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Las Fuerzas Armadas ante la III República (II)

¿Con el pueblo o contra el pueblo?

Fuentes: Rebelión

Un país en quiebra El «horizonte económico de crisis» está desbordando el «horizonte vital de los trabajadores y trabajadoras«. La pobreza se está convirtiendo en el modo de vida inmediato y futuro de millones de personas. El sistema político de la transición se ha convertido en un Régimen político cerrado, oligárquico, antidemocrático, antipopular, escandalosamente desigualitario, […]

Un país en quiebra

El «horizonte económico de crisis» está desbordando el «horizonte vital de los trabajadores y trabajadoras«. La pobreza se está convirtiendo en el modo de vida inmediato y futuro de millones de personas. El sistema político de la transición se ha convertido en un Régimen político cerrado, oligárquico, antidemocrático, antipopular, escandalosamente desigualitario, corrupto y fuertemente represivo.

La movilización y la autoorganización progresiva de la clase trabajadora y de los sectores populares contra el Régimen político de la Transición, es un hecho evidente con una dialéctica vertiginosa. Las expectativas y las necesidades reales de rebelión ciudadana son crecientes.

La ultima ratio para bloquear la revuelta social contra el sistema -en la reclamación de la instauración de una República popular y democrática tras un proceso constituyente-, consiste en la posibilidad de intervención de las FF.AA. La utilización de esta posibilidad es parte de la «política disuasoria» que ya ha sido activada como mecanismo de control del movimiento popular. El dilema que expresa el título de este artículo es, pues, el punto de partida de este análisis.

El papel «institucional» de las FF.AA.

El Monarca ostenta la Jefatura del Estado y, como tal, es el jefe supremo de las FF.AA. Esa dualidad Rey-FFAA es la estructura fundamental de la Constitución de 1978, heredada directamente del franquismo y reafirmada durante la transición con una violencia institucional paradigmática para los procesos de «democratización controlada«.

La «autonomía política fundamental«i de las FF.AA y su capacidad de condicionar el proceso político son reforzadas después del golpe del 23-F. Sólo son sancionados un puñado de golpistas e inmediatamente se construye un «relato» que exculpa al rey y lo convierte en el «salvador» del régimen constitucional. La rápida incorporación a la OTAN (gobierno Calvo Sotelo), y su reafirmación y «legitimación pactada» a través de un referéndum tramposo y manipulado por el gobierno del PSOE, la reafirman.

Desde entonces, esa dualidad Rey-FF.AA se refuerza institucional y mediáticamente de forma progresiva, hasta convertirse en el Eje sobre el que se sostiene y se transmite, de gobierno en gobierno, la continuidad del estado.

Un Eje que se deteriora

En los últimos años se ha producido un evidente y acelerado desprestigio de la institución monárquica; de su titular actual, Juan Carlos I de Borbón y Borbón, y de toda la familia real.

Además de Eje constitucional, la Monarquía ha sido también «el Eje» de escándalos gravísimos de corrupción que han conllevado la apropiación masiva de fondos públicos por varios miembros de la casa real y buena parte de su «entorno» pasado y presente. Tales escándalos, a pesar de la red protectora, han sido documentados parcialmente. Lo publicado e integrado en procesos judiciales no deja lugar a dudas sobre una de las funciones principales del Borbón, no prevista, por cierto, en la Carta Magna, pero sí amparada por ella. En el caso de Juan Carlos I la «presunción de inocencia permanente» es un mandato constitucionalii.

La Monarquía en ejercicio aparece tan viciada por sus actos, como por su origen como monarquía franquista.

El Gobierno -con apoyo de la Real Oposición– ha relanzado varias veces un plan de «relegitimación de la Monarquía» que es siempre desbordado por el enorme torrente de basura que anega los oropeles, blasones y funciones de la arcaica -y tantas veces repudiada por el pueblo-, institución estatal.

Características de las FAS: Ejército de casta

En los escalones superiores de mando, las FF.AA. españolas han mantenido un reclutamiento fuertemente endogámico y de raíz franquista. En las escalas de oficiales se repiten los apellidos de una casta militar permanente que se cohesionó ideológicamente en torno a la dictadura y le sirvió como estructura de hierro. Tal casta militar que se reproducía por el control absoluto de los mecanismos de ingreso, formación, promoción y selección para el ascenso en la «cadena de mando», no fue tocada sino legitimada y afianzada por todos los gobiernos «transicionales«.

La consolidación de la casta militar y su enquistamiento en torno a la Monarquía y a la «constitución otorgada de 1978» se vio favorecida por el desenlace del «golpe de estado constitucional«iii del 23 de febrero de 1981.

