Una carta sumándose a la feroz campaña subversiva contra Cuba se difunde con la firma, entre otros, de intelectuales de ultraderecha como Vargas Llosa, un agente de la CIA y un ex policía de la dictadura de Batista que se las dan de escritores y algunos artistas de valía, ojalá que mal informados. Por estos […]
Una carta sumándose a la feroz campaña subversiva contra Cuba se difunde con la firma, entre otros, de intelectuales de ultraderecha como Vargas Llosa, un agente de la CIA y un ex policía de la dictadura de Batista que se las dan de escritores y algunos artistas de valía, ojalá que mal informados.
Por estos días se cumplen siete años de un intento de desestabilización semejante por parte del gobierno de Bush, finalmente derrotado por la firmeza del pueblo cubano y una ola de solidaridad internacional. Al mismo tiempo que miles de misiles llovían sobre Bagdad y las principales ciudades de Irak como preludio de una ocupación que le ha arrancado un millón de vidas e impuesto inenarrables sufrimientos a la nación árabe, desde Washington se daban los pasos para justificar a renglón seguido una intervención militar en Cuba. El pretexto sería una ola de migrantes ilegales cubanos intentando atravesar el estrecho de La Florida. También como ahora, la Unión Europea hacía el mandado a Washington y se rasgaba las vestiduras por la supuesta violación de los derechos humanos en Cuba, en una actitud colonial, injerencista y mentirosa al igual que la mencionada carta. No hay nada más desvergonzado que acusar al gobierno cubano de torturar o suprimir físicamente a sus opositores puesto que, a diferencia de lo que ocurre con otros muchos países, nunca se ha podido probar un solo caso de ese tipo de prácticas en Cuba.
Volviendo al año 2003, entre el 19 de marzo y el 10 de abril fueron secuestrados y desviados hacia Estados Unidos dos aviones cubanos de pasajeros sin que ese país investigara a los secuestradores ni los sancionara por sus delitos pero sí confiscara las naves. Al mismo tiempo las autoridades cubanas frustraban el secuestro a mano armada de una embarcación y neutralizaban el de una tercera aeronave. En el cénit de la llamada guerra contra el terrorismo secuestrar un avión de pasajeros era un delito grave excepto si el aparato era cubano, entonces se convertía en un acto de heroísmo. En el periodo mencionado los servicios de seguridad de la isla detectaban y neutralizaban 29 intentos de secuestros de aviones y barcos con el objetivo de emigrar al país del norte. Washington, por un lado estimulaba la emigración ilegal de cubanos mediante una frenética campaña apoyada en la singularísima ley que confiere a los nacionales de la isla el derecho a regularizar su situación migratoria no más poner los pies en territorio yanqui. Por el otro, había reducido a la mínima expresión la entrega de visas a cubanos a que lo obliga el convenio migratorio entre los dos países con el fin igualmente de empujarlos a la emigración ilegal. Como colofón, y en el colmo de la hipocresía y el cinismo, el mismo gobierno que realizaba esas acciones amenazaba con que «no toleraría un éxodo masivo de balseros procedentes de Cuba».
Coincidentemente, los representantes diplomáticos de Estados Unidos en La Habana mantenían una actitud conspirativa cada vez más desfachatada y habían convertido a la Oficina de Intereses de ese país en el estado mayor de la escuálida contrarrevolución interna. Allí recibían instrucciones y se fiscalizaba su actividad a los llamados activistas de derechos humanos y periodistas independientes, la mayoría de los cuales recibe dinero por sus patrióticos servicios, como se ha probado de forma incontrovertible. Frente a la grave amenaza de un zarpazo de Washington, las autoridades cubanas encerraron a un grupo de la quinta columna dirigida desde aquella oficina diplomática.
La campaña mediática contra Cuba, igual que ocurre ahora, subía cada vez más de tono hasta que precisamente en México se le puso un hasta aquí con aquel memorable artículo de Pablo González Casanova en La Jornada y la histórica declaración A la conciencia del mundo
de un grupo de intelectuales mexicanos, luego apoyada por miles de personas en el planeta, que denunciaba el peligro de una inminente agresión contra Cuba. El gesto mexicano fue el punto de giro hacia la contraofensiva de las fuerzas populares y progresistas en América Latina e internacionalmente, que terminó desmantelando la agresión del imperio contra la isla.
Nuevamente González Casanova y otros destacados intelectuales han lanzado un manifiesto En defensa de Cuba
, cuyos argumentos demuelen la declaración del Parlamento Europeo y seguramente recibirán un sólido apoyo internacional. El pueblo cubano hará su parte.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2010/03/18/index.php?section=opinion&article=026a1mun