Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
La comunidad palestina debe tomar conciencia de la magnitud de la pérdida de nuestros hijos. (Activestills.org, archivo)
Mientras el mundo celebraba la víspera del Año Nuevo en 2015, con todas sus promesas para el próximo año, decenas de familias palestinas recibían los cuerpos congelados de sus shaheeds (mártires): niños asesinados por los israelíes en la reciente agitación política.
Permítanme decir desde el principio que este artículo es un intento de explorar la experiencia del dolor entre las víctimas de nuestra realidad política, un ensayo sobre el significado del martirio o un análisis del apodo Shaheed, la condición que tanto los religiosos como los seculares palestinos otorgan a los niños asesinados por la ocupación.
Simplemente hago la observación de que la comunidad palestina, al igual que muchos grupos que glorifican a los soldados que mueren en su nombre, también glorifica a los individuos asesinados por la causa de la resistencia a la ocupación y utilizan el término Shaheed para llamar la atención sobre las circunstancias de su muerte.
Mucho silencio rodea el dolor de las familias de los combatientes palestinos. Los palestinos creen que las autoridades israelíes se satisfacen sádicamente con nuestro sufrimiento. En respuesta los palestinos a menudo presentan una fachada dura que enmascaran sus emociones y borran todos los signos de vulnerabilidad frente a los que mataron a sus seres queridos. Algunos palestinos van más allá, tratando de no causar más dolor a los miembros de su familia guardando su dolor para sí mismos.
Una joven vino a verme con palpitaciones y dificultad para respirar, síntomas de los que no se encontró ninguna causa orgánica. Cuando le pregunté cuándo comenzaron sus síntomas, respondió: «Desde que el corazón de mi hermano dejó de latir». Su hermano había recibido un disparo en una manifestación dos años antes; ella había estado conteniendo esta pérdida en su pecho por temor a que toda su familia colapsaría si alguien lo reconoce ante ellos.
Otros motivos del silencio de los palestinos son el deseo de evitar la incriminación de los que han perdido la vida y la necesidad de evitar una mayor intimidación hacia las personas de la comunidad que han prestado su apoyo y simpatía. Mostrar solidaridad con las familias en duelo significa tomar riesgos y asumir las consecuencias. Incluso los miembros árabes del Parlamento israelí, los legisladores que hicieron visitas a las familias que apelaron para recibir los cuerpos de sus hijos y enterrarlos apropiadamente, fueron amenazados y castigados.
El primer ministro, Benjamin Netanyahu, afirmó: «Los que se conduelen con las familias de los terroristas no merecen ser miembros de la Knesset«. La participación de estos miembros árabes del Parlamento se suspendió mientras que no se tomó ningún tipo de medidas contra el ministro de Justicia israelí que consoló a las familias de colonos acusados de quemar a una familia palestina.
La intimidación impide expresiones de apoyo de la comunidad a las familias que ya sufren impedimentos para el proceso natural del duelo. Tratados como sospechosos por la ocupación, los miembros de la familia suelen ser detenidos, castigados colectivamente con la demolición de viviendas, denegación de permisos de trabajo e interferencias en el funcionamiento de los rituales tradicionales de duelo por la obstinación de que el cuerpo del difunto no se liberará hasta que la familia ceda a la exigencia de enterrar a sus muertos aislados de la comunidad.
Después de cuatro meses de agotar las negociaciones entre las autoridades israelíes y la familia de Ahmad Abu Sha’aban, el cadáver del hijo, Ahmad, se entregó a la familia con la condición de que el entierro tenga lugar en un plazo de hora y media, con la presencia de no más de 14 personas y en medio de la noche.
También nosotros, como palestinos, a veces somos culpables de mantener a estas familias encerradas en su dolor. Una encuesta realizada por el Centro de Al Quds para Estudios Palestinos de Israel demostró que el 66 % de los palestinos expresó su malestar por la reducción de trabajadores de los medios de comunicación en los duelos de las familias, especialmente durante las primeras horas después de una muerte.
