Como parte de los levantamientos de los pueblos árabes contra los tiranos, el pueblo sirio lleva semanas protagonizando revueltas contra el régimen de Bashar Assad. Es una expresión más de un fenómeno general en todo el mundo árabe, y es que el pueblo árabe es uno, como se gritó en la reciente concentración de protesta […]
Como parte de los levantamientos de los pueblos árabes contra los tiranos, el pueblo sirio lleva semanas protagonizando revueltas contra el régimen de Bashar Assad. Es una expresión más de un fenómeno general en todo el mundo árabe, y es que el pueblo árabe es uno, como se gritó en la reciente concentración de protesta ante la embajada siria de Madrid.
Las revueltas contra los planes de miseria y la carencia de libertades democráticas básicas exigen el fin del estado de excepción y quieren poner fin a la dictadura. Frente a ellas, el régimen sirio respondió reprimiendo sanguinariamente las movilizaciones populares. Al menos 70 manifestantes han sido asesinados durante las protestas (el gobierno reconoce 35), muchos de ellos en la ciudad de Deraa, al sur de Siria, que se ha convertido en la capital de la revuelta. Las primeras movilizaciones se produjeron ya en el mes de febrero en apoyo a la revolución en Egipto y Túnez. Después, el 15 de Marzo, prendió con fuerza la protesta en Deraa llegándose a quemar el edificio del partido gobernante Baaz en dicha ciudad. La brutal represión desatada por el gobierno ha radicalizado las protestas que luchan ahora por el derrocamiento del régimen que encabeza Bashar el Assad.
El dictador ha hecho varios intentos para frenar las movilizaciones. Primero, las detenciones preventivas; después, ante la fuerza de las movilizaciones prometiendo por enésima vez el inicio de reformas constitucionales, destituyendo al gobierno. Finalmente postergando las reformas y endureciendo la represión.
En Siria gobierna el partido Baaz desde 1963, año en el que impuso el estado de excepción. El Baaz es el mismo partido que gobernó en Iraq bajo Sadam Husein. Tuvo un discurso nacionalista en el ámbito del nasserismo, pero a pesar de utilizar el nombre del socialismo, al igual que en Iraq, Siria siempre se mantuvo como un país capitalista. Desde 1970 tiene la presidencia del país la familia el Assad, que además controla la Guardia Presidencial, un cuerpo de élite como el que tiene Gadafi en Libia, y la Guardia Republicana, ambas comandadas actualmente por Mahir el Assad, hermano del actual presidente, que es el principal responsable de las matanzas. Según la constitución siria el presidente del país es el presidente del partido Baaz. Éste además dirige el llamado Frente Nacional Progresista, una coalición de seis partidos permitidos por el régimen. Tanto en el Parlamento como en el Frente, el Baaz cuenta con un mínimo de 51% de los puestos. Este régimen ya asesinó a miles de opositores. En febrero del año 1982, ante una revuelta islamista, el gobierno asesinó a miles de personas en la ciudad de Hama.
La familia el Assad es además la más rica del país. Su fortuna se multiplicó en los últimos años con las reformas económicas que llevó a cabo el gobierno. Las privatizaciones se hicieron al servicio de esta familia. Sus negocios se extienden también fuera de Siria, teniendo grandes propiedades inmobiliarias y participaciones en empresas de construcciones en Francia y Reino Unido. El presidente del gobierno español, Rodríguez Zapatero, consideró a Bashar el Assad como un buen amigo de España hace menos de un año, cuando inició negociaciones para llegar a un Acuerdo de Asociación entre Siria y la Unión Europea. El imperialismo, que en la época de Bush colocaba a Siria como uno de los países del eje del mal, había felicitado en los últimos años a Bashar el Assad por las reformas económicas. Unas reformas que están dejando en la miseria a la población del país: el 60% están en el límite de la pobreza y el 25% por debajo de esta línea, según informes de la ONU (2006). La desocupación se sitúa entre el 20 y el 25% (el 10% según datos oficiales), mientras el 50% de la riqueza del país es controlada por el 5 % de la población, los sectores sociales ligados a la familia gobernante y cercanos a los dirigentes del Estado. En estos años se abrió el negocio bancario y de los seguros a manos privadas, se liberalizó el comercio exterior, principalmente con los países árabes, y las inversiones extranjeras en el negocio del turismo.
Estamos asistiendo por tanto a una nueva llamarada revolucionaria en el mundo árabe. Como en los demás países se han combinado las penurias por la crisis económica y los planes neoliberales del gobierno, que la hacen recaer sobre las espaldas de los trabajadores y campesinos, con un régimen dictatorial odiado por la población. El régimen dictatorial amenaza con la guerra y continúa con brutales represiones a la población que se está movilizando en todas las partes del país. Al igual que hizo Mubarak en Egipto y ahora Gadafi en Libia, Bashar el Assad utiliza el discurso de la «conspiración extranjera» como responsable de las protestas, negándose a abandonar el poder. Desgraciadamente el discurso de la conspiración encuentra eco en sectores de izquierda que se han colocado al lado de la dictadura en vez de apoyar al pueblo.
Es necesaria rodear de solidaridad a los trabajadores/as y al pueblo sirio para que puedan triunfar, rompiendo con el aislamiento internacional que pueda facilitar la represión.
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