Traducido para Rebelión por Horacio J. Garetto
PARTE I:
FUENTES BRITÁNICAS
El asunto es así.
Los británicos tienen una fascinación de larga data con la idea de Israel y con la idea de que tendrían un rol central en las profecías bíblicas. Esta idea vendría de los propios primeros registros literarios británicos. La epístola (carta) a Gildas (siglo VI después de Cristo) y la «Venerable Historia Eclesiástica de Bede» (735 después de Cristo), los dos textos ven a los británicos «como un nuevo Israel», como el «pueblo elegido de Dios», predestinado a un destino histórico no obstante cuántas invasiones de vecinos nórdicos hubiere. En la percepción británica de ser un pueblo elegido esas batallas eran vistas como las batallas de Israel contra los filisteos, los babilonios y otras tribus.
Estos temas resurgieron en el siglo XVI, en la atmósfera cultural de la Reforma Protestante con su énfasis en la libre interpretación de la Biblia y, en consecuencia, con su apertura a interpretaciones variadas, diferentes. Roma, los romanos y el papa de Roma ya no imponían su interpretación de las cosas en la Inglaterra que pasaba a ser protestante y anglicana. Una de las primeras expresiones de esa fascinación con Israel fue la monografía Apocalypsis Apocalypseos escrita por un sacerdote anglicano llamado Thomas Brightman en el año 1585. Brightman proponía a los británicos que apoyen la causa del retorno de los judíos a Palestina como medio para acelerar el cumplimiento de una serie de previsiones proféticas cuya culminación de todo sería el retorno de Jesucristo.
En el año 1621 un hombre importante del parlamento británico, el abogado Henry Finch, expuso una perspectiva parecida, cuando escribió que: «Los judíos deberían recuperar su país, vivir seguros allí y por los tiempos de los tiempos». Basado en cómo interpretaba el Genesis 12:3 Finch decía que Dios bendeciría a todas aquellas naciones que apoyen el retorno de los judíos. No encontró apoyo en el resto de sus compañeros legisladores.
Si bien no se podría clasificar a estos escritores como sionistas cristianos sí se lo podría hacer como «protosionistas«, en tanto y en cuanto prepararon el terreno que luego otros continuarían. Vino un tiempo de retroceso de estas creencias hasta que la época de turbulencias de las revoluciones francesa y norteamericana hizo cruzar un sentimiento de relativa inseguridad en algunas capas de población europeas. Para fines del siglo XVIII las ansiedades de algunas capas de población encendieron en estas de nuevo las especulaciones proféticas centradas en derredor de un posible retorno de Jesucristo. Otra vez estos pensamientos estaban en el aire de la época.
Eso sucedió, en particular, en la década que siguió al año 1800. Todo un conjunto de clérigos y sacerdotes se pusieron a reflexionar y a escribir sobre que desarrollos históricos podrían conducir a un inminente retorno de Jesucristo. Entre ellos un tal Louis Way, un clérigo anglicano. Este hombre enseñó que previo a todo era preciso que los judíos retornen a Palestina. Después de eso podría llegar una nueva era mesiánica y venir Jesús por segunda vez. Fundó un semanario, The Jewish Expositor, ganó muchos lectores, incluidos muchos académicos y clérigos e, inclusive el poeta Samuel Coleridge figuraba como suscriptor.
En la generación que le siguió a Way ya fueron bastantes los escritores protosionistas. El más famoso de todos ellos fue un sacerdote renegado anglicano irlandés, John Nelson Darby (1800-1881). Darby también era de los que colocaban a Israel en el centro de su pensamiento teológico. Afirmaba que un estado judío llamado Israel era una herramienta fundamental de la voluntad de Dios para cumplir con la totalidad de sus planes hasta el último día de la vida en la tierra. Solamente los verdaderos cristianos, los «cristianos renacidos» (los born again christians) ….
