El neoliberalismo amenaza estos días con barrer los cimientos mismos de la política (lo público) y de lo político (lo convivencial). Individuos supeditados a una lógica de mercados globales, aislados en burbujas, agregados en masa para la compra o para la distribución audiovisual de servicios (ocio, atención sanitaria, educación, consumo, etc.).
Naomi Klein nos advertía de algunos errores del marxismo vulgar: cuanto peor no es mejor, sino que abre camino a La doctrina del shock: al neoliberalismo le va bien los estados de pánico y violencia para aterrizar férreamente sus dogmas interesados, privatizadores y renovadores de grandes desigualdades. Hace apenas 7 años, Philip Mirowski escribía el libro Nunca dejes que una crisis te gane la partida ¿Cómo ha conseguido el neoliberalismo, responsable de la crisis, salir indemne de la misma? para comprobar, como volvía a hacer recientemente en una entrevista concedida al magazine Jacobin, que la crisis del coronavirus servía de trampolín para la bestia neoliberal y las élites que la cabalgan. Muy mal nos va a ir a la humanidad en su conjunto en este aumento global del riesgo. Riesgo poco democrático, pues crecerán patrones de desigualdad o de mortalidad derivados de exclusiones de clase y de género, migraciones, sometimientos rurales o situación periférica en lo económico (regiones especializadas en aportar energías y materias primas).
¿Hay alternativas? Sí, están en marcha. Son el conjunto de estrategias que apuestan o renuevan una física social (instituciones, lazos, lógicas territorializadas) basada en el contagio cooperativo, cerrar circuitos para no horadar más los ciclos vitales del planeta y anteponer los cuidados (cuerpos, lazos, ecosistemas). En el caso de la alimentación esta apuesta es lo que denominamos Agroecología en 3C. Sirve para identificar iniciativas, saltos de escala o políticas públicas que caminan desde la triada Cooperación-Cuidados-Circuitos cortos. Y nos permite también “visualizar” dónde el neoliberalismo avanza en la cuestión alimentaria, cuándo se están proponiendo nuevos nichos de mercado “en verde” y qué apuestas presentadas como “agroecológicas” son en realidad una convencionalización de la agricultura, la ganadería y la pesca para deleite de las grandes corporaciones.
La alimentación pasa a ser pomposamente reconocida como un “sector esencial”. La “esencialidad” está siendo disputada. Es importante examinar las medidas e iniciativas desde las 3C. Ser conscientes de cuándo las salidas propuestas siguen (o no) un enfoque de derechos y de relocalización de economías, en este caso del derecho a la alimentación y nutrición adecuadas y de la producción que se acomoda a los ciclos vitales de los diferentes ecosistemas (biodiversidad, fertilidad, agua, nitrógeno, adaptación al clima, etc.). O, por el contrario, persiguen calificar de “esenciales” todo producto comestible que tiene por primera y última razón de ser alimentar a la gran distribución y al gran negocio de la comida.
En nuestro sistema agroalimentario partimos de una narrativa que hablaba de importar a personas migrantes para la recogida de cosechas o llenar estantes de grandes superficies. Frente a la misma han existido personas y redes que se han sentido atacadas por dichas narrativa y las medidas que las sacaban de lo esencial. Es el caso del cierre de los mercados de productoras y los huertos de autoconsumo, despreciados como canal esencial de acceso a alimentos. Como consecuencia de este descontento ha habido movilizaciones tanto a nivel estatal en la campaña SOSCampesinado, como articulaciones a nivel local de cientos de iniciativas reivindicando y resolviendo en la práctica sus urgencias, y que situaríamos en esa Agroecología en 3C. Así, en el País Vasco la presión ciudadana hizo que a las 48 horas de prohibir los mercados el Gobierno Vasco tuviera que rectificar, y mientras tanto los proyectos se organizaban para poder llevar a los domicilios de quienes no podían salir de sus casas productos frescos y sanos, imprescindibles en esta situación. Si algo positivo se puede sacar de estos meses, es el crecimiento de la demanda que han tenido los grupos de consumo y de Agricultura Sostenida por la Comunidad en todo el Estado Español, bien por el mencionado servicio a domicilio o bien porque parte de la ciudadanía ha apostado por sostener producciones locales.