Además el 60 % de las personas expresó su descontento con la conducta de las facciones políticas, en particular con las afirmaciones de que sus hijos pertenecían a un partido político, distribuyendo carteles de los shaheed que muestran el icono del partido político y enarbolando la bandera del partido político en el funeral. De esta manera las fracciones políticas se han apropiado de los sacrificios de los individuos y de la angustia de sus familias. Los medios de comunicación han competido para informar sobre la última crisis de una manera que, a menudo, se entromete en los momentos más íntimos de una familia, convirtiendo a un afligido padre o madre en un portavoz institucional.
Una presión social aparentemente bienintencionada sobre una familia en duelo para expresar orgullo es otro factor que puede operar para inhibir la experiencia del dolor y retrasar el proceso de duelo. Observamos familias reconfortadas por la multitud que viene a unirse a ellas en su momento de necesidad, hablan de la última vez que vieron al shaheed y enumeran sus diversas virtudes. Sus amigos llenan en la fantasía de la madre el rol del hijo o del padre para sus hijos; el fallecido es repentinamente su más querido y más cercano amigo. Pronto estos dolientes acuden a una crisis más reciente que reclama su atención, dejando a la familia sola ante el vacío.
Círculos de duelo que muestran el «síndrome del sobreviviente», la culpa, vergüenza, ansiedad y dolor parecen sucederse de una persona a otra. En realidad vemos unos pocos casos en los que los jóvenes amigos o parientes del shaheed han atacado a soldados israelíes, este es un acto impulsado entre otras causas por el dolor. De esta manera, el mártir se transforma en romántico y es seguido. Su funeral conduce a otros funerales.
El shaheed ausente permanece muy presente en la psique de sus dolientes. Un hombre de mediana edad, introvertido, me dijo: «Tengo cuidado de no ofender la imagen de mi padre. Ahora soy mayor de lo que él era cuando lo mataron. Yo mismo me acabo de casar y mi esposa quedó embarazada. Y de hecho mi padre fue asesinado justo después de que mi madre quedó embarazada de mí. Pero todavía vivo cada día y cada minuto de mi vida con su imagen mirándome, corrigiendo mi comportamiento y diciéndome qué hacer».
La confiscación de los cuerpos de los palestinos muertos y la imposición de restricciones dolorosas en el duelo de sus familias no tiene nada que ver con la seguridad de Israel, solo beneficia a los malvados que imponen el sufrimiento porque sí: castigar a la comunidad palestina a través de la privación de participar en el proceso normal de duelo. Las consecuencias son que están ampliando los círculos de dolor. A las propias familias su dolor inhibido y enmarañado les crea distorsiones cognitivas y las llena de culpabilidad, además de que Israel impone su propia definición de criminales o terroristas a sus familiares fallecidos. Pero para cada familia en Palestina, la muerte de estos jóvenes combatientes y la brutalidad de los supervivientes son armas poderosas que socavan la seguridad psicológica de todos.
Independientemente del juicio que transmiten sus acciones específicas, estos jóvenes combatientes quedaron atrapados entre la violencia del ocupante y la impotencia del liderazgo palestino. Actuaron con desinterés, sin búsqueda de ganancia personal ni de fama. Actuaron por la ira y la frustración experimentada por todos los palestinos. Su impulso fue ofrecer ayuda de la única manera que creían posible. Sus experiencias, sus emociones y sus intenciones deben ser identificadas, comprendidas y validadas antes de debatir sobre la legitimidad de sus acciones.
Después de todo es en el sacrificio de unos pocos donde se nutre la esperanza de la liberación. Sus familias y el conjunto de la comunidad palestina deben reconocer la magnitud de la pérdida de nuestros hijos, restaurar nuestros recuerdos positivos de ellos y volver a contar la historia de su muerte. A través de esto podemos afirmar nuestro profundo amor por aquellos que murieron en nombre de Palestina. Por lo menos un proceso de la memoria nacional palestina puede mitigar el aislamiento de las familias en duelo y transformar su pérdida personal en una experiencia de sentido colectivo.
Samah Jabr es psiquiatra y psicoterapeuta en Jerusalén y se preocupa por el bienestar de su comunidad más allá de los problemas de las enfermedades mentales. Escribe regularmente sobre la salud mental en la Palestina ocupada.
Este artículo se publicó originalmente en MEMO
Fuente: http://www.palestinechronicle.com/frozen-in-their-grief-on-the-bereavement-of-palestinian-families/
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, a la traductora y a Rebelión como fuente de la traducción.