En las elecciones de 1936, diecisiete de los diputados del Frente Popular pertenecían al PCE. A los cinco meses el golpe militar fascista truncó la actividad institucional e inició su camino de sangre y represión.
El más rancio discurso anticomunista y el revisionismo histórico han regresado a las instituciones y se amplifican día a día, de manera distorsionada e intencionada, en las redes sociales y en los medios de desinformación masiva. De manera que nunca son suficientes los esfuerzos por mantener viva la memoria democrática de este país. Y de esa memoria forman parte importante, sin duda, aquellas personas que obtuvieron el acta de congresistas del Frente Popular en las elecciones del 16 de febrero de 1936. Diecisiete pertenecían al Partido Comunista de España. Eran personas comprometidas y destacadas en las luchas obreras y campesinas que recorrían el país, bregadas durante años en la lucha social bajo las más duras condiciones de clandestinidad.
Tan solo cinco meses después de su elección, el golpe militar fascista truncó la actividad institucional e inició su camino de sangre y represión. Cuatro décadas durará la paz de los cementerios. En el corto período legislativo, Dolores Ibárruri y José Díaz tuvieron tiempo de convertirse en paradigmas del trabajo institucional para las gentes del Partido, en su doble faceta de lucha: en las calles y en el estrado. Pasionaria, la única mujer diputada del PCE y una de las pocas presentes en las Cortes republicanas, escribirá en su autobiografía: «Había una emulación en el sacrificio, en la abnegación, en el esfuerzo […] En ese trabajo abnegado participaron con entusiasmo nuestros diputados». Merece la pena recordar sus nombres.
Cuatro de ellos fueron fusilados por los golpistas: el médico Cayetano Bolívar Escribano, diputado por Málaga en dos legislaturas y uno de los más activos en las Cortes; el también médico Daniel Ortega Martínez, diputado por Cádiz; el maestro y contable Eduardo Suárez Morales, diputado por Las Palmas; y el sindicalista del sector metalúrgico Bautista Garcés Granell, diputado por Córdoba. Los cuatro fueron asesinados por las balas fascistas.
Otros once fallecieron en el exilio: el secretario general del PCE José Díaz Ramos (Sevilla, 1895 – Tiflis, 1942), diputado por Madrid, panadero; el director de Mundo Obrero Antonio Mije García (Sevilla, 1905 – París, 1976), diputado por Sevilla; el obrero metalúrgico Vicente Uribe Galdeano (Sestao, 1902 – Praga, 11 de julio de 1961), diputado por Jaén y ministro de Agricultura en el gobierno de Juan Negrín; el obrero metalúrgico Juan José Manso del Abad (Mieres – México, 1972), diputado por Oviedo; el abogado Antonio Pretel Fernández (Gor, Granada, 1903 – Moscú, 1980), diputado por Granada; el maestro José Antonio Uribes Moreno (San Clemente, Cuenca, 1911 – Bucarest, 1974), diputado por Valencia, el más joven de las Cortes; el obrero metalúrgico Leandro Carro Hernáez (Zarratón, La Rioja, 1890 – Dresde, República Democrática Alemana, 1967), diputado por Bilbao que formó parte del Gobierno Vasco en el Exilio; Adriano Romero Cachinero (Villanueva de Córdoba, 1902 – París, 1979), diputado por Pontevedra; el tipógrafo Pedro Martínez Cartón (Cádiz- México, 1977), diputado por Badajoz; Miquel Valdés i Valdés (Tarragona – Francia, septiembre de 1950), diputado por Barcelona que fue miembro del gobierno de la Generalitat de Cataluña; y Jesús Hernández Tomás (Murcia, 1907-Ciudad de México, 1971), diputado por Córdoba.
Solo Dolores Ibárruri (Gallarta, Vizcaya, 1895 – Madrid, 1989),diputada por Asturias, y el maestro Florencio Sosa Acevedo (Puerto de Cruz, 1901 – Sevilla, 1975), este último condenado a muerte y liberado tras pasar cuatro años en la prisión, pudieron morir en su país de origen.
«Miles de militantes comunistas sufrieron torturas, cautiverio o pagaron con sus propias vidas su lucha por recuperar las libertades. Vivieron y murieron por la Causa. Por eso este país tiene una gran deuda con el Partido Comunista de España»
Desde el primer instante, el PCE se volcó en el esfuerzo bélico por la defensa de la legalidad y la democracia. Tras la contienda, la mayoría de la dirigencia y la militancia marchó al exilio, donde su compromiso les mantuvo en la actividad política y la lucha antifascista, en condiciones sumamente adversas. Miles de militantes comunistas, en el interior y el exterior del país, sufrieron torturas, cautiverio o pagaron con sus propias vidas para retornar las libertades y avanzar hacia la igualdad, la solidaridad y la justicia social. Vivieron y murieron por la Causa. Por eso este país tiene una gran deuda con el Partido Comunista de España.
— Y digo yo… ¿aquí no haría falta una Revolución?
— Y luego, ¿por qué me lo preguntas?
Fuente: https://mundoobrero.es/2025/01/07/comunistas-en-las-cortes-de-1936/
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