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Cómo hablar con un derechista

Fuentes: Haaretz

Traducido por Manuel Cedeño Berrueta

MK Tzipi Hotovely es una estrella ascendente en el partido Likud. De buen hablar, joven y apasionada, decidió dar una conferencia diplomática esta semana. El tema: Alternativas al concepto de los dos estados.

La víspera de la conferencia Hotovely apareció en el programa nocturno de actualidades «London and Kirschenbaum» en el Canal 10. Durante siete minutos los conductores del programa trataron de obtener una respuesta de su invitada a la pregunta «¿Cuál es su alternativa?»

La pregunta se repitió no menos de 10 veces, en diversas formas, pero no hubo respuesta. En lugar de una respuesta oyeron réplicas que parecían más apropiadas para un sketch cómico: «Me alegro mucho de que me haga esa pregunta»; «Lo que es importante no es la alternativa»; «La sociedad palestina no está madura para una solución»; «Los judíos no serán expulsados de su hogar otra vez». Hotovely sabe lo que no quiere, pero no tiene la menor idea de lo que quiere.

Pero no culpemos a Hotovely, ella no está sola. Desde el primer ministro para abajo hasta el último de los derechistas, ninguno de ellos tiene una respuesta a la más sencilla, la más natural y obvia de todas las preguntas: ¿Qué, en nombre de Dios, es lo que ustedes sugieren? ¿Cómo, de acuerdo con su visión, y sólo de acuerdo con ella, se verá el país dentro de 15 ó 20 años?

Después de todo, la farsa se repitió en la conferencia que tuvo lugar al día siguiente de la entrevista. Un personaje tan importante como el Ministro de Asuntos Estratégicos Moshe Ya’alon dijo que no hay lugar para la discusión de la solución de los dos estados; que ese proceso no tiene posibilidades; que los palestinos no quieren dos estados. Todo junto ahora: una alternativa, olvídenlo.

Por lo tanto, tenemos ante nosotros la manera maravillosamente fácil y efectiva de derribar de una sola vez el castillo de naipes de la derecha: Preguntarles qué sugieren; preguntarles cuál es su solución. Le sacarán el cuerpo como Hotovely; no hay ni un solo derechista decente que tenga una respuesta.

Con la excepción de aquellos que favorecen el traslado (traslado «voluntario», por supuesto) la derecha no tiene visión de cómo se verá el país dentro de menos de una generación a partir de ahora, cuando los árabes sean la mayoría entre el Río Jordán y el Mediterráneo. ¿Cómo se verá un país donde la minoría gobierna a la mayoría? ¿Por cuántos años más millones de personas continuarán viviendo sin los derechos más elementales mientras el mundo permanece en silencio?

En el mundo exterior a un país así se le llama estado de apartheid. En Israel lo llaman la solución de un solo estado. Al principio era algo prohibido, sólo la izquierda radical de ambas naciones se atrevía a sugerirlo. Ahora lo propone la derecha israelí, mientras desdibujan y reprimen la realidad.

¿Saben lo que propone la derecha? Proponen la continuación del status quo. Lo que fue evidentemente bueno para Israel durante 40 años también será bueno otros 400 años más. Durante 40 años pudimos engañarnos a nosotros mismos, burlarnos del mundo, ocupar, oprimir, pisotear y matar. ¿Entonces por qué no podemos seguir así?

Pero el status quo nunca es estático, cambia rápidamente. Los palestinos están intensificando su lucha y el mundo está cada vez más disgustado con nosotros. Durante los primeros 20 años de la ocupación, también estábamos convencidos de que podría continuar sin perturbación: Los palestinos continuarían construyendo nuestras casas, barriendo nuestras calles, lavando nuestros platos y cultivando nuestros campos para siempre. Entonces vino la primera intifada que destruyó la ilusión con piedras y cuchillos, y luego la segunda que lo hizo con fusiles y explosivos.

La tercera está en camino, más violenta que las precedentes. El alma del mundo se hartará: Durante la primera intifada permaneció en silencio, durante la segunda, comenzó a aislar a Israel, y durante la tercera tomará penosas medidas prácticas contra él.

Algunos de los derechistas comprenden esto; tienen un secreto deseo en sus corazones, que nunca se atreverán a expresar de viva voz: Hagamos intolerable la vida de los palestinos, hasta que entiendan el mensaje (que es tan obvio como el cañón que apunta a sus hogares) y se vayan.

Ésa es una idea. El problema es que la idea no es práctica: Desafortunadamente, los palestinos están decididos a quedarse, más que los judíos. Quizás no los hemos pisoteado lo suficiente todavía. También hay la posibilidad de que el lomo del camello se quiebre por la mitad, igual que está por quebrarse Fatah, y entonces ya no habrá nadie con quien resolver el problema.

Así que ésta es otra manera de enfrentar las consignas de la derecha: Exponer la verdad que se oculta tras ellas, y su desesperanza.

No hay nada más fácil que hacer que los argumentos de la derecha se derrumben. Ni una sola persona auténticamente laica puede estar convencida de nuestro derecho a los territorios por razones religiosas. La tumba del Rabino Nachman de Bratslav en Umán, Ucrania, también es sagrada y por el momento no reclamamos soberanía sobre ella.

Igual de absurdas son las explicaciones relacionadas con la seguridad en una era de misiles capaces de casi cualquier cosa. Todo lo que queda es la codicia por la tierra; y cuando hablamos de bienes inmuebles hablamos de su precio: está subiendo. El día cuando los israelíes comiencen a pagar personalmente por la tierra, con sangre y dinero, y comprendan también el contexto, el trato terminará.

Hasta entonces la derecha continuará usando tácticas de terror, sin proponer ni una sola alternativa, y los colonos continuarán con sus trampas; la solución de la izquierda, la única que ha sido propuesta, se volverá imposible y la derecha ganará.

Será una victoria pírrica; será demasiado tarde para rectificar. El negocio inmobiliario más grande y más dudoso de todos se derrumbará y con él aquellos que afirmaban que eran los dueños de la propiedad, aunque otra cosa estaba inscrita en la escritura de la realidad y la justicia.

Fuente: http://www.haaretz.com/hasen/spages/1088930.html

Manuel Cedeño Berrueta es miembro de Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística.