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Condenados a encontrarse

Fuentes: Rebelión

La realidad inmediata del pueblo palestino no invita al optimismo, pero si analizamos la situación de los diferentes actores involucrados in situ, el marco regional en que se encuadra el conflicto árabe israelí y la situación de la política internacional quizá encontremos indicios de cambio que sean capaces de alterar el status quo actual y […]

La realidad inmediata del pueblo palestino no invita al optimismo, pero si analizamos la situación de los diferentes actores involucrados in situ, el marco regional en que se encuadra el conflicto árabe israelí y la situación de la política internacional quizá encontremos indicios de cambio que sean capaces de alterar el status quo actual y dar paso a una nueva realidad donde la balanza de fuerzas se reequilibre y las decisiones se ajusten al derecho internacional.

Territorios Ocupados (TTOO) en 1967

La situación en Cisjordania es de creciente normalidad (entendiendo ésta siempre dentro del contexto de la ocupación)

Aunque la situación socioeconómica no es ni mucho menos boyante, hay productos en las tiendas y la gente puede cubrir sus necesidades básicas. Los bancos han bajado sus condiciones para la concesión de créditos e hipotecas y eso ha permitido que se abran mas negocios y las transacciones comerciales se activen. Aunque sea en un contexto anormal y sobre unos cimientos endebles y ficticios la gente en la calle percibe su cotidianidad como mas normalizada, hay mas movimiento en las ciudades, en las carreteras, incluso hay mas vida por la noche. La represión en sus diferentes frentes, interno y externo, ha descendido considerablemente. Y lo más importante, la movilidad de la gente ha aumentado con la eliminación de muchos de los chekpoints antes existentes. Especial mención merece la situación de la ciudad de Nablus, en donde hasta 2009 era prácticamente imposible atravesar el chekpoint de Hawara para muchas personas, principalmente hombres jóvenes y a día de hoy, prácticamente, esta desmantelado.

Evidentemente esta normalidad (insisto dentro de la anormalidad de la ocupación) no es casualidad, ni responde a un replanteamiento o finalización de las políticas sionistas de limpieza étnica. Esta normalidad es parte del plan de apaciguamiento de la población palestina en los TT del 67, mas concretamente en Cisjordania y responde, básicamente, al interés de las potencias occidentales de adocenar al pueblo palestino, desarabizarlo en el sentido esencial del término, acabar de implementar su proyecto de zonas industriales a lo largo del muro al estilo de las maquilas en Centroamérica, estabilizar al menos aparentemente la región haciendo ver que el conflicto ha terminado y poder así comenzar a tejer relaciones abiertas y normalizadoras con el estado de Israel pudiendo alcanzar éste el objetivo innato a su creación como estado: convertirse en la potencia de referencia en el corazón del mundo árabe. Este, llamado, proceso de pacificación que antaño fue conocido como «paz por territorios» a día de hoy se conoce como «la paz económica».

La Franja de Gaza

En la Franja la situación es, curiosamente, igual y diferente. Excepto en los periodos en los que el ejercito israelí ha atacado brutalmente a la población, en Gaza se vive inmerso en una calma tensa, una calma llena de desidia, apatía, indiferencia. El cansancio de la gente que se sabe olvidada, abandonada y que tan solo resisten por su determinación de sobrevivir, de seguir en su tierra.

Dentro de la política internacional el problema es indudablemente la Franja de Gaza.

