Traducido por Carlos Sanchis y revisado por Caty R.
El derroche de demostraciones de apoyo que está recibiendo Israel durante estos días resulta casi bochornoso. El desfile de eminentes invitados extranjeros y la calurosa recepción que se dispensa en el exterior a los estadistas israelíes, realmente no se había visto nunca. ¿Quién no ha venido de visita últimamente? Desde la canciller alemana al principal aspirante a la presidencia estadounidense. Y el secretario general de las Naciones Unidas está en camino. Visitar Israel se ha convertido en una cuota para los políticos extranjeros. Si no han estado aquí, no han estado en ninguna parte.
A los visitantes se les lleva, por supuesto, al Yad Vashem -Museo de la Memoria del Holocausto-, al Muro de las Lamentaciones y ahora, además, a Sderot, el nuevo centro nacional de peregrinación. Algunos pagan también por una visita superficial a Ramala, nadie va a la Franja de Gaza, y todos se deshacen en elogios hacia Israel. Ni una palabra de crítica a la ocupación, a las violentas operaciones de Israel en los territorios palestinos ocupados, al asedio ni a la condena al hambre, salvo algunos vagos comentarios sobre la necesidad de una solución. Israel exprime el limón «mediático» de Sderot para todos sus valedores.
La mezcla de Sderot y el Holocausto, la islamofobia internacional y el gobierno de Hamás en Gaza, dan el pego. Israel no se había apuntado un éxito de este tipo en la política exterior desde la época de los Acuerdos de Oslo. A juzgar por las declaraciones de nuestros invitados extranjeros y nuestros organizadores, en el extranjero, ningún otro estado del mundo es más amado que el nuestro. Un estado que impone un asedio casi inaudito actualmente en el mundo en términos de crueldad, que adopta una política oficial de asesinatos, es abrazado por la familia de las naciones, si juzgamos por las palabras de muchos estadistas que cruzan nuestro umbral.
Por supuesto es agradable disfrutar de esta ola de apoyo, pero es una ilusión. La opinión pública de la mayoría de los países cuyos líderes están amontonando todas esas alabanzas sobre nosotros no está con ellos. Israel sigue siendo un estado rechazado, a veces, incluso, con marginación y desprecio. El mundo ve las imágenes de Gaza en la televisión -en comparación, Sderot parece un balneario- y saca sus propias conclusiones. El sentido natural de justicia que dicta el apoyo a la lucha por la libertad de los pueblos oprimidos, como el tibetano, dicta el apoyo natural a la lucha palestina por la liberación. El hecho de que sea una lucha entre un David palestino y un Goliat israelí sólo completa la historia. Con la excepción de EEUU el mundo, al margen de sus estadistas, está contra nosotros.
Por lo tanto, no debemos ceder ante la ilusión: La actual temporada de apoyo oficial no es auténtica. Tampoco lo es la idea de que la amistad ciega, incondicional, sea amistad. El apoyo a Israel, como una empresa justa, que está extendido por la mayoría de Occidente, no significa que se acepten todos sus caprichos. Un verdadero amigo de Israel, uno que esté sinceramente interesado en su destino, es sólo ese amigo que se atreve a expresar una crítica severa a su política de ocupación, que supone el riesgo más grave para su futuro, y que además actúa en consecuencia para acabar con ella. La mayoría de los «amistosos» estadistas no entienden esto.
La posición de los líderes europeos es particularmente desconcertante. No estamos hablando de EEUU, con su lobby judío y cristiano, sino de la testaruda Europa, que también ha perdido su habilidad para actuar como un intermediario honrado, el tipo que blande su influencia para acabar con un conflicto que también la pone en peligro. Necesitamos a Europa, la paz necesita a Europa, pero la Europa oficial se tapa los ojos y cae automáticamente alineada con EEUU y su ciego apoyo a Israel y su asedio de Gaza. Angela Merkel, que recibió una recepción regia aquí la semana pasada, no planteó ningún problema polémico en su discurso en la Knesset. Y así su «histórico» discurso se convirtió en un discurso vacío.
La misma conducta exhibió su colega en el liderazgo europeo, el presidente francés Nicolás Sarkozy, durante la visita a su país del presidente Simon Peres. Las banderas israelíes que ondeaban a lo largo de los Campos Elíseos y la tan discutida caseta israelí en la Feria del Libro de París no pueden ocultar el hecho que muchos ciudadanos franceses están dolidos por la ocupación. Al no hablar sobre el asedio de Gaza, el hambre que se ha impuesto a la Franja y la matanza de cientos de sus habitantes, los líderes de Europa no están cumpliendo con sus obligaciones políticas y morales. Los que creen que sólo la honrada intervención internacional puede llevar al final de la ocupación, se sienten desesperados y defraudados. Sí, Europa, precisamente ese continente que arrastra justificables sentimientos de culpa por el Holocausto judío, debería encontrar otra manera de venir en ayuda de Israel. Las visitas edulcoradas y los discursos melífluos, de hecho, expresan una profunda falta de respeto por Israel y por la opinión pública europea.
Esta amistad ciega permite que Israel haga lo que le viene en gana. Ha pasado el tiempo en que cada fortín erigido en los Territorios y cada asesinato selectivo se estudiaban minuciosamente por miedo a la crítica internacional. Esa época ya no existe. Israel tiene carta blanca para matar, destruir y colonizar. Estados Unidos abandonó el papel de intermediario honrado hace tiempo y ahora Europa sigue sus pasos. ¡Qué deprimente! Con amigos como estos, Israel casi no necesita enemigos.
Original en inglés: http://www.haaretz.com:80/hasen/spages/967055.html
Carlos Sanchis y Caty R. pertenecen a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y la fuente.