuesta fábrica de armas químicas en Sudán y «bases terroristas» en Afganistán- para a su vez desviar la atención del escándalo que lo envolvía.
Si se quiere disminuir el impacto de una noticia inconveniente, se debe crear otra que tenga el atractivo que los medios buscan, no importa que luego se demuestre que su origen era dudoso o nimio, ya el daño está hecho. Así operaron las agencias de prensa este 6 de octubre, fecha en que se cumplieron 34 años del atentado terrorista contra un avión civil cubano que costara la vida a 73 personas.
Una carta de los familiares de las víctimas a Barack Obama, solicitándole el juicio o la extradición de uno de los culpables – Luis Posada Carriles, que permanece impune en teritorio norteamericano- y un decreto del Consejo de Estado de Cuba declarando la fecha «Día de las víctimas del terrorismo de estado» amanecieron en la prensa cubana. En la tarde, el tributo realizado por el presidente cubano Raúl Castro a los «3 mil 478 cubanos que han muerto y 2 mil 99 que han quedado incapacitados para siempre por actos terroristas», en el que emplazó enérgicamente al gobierno norteamericano a que «sea consecuente con su compromiso en la lucha antiterrorista y actúe con firmeza, sin dobles raseros contra quienes desde el territorio norteamericano han perpetrado y persisten en realizar actos terroristas contra Cuba». Desde hacía poco más de una semana se habían publicado las comprometedoras revelaciones del terrorista salvadoreño Chávez Abarca, que demuestran que las acciones terroristas contra la isla no son cosa del pasado.
Sin embargo, la resonancia en los medios durante la jornada fue para una «denuncia» -echada a rodar desde la víspera- de que Cuba bloqueaba los mensajes a la red social Twitter vía celular. En pocas horas, tanto Twitter como el gobierno cubano desmintieron la noticia y uno de los impulsores de la campaña terminó reconociendo que «fui demasiado rápido en la sospecha de la participación del gobierno cubano en la interrupción del servicio, en lugar de seguir otra alternativa, que en retrospectiva fue la verdadera culpable», pero ya el objetivo se había cumplido y el crimen verdadero y monstruoso había sido silenciado una vez más. Los censores inventaron un falso acto de censura para ocultar una verdad incómoda. Coincidentemente, quien proporcionó la materia prima para la caricatura -una «ciberdisidente «que vive de vender a los medios una Cuba a la medida de sus deseos- había dicho antes sobre Posada Carriles: «Es un tema político que no interesa a la gente. Es una cortina de humo.»
Y hablando de coincidencias, fue George W. Bush -creador mediante el «Plan para una cuba libre» de los llamados ciberdisidentes- quien afirmó: «cualquier persona, organización o gobierno que apoye, proteja o ampare a terroristas, es cómplice en el asesinato de inocentes e igualmente culpable de delitos de terrorismo»…
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.