En exclusiva: habla el líder de Hamás en el exilio. Anuncia un conflicto inminente, y ello porque Tel Aviv, dice, no está interesado en escuchar a los palestinos. Y, desde USA, la apertura con Damasco fue sólo palabrería. Una conversación con Khaled Meshaal publicada en la revista italiana «L’Espresso» y traducida por Liliana Piastra.
«En el nombre de Dios el clemente y misericordioso, me gustaría hacer la primera pregunta. ¿Es posible que, tras la guerra de Gaza y nuestra heroica resistencia, Israel siga sin entender que en el proceso de paz no se puede pasar de Hamás…?» Khaled Meshaal, líder de Hamás, exilado desde hace más de 40 años, lanza la pregunta desafiante. Pese a las importantes pérdidas (1.400 palestinos muertos), reivindica la victoria por haber decidido los israelíes retirar sus tropas. Pero a corto plazo no se hace ilusiones. Con el nuevo gobierno de Benjamin Netanyahu en puertas, sólo espera más hostilidades por parte de Israel. Y, al no tener tampoco grandes expectativas en cuanto a los primeros pasos de Barack Obama, anuncia la voluntad de seguir por el camino de la fuerza, «el único lenguaje que teme Israel y que puede dar resultado.»
Esta entrevista exclusiva a L’Espresso, lograda tras complicadas negociaciones entre Beirut y la capital siria, es la primera que Meshaal concede a la prensa escrita después de la guerra. Nos hemos reunido con él en una sede archiblindada en las afueras de Damasco, a donde nos llevó un coche con los cristales tintados. Ante el portal, militantes armados con Kalashnikov. Unas medidas de seguridad impuestas por el gran número de dirigentes (45) del movimiento eliminados por Israel. El jefe, con un traje gris y sin corbata, se muestra cordial y relajado. Mantiene en todo momento la flema, en una conversación que arranca hablando del encargo de gobierno a Netanyahu, el jefe de gobierno que en el ’97, en Ammán, mandó a gente del Mossad para que le envenenaran. «Fue Netanyahu quien encargó mi asesinato fallido, pero sobre todo es responsable, como los demás jefes de gobierno israelíes, de haber atentado contra la vida de todo el pueblo palestino. Entre las posturas del Likud, de Kadima y del Labour sólo hay diferencias de matiz, nada esencial. Desde hace 60 años no ha habido un solo gobierno israelí que no haya cometido crímenes contra nosotros. Es preferible hacer frente a un liderazgo conservador, que persigue claramente sus fines, que a la hipocresía de los laboristas, que únicamente fingen que se comprometen en el proceso de paz pero luego, durante sus gobiernos, han construido la mayoría de los asentamientos de Cisjordania.»
Pero con Netanyahu, si Hamás no se abre al diálogo, ¿no se va hacia otra guerra?
No nos preocupa una nueva guerra. Nuestro pueblo jamás será vencido y jamás se rendirá. El desafío nos da fuerzas, porque ellos tienen miedo de morir y nosotros no. La paz sólo será posible cuando haya una voluntad internacional que haga presión a favor de nuestros derechos. El objetivo sigue siendo la creación de un Estado palestino con Jerusalén Este como capital, la vuelta de los israelíes a las fronteras anteriores a la guerra del ’67 y el derecho a repatriar a los refugiados. No podemos conformarnos con menos. ¿Es que ha habido alguna vez algún gobierno de Israel al que le haya parecido justo tomar en consideración nuestras aspiraciones? Dicen que no a todo y fingen tener interés en una solución. Entonces ¿qué nos queda para negociar?
Con el Anp y Fatah el Estado israelí se reúne. ¿Cómo puede esperar Hamás que haya comprensión si sigue lanzando cohetes sobre Israel?
Es una buena pregunta que me ofrece la oportunidad de aclarar por qué no se prorrogó la tregua de seis meses que acabó en diciembre. Israel se había comprometido a ponerle fin al sitio y a abrir los pasos fronterizos. No ha cumplido ninguno de esos compromisos. Quieren asfixiarnos, relegarnos a un ‘bantustan’. ¿Cómo se puede hablar de tregua cuando se está en un estado de sitio? Para garantizar su seguridad, Israel se obstina en el error de apostar por la derrota militar de nuestro pueblo. He estudiado física y estoy convencido de que a las relaciones políticas también se les puede aplicar la ley de Newton: a cada acción corresponde una reacción igual y contraria. Cuando acabe la agresión, también se acabará nuestra resistencia. Pero si las puertas seguirán estando cerradas, la única salida, insisto, es luchar.
Lo cual los deja aislados.
