Traducción de María M. Delgado
(Transcripción completa. Fragmentos de este discurso fueron presentados en la Universidad de Sydney, Australia, durante la Semana contra el Apartheid Israelí 2012).
Me gustaría hablar de normalización. La mejor definición de la palabra normalización la encontré en el sitio web de la Campaña Palestina por el Boicot Cultural y Académico (PACBI): «Normalización es la colonización de la mente, por la cual el sujeto oprimido llega a creer que la realidad del opresor es la única realidad «normal» que debe ser aceptada, y que la opresión es un hecho de la vida que hay que afrontar.»
Así, los proyectos de normalización no tienen que ver con la libertad, la justicia o la liberación, sino con adormecer nuestras mentes al horror de la ocupación, para que la aceptemos como normal y permanente, como una realidad fija e incambiable.
Los típicos proyectos de normalización juntan a palestinxs e israelíes para hablar sobre la necesidad de aceptarse mutuamente para reducir el ‘odio’ que provoca el conflicto; pero sin tomar ningún tipo de acción para cambiar la realidad que crea la animosidad. Como si la resistencia palestina estuviera impulsada por emociones de odio y no por actos de opresión, o por una rabia irracional y no por el despojo, o por una aversión sin sentido, en lugar de por acciones de limpieza étnica.
A los partidarios de la normalización les gustaría hacernos creer que sus supuestas iniciativas conjuntas de paz son la prueba para conocer la diferencia entre moderados y terroristas. Una persona moderada es la que participa, coopera, se reconcilia y coexiste, pero nunca desafía directamente la opresión. Una persona moderada aprende a vivir con el status quo y a sobrellevarlo. Quien rechaza ese status quo y actúa para cambiarlo, no está interesado en la paz; es detestable, es un radical y un terrorista. Y al agitar estas etiquetas, esperan que la gente se sienta intimidada y se vuelva aquiescente.
Un rasgo importante de los proyectos de «normalización» es crear la ilusión de simetría, impulsando la idea de que palestinxs e israelíes tienen la misma responsabilidad, y afirmando que los dos pueblos han quedado atrapados en esta vieja disputa. Se esfuerzan por convencerte de que los dos pueblos tienen simplemente dos narrativas diferentes, reduciendo los hechos a una ficción, y la realidad a una narración; e insistiendo en que si escuchamos ambas narrativas vamos a estar de acuerdo en que la verdad está en otra parte por ahí, en un mundo abstracto, quizás en una tercera versión que todavía está por ser contada.
Y como a viejos sentados en torno a un café turco amargo contándose cuentos chinos para matar el tiempo en algún lugar donde a nadie le importa la verdad o la consecuencia, a nosotrxs palestinxs nos quieren hacer sentar con lxs israelíes a escuchar sus narrativas mientras ellxs escuchan la nuestra, ¡y ya está! Después ellxs regresan a sus vibrantes ciudades que una vez tuvieron nombres árabes, y nosotrxs volvemos a detrás de los muros donde nada cambia, excepto el hecho de que nuestros bantustanes continúan achicándose más y más cada día.
Suscribir esta idea de «narrativa» requiere que borremos nuestra memoria colectiva y cerremos los ojos a nuestra realidad presente. Requiere que olvidemos la historia, las fechas, las cifras, los documentos de la ONU, los informes de derechos humanos, los sitios de las aldeas destruidas, los campamentos llenos de desplazados internos y los campos de refugiados de 1948. Requiere que olvidemos todas las evidencias concretas, porque todo se reduce a contar historias y a narrativas.
Y mientras ellxs hablan de una supuesta inminente amenaza existencial, se supone que nosotros tenemos que olvidar que fue Palestina la que fue borrada del mapa, y que son lxs palestinxs quienes están luchando cada día por su derecho a simplemente existir en su tierra.
Supongo que ellos desearían que unas pocas sesiones de intercambio de narrativas nos llevarían a ver la necesidad de disparar un proyectil de gas lacrimógeno a la cara de un manifestante desarmado. O que bastaría jugar algunos partidos de fútbol con palestinos cuyas casas fueron destruidas para hacernos entender por qué es necesario lanzar una tonelada de bombas sobre los refugiados de Gaza. Y quizás si conviviéramos juntos en un campamento de verano para conocernos unos a otros, finalmente veríamos la luz y pediríamos perdón por no quitarnos silenciosamente de su camino cuando ellos se toman nuestras casas y destruyen nuestras aldeas.
El mensaje trasmitido en los proyectos de normalización es consistente: nostrxs lxs israelíes hacemos lo que tenemos que hacer porque ustedes nos obligan a hacerlo, y la única manera de aflojar un poco (no de parar) es que podamos sentir que les gustamos, y que ustedes nos hagan sentir suficientemente seguros. Y si ustedes eligen ser buenxs palestinxs, se suman a estas iniciativas y paran la resistencia sin sentido, quizás entonces les llevemos a las casas de los moderados, donde puede que no coman con nosotros en el comedor, pero al menos les sacaremos del frío y les dejaremos sentarse en el suelo de la cocina, que es cálido y seguro.