Todos los militares que vivimos, desde dentro de las FF.AA., aquella terrible jornada -con regocijo la inmensa mayoría, y con enorme preocupación unos pocos-; sabíamos de la implicación del rey a través de sus representantes más fieles en los ejércitosiv.

El factor exterior: Ejército mercenario y dependencia exterior

Esa casta militar antidemocrática que domina absolutamente las Fuerzas Armadas españolas hasta 1981v -mantenida con celo, o reforzada, más que combatida por los sucesivos gobiernos hasta el presente-; se ha adaptado a las nuevas «servidumbres exteriores» que, de nuevo, rompen toda relación institucional con el pueblo al que sirven.

Las FF.AA, son, en su conjunto, un ejército mercenario.

Las variadas «subordinaciones» exteriores son estructuras distintas de la misma dependencia. La madre de todas ellas es la «vinculación atlántica» a través de la OTAN. El ejemplo principal de una intervención exterior subordinada a la Alianza Atlántica y absolutamente ilegal según las leyes y tratados internacionales es el de la guerra de Yugoslaviavi.

La segunda es la «vinculación directa con EEUU«. La más importante de las actuaciones sujetas a esta estructura de dependencia fue la intervención -política, diplomática y militar- en la invasión y ocupación de Irak. Con esa intervención también se rompió todo el marco jurídico internacional. Si en la guerra de Yugoslavia se había justificado cínicamente la agresión justificándola como realizada «contra las decisiones de la ONU, pero siguiendo los principios de esa organización«, en el caso de Irak se avanzó un paso más cuando Bush y sus aliados repetían con similar cinismo que «la ONU era irrelevante cuando decidía en contra de los intereses de los EEUU«.

Cuando es preciso se crean «vinculaciones de estructura variable» en las que intervienen mediadores diversos como la ONU o la UE, o alianzas militares ad hoc. Son las que estructuraron las «intervenciones humanitarias«, «democratizadoras» o de «interposición» en Afganistán, Líbano, Libia, Somalia; por citar únicamente las más importantes en el nivel de efectivos y en la participación en operaciones de guerra. Todas ellas se enmarcan en el desarrollo progresivo de la «guerra mundial antiterrorista» (tal como la han ido definiendo los documentos estratégicos de Washington y la doctrina militar de la OTAN).

La tan cacareada y sublimada «soberanía española» yace -lista para cualquier manoseo-, en el fondo del bolsillo de Tío Sam.

La incorporación de las FF.AA. españolas en las estructuras operativas y en las guerras del Imperio, se ha visto acompañada por la participación de las transnacionales españolas en las migajas de los mercados y mercadillos de «reconstrucción»: las famosas «Asambleas de Donantes«. El «complejo militar-industrial» -transnacionalizado también- va mucho más allá del formado por las industrias de armamento y los gobiernos o sus ministerios de Defensa.

Las FF.AA. son también mercenarias en cuanto al encuadramiento de unidades completas de los ejércitos de otros países (Colombia en Afganistán) dentro de estructuras militares españolas de intervención, o por el estatus profesional (altos sueldos) y el reclutamiento de sus miembros (verdaderos «soldados de fortuna«)vii.

Autonomía «relativa» de las FFAA frente al poder político

La autonomía del «aparato militar» ante el Gobierno de turno, el parlamento y el propio sistema judicialviii se deriva -además de su subordinación institucional a la Jefatura del Estado y de su papel constitucionalix-, de una potentísima dependencia exterior. Puede decirse que las Fuerzas armadas «canalizan» una parte fundamental de las directivas exteriores que condicionan absolutamente nuestra política internacional.

Se ha establecido una relación subordinada directa dentro de las «vinculaciones» que ya he mencionado, especialmente en la que tiene que ver con integración en la OTAN: la llamada «vinculación atlántica«; y la que se deriva de la relación directa con los EEUU.

Los papeles de Wikileaks han evidenciado la facilidad y el descaro con la que la embajada de Washington en España presionaba a los políticos españoles, los evaluaba y seleccionaba a los mediadores más comprometidos con la política del imperio.

Esta autonomía relativa ante el Gobierno derivada de su incorporación a la estructura político-militar de la OTAN, y al sistema de bases de los Estados Unidos, ha alcanzado a lo largo de los años un carácter definitivo.

La dependencia exterior, que destruye todo atisbo de soberanía, está fuertemente definida tanto en lo ideológico como en lo estructural:

Codificación de la dependencia.