Los largos 60 años de carrera de escritor y predicador de Darby lograron dar forma y consolidar una forma de fundamentalismo denominado «premilenarismo» (Jesucristo retornará antes de la batalla del Armagedón y del comienzo de su reinado de 1000 años en esta tierra). Darby estuvo seis veces enseñando y predicando en Norteamérica, dónde llegó a ser muy popular. La teología premilenarista, su influencia en el fundamentalismo cristiano y la emergencia de un movimiento evangelista en los Estados Unidos se pueden rastrear perfectamente en la prédica de Jhon Nelson Darby.
El sionismo cristiano es un producto directo de este inusual y relativamente reciente capítulo de la teología protestante. Nacido primariamente en Inglaterra y Estados Unidos se la exporta ahora a todo el globo a través de la televisión vía satélite, el Internet, novelas best seller, películas y la siembra de un montón de predicadores. Pensar que durante tiempo vivieron en los bordes de las corrientes principales de las iglesias católicas, protestantes y ortodoxas. Vistas como algo extremo, marginal, hasta herético.
Uno de los reformadores sociales británicos influidos por estas visiones teológicas premilenaristas fue Lord Shaftesbury, con vínculos íntimos con los líderes del Parlamento. El año 1839 publicó un ensayo en la distinguida revista el Quarterly Review titulado: «El Estado y la Restauración de los judíos en su tierra«, argumentaba que los judíos debían ser alentados a regresar a Palestina en gran número. 57 años antes de que los primeros escritores sionistas como Max Nordau, Israel Zangwill y Teodoro Herzl popularizaran la idea ya Shaftesbury escribía que «los judíos eran un pueblo sin país para un país sin pueblo». El dicho era curiosamente similar al que después proclamaron los primeros sionistas cuando decían que «Palestina era una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra». Gradualmente las visiones de lord Shaftesbury fueron ganando aceptación entre el periodismo británico, la clase sacerdotal y los políticos.
Una de las figuras más importantes en el desarrollo del Sionismo Cristiano fue el capellán anglicano de Viena, la capital de Austria, década del 80 del siglo XIX, don William Hechler, conocido de Herzl. Hechler se enamoró de Herzl y de su proyecto sionista como si se tratara de un proyecto concebido por Dios. Utilizó su vasta gama de contactos políticos para ayudar a Herzl a encontrar sponsors para su proyecto. Le consiguió a Herzl encuentros, por ejemplo, nada menos que con el Sultán Otomano y con el Kaiser alemán. Pero lo decisivo fueron sus contactos con la élite británica. De esa forma llegaron a un político británico que se llamaba Lord Balfour. Ese encuentro tuvo lugar en 1905. Con el tiempo se lograría de este la famosa Declaración Balfour de noviembre de 1917 según la cual los judíos tenían derecho a tener un hogar nacional. Este fue el primer gran espaldarazo jurídico-político que precisaba el movimiento sionista para avanzar.
Posteriormente también sería de gran ayuda el famoso primer ministro Lloyd George de quién se decía que conocía mejor las ciudades y los pueblos del Israel bíblico que los de su Gales nativa o Inglaterra.
La geopolítica imperial británica era indudablemente la fuerza subyacente en la tarea de traer y ganar apoyo para el proyecto sionista pero a su vez queda claro que la predisposición para apoyar el proyecto devenía de sus anteriores pensamientos protosionistas cristianos. El famoso discurso de Balfour del año 1919 ya aclaraba el punto: «En Palestina no nos proponemos consultar los deseos de los habitantes del país … Los cuatro grandes poderes están comprometidos con el sionismo, esté este en lo correcto o esté equivocado, sea bueno o malo, porque arraiga en largas tradiciones, en las necesidades presentes, en esperanzas futuras, y todo esto es por lejos de mucha mayor importancia que los deseos y prejuicios que 700 mil habitantes que habitan hoy por hoy esa vieja tierra».
PARTE II.
ISRAEL Y LA SEGUNDA VENIDA de CRISTO
La expresión Sionismo Cristiano es de cosecha relativamente reciente. Rara vez se la utilizó antes de principios de los años 90′ del siglo XX. Organizaciones autoproclamadas «Sionistas Cristianas» tales como los «Puentes para la paz» y la «Embajada Cristiana Internacional», las dos con oficinas en Israel, estuvieron operando por más de 20 años pero solo después del 11-S de 2001 están bajo la mira de los expertos en Medio Oriente.