A Israel le conviene mantener el juego que separa no solo los territorios del 67 sino a sus poblaciones. El estado sionista no quiere de ninguna de las maneras absorber al millón y medio de palestinos y palestinas que allí viven, ni tan siquiera está dispuesto a afrontar sus obligaciones como potencia ocupante, tan solo desea que desaparezcan o que pasen a estar bajo mandato egipcio, reproduciendo la situación previa a 1967. A Egipto le horroriza el plan e intenta rechazarlo de todas las formas posibles, pero «donde hay patrón, no manda marinero»

En esta situación de encarcelamiento y aislamiento quien sale ganando es indudablemente Hamas e Israel. La fuerza de Hamas aumenta en la Franja, sus recursos continúan siendo sólidos y su control también. La comunidad internacional se siente incapaz de dar una solución al tema y se dedica a repetir un discurso manido y obsoleto sobre línea verde y territorios del 67 que, no es ya que nadie se crea, es que resulta materialmente imposible. Y lo saben.

Por su parte Israel se siente cómodo con esa «entidad enemiga» tan cerca que le permite tener una excusa para utilizar su material militar de cuando en cuando aumentando de esta forma su popularidad entre la población israelí y a la vez le permite mostrar al mundo su política actual basada en la fuerza bruta que no atiende a razones y que basa su estrategia únicamente en la fuerza de sus armas. Tan patético como cierto, no en vano, en la coalición del actual gobierno israelí hay personajes que marcan ese modus operando: Ehud Barak, impulsor de los ataques mas sangrientos sobre el pueblo palestino, Lieberman, actual ministro de exteriores, cuyo discurso ha sido siempre abiertamente racista hacia la población no judía y cuyo background profesional es el de portero de discoteca, personajes caracterizados por la posesión de grandes músculos y nula capacidad de diálogo, o su Presidente , Simón Peres, un hombre sin pasado militar, cuya. estrategia para ganarse la admiración y el respeto de su pueblo ha sido, desde su llegada a cotas de poder, atacar brutal y despiadadamente a la sociedad palestina.

Israel

Por su parte el estado sionista no vive, precisamente, un momento de esplendor. Su crisis económica e identitaria están marcando el devenir de los acontecimientos en el seno de su sociedad. La primera se evidencia físicamente en cada una de las esquinas de las grandes ciudades como Jerusalén o Tel Aviv con la presencia de un número creciente de personas sin recursos tiradas en el suelo a quienes el estado, una vez desestructurados la mayoría de los servicios sociales, no tiene nada que ofrecer. La crisis identitaria, por su parte, se halla en la base de la deriva social y el cambio de rumbo de una sociedad que, acontecido sin un proceso reflexivo de fondo, se deja arrastrar hacia postulados religiosos y de extrema derecha.

La sociedad israelí nunca ha sido homogénea, en su seno hay personas de 70 nacionalidades diferentes, por tanto, con culturas, costumbres e idiomas distintos. Aunque en base a la Ley del Retorno cualquier judío es considerado ciudadano del estado en el momento de su llegada a Israel, los privilegios que disfrutan están marcados según su país de procedencia estableciendo un sistema de castas, creando unas diferencias considerables desde la base. A grandes rasgos la sociedad israelí esta conformada por una amalgama de comunidades que nada tienen que ver unas con otras: Una quinta parte de la ciudadanía es de origen ruso y desde hace unos años están causando muchos problemas al estado al negarse a hablar hebreo y a cumplir con los principios que el país exige. Otra quinta parte son palestinos, musulmanes y cristianos, que son considerados por Israel como el enemigo interior y que disfrutan tan solo de una limitada cantidad de derechos no equiparable a la población judía. La población ultraortodoxa esta acercándose al 20% y está creando cada vez más problemas al exigir que el estado y sus leyes se ciñan en mayor medida a los preceptos del judaísmo. Un 5% de la población vive en los kibutzs y aunque son un número reducido, a ellos, históricamente, ha pertenecido parte de la burguesía asquenazi con más poder dentro de Israel. Los colonos, población marcadamente violenta, representan aproximadamente un 10% de la población y tienen, de facto, una especie de poder paralelo dentro del estado. Estos ejemplos pueden darnos una idea de la tremenda heterogeneidad de la sociedad israelí. Algo que podría ser muy positivo si su unidad tuviera como base unos criterios constructivos. Sin embargo, este mosaico tan solo se ha mantenido cohesionado por dos elementos: uno, la existencia de un enemigo permanente que a su vez justifica la militarización del estado y las políticas represoras utilizadas. Y dos, la religión.

