Cada viernes desde hace dos años, cientos de activistas palestinos, israelíes y extranjeros se agolpan en esta aldea agrícola para protestar contra el «muro del apartheid» que el estado judío construye alrededor de Cisjordania. Entre los olivos, los soldados israelíes que custodian la valla suelen reprimir a la multitud con gases lacrimógenos, bombas de humo, […]
Cada viernes desde hace dos años, cientos de activistas palestinos, israelíes y extranjeros se agolpan en esta aldea agrícola para protestar contra el «muro del apartheid» que el estado judío construye alrededor de Cisjordania.
Entre los olivos, los soldados israelíes que custodian la valla suelen reprimir a la multitud con gases lacrimógenos, bombas de humo, granadas y balas de goma.
En la última protesta, el viernes, ocho manifestantes, entre ellos cinco menores palestinos y un paramédico, resultaron heridos, y tres más fueron arrestados.
La población local organizada resolvió realizar estas manifestaciones semanales en febrero de 2005, cuando las fuerzas israelíes comenzaron a arrancar árboles de raíz y allanar laderas para construir la muralla.
El muro, una estructura electrificada y con alambres de púas, dividió predios de agricultores de Bili’in que suman cientos de hectáreas.
La cerca dejó del lado israelí los alrededores del asentamiento de Modi’in Illit, el mayor del territorio ocupado de Cisjordania, donde viven unos 33.000 colonos judíos.
Los manifestantes bajaron por las laderas hacia la muralla donde los esperaban casi una docena de soldados israelíes detrás de los olivos, frente a vehículos blindados. Los efectivos lanzaron granadas y gases lacrimógenos.
La multitud corrió dispersa hacia las laderas en busca de refugio mientras los soldados disparaban gases lacrimógenos hacia los árboles cercanos. Algunos manifestantes quedaron rezagados, incluidos menores que arrojaron piedras.
En ese momento, los soldados comenzaron a apuntar con balas de acero cubiertas de goma que suelen perforar y quemar la piel, pero cuando se disparan de cerca pueden ser fatales.
«Vengo todas las semanas», dijo un joven palestino de 19 años, que pidió reserva de su identidad. «Los soldados nos frenan y usan gases, bombas y balas de goma. Usan todo tipo de armas para detenernos. El gas enferma. Varios quedaron con graves problemas de salud.»
«Los colonos israelíes nos disparan y golpean cuando tratamos de llegar hasta nuestras tierras, del otro lado del muro», añadió.
La Corte Internacional de Justicia con sede en La Haya declaró en junio de 2004 que «la construcción y sus sistemas asociados son contrarios al derecho internacional» y que «Israel tiene la obligación de interrumpir las obras y destruir el muro».
«Israel debe indemnizar a los propietarios de las tierras confiscadas para construir la valla y a los perjudicadas por la misma. Los estados tienen la obligación de no reconocer la situación y garantizar que ese país actúe conforme al derecho Internacional», añadió.
Por su parte, Israel no aceptó el dictamen, que carecía de carácter obligatorio, y prosiguió con la construcción del muro que, una vez terminado, se extenderá por 703 kilómetros alrededor de Cisjordania.
El muro traspasa muchas veces la Línea Verde, suerte de frontera demarcada en el armisticio árabe-israelí de 1949 entre ese país y Egipto, Jordania y Siria.
Israel aduce que el propósito de la muralla es evitar atentados suicidas, pero los críticos arguyen que su intención real es anexar tanto territorio como sea posible para las crecientes colonias judías de Cisjordania.
Muchas aldeas agrícolas como Bili’in, que dependen de lo que venden a comunidades cercanas, quedaron en una situación muy vulnerable tras la construcción de la verja.
«El muro, que resultó confiscatorio de algunos de los principales recursos de las aldeas, como tierras fértiles y reservas hídricas, propició cambios muy rápidos en la estructura económica y social de zonas palestinas», dijo a IPS, Jamal Jumaa, coordinador de la Campaña contra el Muro del Apartheid, con sede en Ramalá.
«Cincuenta y un aldeas quedaron aisladas, lo cual obligó a agricultores que por generaciones cultivaron esas tierras a buscar empleo en ciudades cercanas u otras», relató Jumaa.
«El hecho cambió la configuración social: de una estructura social basada en la agricultura pasó a otra basada en la industria», apuntó.
«Del otro lado del muro, Israel crea zonas industriales. Los palestinos pierden sus tierras por la muralla y se ven obligados a buscar trabajo convirtiéndose en mano de obra barata para la industria israelí», añadió.
Las manifestaciones no violentas contra el muro se volvieron regulares y se registran a diario en Cisjordania.
Pero en Bili’in, numerosos activistas internacionales mantienen una presencia visible en las protestas semanales.
«Los israelíes presionan para ver hasta dónde pueden llegar», dijo a IPS un adulto mayor de origen británico que participó en la manifestación.
«Hay que decirles: ‘Ya llegaron demasiado lejos’. Hay que protestar. Ellos esperan que el mundo se calle. Pero los que venimos de todas partes les demostramos que no nos quedaremos quietos «, apuntó.