Brevemente definido, el Sionismo Cristiano es un movimiento que, desde dentro del protestantismo evangelista (casi exclusivamente anglosajón) visualiza el actual moderno Estado de Israel como el cumplimiento de una profecía bíblica y, en tanto que tal cosa, como algo merecedor de apoyo religioso, político y financiero. Los cristiano sionistas trabajan en una relación muy estrecha con el gobierno de Israel y con las organizaciones judías sionistas, tanto las religiosas como las laicas. Esa buena sintonía en general se transforma en perfecta cuando son los conservadores del Likud los que controlan el gobierno y el parlamento israelí. Algunas fuentes estiman la cuantía humana del movimiento en unos 100 a 125 millones de miembros. Una visión más prudente, pero no subestimatoria, lo ubica como una parte del universo fundamentalista evangelista del protestantismo cristiano.
El Sionismo Cristiano brotó de una corriente teológica particular denominada «dispensacionalismo premilenario», el que, a su vez, emergió, a principios del Siglo XX, en Inglaterra, por ese entonces un verdadero caldo de cultivo de doctrinas premilenaristas. Las enseñanzas y los escritos de un renegado irlandés, Jhon Nelson Darby, ponían énfasis en que se cumplirían en forma real, material, no metafórica, profecías bíblicas tales como las de la resurrección de las muertos (rapture), el retorno y el ascenso del Anticristo, la batalla del Armagedón y del rol central que cumplirá un resurrecto estado-nación de Israel en los últimos días de la historia humana.
El «premilenarismo» es un conjunto de creencias cristianas tan viejas como el mismo cristianismo. Tiene sus raíces en el pensamiento apocalíptico judío. En general lo que se sostiene es que Jesucristo volverá, de carne y hueso, a la tierra, antes de que se inaugure su prometido reino de mil años. A esta cosmovisión como marco general Jhon Nelson Darby le agregó la doctrina de las dispensas y la idea de que los textos proféticos todos tienen valor predictivo. Dividió la Historia Universal en períodos que denominó «dispensas» que tienen que servirle de guía a los creyentes en como cada uno tiene que manejar su conducta según el período histórico en el que se encuentre. Colaborar en el cumplimiento de los signos proféticos deviene una tarea cristiana (protestante) fundamental.
Las ideas de J. N. Darby llegaron a ser el cuerpo central en las enseñanzas de muchos sacerdotes, misioneros y militantes en las décadas que transcurrieron entre 1880 y 1890, incluyendo evangelistas como Dwight Moody y Bill Sunday, el más importante obispo presbiteriano James Brooks, el radio evangelista de Philadelfia, Harry Ironside, y Virus Scofield. Scofield aplicó los esquemas escatológicos (sobre el fin de los tiempos) de Darby a una Biblia que luego se editó y pasó a ser conocida como la Biblia de Scofield.
Paulatinamente esa Biblia de Scofield llegó a ser la versión de la Biblia por lejos la más utilizada por la mayoría de las ramas del evangelismo y protestantismo de los siguientes 95 años.
Los sionistas cristianos afirman taxativamente que el libro del Genesis 12:3 («Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan») es algo que se tiene que interpretar en forma literal, no metafórica. Creen fervorosamente en la idea de que la alianza de Dios con Israel es eterna, excluyente (exclusive, en el inglés original, N. del T.) y de que continuará por los siglos de los siglos. La alianza de Dios con la Iglesia, en cambio, es un mero paréntesis en los planes de Dios. La alianza decisiva, eterna, indestructible, es con Israel. La alianza de Dios con la Iglesia será reemplazada y removida de la historia cuando la suceda la resurrección de los muertos (1 Thesalonians 4: 13-17 y 5:1-11). Esa es la causa por la que los judíos en general e Israel en particular tienen que ser apoyados en todo sentido. Se tiene la visión de la historia universal y de sus etapas de J. N. Darby que, a su vez, luego, popularizó Scofield en su Biblia, editada por la Universidad de Oxford en 1909. Y como todo el mundo, sacerdotes, seminarios, colegios bíblicos, etc, usan la Biblia de Scofield, esta versión de la Biblia llegó a ser, por lejos, la más eficiente difusora de las visiones del dispensacionalismo premilenarista y, en tanto tal, pavimentó el camino para el sionismo cristiano. Si se quisiese ser lo más precisos posible, esa versión del premilenarismo popularizada por Darby, Irving y Scofield, debería ser denominada «futurist premilenarism dispensationalism» para diferenciarlo un poco del histórico premilenarismo (y su correspondiente particular escatología) que cultivaron muchos Padres de la Iglesia como Tertuliano, Cyrilo de Jerusalén, Justin Martyr y otros.
