Esta mañana nos han llamado los agricultores de Khuza’a, una zona agrícola al este de Khan Younis. Nos han informado de que iban a intentar trabajar sus tierras, situadas en la ‘Buffer Zone’, un área de exclusión decretada unilateralmente por la entidad sionista a la que no pueden acceder desde hace 12 años. Nos pidieron […]
Esta mañana nos han llamado los agricultores de Khuza’a, una zona agrícola al este de Khan Younis. Nos han informado de que iban a intentar trabajar sus tierras, situadas en la ‘Buffer Zone’, un área de exclusión decretada unilateralmente por la entidad sionista a la que no pueden acceder desde hace 12 años.
Nos pidieron que los acompañásemos, esperando que la presencia de activistas internaciones les supusiese alguna protección. Nada más bajar del automóvil y a algo más de un kilómetro y medio de distancia del área de exclusión, escuchamos unos disparos del ejército sionista. Nos acercamos al lugar donde estaban los agricultores y vimos cómo la policía de Gaza les obligaba, no con demasiada amabilidad, a alejarse.
Intentamos cruzar con ellos hasta la ‘Buffer Zone’, pero la policía nos lo impidió. Tuvimos una larga y acalorada discusión con los agentes, pero parecía imposible llegar hasta las tierras de labor. La policía había decidido protegernos de un modo paternalista a los campesinos y a nosotros. Los campesinos estaban dispuestos a jugarse la vida por recuperar sus tierras y nosotros estábamos allí para protegerlos.
Finalmente, tras una discusión eterna, permitieron que entrase un tractor y, tras él, los campesinos y campesinas que iban a sembrar. Las compañeras internacionalistas Rosa y Sarah se situaron delante de los que estaban sembrando a modo de escudos humanos y yo me subía al tractor para hacer lo mismo con el conductor.
Los disparos no cesaban y cada vez llegaban más todoterrenos con soldados sionistas que se incorporaban a la ‘tarea’. Se ponían en posición de pelotón de disparos, algunos de ellos rodilla en tierra, y nos apuntaban directamente. Os garantizo que la sensación es de lo más desagradable.
Los impactos de los proyectiles se oían cada vez más cerca y cada vez más continuos. El tractor fue alcanzado por uno de los disparos. Pero los campesinos seguían con su trabajo, como si no pasara nada. Estoy seguro de que tenían el mismo miedo que nosotros, que era mucho, pero su objetivo era la siembra y no estaban dispuestos a parar hasta terminar su trabajo.
Y así lo hicieron. Al final, todo fue bien: no hubo heridos, la única baja fue la del tractor y los campesinos y campesinas consiguieron su objetivo. Regresamos agotados, sobre todo a causa del temor, pero felices por el resultado. El compañero Maher grabó todo con su cámara de vídeo. En cuanto sea posible, editará las imágenes y las compartirá.
Manu Pineda es activista de la asociación malagueña Unadikum.
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