El acuerdo de Camp David, de 1979, contribuyó a mantener la paz entre dos enemigos históricos, Egipto e Israel. Pero tras el derrocamiento en febrero del presidente egipcio Hosni Mubarak aumentaron los reclamos para su anulación. En uno de sus primeros anuncios oficiales, el gobernante Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (SCAF, por sus siglas […]
El acuerdo de Camp David, de 1979, contribuyó a mantener la paz entre dos enemigos históricos, Egipto e Israel. Pero tras el derrocamiento en febrero del presidente egipcio Hosni Mubarak aumentaron los reclamos para su anulación.
En uno de sus primeros anuncios oficiales, el gobernante Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (SCAF, por sus siglas en inglés) de Egipto declaró que este país seguía comprometido con «todos los tratados y obligaciones regionales e internacionales». El comunicado del 12 de febrero fue interpretado por muchos analistas como una alusión específica al acuerdo de paz de Camp David.
El SCAF, que prometió realizar elecciones parlamentarias y presidenciales libres en un año, gobierna el país desde la renuncia de Mubarak el 11 de febrero.
Desde la salida Mubarak, quien gobernó 30 años este país, hay numerosas manifestaciones frente a la embajada de Israel en El Cairo y en el consulado de la norteña ciudad de Alejandría.
Los manifestantes han pedido a las nuevas autoridades que rompan relaciones diplomáticas con el Estado judío, reabran las fronteras con la franja de Gaza y se retiren del controvertido acuerdo de Camp David.
El viernes se reabrió el cruce en la ciudad fronteriza de Rafah para personas.
Miles de manifestantes se concentraron el 15 de mayo fuera de la embajada de Israel y se enfrentaron con la policía, un episodio que recordó los 18 días de protestas en la plaza Tahrir, que derivaron en la salida de Mubarak.
Cientos de personas inhalaron demasiado gas lacrimógeno, lo que le habría causado la muerte a dos de ellas. Unas 350 más fueron detenidas y conducidas a tribunales militares, muchas de ellas liberadas de forma condicional.
Dos días antes, en el marco de una prevista «tercera Intifadah», cientos de miles de egipcios se concentraron en la plaza Tahrir, de El Cairo, en una demostración de solidaridad con sus hermanos palestinos.
Miembros del Frente para la Liberación de Palestina Árabe/Islámico, creado tras la revuelta popular, aprovecharon la oportunidad para recoger firmas y abandonar el acuerdo de Camp David.
«Juntamos más de 5.000 firmas en un solo día», señaló Mohamed Mahmoud, miembro fundador del Frente para la Liberación de Palestina. «Nos proponemos llegar a un millón y, luego, presentarlas al gobierno de transición», añadió.
«No creo que sea poco realista pues la mayoría de los egipcios están en contra del acuerdo», apuntó.
Cincuenta y cuatro por ciento de los consultados para un estudio del centro de investigación Pew dijeron estar a favor de la anulación del tratado.
El acuerdo de paz de 1979 incluyó la devolución de la península del Sinaí a Egipto, ocupada por Israel en 1967, a cambio de lo cual El Cairo estableció relaciones diplomáticas con el Estado judío, convirtiéndose en el primer país árabe en hacerlo.
Jordania, que firmó su propio acuerdo de paz en 1994, es el otro país árabe en haber reconocido oficialmente al autoproclamado Estado judío.
Pero la devolución del Sinaí tuvo varias consecuencias. La más importante fue que el acuerdo restringió de forma explícita el despliegue de militares egipcios en la península y convirtió a una franja de unos 220 kilómetros, en la frontera oriental, en zona desmilitarizada, de hecho.
«Durante 30 años, el acuerdo evitó tensiones que podrían haber llevado a una guerra, pero las relaciones nunca fueron genuinas», dijo a IPS el profesor de ciencia política, Abdel Menaam al-Mashaat, de la Universidad de El Cairo.
«El continuo maltrato de los palestinos por Israel hizo que la población egipcia se opusiera de forma consistente a la normalización», apuntó.
Durante el régimen de Mubarak, Egipto mantuvo con diligencia su parte del trato, pese las frecuentes críticas internas a los términos del acuerdo de Camp David.
Antes de la salida de Mubarak se discutió varias veces modificar el tratado para que fuera más favorable a Egipto, recordó Tarel Fahmi, director de la oficina israelí del Centro Nacional de Estudios para Medio Oriente, con sede en El Cairo.
«Pero los intercambios nunca llegaron a la etapa de implementación», dijo a IPS.
Camp David representa un «pilar central del antiguo régimen que se mantiene intacto», pese al derrocamiento de Mubarak, según Mahmoud.
«Pedimos que se anule porque restringe el despliegue militar de Egipto en su propio territorio soberano, lo que limita su capacidad de defensa», arguyó. «Además, el acuerdo de Camp David obligó a este país a reconocer a Israel y, por lo tanto, a legitimar la flagrante violación de tierras palestinas», añadió Mahmoud.
Pero no todos creen que el tratado deba descartarse de cualquier manera.
«Un retiro precipitado del acuerdo puede llevar a una escalada impredecible, incluida la permanente movilización militar o, en el peor escenario, a una guerra», indicó Al-Mashaat.
La Hermandad Musulmana, que podría desempeñar un papel importante en el futuro gobierno tras las elecciones, declaró formalmente su compromiso a respetar «todos los tratados internacionales» suscritos por Egipto, incluido el de Camp David.
Pero algunos miembros del partido declararon que, en último caso, la población decidirá sobre el asunto.
«Tras las elecciones se realizará un referendo sobre si hay que retirarse del tratado, o no», dijo a IPS el dirigente Saad al-Husseini. «En cualquier caso respetaremos la voluntad de la población».
A la luz de los últimos cambios políticos posrevolucionarios, Fahmi cree que se prepara una solicitud oficial para modificar el tratado.
«El gobierno de transición maneja de forma gradual algunas cuestiones importantes en relación con Palestina: se detuvieron exportaciones de gas a Israel, se reabrió el cruce en la frontera con Gaza y, Hamás y Fatah llegaron a un acuerdo», indicó. «Es probable que ahora el gobierno se concentre en el tratado de Camp David».
Hamás (acrónimo árabe de Movimiento de Resistencia Islámica), que controla Gaza, estuvo enemistado con el partido laico Fatah, al frente de la Autoridad Nacional Palestina, con sede en Cisjordania.
Funcionarios israelíes se anticiparon al pedido y «diseñan un acuerdo alternativo», indicó Fahmi.
El gobierno israelí, por su parte, se ha mantenido en silencio al respecto.
Además, miles de jordanos protestaron la semana pasada en la capital del país contra la corrupción y reclamaron el fin del acuerdo de paz de 1994 con Israel.