Se tiene una visión pesimista de la historia. Se está como en una espera impaciente de un conjunto de guerras y acontecimientos que preanunciarían el retorno de Jesucristo. El establecimiento del Estado de Israel, la reconstrucción del Tercer Templo, el ascenso del Anticristo y la construcción de ejércitos que estarían listos para atacar a Israel son vistos como algunos de los signos que preanunciarían una batalla final y el retorno de Jesucristo. Las naciones y las personas serían juzgadas, en este esquema, según como se comporten, en relación con Israel (Genesis 12:3)
Esas visiones encuentran apoyo entre los carismáticos, entre los Pentecostales, y todo un rosario de iglesias independientes dentro del vasto universo evangelista protestante. Se ve a menudo con hostilidad la línea principal de las iglesias protestante, católica y la ortodoxa y no ha faltado veces en que se consideró a nada menos que el Consejo Mundial de Iglesias y cuerpos relacionados como herramientas del AntiCristo. Son islamófobos. En Tierra Santa mantienen relaciones hostiles con los palestinos cristianos y, generalmente, se aborrece a los musulmanes como fuerzas del demonio, adoradoras de otro dios.
Calculan en unos 20 0 25 millones a los norteamericanos que tienen estas visiones. Crece muy fuertemente.
PARTE III.
LA BIBLIA Y LA ESPADA.
LOS SIONISTAS CRISTIANOS DESCUBREN ISRAEL
Sépase que el primer esfuerzo de lobby a favor de la idea de un estado judío en Palestina no fue judío. Fue iniciativa de William Blackstone, un escritor popular fundamentalista y sacerdote, que organizó una campaña nacional dirigida a quien luego fue presidente de Estados Unidos, Benjamín Harrison, para que este apoyara aquella idea.
Blackstone se había hecho famoso en 1881 con su libro que había llegado a ser best seller: «Jesús is coming«. Se había conmovido con horribles historias de pogroms en Rusia. Pensaba que había que apoyar a los judíos. Apeló a la buena voluntad de magnates amigos como John Rockefeller, del petróleo, Morgan, de la industria, y al editor Charles Scribner para financiar avisos y toda una campaña de estos en todos los diarios desde Boston hasta el Missisippi. Logró también conseguir el apoyo de miembros del Congreso. Pero no mucho más que eso.
Políticamente hablando el movimiento entra luego en un cono de sombra de 50 años, aproximadamente, hasta que la creación del Estado de Israel en 1947 y la Guerra Fría con la Unión Soviética vuelve a galvanizar y movilizar los espíritus de la derecha cristiana. Seleccionando las citas bíblicas adecuadas ambos desarrollos históricos se podían relacionar. Y eso fue lo que hicieron. Como supuestamente el fin de la historia se acercaba y según las profecías un auténtico imperio del mal emergería bajo el liderazgo de un misterioso líder mundial denominado por ellos anticristo, que procedería a atacar Israel, en una gran batalla final del fin de la historia universal denominada Armagedón, bueno, lo de Israel encajaba pues perfecto para cerrar el silogismo: todo el apoyo político, moral y militar del mundo había que darle a Israel. Todo pasa por Israel. En esta escatología y en esta visión Israel es el centro de la historia mundial.
Cuando Israel capturó Jerusalén, Cisjordania (o la franja Occidental), Gaza, Sinaí y las alturas del Golan en la guerra de junio 1967, los conservadores cristianos evangelistas sintieron una especie de éxtasis como si la historia universal entrara en sus últimos días. Nelson Bell, padre espiritual de Billy Graham, editor del influyente Christianity Today, escribió el mes siguiente: «Por primera vez en más de 2000 años Jerusalén está en manos de los judíos lo cual da a nuestros estudiantes más y mejores pruebas y una renovada fe en la exactitud y validez de la Biblia».