En general se puede decir que las políticas públicas en el plano alimentario han beneficiado a la gran producción y distribución: el único territorio legitimado política y mediáticamente es el espacio de los supermercados; el #quédateencasa es también un “quédate sin productos de proximidad”; se habla de comida, seguridad a base de una higiene químico y proteger la gran distribución, no del derecho a una nutrición saludable. Un gran exponente de la salida neoliberal a nivel global ha sido la intervención estatal de la administración Trump para dar facilidades a la gran industria cárnica, trato muy diferente al otorgado al sistema sanitario.
Pandemias globales
Agroecología-3C en el Estado español
En el contexto español podemos encontrar ejemplos de buenas prácticas orientadas a los circuitos cortos. Se ha entendido que es obligación de la administración garantizar la producción sostenible, el derecho a la alimentación y nutrición adecuadas. Es el caso de la Consejería de agricultura en las Islas Baleares, que en cuanto empezó la pandemia protegió los Mercados locales y que durante estos meses ha ido implementando distintas medidas, desde ayudas económicas al sector hasta la compra pública de excedentes para sostener a las pequeñas producciones, demostrando que si hay voluntad política es posible.
La cooperación, ha desbordado las redes de apoyo mutuo en muchos barrios. La pobreza alimentaria se ha hecho visible, aunque en buena parte ya estaba aquí. Eso sí, el pilar principal para que las personas con menos recursos puedan acceder a alimentos han sido las redes de apoyo mutuo y las personas voluntarias, desde las vecinas hasta las propias tenderas del barrio han participado tanto con donaciones como en los repartos a quienes lo necesitaban. Aquí de nuevo se ve cómo las tareas que sostienen la vida de todas se basan en las relaciones y en los lazos comunitarios que todavía permanecen vivos en muchos lugares y han sido claves para muchas en estos tiempos.
A
pesar de lo positivo de esto, no es posible dejar que el derecho a la
alimentación y nutrición adecuada recaiga únicamente en la
voluntariedad mientras las políticas públicas miran a otro lado, tanto
en hacer llegar el alimento, como en la calidad del mismo. Ejemplos
como lo acontecido con Telepizza-Rodilla en Madrid han puesto en
evidencia que para algunas políticas las personas con menos recursos se
merecen como mucho llenar el plato pero sin mirar con qué. Por eso
también hay que destacar las buenas iniciativas, como el caso del ayuntamiento de Tenerife
que organizó el reparto de cestas de producto fresco local o otras
Comunidades donde el servicio de Becas de comedoras se ha mantenido
aportando además la entrega a domicilio. O desde redes agroecológicas
tenemos la campaña Alimentando Córdoba, la cual ha facilitado alimentos de temporada y ecológicos a familias excluidas socialmente.
En muchas de estas iniciativas, vemos la cooperación, vemos el cierre de ciclos y vemos los cuidados, entendiendo como esencial lo que sostiene nuestras vidas aunque siga moviéndose en la parte invisible del iceberg de la cadena alimentaria, las pequeñas producciones, las pequeñas iniciativas de distribución y sobre todo los hogares.
El pilar principal para que las personas con menos recursos puedan acceder a alimentos han sido las redes de apoyo mutuo y las personas voluntarias, desde las vecinas hasta las propias tenderas del barrio
Mientras todo esto sucedía, el sector agrario se tambaleaba, tanto el de proximidad como el sector de la pequeña producción dependiente de los monocultivos orientados a la gran distribución en manos de cadenas globales. Las reivindicaciones de buena parte de las organizaciones agrarias reforzaban la parte visible del iceberg, enfocando sus mensajes hacia los (imposibles) precios justos dentro del actual sistema oligopólico.
