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Entrevista a Jakue Pascual y César Manzanos, ambos con una larga trayectoria de trabajo contra la exclusión y por los derechos de las personas presas

Control social hoy

Fuentes: eutsi.org

Juan Ibarrondo entrevista para www.eutsi.org a Jakue Pascual (sociólogo y escritor) y a César Manzanos (militante de Salhaketa y doctor en Sociología del Derecho). La entrevista se realizó en forma de charla distendida y trató de temas relativos al control social en Euskal Herria y en el mundo. Tanto César como Jakue son personas con […]

Juan Ibarrondo entrevista para www.eutsi.org a Jakue Pascual (sociólogo y escritor) y a César Manzanos (militante de Salhaketa y doctor en Sociología del Derecho). La entrevista se realizó en forma de charla distendida y trató de temas relativos al control social en Euskal Herria y en el mundo. Tanto César como Jakue son personas con una larga trayectoria de trabajo contra la exclusión social y por los derechos de las personas presas. Ambos son también lúcidos observadores y analistas de los procesos sociales en las tierras vascas, un lugar donde para muchos se establece un verdadero labarotorio de experimentación en lo que se refiere al control social.

Juan Ibarrondo : Para empezar podemos intentar definir qué es eso de control social. Después, a partir de esa definición quizá sea más fácil analizar cuáles son las formas de control en Euskal Herria y en la sociedad global.

Jakue Pascual : Son formas distintas de imponer lógicas pero que tienen destinatarios muy concretos: las personas. Podemos hablar de la producción de imbecilidad como forma de control social , y también de control político, que es de lo que normalmente hablamos cuando nos referimos al control social; porque es evidente que se dificulta la difusión y realización de ciertas ideas políticas.

Además, las formas de control social cambian con el tiempo, y, a partir del 11 de septiembre, se ponen en marcha estrategias de creación de pánico que producen inmovilidad social. Se dificulta la circulación de personas e ideas, y se busca una auto-represión en todo lo que concierne a la difusión de ideas y prácticas que pongan en cuestión el orden establecido. Entonces, es claro que el control social es múltiple, pero tiene un elemento común: que incide en las personas, o mejor, contra las personas. Hay que insistir en eso. Quienes diseñan y aplican las políticas de control social son personas con nombre y apellido, al igual que quienes las sufren o se benefician de ellas.

César Manzanos : Hay una forma amable de entender el control que es decir que cualquier sistema ordenado necesita regularse o controlarse; en ese sentido el control social sería natural y positivo porque cualquier sistema sin control acaba disolviéndose. Sin embargo, lo que tenemos que preguntarnos es si las formas de control social que se están aplicando contribuyen a la autorregulación del sistema social o más bien a la ruptura de las relaciones sociales. La Política, el sistema llamado democrático, con sus diferentes poderes, es el que legitima y aplica el control sobre los ciudadanos, es decir, regula las relaciones entre las personas, y esto se hace sobre todo a través de la sanción. El Derecho clásico nos dice que no hay norma sin sanción ; esa definición ya encierra una primera perversión porque descarta que las personas se autorregulen sin necesidad del poder sancionador. Es decir, acepta el sometimiento de las mayorías sociales por parte de minorías que tienen el poder de normar y sancionar. Se establecen mecanismos de cierre que garantizan el acceso exclusivo de: los bienes y servicios, del conocimiento, de los mecanismos políticos a minorías que detentan el poder excluyendo a las mayorías. El conjunto de esos mecanismos: la policía, el sistema judicial, los medios de comunicación, etc. es lo que llamamos control social. Podríamos hablar de gestión de la escasez en el sentido de limitar el acceso a los beneficios sociales y materiales que producimos entre todos y todas.

Juan Ibarrondo: Para ir avanzando hacia lo concreto me gustaría que reflexionáramos sobre una situación que puede parecer paradójica. Me refiero al control social en el País Vasco, donde, junto a estrategias de control propias de los países «desarrollados», vemos también otras más comunes en los países empobrecidos. El palo y la zanahoria.

Jakue Pascual: Sí, esto es como el norte dentro del sur. Efectivamente aquí existe una cuestión nacional sin resolver y ese factor hace que el Estado responda en ocasiones con estrategias de control duro. Se produce la exclusión de la política convencional de un sector de población importante, y eso se traduce en una distorsión de las relaciones sociales. Pero no es el único elemento de distorsión, pues también la burguesía vasca nacionalista utiliza en ocasiones el conflicto nacional para imponer estrategias de control social duro. Un ejemplo paradigmático es el del TAV . La burguesía vasca, que se siente tocada tras muchos años de gestión del gobierno, afectada por casos de corrupción, y porque la población se da cuenta de que utilizan la política en beneficio propio; impone, con la excusa del conflicto nacional, la exclusión del debate político, no ya de la izquierda abertzale, si no de una parte importante de la sociedad que se posiciona en contra de ese macroproyecto. Se conforma de antemano un enemigo que supuestamente es ETA, y ahí dentro se mete al vecino de Elorrio o de Arrasate: que no tiene nada que ver con ETA, que precisamente ha votado a ANV o a otras formaciones, porque está en contra de que una infraestructura como esa pase al lado de su casa . Es decir, antes de debatir el problema se crea un enemigo, se criminaliza al discrepante. El mercantilismo aplicado a la condición de control político es brutal en estos momentos. Tu me das esto, yo te doy aquello; y la población queda excluida del debate sobre lo que afecta a sus vidas. Eso se llama déficit democrático.