Resulta ciertamente interesante el viraje que está realizando la sociedad israelí. En solo 60 años el grueso de la población ha pasado de tener y defender unos ideales progresistas y laicos a dejarse imbuir por un ideario reaccionario y fascista con una presencia cada vez mayor de la religión. Y es que la falta de alternativas, la crisis económica y la falta de referencias identitarias a nivel de estado-nación, por la juventud del mismo, hacen que la gente, en general, comience a aferrarse a aquellos que presentan un discurso estructurado y sólido, es decir la derecha y la religión.

Todavía a día de hoy colea la tormenta mediática que causó la semana pasada Moshé Arens, antiguo ministro de exteriores en el gobierno de Menahen Beguin y numero dos del Likud a finales de los años 70. La temática del debate que Moshé abrió con su artículo en Hareetz: la solución del conflicto a través de la creación de un estado binacional.

Hay que bucear bajo este atractivo título para conocer los pilares en los que se asienta esta propuesta y el ideario que lo genera.

Si algo ha quedado patente en este debate es que la derecha israelí no plantea crear un estado plural y democrático y que la izquierda sionista, reducida al mínimo, carente de soluciones, de imaginación y fiel a las consignas de la comunidad internacional, continua con el mismo discurso patético de la solución de dos estados.

Esta propuesta de Moshé Arens que puede parecer paradójica y sorprendente es, sin embargo, a día de hoy, una realidad, pues en Israel gobierna Israel y en los territorios ocupados, de forma mas o menos directa, también, es decir, en realidad y de facto ya hay un solo estado en la Palestina histórica. Tampoco hay que olvidar que desde finales del siglo XIX, esa ha sido la pretensión y demanda de todas y cada una de las diferentes corrientes del sionismo: el control y posesión de todo el territorio desde el Nilo al Eufrates o como mínimo del Jordán al Mediterráneo sin árabes o con su número reducido al mínimo. Es decir lo único que ha hecho la derecha israelí es retomar el ideario sionista primigenio y actualizarlo en base a la coyuntura política actual utilizando la terminología más adecuada de cara a la comunidad internacional.

Lo que sin duda resulta interesante y preocupante a la vez es que se plantee como una solución formal y abra el debate a un concepto que en los últimos años solo habían manejado las organizaciones mas radicales y progresistas dentro de la Palestina histórica y los colectivos del mismo sesgo político a nivel internacional. Interesante porque rompe el monopolio de la solución de dos estados, abriendo el debate a nuevas propuestas. Y preocupante por la capacidad de absorción y manipulación del sionismo, que puede hacer suyo y desvirtuar cualquier proyecto, convirtiendo una propuesta progresista basada en la igualdad y la justicia en un propuesta sionista, racista y excluyente.

De hecho en el estado propuesto por Moshé Arens la primera característica es que debería definirse como estado judío y todas las personas que vivieran en él deberían jurar fidelidad al mismo, teniendo el hebreo como lengua vehicular. Sin tener que dar más detalles de la propuesta queda claro que independientemente del nombre que tome la solución lo realmente importante es conocer los contenidos y matices de la misma. Que las palabras, tan fáciles de pronunciar a veces, no nos lleve a confusión ni ofusquen nuestro raciocinio.

Situación actual

Resumiendo, a día de hoy nos encontramos, por un lado, con una creciente normalidad en Cisjordania, tan preocupante como necesaria para la población, que la llevaba demandando desde 2005 tras la brutal represión de la II Intifada comenzada con la operación «Muro defensivo» en 2002. Una normalidad que muchos de ellos sienten como ese periodo entre revueltas que les permite coger fuerzas para volver a protestar. La preocupación radica en el nivel de absorción y adocenamiento que este imaginario estado de creciente normalidad y prosperidad puede tener entre la población palestina. El lado positivo y esperanzador lo representan los palestinos y palestinas que de forma organizada siguen trabajando tanto en Cisjordania , como en la Franja de Gaza, en Jerusalén, en el interior de Israel y en la diáspora para mantener la memoria del pasado y la necesidad de lucha del presente.