Este universo mental ganó popularidad por medio de un verdadero frenesí de libros y prédicas radiales y televisivas. El libro de Hal Lindsay, «The late, great planet earth«, llegó a ser uno de los más vendidos de la historia. Colocaba a Israel en el centro de la historia universal. Fue un libro que impactó fuertísimo, incluido nada menos que el expresidente Ronald Reagan.
Poco más tarde varias tendencias comenzaron a converger en el panorama político y religioso de América. Y todas apuntando en dirección de un incrementado apoyo norteamericano a favor de Israel. Primero de todo que, en desmedro de las ramas tradicionalmente principales del protestantismo y catolicismo, el sector de mayor crecimiento dentro de la cristiandad anglosajona americana fue el de los evangelistas y fundamentalistas. Segundo, que un hombre de ellos, Jimmy Carter, fue elegido presidente de Estados Unidos, un evangélico del «cinturón bíblico». Esto puso al movimiento en un lugar de legitimidad y expectativa y prestigio. La revista Times designó a 1976 «el año de los evangélicos». Tercero: después de ganar la guerra de 1967 Israel pasó a ser visto y considerado como un auténtico pilar de la estrategia occidental en Medio Oriente y un verdadero baluarte en contra de toda penetración soviética en Medio Oriente, en particular luego de que el vendaval de la revolución iraní acabara con ese régimen cliente de Estados Unidos en la zona y se perdiera esa posición de poder. Fue por esa época que el AIPAC (Comité de Asuntos Públicos Americano-Israelí) y otras organizaciones parecidas comenzaron a tallar fuerte en la configuración de la política sobre Medio Oriente. Cuarto: mientras eso sucedía la línea luterana principal y la católica se corrían a posiciones más equilibradas en el conflicto, es decir, posturas menos inclinadas a favor de uno u otro de los bandos en el conflicto. Para los extremistas proisraelíes estas eran opciones anti Israel. Quinto: la victoria electoral en las elecciones de 1977 por Menachen Begin, del ala derecha del Likud israelí, con su política de militarización del conflicto, de darle a todo gas con los asentamientos de colonos en los territorios ocupados, de anexarse las tierras de los árabes, y la práctica de ponerles bíblicos a los nuevos asentamientos y de defender sus políticas con retóricas bíblica (como que «Dios nos dio a nosotros estas tierras»), todo sintonizaba con los pensamientos y la retórica de los fundamentalistas evangelistas.
Un desarrollo sorprendente tuvo lugar en marzo de 1977 cuando a Jimmy Carter se le fue a ocurrir decir en un discurso que «los palestinos tienen derecho a un hogar nacional». Fue una época clave en el forjamiento de una alianza entre los sionistas y la derecha cristiana fundamentalista. Inmediatamente se movilizó toda una maquinaria que publicó a todo trapo solicitadas pagas en todos los grandes medios periodísticos en las que se decía cosas tales como que «era tiempo de afirmar con toda claridad por parte de las comunidades cristianas evangélicas su creencia en la validez de la profecía bíblica según la cual Israel tiene derecho divino a la tierra… vemos con grave preocupación todo recorte y toda disminución de este derecho por cualquier otra nación o entidad».
