Tras cuatro años de combates el pueblo sirio, su presidente Bashar al-Assad y el Ejército Árabe Sirio siguen resistiendo a los embates de la alianza más heterodoxa que Washington pudo pergeñar en la historia: Desertores de las fuerzas armadas, compañías de mercenarios occidentales, bandas wahabitas, agencias de inteligencia de Francia, Gran Bretaña, Alemania e Israel, […]
Tras cuatro años de combates el pueblo sirio, su presidente Bashar al-Assad y el Ejército Árabe Sirio siguen resistiendo a los embates de la alianza más heterodoxa que Washington pudo pergeñar en la historia: Desertores de las fuerzas armadas, compañías de mercenarios occidentales, bandas wahabitas, agencias de inteligencia de Francia, Gran Bretaña, Alemania e Israel, las acciones desestabilizadoras de Turquía y Jordania, el ofensivo silencio de Egipto y la inoperancia de Naciones Unidas, todo sazonado con los infinitos recursos de Arabia Saudita y Qatar, han provocado un nuevo genocidio, al que la gran prensa del mundo ha decidido olvidar.
Seguramente cuando, en el marco de la Primavera Árabe, se planteó el «Capítulo Siria», ningún analista del Departamento de Estado imaginó que el joven e inexperto presidente Bashar al-Assad iba a continuar en el poder cuatro años después. Para asombro de todos, la ola «revolucionaria» arrastró gobiernos duros de enemigos como el del Coronel Gaddafi, o eternos aliados como el tunecino Zine Ben Ali, el egipcio Hosni Mubarak o el yemení Alí Abdalá Saleh, hombres con décadas en el poder. Todos cayeron por acción (como Gaddafi) u omisión (en el caso de los dictadores) del Departamento de Estado, es difícil entender cómo es posible que Bashar al-Assad continúe resistiendo.
La guerra en Siria, a las que muchos intentan disimular tachándola de Guerra Interna o Guerra Civil, ya ha provocado un cuarto de millón de muertos, una cifra incalculable de heridos, más de diez millones de desplazados y ciudades literalmente demolidas al igual que su economía, que era una de las más sólidas de la región.
El presidente al-Assad no solo se sostiene en su ejército, sino también con la ayuda iraní y el apoyo de la milicia libanesa Hezbollah, que en mucho ha sido responsable militar de ese milagro de sobrevivencia.
Por su lado occidente tras el fracaso del Ejercito Libre Sirio, conformado por «moderados» ha dejado las acciones terrestres en manos de dos bandas wahabitas, armadas y financiadas esencialmente por Qatar el Frente al-Nusra sucursal de al-Qaeda Global y el híper promocionado Estado Islámico, antes conocido como Daesh o Estado Islámico para Irak y el Levante, liderado por el Califa Ibrahim (Abu Baker al-Bagdadí) que en menos de un año adquirió tanta notoriedad como el mismísimo Bin Laden, y su organización, gracias a la crueldad sistematizada ha alcanzado los titulares de todos los periódicos del mundo.
Hoy la atención se ha desplazado a la guerra en Yemen, las andanzas del Boko Haram en Nigeria y su área de influencia, Mali, Níger, el Chad y Camerún y los atentados de la banda takfirista somalí al-Shaabab en Kenia y en Mogadiscio donde ha vuelto después de años, de ser expulsados por las tropas de la Unión Africana (Amisom) compuesta por soldados de Uganda, Burundi, Kenia, Etiopía, Yibuti, Sierra Leona.
El boicot contra Siria ya no es solo militar y económico, el desplazamiento de las primeras planas de los diarios responde a una acción directa de encubrimiento, para que las acciones de al-Nusra o Estado Islámico no afecten las buenas conciencias de los contribuyentes.
La cruzada que desde agosto del año pasado Estados Unidos ha lanzado contra Estado Islámico en Siria e Irak, bombardeando los amplios territorios que domina no ha tenido resultados. O sí, según se miré, la falta de puntería de los pilotos de la alianza es sorprendente y si no alcanzase con esto, los errores de los pilotos al lanzar aprovisionamiento las tropas iraquíes que operan contra Estados Islámico, ya son legendarias, muchas de esas cargas (armas, municiones y provisiones), suelen caer con pautada frecuencia en territorio «enemigo».