Urge
el cambio de modelo agroalimentario y urgen también medidas de apoyo
al sector productivo y a las personas trabajadoras del campo para
comenzar una transición hacia producciones sostenibles y
diversificadas. En ocasiones, algunas organizaciones, espoleadas por el
afán de titulares simplificadores de los grandes medios, han corrido a
defender la gran precariedad y subordinación a los intereses de la
gran distribución. Se ha obviado lo que sucedía en los mercados
locales o se ha llegado a poner en duda las denuncias sobre condiciones
laborales de explotación o pseudo-esclavitud evidenciadas por el
relator de Naciones Unidas en sectores altamente intensivos. Los
grandes medios y las grandes organizaciones agrarias más próximas a la
patronal agroexportadora hablan del campo como si fuera solo uno (el
grande, el visible) y no un ecosistema de realidades diversas, donde
quienes sostienen los territorios, las verdaderamente esenciales,
acaban siempre ocultas. El campo hoy tiene margen para trabajar una
producción y un derecho a la alimentación que se acerque a las 3C
mencionadas y se aleje del negocio de la comida.
Tejer alianzas por la nutrición y un mundo rural vivo
Para que el modelo cambie, y tanto la pequeña producción como la agroecológica conformen una alianza por el derecho a la alimentación y la producción sostenibles, se requiere disputar conjuntamente el negocio de la comida. En suma, dejar de apostar por la gran distribución como vaca sagrada que hay que venerar y obedecer. Antes al contrario, hay que hacer visibles los problemas y los derechos de todos los eslabones de la cadena, las relaciones opresoras y, sobre todo, defender la dignidad de las personas por encima de narrativas que nos hablen de heroicidades en la pequeña producción, la empresa, quienes trabajan en un supermercado, etc., todos y todas ellas con mayores riesgos sanitarios y cada vez más bajos ingresos. No se trata de ser héroes ni heroínas, estas figuras están creadas para ensalzar lo excepcional dentro de un modelo que normaliza la precariedad.
En el caso de lo alimentario, además, la excepcionalidad ha llevado a hablar incluso de “superalimentos” para nombrar lo que debería ser habitual, lo nutritivo y generar categorías nuevas de productos que se consideran “comestibles” aunque carezcan de nutrientes y les sobren azúcar y grasas, empezando desde la cuna con la alimentación infantil. Por el contrario, lo que la agroecología propone es normalizar la sostenibilidad de la vida, entender que el derecho a la alimentación y nutrición adecuada y el modelo agroecológico no pueden ser algo especial, simplemente es lo esencial y lo que puede hacer viable un mundo rural vivo.
Agroecología-3C en el Estado español
En el contexto español podemos encontrar ejemplos de buenas prácticas orientadas a los circuitos cortos. Se ha entendido que es obligación de la administración garantizar la producción sostenible, el derecho a la alimentación y nutrición adecuadas. Es el caso de la Consejería de agricultura en las Islas Baleares, que en cuanto empezó la pandemia protegió los Mercados locales y que durante estos meses ha ido implementando distintas medidas, desde ayudas económicas al sector hasta la compra pública de excedentes para sostener a las pequeñas producciones, demostrando que si hay voluntad política es posible.
La cooperación, ha desbordado las redes de apoyo mutuo en muchos barrios. La pobreza alimentaria se ha hecho visible, aunque en buena parte ya estaba aquí. Eso sí, el pilar principal para que las personas con menos recursos puedan acceder a alimentos han sido las redes de apoyo mutuo y las personas voluntarias, desde las vecinas hasta las propias tenderas del barrio han participado tanto con donaciones como en los repartos a quienes lo necesitaban. Aquí de nuevo se ve cómo las tareas que sostienen la vida de todas se basan en las relaciones y en los lazos comunitarios que todavía permanecen vivos en muchos lugares y han sido claves para muchas en estos tiempos.