La dependencia político-militar de EEUU, directa, a través de la OTAN, o mediatizada por organizaciones y alianzas militares ad hoc, está totalmente codificada y estructurada en la doctrina estratégica, la táctica militar, la organización permanente, los planes de armamentos, los gastos y presupuestos militares, y la integración operativa de máximo nivel (escudo antimisiles).

-En primer lugar en los Documentos estratégicos

De la Nueva Estrategia de Seguridad Nacional de los EEUU publicada urbi et orbe por el presidente George Bush en septiembre de 2002, hasta el discurso del Cairo de Obama en junio de 2009 y más allá de ello hasta nuestros días, los documentos sobre la estrategia de seguridad de los Estados Unidos han inspirado la doctrina militar española y el comportamiento internacional del Estado.

De los documentos de Aznar hasta los de Zapatero, pasando por el Documento Solana (de ámbito europeo) y la Nueva Estrategia de Seguridad de España, todos los textos coinciden en la incorporación de los conceptos básicos que definen la naturaleza imperial del poder de los EEUU, y la asunción plena de las definiciones de amenaza que señalan al «enemigo» y que proclaman el derecho de Washington para intervenir militarmente cuando le parezca oportuno. La ruptura del orden y del derecho internacional que proclaman los documentos inspiradores y la propia práctica internacional de Washington que abusa hasta extremos otrora inconcebibles de la utilización de la fuerza, ha situado al estado español y a sus Fuerzas Armadas como aliados de sus tropelías internacionales.

-Estructura orgánica de las FF.AA.

Las Fuerzas Armadas españolas actúan como componente de «capacidad variable» en las operaciones militares de la OTAN o de otras alianzas ad hoc para garantizar el desarrollo de la política imperial de los EEUU. La organización -funcional para una tarea- consolida la inutilidad de las FFAA fuera de la situación de dependencia.

-Los Planes de armamento han sido definidos en función de las necesidades de la «guerra mundial antiterrorista» o de las «amenazas» que definen los documentos estratégicos del Pentágono. Las exigencias del «gran aliado» han sido tan fuertes que han desplazado al lugar de lo «imposible» cualquier consideración sobre una posible estructura autónoma de las FF.AA independiente de los planes de dominación del planeta de Washington.

-Los gastos y presupuestos militares se han ajustado a las previsiones a largo, medio y corto plazo de la OTAN en relación con las «intervenciones humanitarias» y las «guerras e intervenciones preventivas».

-La «privatización» e «integración transnacional» de la Industria de armamento es otro de los factores de dependencia. La operación -que movió cientos de miles de millones de euros- ha consolidado un «complejo militar-industrial» con una dinámica desvinculada de un planeamiento racional de la «defensa» y subordinado a intereses ajenos. El nombramiento de un ministro de Defensa, Pedro Morenésx, ejecutivo de multinacionales de armamento dedicadas a la fabricación de misiles y de bombas de racimo, responde al sistema de poder y a los intereses de ese complejo.

-Integración operativa múltiple de unidades de las FF.AA. y de instalaciones en tierra. La integración operativa múltiple ha condicionado la capacidad operativa a la existencia de apoyos y estructuras integradas transnacionales. Sin ellas las FF.AA. españolas carecen de elementos fundamentales para el combate.

-Integración operativa del territorio como escenario de combate. Desde la «guerra de Yugoslavia» hasta la «guerra de Libia» el territorio español se ha ido aproximando y convirtiendo en escenario de combate. Las bases militares y su progresiva integración operativa así lo confirman. El último paso en este sentido es el del acuerdo con los EEUU para instalar en Rota de manera permanente los cuatro grandes buques que constituyen el «componente naval» del «escudo antimisiles».

-El papel político de las FF.AA. derivado de la estructura político-militar de la Alianza Atlántica se ha intensificado en los últimos años. Valgan como ejemplos las presiones sobre Zapatero inmediatamente después de ordenar la retirada de las tropas de Irak y de desviarlas a Afganistán, llevada a cabo por líderes políticos de su propio partido: Felipe González, Narcis Serra, Javier Solana, por los expertos militares y civiles, por todo el aparato mediático (Falsimedia) y, por supuesto, por la embajada de los EEUU como pusieron de manifiesto los papeles de Wikileaks.

-El aparato militar tiene capacidad para presionar sobre el Gobierno de turno para que éste se mantenga dentro de una planificación estratégica que es definida desde fuera.

Conclusión provisional

Las características fundamentales de las FF.AA. españolas, como ejército de casta (franquista y antidemocrática) y como ejército dependiente y mercenario enrolado en la «guerra mundial antiterrorista» de Washington, hacen muy real la posibilidad de una intervención militar ante un proceso de protesta y rebelión popular que desestabilice al régimen oligárquico y plantee un cambio de sistema.