Así es como tratan de colonizar nuestras mentes y de forzarnos a aceptar la desigualdad. Esperan que cambiemos nuestra libertad por migajas de pan y que reduzcamos nuestra existencia a afrontar esta realidad deformada.
Y mientras ellxs viven en sus altas torres en una tierra de narrativa, no nos ven caminando a través de nuestros campos, donde los árboles de olivo plantados por nuestros ancestros han sido arrancados de la tierra por sus manos, sus raíces cortadas alzándose como miembros amputados, y la vida diluyéndose en medio de consejos suyos que apestan a esperanzas y sueños rotos. Si al menos pudieran PARAR por un minuto el traqueteo de sus topadoras, quizás podrían por fin escuchar el sonido desgarrador de la tierra sollozando debajo de sus pies.
Si pudieran hacer un alto al fuego, apagar los motores de sus tanques y bajar sus armas, quizás podrían por fin oir nuestras voces. ¡Nosotrxs hemos estado cantando fuerte y claro! Les hemos dicho que son bienvenidos a co-resistir con nosotrxs para derribar este sistema repugnante de dominación. Y les hemos dicho: si ustedes quieren conocernos, vengan y marchen con nosotrxs contra el Muro. Vengan y párense firmes junto a nosotros frente a las topadoras. Visítennos en las prisiones. Protéjannos de las piedras que sus colonos judíos les lanzan a nuestrxs niñxs. Lo hemos dicho claro y fuerte: no vamos a coexistir con ustedes en su mundo de inequidad. Si ustedes quieren coexistir con nosotrxs, son bienvenidxs a unirse a nuestra lucha por la libertad, porque ahora mismo ella es el único lugar donde existimos.
Nosotrxs podemos ver a través de sus intentos de blanquear la opresión. Ningún video de hasbara [propaganda] sobre su Estado supuestamente democrático y amante de lxs gays podrá JAMÁS alterar la realidad que cada familia palestina ha experimentado: detenciones arbitrarias, torturas en las cárceles, desalojos y demoliciones de casas.
Y ninguna campaña con la marca elegante «Israel» podrá explicar jamás por qué una mujer en Jerusalén está de rodillas en la acera, quebrada, con los pedazos de su vida desparramados sobre el pavimento, mientras los colonos judíos miran por la ventana de la que hasta ayer era su casa.
¡No hay absolutamente nada normal en esto! ¡No hay nada normal en nada de todo eso!
No hay nada normal en que niños de nueve años sean juzgados por cortes militares. No hay nada normal en que las mujeres sean forzadas a dar a luz a sus bebés en los checkpoints. No hay nada normal en aprisionar a un millón y medio de personas en Gaza y luego bombardearlas a gusto, sabiendo que no tienen adónde huir ni dónde refugiarse. No hay nada normal en clausurar y sellar las puertas de entrada de las casas en Hebrón y obligar a familias enteras a saltar de azotea en azotea para poder ir a la escuela o al trabajo. No hay nada normal en robar nuestra agua y luego obligarnos a comprárselas gota a gota. No hay nada normal en hacer pagar a los palestinos la gasolina que las topadoras israelíes usaron para destruir sus hogares. Y sobre todo, no hay nada normal en sus expectativas de que aplicando suficiente brutalidad vamos a rendirnos.
Así que ¿qué tal si ellos normalizan esto?: ¡nosotrxs vamos a seguir resistiendo! Sus checkpoints nos han hecho anhelar más nuestra libertad. Sus bombas nos han hecho resilientes al miedo. Sus balas nos han hecho elegir la noviolencia. Su hipocresía nos ha hecho amar la verdad. Su tiranía nos ha hecho más fuertes. Su muro de apartheid nos ha obligado a pararnos tan alto, tan alto, que podemos ver el mundo entero, y el mundo entero puede vernos a nosotrxs; mientras ellos se esconden detrás de sus montañas de hormigón y mentiras.
Entonces ¡dejemos que esos muros que han construído los encierren! ¡Dejemos que la palabra «apartheid» los defina! Y cuando ellos te pregunten cuál es tu posición sobre la normalización, únete a nosotrxs y diles que tú estás con quienes se han mantenido firmes, gritando frente a los cañones de sus armas: «¡Ustedes pueden haber ocupado nuestras aldeas y pueblos, pero nunca van a colonizar nuestras mentes!»
¡Nunca van a colonizar nuestras mentes!
Samah Sabawi es una escritora y poeta palestina, hoy exiliada en Melbourne. Es vocera de Australianxs por Palestina e integrante de Australianxs por la Paz.
Fuente: PalestineChronicle.com.