César Manzanos: Las sociedades post-industriales cambian sus sistemas de control. La ciencia de la sociología deja de tener sentido, porque ya no se trata tanto de interpretar la realidad sino de inventarla. Es lo que se llama Sociedad del Espectáculo, que reinventa cada día lo social, pudiendo provocar en el espectador una autocensura meta-religiosa, basada en las apariencias, en la introducción de miedo, de culpa… El ideal de esa forma de autocontrol es que ni siquiera sea necesaria la policía. Pero claro eso tiene muchas fugas. En el estado actual de guerra permanente, con el gran poder que tiene el sistema militar-industrial, asistimos de forma paradójica a una gestión del miedo que conduce a la pasividad del ciudadano espectador, y también a la necesidad de activar o alimentar conflictos armados a lo largo del mundo, que producen beneficios a esas elites y a su vez provocan autocontrol en las masas. Otro ejemplo es la precariedad, que ahora llega a extremos terribles, y que al final puede provocar estallidos sociales, que a su vez generan miedo… El control interno y el externo se retro-alimentan.

En todo caso no se trata de un proceso armónico, se producen muchas contradicciones. Una muy evidente es la destrucción de la Tierra como condición de vida. Y de eso sabe mucho la burguesía troglodita vasca, que vacía sus «queridas montañas» para sacar piedra y meter cemento, o bien destruye sus «amados bosques» y planta pinos por todas partes. En el fondo es un problema de canibalismo, ya que no se puede construir un país cuando te lo estás comiendo. Y el capitalismo es básicamente eso: canibalismo; o como la ideología sabiniana, que utiliza una serie de costumbres, de elementos identitarios… para excluir a las mayorías con un objetivo de reproducción del capital y la tasa de beneficios.

Juan Ibarrondo : Antes comentábamos como desde el punto de vista del control social Euskadi es tercer mundo dentro del primero. Tal vez sean más útiles los términos centro-periferia para entender las diferencias sociales, porque en el tercer mundo hay centros de gran riqueza acumulada y en el primero periferias paupérrimas. Aquí en Euskalherria también tenemos nuestro cuarto mundo: el de la exclusión social, la emigración…

Jakue Pascual: Existe un arquetipo en Europa para lo que dices que son las banlieus parisinas, que ya en los años cincuenta se conciben como los acuartelamientos donde vivirán los pobres.

Aquí lo que está sucediendo es que se desmantela progresivamente lo que se llamó Estado del bienestar, es decir, un sistema garantista donde se reconocían, aunque menos que en otros países del norte, una serie de derechos laborales o sociales y aparece un sistema neoliberal que conlleva también una estructura asistencial para amortiguar los efectos más graves de la pérdida de derechos.

Ahora en Euskalherria hay más distancia entre pobres y ricos que nunca antes en la Historia. Hay más pobres que nunca. Y la creación del sistema de asistencia social es funcional al propio sistema neoliberal; porque te está diciendo: tú trabaja mucho, entra en esta carrera de ratas si no quieres caer al otro lado, el de la exclusión, y, con suerte, la asistencia. El sistema asistencial es por tanto una forma de control social muy poderosa. Se está favoreciendo el deslizamiento social: en cualquier momento, por circunstancias muy diversas, puedes pasar de un lado a otro de la escala social; por circunstancias en muchos casos ajenas a la voluntad de las personas. Así se crea también el miedo a la exclusión que implica disciplinar el mercado laboral. Ahora vivimos la posibilidad de que, dependiendo de las fluctuaciones del mercado, sectores sociales enteros cambien su lugar en la escala social de la noche a la mañana. Esto implica una sociedad más móvil, más fluida, pero evidentemente también un riesgo de quedarte fuera, de no tener un mínimo con el que poder vivir.

César Manzanos: En los países enriquecidos con la emigración nos está pasando como al aborigen australiano, que le regalaron un boomerang nuevo y quiso tirar el viejo pero no podía porque le volvía. Nos hemos apropiados de los recursos y la mano de obra de los países empobrecidos; y es mentira eso de las oleadas de desesperados que invaden las fronteras de los países ricos. Por el contrario a lo que se dice sobre la globalización, desde el punto de vista de la circulación de los trabajadores, las fronteras son ahora más impermeables que nunca y tenemos el número de emigrantes que necesitamos para las necesidades del sistema, y para mantenerlos en situación de precariedad como ejército de reserva del que echar mano a voluntad. Ahora, cuando cambian las circunstancias económicas, lo que se discute no es la exclusión de la mano de obra sobrante, eso está fuera de discusión, sino en ver si articulamos algunas medidas asistenciales para hacerlo de manera menos traumática, no vayan a alterar la paz social. Lo que tenemos que tener claro es que los flujos migratorios se organizan en función de nuestros intereses como países enriquecidos y que es falso el imaginario ese que nos venden del pobre desesperado que viene a la tierra de promisión. Por supuesto también se marca al emigrante con el estigma del enemigo del trabajador. Otra estrategia de control social.

Complementando a lo que decía Jakue, es curioso ver cómo se extiende la sensación de control a toda la sociedad: todos somos ahora potenciales delincuentes susceptibles de ser sancionados. Se inculca ese miedo en la sociedad y se producen respuestas autoritarias y aberrantes, que piden más seguridad, más policía, más cárcel… Esto además viene muy bien a todo el entramado judicial-policial-asistencial, que no deja de ser uno de los mejores negocios del momento. Situaciones de pánico social que justifican inversiones públicas inmensas en ese entramado, que, además, se privatiza cada vez más.

http://www.eutsi.org/kea/control-social/espectacular/control-social-hoy.html