Antes o después, el mundo tendrá que abrir los ojos. La comunidad internacional sigue viendo tan sólo nuestros cohetes e ignorando sus F 16, y sus bombas de fósforo. Israel se aprovecha del respaldo automático de los estadounidenses, de la poca credibilidad que tiene la ONU, debilitada por las presiones de Washington, y de la nebulosidad total de Europa, que se muestra inerte o tímida. ¿Cómo es posible que tantos líderes europeos permanezcan impasibles cuando se están pisoteando los valores básicos – libertad, derechos humanos – de la democracia? ¿Cómo es posible que no se den cuenta de que con una fuerza popular como Hamás no se puede dejar de negociar?
Pero con Obama el panorama está cambiando.
Todos esperamos que así sea. Aunque hace falta un cambio sustancial. Obama habla con un lenguaje nuevo, pero no sé si será suficiente. Es necesaria una política nueva.
Si pudiera reunirse con Obama ¿qué le diría?
¿Reunirme con él? Pero ¡si ni siquiera me ha tachado de la lista de terroristas! Aunque también es cierto que, si no trata con Hamás, Obama tampoco podrá ir muy lejos. De todas formas, yo le invitaría a considerar la posibilidad de un cambio. No puede uno alinearse con Israel ignorando los derechos de los demás pueblos. Un cambio de enfoque no sólo sería ventajoso para Palestina, sino para todo Oriente Próximo e incluso para los EE.UU., que están implicados y, si se desvanece la perspectiva de paz, serán los primeros en perder. Lamentablemente, las primeras señales no son muy alentadoras. El senador John Kerry, de visita a Gaza, se ha quedado anonadado por la destrucción, pero ha insistido en el derecho de Israel a defenderse.
¿Cómo negarlo? Israel lleva muchísimos años pagando un altísimo tributo de sangre inocente. Primero con los atentados suicidas, ahora con los lanzamientos de cohetes, aunque en la última guerra ha habido una desproporción enorme entre vuestras pérdidas y las suyas.
No somos sanguinarios como nos pintan. No queremos víctimas inocentes, ni suyas ni nuestras. Pero la cuestión palestina se ha convertido en una patología grave. Y quien intente diagnosticar las causas con honradez, no tendrá más remedio que reconocer que la ocupación es el primer factor. Nosotros lo único que podemos hacer es reaccionar.
La comunidad internacional prestaría más oído a sus reivindicaciones si reconocieran a Israel.
¿Cree usted que, tras la barbarie de la reciente guerra, este es el momento más indicado? Israel tiene demasiados reconocimientos. Al que hay que reconocer es al pueblo palestino.
Hay quien dice que tras la guerra en Gaza una parte de la gente le está dando la espalda a Hamás.
Puedo asegurarle que nuestra aceptación ha crecido significativamente, en Gaza, en Cisjordania y en todo el mundo árabe. No nos sentimos aislados. Y tampoco nos estamos encerrando en un gueto. Los EE.UU. nos han puesto la etiqueta de criaturas de Irán o de Siria. Conocemos bien esos instrumentos para denigrarnos. Pero no consideramos que EE.UU. sea un juez imparcial. Abrimos las puertas de par en par a todo el que quiera ayudarnos. Y pedimos a quienes se oponen a nosotros que nos digan con quién tienen intención de negociar la paz, ya que no quieren legitimar a Hamás, que ha llegado al poder gracias a elecciones democráticas.
En los territorios hay quien les reprocha haber perdido el contacto con Palestina. El grupo que dirige Hamás lleva demasiados años en el exilio.
Sí, hay quien lo insinúa. Pero no es más que una especulación. Todos somos hijos de Palestina. Yo no puedo volver debido a la ocupación. Y al igual que yo, todos los dirigentes de la OLP han tenido que vivir muchos años en el exilio no por su gusto, sino porque se han visto obligados a ello.
En Gaza sigue habiendo incertidumbre. Olmert subordina la tregua a la liberación del soldado Shalit.
La petición ya había irritado a los mediadores egipcios y fue tajantemente rechazada. Olmert es un hipócrita. Sólo se acuerda ahora de su soldado. Nosotros no aceptamos chantajes. Estamos a favor de la liberación, pero sólo mediante un intercambio con prisioneros palestinos, que son 12.000, incluidos niños, viejos y enfermos.
Si se liberara a Marwan Barghouti ¿la meta de la reconciliación sería más fácil?
Esperemos que le liberen. Pero nadie puede resumir en sí mismo toda una causa.
En la galaxia palestina también hace falta algo de distensión. ¿Es posible que vuelvan a entenderse Hamás y la más moderada Al Fatah?
Las divergencias se pueden superar, a condición de que se cumplan algunas reglas. Es necesario que los hermanos de Al Fatah respeten los resultados de las urnas. Y luego consolidar las bases de la democracia dentro de la Autoridad Palestina. El principio irrenunciable es que todos defiendan en primer lugar los intereses de los palestinos. Hay que establecer que nuestras fuerzas del orden están al servicio de la seguridad de Palestina y no – según el general norteamericano Keith Dayton – de la de Israel.
Fuente: http://espresso.repubblica.it/