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Israel: Mordechai Vanunu

Cómo se denunció la ficción nuclear de Israel

Fuentes: Rebelión

Traducido para Rebelión por Germán Leyens

Hace casi 18 años, volé al otro lado del mundo – a Sydney en Australia – para ver a un hombre que había tomado una decisión trascendental. Mordechai Vanunu, un antiguo trabajador en el centro de investigación nuclear de Israel, Dimona, había decidido denunciar el mayor secreto de su país.

Aunque Israel se negaba a admitirlo, Dimona producía armas nucleares en una fábrica subterránea en el desierto Negev. Había oído que Vanunu estaba dispuesto a hablar y que había tomado fotografías dentro de la sección más secreta de todas: el área en la que se separaba el plutonio de los cilindros de uranio. Mi misión ofrecía la esperanza de hacer mella en la duplicidad de Israel: una postura pública que afirmaba que no sería el primero en introducir armas nucleares a Medio Oriente, mientras en realidad las producía clandestinamente en gran escala

A mi llegada a Sydney, Vanunu me impresionó de inmediato como un testigo cuidadoso y honrado. Fue franco sobre lo que sabía y lo que, en su calidad de técnico, ignoraba. Dijo que lo había alarmado la cantidad y la complejidad de las armas que se producían. Lo que completó su preocupación fue que el público israelí y el Knesset (parlamento) eran mantenidos en la ignorancia.

Si Dimona hubiese estado produciendo sólo un puñado de bombas atómicas – suficientes, in extremis, para disuadir una amenaza enemiga – dudo que Vanunu lo hubiera denunciado. Pero en los años 80, la actividad en el oculto complejo en el que trabajaba había cambiado y se había hecho mucho más siniestra. Además de producir plutonio, la planta había comenzado a hacer tritio y litio 6; Mordecai sabía que esto significaba algo mucho más importante: Israel estaba desarrollando bombas de neutrones e hidrógeno. En combinación con las revelaciones públicas de que Israel estaba desarrollando misiles balísticos, le fue evidente que Israel estaba convirtiéndose en una potencia nuclear a parte entera con la capacidad, si no la inclinación, de lanzar una guerra ofensiva mucho más allá de sus fronteras. Tampoco era en pequeña escala. Sabía que habían fabricado numerosas ojivas (en su momento calculó entre 100 y 200).

Considerando que esto se realizaba sin mandato público en Israel, Vanunu creía, y sigue creyendo que era irresponsable, peligroso e inmoral. Creía que al revelar lo que sabía ayudaría al proceso de paz en Medio Oriente. Jamás se le ocurrió que se convertía en un traidor a su país y un espía, como lo calificarían posteriormente, porque hablaba con un periódico de alcance internacional como The Sunday Times. Su objetivo fue generar una discusión pública en Israel sobre el tema de las armas de destrucción masiva (AMD), algo que los medios jamás se habían atrevido a hacer anteriormente.

Después de obtener informaciones de Vanunu en Sydney durante casi dos semanas, nos fuimos a Londres para que su historia fuera comprobada por expertos. Comprendía el peligro involucrado en lo que estaba haciendo, pero no teníamos la menor idea de que el Mossad, el servicio secreto israelí, ya estaba sobre nuestra pista. Posteriormente supe que un equipo de ataque ya tenía órdenes de seguirle. Al mismo tiempo, se les instruyó que no hicieran nada en Londres que pudiese dañar la armoniosa relación entre la primer ministro de Gran Bretaña, Margaret Thatcher, y Shimon Peres, su homólogo en Jerusalén.

Después de casi tres semanas de interrogatorios, Vanunu se irritó con sus guardaespaldas del Sunday Times. Comenzó a hacer paseos por su propia cuenta y, un aciago día en Leicester Square, inició con toda tranquilidad una conversación con una turista de EE.UU. que decía llamarse Cindy.

Tuvieron dos o tres citas y Cindy sugirió pasar unas vacaciones en Italia. El 30 de septiembre de 1986, volaron a Roma. Como ya es bien sabido, fue un terrible error. Había entrado de lleno en una dulce trampa, preparada por el Mossad, y fueron sus últimos momentos de libertad.

Cindy, una agente bien entrenada del Mossad, lo llevó a un departamento donde dos hombres lo agarraron, lo lanzaron al suelo, le pusieron esposas en sus brazos y piernas, y le inyectaron un sedante. Esa noche lo llevaron secretamente a un bote en la costa de La Spezia y lo condujeron a Israel. Atado a una camilla, lo sacaron en una playa de Tel Aviv y lo llevaron a un centro de interrogación. Alguien le lanzó a las manos una copia de The Sunday Times que lucía su historia a lo largo de tres páginas. Debe haberle dado una cierta satisfacción al ver su historia publicada, pero había otras emociones: ¿qué iban a hacer con él? ¿Matarle y librarse secretamente de su persona?

Si no hubiese sido por la publicidad internacional generada por su desaparición, sospecho que Vanunu hubiera sido procesado en secreto y encerrado sin que nadie fuera de su familia conociera su destino. Agentes visitaron a su hermano y le dijeron que estaba en seguridad, pero que jamás volvería a verlo.

Sin embargo, frente al hecho de que tenían que revelar que estaba en Israel, las autoridades llevaron a Vanunu al Tribunal del Distrito de Jerusalén y lo acusaron de traición, espionaje y violaciones de la ley de secretos oficiales. El juicio se realizó a puertas cerradas pero pude presentar evidencia en su defensa. Traté de decirles: este hombre no es un traidor, ni un espía. No vendió secretos a una potencia extranjera y no espiaba para nadie. Dijo que había actuado por sus principios, para denunciar algo que era dañino para su país. Si hubiera tratado de hacer algo en Israel lo hubiesen arrestado y, al hablar conmigo, presentó los hechos abiertamente ante todo el mundo, incluso ante el público israelí. Agregué que Israel no había sido debilitado militarmente y que, podría decirse, había sido fortalecido por sus revelaciones.