Esa campaña de solicitadas fue uno de los primeros signos de la existencia de una alianza naciente entre el Likud israelí, el lobby pro Israel y la derecha cristiana. Redireccionó el apoyo de la derecha cristiana de Carter, un demócrata, a la derecha republicana. Luego vino la crisis de los rehenes norteamericanos que tomó Irán y cómo esta crisis melló el prestigio de Carter. Todo lo cual, sumado, hizo que toda una tremenda masa de votantes que pensó que Carter no había cumplido en suministrar un apoyo incondicional a Israel se pasó a votar a Ronald Reagan en las elecciones siguientes del año 1980. Durante por lo menos siete veces, Reagan, en forma pública, hizo referencias a su creencia en una batalla final del Armagedón. Cuando Israel bombardeó y destruyó el reactor nuclear que fabricaba Irak, en la localidad de Osirak, en el año 1981, la primera llamada telefónica de Menachen Begin no fue a Reagan. Fue a Jerry Faldwell, líder de la «mayoría moral», encargándole que explique a su audiencia el sentido de la acción realizada. Recién después llamó a Reagan. Jerry Faldwell asimismo se encargó de reconvertir al viejo senador Jesse Helms de crítico de Israel a uno de sus más firmes apoyos. Una serie de escándalos menguaron su poder, pero no tanto porque después igualmente se eligió a otro presidente perteneciente a una iglesia bautista evangelista hasta que el apoteosis llegó con los años de George W. Bush.
PARTE IV
EL SIONISMO CRISTIANO EN LOS AÑOS DE CLINTON
Durante sus dos mandatos Clinton procuró incrementar la mediación en el conflicto israelí-palestino. Sus simpatías se inclinaron por el lado del partido laborista. Mantuvo una relación muy estrecha de afinidad de pensamiento con el primer ministro Yitzhak Rabin. Por el otro lado la alianza Likud-CristianoSionista se mantenía al margen y expectante. Esta gente estaba en la oposición a los acuerdos de Oslo.
En mayo de 1996 Benjamin Netanyahu se convirtió en el primer ministro de Israel, derrotando a Shimon Peres. Una vez más la ideología del Likud dominaba la política israelí. Benjamin Netanyahu era por lejos el favorito de los cristiano sionistas, una relación que se había cultivado durante los años en los que este había sido representante de Israel ante la ONU y figura invitada y orador de importantes eventos de la agenda sionista cristiana como por ejemplo la Fiesta de los Tabernáculos, organizada por la Embajada Cristiana Internacional o la plegaria de desayuno anual por Israel que se hace una vez por año en Washington. A los pocos meses de ser elegido arregló con la gente del Israel Christian Advocacy Council de llevar 17 líderes fundamentalistas protestantes evangelistas norteamericanos a Israel, a un viaje de actualización sobre la problemática de Medio Oriente. El viaje concluyó con una conferencia y una declaración que reflejaban la plataforma política del Likud. Se firmó una declaración que rezaba: «América jamás abandonará a Israel». En otras se apoyaba los asentamientos ilegales de colonos israelíes en Cisjordania, en la Franja de Gaza y en las Alturas del Golán, de propiedad siria. Igualmente por una Jerusalén unida bajo soberanía única israelí. Todo envuelto en un conveniente lenguaje bíblico y evangelista.
A su regreso a los Estados Unidos esta gente desplegó una campaña a todo vapor que incluía solicitadas pagas en los principales diarios de EU bajo la divisa: «Los cristianos llamamos a apoyar la causa de un Jerusalén unido». El hecho de que esta postura estaba en conflicto con la política oficial del gobierno empeñado en ese entonces en las negociaciones de paz que se celebraban en la ciudad noruega de Oslo les importaba muy poco a los cristianos evangelistas sionistas. Suscriptas por gente como Pat Robertson de la Christian Broadcasting Network, Ralph Need, director de la Coalición Cristiana, el famoso predicador televisivo Jerrry Faldwell y por Ed Mc. Ateer de la Mesa Redonda Religiosa, esa campaña fue la respuesta de los likudistas israelíes y de la derecha cristiana norteamericana a los esfuerzos (mejores o peores, discutibles o no, ese es otro tema) de Bill Clinton y los laboristas. Y también era un desafío directo a la línea principal de las iglesias católico romana y protestante en tanto y en cuanto estas tenían una postura a favor de un Jerusalén compartido.
