Durante las últimas semanas, en relación a la masacre israelí de los palestinos de Gaza, han saltado algunas voces «pro-paz» que, sosteniendo la idea de que este es un conflicto entre extremistas de «ambos bandos», proponen «no importar» el conflicto a Chile y «exportar paz», como si lo que está causando el exterminio de los […]
Durante las últimas semanas, en relación a la masacre israelí de los palestinos de Gaza, han saltado algunas voces «pro-paz» que, sosteniendo la idea de que este es un conflicto entre extremistas de «ambos bandos», proponen «no importar» el conflicto a Chile y «exportar paz», como si lo que está causando el exterminio de los palestinos de Gaza hoy en día, se tratase de un problema de «convivencia» entre árabes y judíos. De acuerdo a esto, lo que entonces habría que hacer es «acercar» a ambas culturas para que aprendan a convivir desde la infancia. Esta visión, induce a la ignorancia del fondo del problema de la violencia en este caso, que es la colonización de Palestina por parte de un movimiento europeo nacionalista judío -el sionismo- igual de racista con los árabes que los ingleses y franceses, y también con los judíos árabes. Ignorar el fondo de la violencia es una falta ética, porque es en fin, ignorar que la masacre diaria de más de cien palestinos en Gaza, se debe a un proyecto colonial sobre Palestina que contempla el exterminio y la expulsión de los palestinos y, no a un problema de «convivencia» [1]. Este discurso que, sea bien o mal intencionado, tiene efectos perversos en la comprensión de una masacre que no hay razón ética que la justifique. Por este motivo, en lo que sigue, plantearé una serie de aclaraciones acerca de «lo árabe» y «lo judío».
De partida es un error aplicar la palabra «convivencia» a lo árabe y lo judío. Ya que ambas identidades no se excluyen, pues existen desde hace muchos siglos judíos árabes, es decir, los judíos son y han sido siempre, parte de la cultura árabe, la judeofobia es una cosa europea que nada tiene que ver con el espacio árabe ni musulmán. Aquello que el relato nacionalista sionista sitúa como la época de Oro del pueblo judío, fue un desarrollo que tuvo lugar en el espacio cultural lingüístico árabe del Islam clásico, de mayoría musulmana y con minorías cristiana y judía y también de otras religiones según la zona del Imperio de la cual se tratara. Cualquier lector que quiera comprender seriamente a Musa o Moshé Ben Maimun (Maimónides), importante filósofo judío cordobés del siglo XII, tendrá que aprender árabe, pues este pensador escribió la mayor parte de su obra original en árabe. Y es así como lo ha hecho el gran Leo Strauss, filósofo judeo-alemán radicado en EEUU desde los años 30, que a propósito de sus trabajos sobre Maimónides produjo un verdadero revival en el estudio de la filosofía árabe del Islam clásico en la academia occidental. Podríamos extender una enorme lista de personajes, momentos y formaciones culturales en que lo árabe y lo judío interactúa y se mezcla.
Para poder ser breves, vamos solo a los elementos modernos. ¿De qué problema de convivencia se habla? No hay árabe al que no le den ganas de bailar con el raqs el hawanem (del gran violinista y compositor sirio de religión judía, Sami Al Shawa, 1889-1965). No hay árabe que no sienta un verdadero éxtasis (tarab) con las canciones de Laila Murad (1918-1995), afamada cantante egipcia, también de familia judía e hija de un importante compositor.
En Chile y América Latina, el primer cantante de música árabe que tuvieron las colectividades en los comienzos de la inmigración, fue el judío sirio Azur Shami (o Ezrah Cohen). De hecho, la canción más popular en las comunidades árabes de Chile – law kunet teir wa ‘andi yinah («Si fuera ave y tuviera alas»), proviene de una cantante egipcia, también judía de 1905 – Zakiah Al-Masriyah – y, fue Shami quien trajo la canción a nuestro país y la hizo popular. De hecho, esta canción es tan popular que, la barra del Club Deportivo Palestino -equipo que a propósito de su camiseta con un mapa de la Palestina histórica protagonizó un interesante hecho político- la ha adoptado desde hace ya décadas como uno de sus principales cánticos, cambiando las palabras obviamente por unas de aliento al equipo – «Palestino en la cancha…».
¿Por qué los personajes judíos de una cultura no europea nunca son nombrados entre los grandes que levanta el sionismo como los protagonistas de la historia intelectual del pueblo judío (la típica seguidilla: Einstein, Marx, Freud, Arendt, Kafka, etc.)? Es lo que reclama el mismo hijo de Shami en un periódico comunitario argentino [2]. La respuesta a ello, la esbozamos más arriba, el sionismo ha construido un relato nacional fundamentalmente europeo, surgido como respuesta a problemáticas europeas (el nacionalismo, la cuestión judía y el antisemitismo), y así mismo, absorbe la mirada racista y colonial sobre lo no europeo.