Sin embargo, las Fuerzas Armadas -como todas las instituciones y poderes del Estado- están inmersas en fuertes contradicciones que pueden hacer cambiar su comportamiento político previsible. De esas contradicciones trataré en el tercer artículo de esta serie.

Cádiz 29 de julio de 2013

Leer también el primer artículo de la serie:

Las Fuerzas Armadas ante la III República

Tú, el Último

Antonio Maira. Capitán de Fragata jubilado. Analista político en medios alternativos.

Contacto: [email protected]

Notas:

i Me refiero a su capacidad de intervención «apelando o no a la Constitución», como un poder autónomo dentro del estado y al servicio de determinadas clases sociales.

ii Un Rey golpe a golpe: http://www.papelesdesociedad.info/?Un-rey-golpe-a-golpe-Biografia-no

iii El golpe de Estado del 23 de febrero de 1983, confluencia de varios «proyectos golpistas» contradictorios, en los que la participación real fue evidente y las maniobras de ajuste de algunas organizaciones políticas ente lo que «se les venía encima» también (por ejemplo, el PSOE), concluyó reafirmando la estructura jerárquica procedente del régimen de Franco y condicionando gravemente el desarrollo del sistema político. El libro: «La historia oculta sobre el golpe del 23F. La conspiración de Mayo», del coronel Amadeo Martínez Inglés, contiene un relato de los hechos muy preciso en relación con las conspiraciones que culminaron en las intentonas golpistas y la retirada final a los cuarteles.

iv En las hemerotecas de los años anteriores al golpe, más que en los informes del embajador alemán de la época que se han publicado hace unos meses, se puede rastrear sin dificultad el continuo discurso de «justificación golpista» sobre «la superior moral e identificación con la Patria, de las FF.AA.» que repetía, una y otra vez, en los medios de comunicación y en los actos militares, el rey Juan Carlos.

v El pacto para la Transición incluye la no aplicación de la amnistía a los miembros de la Unión Militar Democrática (UMD) que habían sido detenidos en el verano de 1975, juzgados a principios del año siguiente, condenados a penas de cárcel y expulsados de las FF.AA. La expulsión se mantuvo hasta la segunda legislatura del PSOE. Cuando se reincorporan finalmente al Ejército no pudieron optar a destinos de mando. Los oficiales y suboficiales que pertenecían a la UMD, o simpatizaron con ella y fueron «detectados» como «demócratas» por los mandos militares, fueron arrestados sistemáticamente, se les negó destinos, se bloqueó su carrera militar , se les hizo muy dura la «convivencia profesional». Una vez consolidada la «nueva situación militar» buena parte de ellos optaron «voluntariamente» por solicitar el pase a la reserva.

vi «La guerra de la primera vez«. El Viejo Topo, septiembre 1999. «Algunas consideraciones sobre la guerra de los buenos y de los malos«. http://www.grups.pangea.org/pipermail/infomoc/Week-of-Mon-20011119/000521.html

vii Durante el curso académico 2009-10, en los institutos de Jerez, un pequeño grupo de infantería de marina, vistiendo sus mejores galas y encabezado por un suboficial, reclutaba a jóvenes estudiantes de bachillerato. Parecían representar una escena del documental Fahrenheit 9/11, de Michel Moore. Por la misma época quienes viajaban en los trenes de cercanías de la Bahía de Cádiz podían escuchar el intercambio de información entre jóvenes que habían sido licenciados por las FF.AA. y que acudían a Rota buscando ser enrolados en otras unidades militares. Parecían referirse a compañias privadas de seguridad como Blackwater.

viii Con el concepto de «autonomía relativa» me refiero a algo más de lo que con un término bastante exacto -pero tratado siempre de manera eufemística-; se denomina: «política de Estado«.

Se trata, no sólo, de la política «de Defensa» que comparten los dos grandes partidos que se distribuyen el Gobierno (con el apoyo de otros pequeños partidos del «arco constitucional»), según las determinaciones de la «oligarquía» a la que sirven y de la que forman parte sus dirigentes; sino de la política de «seguridad» (Defensa, Interior, Relaciones internacionales, política presupuestaria) que se genera en órganos específicos de la Defensa Nacional y que comprometen las decisiones de todos los Gobiernos.

ix Artículo 8 de la Constitución española.

x http://es.wikipedia.org/wiki/Pedro_Moren%C3%A9s

La presencia en el Gobierno de Pedro Morenés como ministro de Defensa fue «impuesta» o «aconsejada» por el Rey a Mariano Rajoy: http://www.tercerainformacion.es/spip.php?article35758

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.