«Soy inglés, pero vivo en Estados Unidos y mis impuestos pagan los gases lacrimógenos que acaban de atacarme. Es decir, pago por esto. Es un escándalo», se indignó.
El ejército israelí «espera que dejemos de protestar y nos mudemos», dijo el palestino de 19 años. Con las manifestaciones les demostramos que nos vamos a quedar en nuestras aldeas», subrayó.
En la última protesta, el viernes, ocho manifestantes, entre ellos cinco menores palestinos y un paramédico, resultaron heridos, y tres más fueron arrestados.
La población local organizada resolvió realizar estas manifestaciones semanales en febrero de 2005, cuando las fuerzas israelíes comenzaron a arrancar árboles de raíz y allanar laderas para construir la muralla.
El muro, una estructura electrificada y con alambres de púas, dividió predios de agricultores de Bili’in que suman cientos de hectáreas.
La cerca dejó del lado israelí los alrededores del asentamiento de Modi’in Illit, el mayor del territorio ocupado de Cisjordania, donde viven unos 33.000 colonos judíos.
Los manifestantes bajaron por las laderas hacia la muralla donde los esperaban casi una docena de soldados israelíes detrás de los olivos, frente a vehículos blindados. Los efectivos lanzaron granadas y gases lacrimógenos.
La multitud corrió dispersa hacia las laderas en busca de refugio mientras los soldados disparaban gases lacrimógenos hacia los árboles cercanos. Algunos manifestantes quedaron rezagados, incluidos menores que arrojaron piedras.
En ese momento, los soldados comenzaron a apuntar con balas de acero cubiertas de goma que suelen perforar y quemar la piel, pero cuando se disparan de cerca pueden ser fatales.
«Vengo todas las semanas», dijo un joven palestino de 19 años, que pidió reserva de su identidad. «Los soldados nos frenan y usan gases, bombas y balas de goma. Usan todo tipo de armas para detenernos. El gas enferma. Varios quedaron con graves problemas de salud.»
«Los colonos israelíes nos disparan y golpean cuando tratamos de llegar hasta nuestras tierras, del otro lado del muro», añadió.
La Corte Internacional de Justicia con sede en La Haya declaró en junio de 2004 que «la construcción y sus sistemas asociados son contrarios al derecho internacional» y que «Israel tiene la obligación de interrumpir las obras y destruir el muro».
«Israel debe indemnizar a los propietarios de las tierras confiscadas para construir la valla y a los perjudicadas por la misma. Los estados tienen la obligación de no reconocer la situación y garantizar que ese país actúe conforme al derecho Internacional», añadió.
Por su parte, Israel no aceptó el dictamen, que carecía de carácter obligatorio, y prosiguió con la construcción del muro que, una vez terminado, se extenderá por 703 kilómetros alrededor de Cisjordania.
El muro traspasa muchas veces la Línea Verde, suerte de frontera demarcada en el armisticio árabe-israelí de 1949 entre ese país y Egipto, Jordania y Siria.
Israel aduce que el propósito de la muralla es evitar atentados suicidas, pero los críticos arguyen que su intención real es anexar tanto territorio como sea posible para las crecientes colonias judías de Cisjordania.
Muchas aldeas agrícolas como Bili’in, que dependen de lo que venden a comunidades cercanas, quedaron en una situación muy vulnerable tras la construcción de la verja.
«El muro, que resultó confiscatorio de algunos de los principales recursos de las aldeas, como tierras fértiles y reservas hídricas, propició cambios muy rápidos en la estructura económica y social de zonas palestinas», dijo a IPS, Jamal Jumaa, coordinador de la Campaña contra el Muro del Apartheid, con sede en Ramalá.
«Cincuenta y un aldeas quedaron aisladas, lo cual obligó a agricultores que por generaciones cultivaron esas tierras a buscar empleo en ciudades cercanas u otras», relató Jumaa.
«El hecho cambió la configuración social: de una estructura social basada en la agricultura pasó a otra basada en la industria», apuntó.
«Del otro lado del muro, Israel crea zonas industriales. Los palestinos pierden sus tierras por la muralla y se ven obligados a buscar trabajo convirtiéndose en mano de obra barata para la industria israelí», añadió.
Las manifestaciones no violentas contra el muro se volvieron regulares y se registran a diario en Cisjordania.
Pero en Bili’in, numerosos activistas internacionales mantienen una presencia visible en las protestas semanales.
«Los israelíes presionan para ver hasta dónde pueden llegar», dijo a IPS un adulto mayor de origen británico que participó en la manifestación.
«Hay que decirles: ‘Ya llegaron demasiado lejos’. Hay que protestar. Ellos esperan que el mundo se calle. Pero los que venimos de todas partes les demostramos que no nos quedaremos quietos «, apuntó.
«Soy inglés, pero vivo en Estados Unidos y mis impuestos pagan los gases lacrimógenos que acaban de atacarme. Es decir, pago por esto. Es un escándalo», se indignó.
El ejército israelí «espera que dejemos de protestar y nos mudemos», dijo el palestino de 19 años. Con las manifestaciones les demostramos que nos vamos a quedar en nuestras aldeas», subrayó.