Para concluir, como podemos ver, el llamado conflicto árabe-israelí o palestino-israelí, no se trata de un problema de convivencia entre los árabes y los judíos, ha existido siempre (salvo en ciertos lugares del mundo árabe en momentos críticos con respecto al sionismo [3]), como hemos dicho, no una convivencia, sino una verdadera cultura judeo-árabe. La cultura árabe no es solo musulmana. Si bien, en términos poblacionales predomina el Islam, en términos de la producción cultural y la composición social, hay importantes elementos cristianos y judíos. De manera que no es cierto que los musulmanes quieran matar a todos los cristianos y los judíos. Eso nunca ha sucedido en el mundo árabe, y esperemos no suceda nunca. Eso solo fue posible en Europa en contra de los judíos producto de sus propias ideologías nacionalistas, que progresivamente han colonizado las mentes del mundo árabe y causado desastre tras desastre. Mientras Europa perseguía a los judíos y a los cristianos disidentes del catolicismo, la esfera cultural del Islam que tenía el árabe como lengua culta los tenía como parte de su sistema de comunidades confesionales y de su vida en común, tanto cotidiana como artística y científica. Si hay grupos islámicos que interpretan erradamente el Corán, eso no justifica situar el problema en el Islam. Y si bien Hamás forma parte de aquellos grupos que interpretan el Corán de manera errónea, sin tomar en cuenta nada de lo que fue la civilización del Islam clásico, ese no es el motivo de su acción armada, sino la colonización israelí de Palestina. Hay en todo caso una sobre-demonización de Hamás, por el hecho de ser «islamistas» y «armados», eso los convierte inmediatamente en terroristas, aunque lo que hagan sea resistir legítimamente a una ocupación. En ese sentido, tampoco es cierto, como hoy pretende instalar cierta propaganda mal intencionada, para desviar la atención del exterminio, que Hamás sea homofóbico y persiga a los gays. De partida, no existe en las subjetividades árabes la categoría de sexualidad. Esta es una categoría absolutamente europea [4]. Además, en relación a la resistencia armada, que es lo que se juzga como terrorista, los grupos que hoy hacen frente a los ataques israelíes son muchos más que Hamás, este último es el mayoritario, evidentemente, pero hay brigadas tanto del FPLP como de Al-Fatah y del Jihad Islámico. Si Hamás proclama la destrucción de Israel, como muchos de estos grupos lo hacen (es solo Al-Fatah el que ha reconocido a Israel), es porque proclama la destrucción del ocupante. No la expulsión y el exterminio de los judíos que viven allí. Eso nunca ha estado en el programa de un grupo palestino, estos siempre han proclamado solamente la destrucción de Israel en tanto ocupante, de hecho, la OLP desde su fundación manejó la tesis de un solo Estado. Sí en cambio está en los comienzos del sionismo el proyecto de expulsión y/o exterminio de los árabes de Palestina [5], para crear su hogar nacional allí en la forma excluyente de «el Estado de todos los judíos del mundo», no el Estado de quienes viven allí.
Espero estas líneas hayan servido para aclarar que la cuestión de Palestina se trata de un problema de colonización y no de convivencia, ni menos de desconocimiento de las culturas.
Notas
[1] Sobre esto véase: Masalha, Nur. La expulsión de los palestinos: el concepto de «transferencia» en el pensamiento político sionista, 1882-1948. Buenos Aires: Editorial Canaán, 2008; Pappé, Ilan. La limpieza étnica de Palestina. Barcelona: Crítica, 2008.
[2] http://www.sefaraires.com.ar/pdf/066-SEFARaires-octubre2007.pdf Véase p. 2, Carta de Raúl Chami.
[3] Y por efecto de este y su instalación colonial en Palestina, más el nacionalismo como efecto colonial europeo en los países árabes, produjeron una situación en la que estas comunidades judías se vieron, en algunos casos obligadas, en otros simplemente incentivadas, a emigrar al naciente Israel. Hoy son una minoría discriminada por la élite europea, al igual que los judíos africanos.
[4] Véanse a este respecto Foucault, Michel. Historia de la sexualidad I- la voluntad de saber (Siglo XXI Editores, Argentina, 2002) y; Massad, Joseph. Desiring Arabs (University of Chicago Press, 2007).
[5] Khalidi, Walid. «Plan Dalet: Master Plan for the Conquest of Palestine», Journal of Palestine Studies, Vol. 18, No. 1.
Kamal Cumsille Marzouka. Profesor del Centro de Estudios Árabes de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.