A pesar de lo positivo de esto, no es posible dejar que el derecho a la alimentación y nutrición adecuada recaiga únicamente en la voluntariedad mientras las políticas públicas miran a otro lado, tanto en hacer llegar el alimento, como en la calidad del mismo. Ejemplos como lo acontecido con Telepizza-Rodilla en Madrid han puesto en evidencia que para algunas políticas las personas con menos recursos se merecen como mucho llenar el plato pero sin mirar con qué. Por eso también hay que destacar las buenas iniciativas, como el caso del ayuntamiento de Tenerife que organizó el reparto de cestas de producto fresco local o otras Comunidades donde el servicio de Becas de comedoras se ha mantenido aportando además la entrega a domicilio. O desde redes agroecológicas tenemos la campaña Alimentando Córdoba, la cual ha facilitado alimentos de temporada y ecológicos a familias excluidas socialmente.
En muchas de estas iniciativas, vemos la cooperación, vemos el cierre de ciclos y vemos los cuidados, entendiendo como esencial lo que sostiene nuestras vidas aunque siga moviéndose en la parte invisible del iceberg de la cadena alimentaria, las pequeñas producciones, las pequeñas iniciativas de distribución y sobre todo los hogares.
Mientras todo esto sucedía, el sector agrario se tambaleaba, tanto el de proximidad como el sector de la pequeña producción dependiente de los monocultivos orientados a la gran distribución en manos de cadenas globales. Las reivindicaciones de buena parte de las organizaciones agrarias reforzaban la parte visible del iceberg, enfocando sus mensajes hacia los (imposibles) precios justos dentro del actual sistema oligopólico.
Urge el cambio de modelo agroalimentario y urgen también medidas de apoyo al sector productivo y a las personas trabajadoras del campo para comenzar una transición hacia producciones sostenibles y diversificadas. En ocasiones, algunas organizaciones, espoleadas por el afán de titulares simplificadores de los grandes medios, han corrido a defender la gran precariedad y subordinación a los intereses de la gran distribución. Se ha obviado lo que sucedía en los mercados locales o se ha llegado a poner en duda las denuncias sobre condiciones laborales de explotación o pseudo-esclavitud evidenciadas por el relator de Naciones Unidas en sectores altamente intensivos. Los grandes medios y las grandes organizaciones agrarias más próximas a la patronal agroexportadora hablan del campo como si fuera solo uno (el grande, el visible) y no un ecosistema de realidades diversas, donde quienes sostienen los territorios, las verdaderamente esenciales, acaban siempre ocultas. El campo hoy tiene margen para trabajar una producción y un derecho a la alimentación que se acerque a las 3C mencionadas y se aleje del negocio de la comida.
Tejer alianzas por la nutrición y un mundo rural vivo
Para que el modelo cambie, y tanto la pequeña producción como la agroecológica conformen una alianza por el derecho a la alimentación y la producción sostenibles, se requiere disputar conjuntamente el negocio de la comida. En suma, dejar de apostar por la gran distribución como vaca sagrada que hay que venerar y obedecer. Antes al contrario, hay que hacer visibles los problemas y los derechos de todos los eslabones de la cadena, las relaciones opresoras y, sobre todo, defender la dignidad de las personas por encima de narrativas que nos hablen de heroicidades en la pequeña producción, la empresa, quienes trabajan en un supermercado, etc., todos y todas ellas con mayores riesgos sanitarios y cada vez más bajos ingresos. No se trata de ser héroes ni heroínas, estas figuras están creadas para ensalzar lo excepcional dentro de un modelo que normaliza la precariedad.
En el caso de lo alimentario, además, la excepcionalidad ha llevado a hablar incluso de “superalimentos” para nombrar lo que debería ser habitual, lo nutritivo y generar categorías nuevas de productos que se consideran “comestibles” aunque carezcan de nutrientes y les sobren azúcar y grasas, empezando desde la cuna con la alimentación infantil. Por el contrario, lo que la agroecología propone es normalizar la sostenibilidad de la vida, entender que el derecho a la alimentación y nutrición adecuada y el modelo agroecológico no pueden ser algo especial, simplemente es lo esencial y lo que puede hacer viable un mundo rural vivo.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/coronavirus/la-salida-agroecologica