Israel, invocando el gastado argumento de su seguridad, colabora abiertamente con las bandas terroristas, su fuerza aérea ataca con frecuencia posiciones del Ejército Sirio. El último reporte es del 25 de abril cuándo la aviación sionista atacó posiciones sirias y de Hezbollah en las montañas de Qalamoun en la frontera sirio-libanesa, los ataques se habían iniciado el miércoles 22, contra las brigadas 155ª, la 65ª y la 92ª del ejército sirio, también contra bases misilísticas y convoyes de armas de Hezbollah. En la zona también operan oficiales de Guardia Revolucionaria de Irán que intentan despejar de salafistas la carretera al Líbano.
Las permanentes acciones de la coalición encabezada por Estados Unidos y los bombardeos israelíes han desgastado diferentes frentes del ejército sirio provocando que una nueva coalición salafista el Ejército de la Conquista (que incluye al Frente al-Nusra, y otras como Liwa el-Tawhid, Frente Islámico, Jund al-Aqsa o Ahram el-Sham) tomaron el sábado 25 el último enclave sirio en la norteña provincia de Idlib. Después de un mes de combates calle por calle al-Nusra y sus aliados, tomaron la capital provincial. Los leales a al-Assad solo cuentan con las bases de Qarmeed y al Mastumah, ambas ya cercadas por los wahabitas.
La metodología de alianzas entre bandas salafistas es nueva y esta unidad puede ser demoledora para las fuerzas de Damasco. Según algunas fuentes la alianza fue promovida por agentes de inteligencia de Qatar, Turquía y Arabia Saudí que operan en la zona.
El norte del país se ha convertido en una zona prácticamente inmanejable para Damasco, por la permanente llegada de combatientes takfiristas que desde Turquía ingresan libremente a Siria, la mayoría de esto combatiente provienen de Georgia y Chechenia y países de Europa.
Por su parte Estado Islámico, que controla la capital de Raqqa, al noreste del país, ha entrado al barrio damasquí de al-Yarmuk, que durante décadas funcionó como campo de refugiados palestinos, a ocho kilómetros del palacio presidencial.
Los hombres del califa Ibrahim tras meses de lucha contra el ejército y milicias palestinas se han podido hacer del barrio que es la puerta a Damasco.
El 16 de diciembre, fuerzas del califato habían tomado el barrio de Hajar el-Asuad, al sur de al-Yarmuk. Como en otros frentes las tropas sirias y los salafistas, se estancaron. Durante meses solo han tenido enfrentamientos esporádicos que no pasan de ataques de francotiradores. Estos estancamientos en zonas urbanas deterioran todavía más las vidas de sus habitantes, ya que el desabastecimiento de alimentos, medicamentos y cualquier servicio público es absoluto.
A principios de abril el cerco salafista cayó sobre los 18.000 civiles que permanecían en el barrio de al-Yarmuk y nada se sabe de ellos, estimando que serán reclutados o asesinados fiel al estilo de Estado Islámico.
Al igual que en Yemen y en Libia, Estados Unidos y sus aliados han dado carta libre a al-Qaeda y ha Estado Islámico para que «limpien» los países a conquistar. Lo interesante sería conocer los planes con que cuenta Washington para una vez derrotados sus enemigos puedan poner en caja a los herederos de Bin Laden.
Guadi Calvo escritor y periodista argentino . Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. Colabora con diferentes medios escritos y radiales de América Latina. Dirige en Facebook: «Línea Internacional», «Revista Hamartia» y «Jornada Latinoamericanas», «Revista Archipielago» (México), «Caratula» (Nicaragua), «A Plena Voz» (Venezuela), Radio Madre (AM. 530) y La Señal Medios, Radio Grafica (FM 89.3); La Hora de los Pueblos ANNUR TV. Colabora con «Rebelión», «El Correo de la Diáspora argentina» y «Alainet.org».
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