La visita del ex presidente estadounidense Jimmy Carter a Cuba, que finalizó este miércoles, dejó sobre el tapete los principales problemas a resolver para disminuir tensiones y avanzar hacia una eventual mejoría de las relaciones entre ambos países. Entre las prioridades mencionadas por el ex gobernante poco antes de emprender el regreso a su país […]
La visita del ex presidente estadounidense Jimmy Carter a Cuba, que finalizó este miércoles, dejó sobre el tapete los principales problemas a resolver para disminuir tensiones y avanzar hacia una eventual mejoría de las relaciones entre ambos países.
Entre las prioridades mencionadas por el ex gobernante poco antes de emprender el regreso a su país figura la liberación del estadounidense Alan Gross detenido en Cuba, al igual que la de los cinco ciudadanos de la isla presos en Estados Unidos desde hace 12 años, aunque aclaró que no trajo a la Habana la idea del canje de prisioneros.
Carter llegó a La Habana invitado por el presidente de Cuba, Raúl Castro, quien al recibirlo oficialmente aprovechó para reiterar su disposición a dialogar con Washington «sobre cualquier tema, pero en términos de igualdad, sin condicionamientos y con absoluto respeto» a la independencia y soberanía de este país.
«Para mi también es importante que las relaciones entre nuestros dos países mejoren», dijo el ex mandatario en conferencia de prensa este mediodía. En su opinión, son muchas las cosas que se puede hacer para llegar a vínculos normales «en todas las formas posibles».
En las primeras de horas de su tercer y último día de estancia en la isla, Carter visitó al ex presidente Fidel Castro, «quien parece estar en buena salud», se reunió con algunos disidentes, ex presos y blogueros críticos del gobierno y conversó con Gross, condenado a 15 años de cárcel imputado de atentar «contra la independencia o integridad territorial del Estado».
Gross, contratista de la estatal Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional (Usaid), fue arrestado en diciembre de 2009, cuando intentaba regresar a su país por vía aérea, tras finalizar su quinto viaje a Cuba en nueve meses. Las autoridades sostienen que hacía llegar tecnología da comunicación satelital a opositores.
Carter narró que su compatriota «ha perdido unos 40 kilogramos de peso, pero parece estar de buen ánimo», tras indicar que no cree que constituya una amenaza seria para el pueblo y autoridades de Cuba.
«Habrá una apelación de sus abogados ante los tribunales de nivel superior (…) y espero que declaren que es inocente» de los delitos que le han sido imputados, señaló.
«No he venido con la expectativa de llevármelo a casa, de hecho los funcionarios cubanos dijeron claramente antes de que yo saliera de mi casa (en Estados Unidos) que la liberación de Alan Gross no será concedida», añadió, aunque expresó la esperanza de una futura orden ejecutiva que lo deje salir de la cárcel por razones humanitarias.
Aclaró, sin embargo, que no vino a Cuba con la idea de coordinar algún tipo de intercambio entre Gross y los cubanos Gerardo Hernández, René González, Antonio Guerrero, Ramón Labañino y Fernando González, arrestados el 12 de septiembre de 1998 y condenados a severas penas de cárcel, acusados de conspiración para cometer espionaje.
A Hernández también se le imputó el delito de conspiración para cometer asesinato y se le condenó a dos prisiones de por vida.
En opinión de Carter, se trata de dos casos separados y distintos que no deben interrelacionarse. «Creo que Gross debe ser liberado porque es inocente de un delito serio y creo que los cinco cubanos deben ser liberados porque han estado 12 años en prisión y las circunstancias originales de sus juicios fueron consideradas dudosas incluso por los jueces y el sistema judicial de Estados Unidos», puntualizó.
También defendió la idea de eliminar de inmediato el embargo comercial (que en al isla llaman bloqueo) que su país «ha impuesto contra el pueblo de Cuba», así como las restricciones sobre viajes de estadounidenses a este país y las trabas que existen actualmente para las transferencias bancarias de fondos humanitarios desde Estados Unidos.
«Personalmente quisiera que la ley Helms-Burton, promulgada en 1996 durante el mandato de Bill Clinton (1993-2001), fuera derogada completamente. Creo que fue un serio error. Cualquier esfuerzo por mejorar la vida del pueblo cubano con ayuda financiera u otros medios es sospechoso o ilegal según esa norma que tiene por objetivo poner fin al régimen de Castro», señaló el ex mandatario.
Calificó esa ley de contraproducente, como también lo es la actitud de los líderes del Congreso legislativo de Estados Unidos de origen cubano.
«Actúan de manera muy contraproducente al tratar de castigar al régimen cubano, cuando en realidad están castigando al pueblo cubano con sus restricciones», consideró.
El también premio Nobel de la Paz desestimó por inciertas las razones de Washington para incluir a Cuba entre las naciones que promocionan el terrorismo, otro de los factores de irritación en las relaciones bilaterales. «Creo que se debe sacar a Cuba de esa lista», sostuvo.
Confirmó que a su regreso entregará al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y a la Secretaria de Estado (canciller), Hillary Rodham Clinton, un informe de su viaje a Cuba, el cual reflejará, según dijo, los criterios vertidos en la conferencia de prensa «más otros asuntos confidenciales que debo compartir solo entre mi persona y los funcionarios».
Carter, quien gobernó su país de 1977 a 1981, visitó Cuba también en 2002, invitado por el entonces presidente Fidel Castro, quien lo recibió y despidió en el aeropuerto y acompañó a buena parte de sus recorridos de una semana. En ese viaje también sostuvo reuniones con sectores de la disidencia interna.
Berta Soler, esposa del ex preso Ángel Moya, una de las Damas de Blanco que asistieron al encuentro de esta mañana, confirmó a IPS que el visitante solicitó privacidad respecto a lo tratado. «Fue muy corto tiempo, pero muy bueno (…). Entregamos un documento con detalles de los presos por los que estamos abogando», afirmó.
En la víspera, Carter fue recibido por el arzobispo de La Habana, Jaime Ortega, a quien manifestó su complacencia por el proceso de diálogo que conduce la Iglesia Católica con el gobierno de Castro, uno de cuyos resultados ha sido la excarcelación en los últimos meses de más de 100 prisioneros.
Durante su mandato se instalaron en Washington y La Habana sendas Secciones de Intereses, encargadas de representar a cada nación ante su contraparte, y se permitieron los viajes a Cuba de los inmigrantes cubanos en Estados Unidos.