En un momento me preguntaron si sabía que Vanunu se había convertido al cristianismo en Australia. No pude ver la relevancia que tenía, pero respondí que nunca lo había tratado como un secreto. Me chocó cuando la fiscalía respondió: «Así que usted sabía que se había vuelto contra su familia y su país».

El tribunal levantó la sesión y, más tarde en 1987, lo sentenció a 18 años. No se sabe si el estigma de su conversión afectó la decisión, pero siempre ha enfurecido a la prensa israelí. Pocos se unieron a la campaña por ayudarle y su número ha seguido siendo reducido.

Vanunu pasó cerca de 12 años incomunicado. Durante los primeros dos años y medio, su celda no tenía luz natural y un tubo de luz fluorescente estuvo encendido 24 horas al día. Sólo recibió visitas ocasionales de parte de su familia, que en su mayoría lo había rechazado, y su mente comenzó a divagar, como lo evidencian las cartas que me envió.

En 1977, después de mucha presión y campañas, y con el apoyo de un par de miembros israelíes del Knesset, se le permitió salir de la incomunicación. Su salud mental mejoró rápidamente y actualmente está bien y optimista sobre su liberación. Pero como nos dimos cuenta el año pasado, la noción de que sería liberado incondicionalmente en la fecha prevista del 21 de abril de 2004, no constituía una conclusión previsible.

El año pasado comenzaron a circular informes en Israel de que las autoridades podrían impedir que tuviera contactos con cualquiera que no fuera de su confianza. Esos informes recibieron más peso en enero de este año cuando supimos que el ministerio de defensa estaba buscando medios para mantenerlo en detención administrativa bajo una ley de emergencia poco utilizada que data del Mandato Británico. Si eso fracasaba, podían mantenerlo en arresto domiciliario y prohibirle que abandonara el país.

A fines de febrero, sin embargo, un portavoz de Ariel Sharon anunció que Vanunu no será colocado en arresto domiciliario o administrativo. El ministerio de defensa dijo que se establecería un cierto mecanismo de control – probablemente vigilancia e intervención de sus teléfonos – y que no se le daría un pasaporte. A principios de marzo, pareció aparecer un poco de sentido común, pero la amenaza de un retiro de pasaporte continúa. Vanunu quiere establecerse en EE.UU. con una pareja que lo ha adoptado legalmente. Pero dondequiera viva, el único daño que podría hacer sería recordar al mundo que la política nuclear de Israel se basa en una mentira; hacer que la vida se haga inconfortable para Israel y sus aliados; y denunciar los dobles raseros de Occidente en lo que supuestamente es una posición uniforme contra la proliferación nuclear.

Mientras tanto, Israel tiene toda la libertad para demonizarlo. Si Vanunu hubiera sido, digamos, un denunciante iraquí o iranio, con evidencia de secretos nucleares de esos países, que hubiera ido a The Sunday Times , sido secuestrado y juzgado por traición en Bagdad o Teherán, es difícil imaginar que los líderes del mundo mantuvieran silencio, como lo han hecho en este caso. Más bien hubieran celebrado a semejantes personas como héroes. Pero aquí tenemos a un hombre que ha sido encerrado durante la mayor parte de su vida adulta después de ser secuestrado – una ofensa flagrante contra el derecho internacional, así como contra las leyes nacionales de Gran Bretaña e Italia. Pero ni Gran Bretaña ni Italia reaccionaron de alguna manera. Mi único consuelo es que ni el secuestro ni su encarcelamiento tuvieron éxito en un aspecto importante: The Sunday Times publicó la historia de Vanunu y; 18 años más tarde, todavía hablamos de esas revelaciones.

Vanunu es víctima de un brutal acto de censura del que Israel ha salido incólume. Es una víctima, también, de la extraordinaria duplicidad de Occidente que cierra un ojo ante la capacidad nuclear de Israel para preservar la estrecha relación de Israel con EE.UU. Una admisión abierta de que Israel tiene un programa de armas nucleares llevaría a la aplicación de la Enmienda Symington a la Ley de Ayuda Externa de EE.UU., que prohíbe la ayuda militar de EE.UU. a países que adquieren ilícitamente armas nucleares. Israel sigue siendo el principal beneficiario de ayuda militar de EE.UU.

Vanunu ha sobrevivido una terrible prueba y ha triunfado sobre su inactividad forzada durante casi 18 años; Dimona no ha caído en la inactividad. El reactor sigue operando y también la planta de separación de plutonio, que constituye el propósito fundamental del reactor. Se puede calcular que Israel ha producido entre 100 y 200 bombas nucleares más desde 1986, de complejidad cada vez más avanzada. Ha recibido tres submarinos de Alemania, capaces de lanzar misiles crucero con armas nucleares. Tiene misiles de tres fases, con un alcance de muchos miles de kilómetros. Tiene armas termonucleares, cada una de las cuales es capaz de destruir una ciudad completa.

El crimen de Vanunu es haber embarazado a Israel al denunciar su política de ambigüedad nuclear: una política que ha posibilitado que su armamentismo nuclear continúe sin obstáculos.


* Peter Hounam era periodista investigativo del «Insight Team» de The Sunday Times cuando se publicó la historia de Vanunu. Actualmente trabaja en la televisión y es periodista por su propia cuenta.