Por otro lado, encontramos una sociedad israelí que habiendo perdido el miedo a ese enemigo que hace unos años le atacaba en casa manteniéndoles en alerta y unión, pierde también parte de su cohesión. Una sociedad que por el impacto de algunas campañas internacionales relacionadas con el boicot las sanciones y las desinversiones al estado de Israel (BDS) se va encerrando en un discurso endogámico, defensivo, narcisista y reaccionario que le alejan de ese estado normal y europeísta al que aspira la progresía israelí afincada en Tel Aviv. Un estado que cada vez en mayor medida reta con la arrogancia del poderoso, a occidente y a la administración norteamericana sin tener en cuenta que todas las cuerdas, sobrepasado un punto de tensión, se rompen.

Esta situación interna se encuentra enmarcada con una liga árabe impotente e inoperante, una diplomacia occidental que precisa la paz en la región para mejorar sus respectivas economías y una administración norteamericana encabezada por Obama que queriendo mas que pudiendo y sin dar un cambio de rumbo drástico intenta romper con algunas inercias de pasadas administraciones, desdibujando el mapa trazado por la administración Bush para Medio oriente y Norte de Africa.

Las fichas sobre el tablero se mueven y el papel de las organizaciones internacionales e internacionalistas en sus respectivos países es cada vez más necesario y efectivo.

Soluciones

En este contexto cambiante, son tres las soluciones que a día de hoy se perciben como más factibles:

1-Un único estado con una cierta autonomía gubernamental en los guetos palestinos marcados por el muro, en donde la Autoridad Palestina (AP) mantendría una soberanía limitada y condicionada por la ocupación israelí, una ocupación que ha pasado de ser principalmente militar a convertirse, básicamente, en una ocupación económica, por tanto, mucho más difícil de denunciar.

2-Un único estado con desestructuracion de la AP y derechos individuales según etnia/confesión.

3-Un estado con desestructuración de la AP y de los cimientos sionistas de Israel, con los mismos derechos para todos los ciudadanos y ciudadanas.

La AP podría llegar a aceptar la primera solución como única forma de mantener su presencia y poder, aspirando a conseguir una mayor soberanía en lo que viene siendo su filosofía posibilista desde la firma de los acuerdos de Oslo.

Israel, en términos generales podría aceptar las dos primeras soluciones, en el primer caso mantendría el control sobre la población palestina, condición sine qua non para Israel a la hora de aceptar cualquier solución, mediante los cuerpos de seguridad palestinos, es decir, el modus operandi actual. En el segundo caso, el control se llevaría a cabo mediante los diferentes cuerpos de seguridad más las políticas administrativas discriminatorias que les mantendrían siempre en una posición de desventaja con respecto a la población judía del estado.

Por tanto, a día de hoy y en base a un criterio estrictamente democrático, parece evidente que la única solución justa sería la tercera propuesta que pasa, indefectiblemente, por la desaparición del sionismo lo que a su vez conllevaría la desaparición del estado de Israel, como estado judío, a nivel conceptual y filosófico. Sólo en ese marco coyuntural otra realidad puede ser creada. Con los acontecimientos sobre el terreno se puede ser optimista y confiar en que con la resistencia del pueblo palestino y unas buenas campañas de boicot sanciones y desinversiones coordinadas a nivel internacional los cimientos del estado sionista pueden ser desestructurados y una nueva realidad puede ser creada por sus protagonistas, basada en la justicia social y en la soberanía de los pueblos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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