En un momento de baja de las contribuciones a Israel el Likud pudo movilizar a los sionistas cristianos para que cubrieran el faltante. Eso había sucedido durante un conflicto entre ciertas ramas reformista y otra conservadora dentro del universo judaico, a finales de los años 90. John Hagge, [N. del T. : el mismo que en 2006/7 bregaría por lanzar bombas atómicas sobre Irán], por ejemplo, líder de la Iglesia de San Antonio, Texas, anunció en febrero de 1997 que su iglesia donaba un millón de dólares para Israel. Hagge declaró que eran para ayudar al establecimiento de judíos rusos en Cisjordania y Jerusalén. «Sentimos que colaboramos con el cumplimiento de los planes de Dios». Cuando en una oportunidad se procuró hacerle ver que esos actos estaban en contradicción con la política de su país en ese momento, declaró: «Yo soy un académico bíblico, un teólogo y desde mi punto de vista la ley de Dios está por encima de las leyes de Estados Unidos o de lo que diga el Departamento de Estado».
Hubo también otras vías de colaboración. Netanyahu utilizó las redes de sionistas cristianos para sabotear los precarios logros del proceso de Oslo. La maniobra inventada fue esta. La radio israelí el día 22 de octubre de 1997 informó que la Autoridad Palestina estaba persiguiendo a los palestinos cristianos. Dos días más tarde en un artículo del Jerusalem Post se decía, citando «información clasificada» del gobierno que los palestinos estaban enfrentando «brutales persecuciones» de un gobierno «predominantemente musulmán». El informe decía que «los cementerios cristianos habían sido destrozados, las líneas telefónicas de los monasterios cortadas, etc». «Que los palestinos habían tomado control de las conventos cristianos y estaban forzando a sus líderes a servir como portavoces de Yasser Arafat y otros opositores a Israel».
Al mes el congresista J. C. Watts, del partido republicano de Oklahoma, vecino (geográfica y espiritualmente) de Texas reiteró estas acusaciones en un artículo de opinión en Washington Times culpando a Arafat por el éxodo cristiano de la tierra santa y llamando a suspender un envío previsto de 307 millones de USS para la Autoridad Palestina. Luego se sumaron a la campaña gente como A. M. Rosenthal y William Safire del New York Times y otros. Los desmentidos de los presuntos afectados directos no llegan nunca. Mayor Nasser de la iglesia de Bethelhem dijo: «Nuestras iglesias tienen la más completa libertad. Jamás escuché nada de ninguna presión».
En mayo de 1998, en compañía del «Hermano Andrés», un líder de la organización holandeses «Puertas Abiertas», el autor de estas líneas decidió investigar por el mismo todo este asunto. Todo lo que encontró fueron tres casos aislados de familias cristianas que tenían conflictos con otras tantas musulmanas pero por asuntos de los matrimonios cruzados entre esas familias y sus bemoles. Y también por cuatro palestinos que se habían convertido al cristianismo como consecuencia de la acción proselitista de una secta evangélica mesiánica judía que residían en un asentamiento judío. Dos de los cuatro tenían antecedentes criminales y los otros dos eran sospechosos de trabajar para los servicios secretos israelíes. Se los había detenido por sus actividades criminales, no por nada que ver con sus convicciones religiosas.
Se trataba, evidentemente, de una calculada campaña para enturbiar y desprestigiar la Autoridad Palestina que, esa vez, con las investigaciones mencionadas y aclaraciones posteriores, se pudo desbaratar, pero que una y otra vez, se reiteran a través del tiempo.
PARTE V:
UNA RELACION CELESTIAL: BUSH Y LOS SIONISTAS CRISTIANOS
El 27 de marzo de 2002 el mundo fue conmocionado por la acción de un suicida palestino que se inmoló con un cinturón con bombas en el Park Hotel, en la localidad de Netanya, en Israel, durante una velada con 250 invitados, que provocó la muerte de 30 y numerosos heridos. Israel respondió con la operación «Escudo Defensivo», invadió Cisjordania y sitió la ciudad palestina de Jenin. Un alud de protestas se levantó en el mundo entero. George W. Bush ordenó al primer ministro de Israel a retirar sus tropas inmediatamente. Era un fuerte mensaje.
Pero al punto se movilizó toda la maquinaria del sionismo cristiano norteamericano. Jerry Faldwell, que para ese entonces ya llevaba largo tiempo como vocero informal del movimiento pro Israel, junto con otros líderes, usaron todos sus recursos, sus radios, sus espacios en la televisión, miles de cartas, de mails, llamados telefónicos al presidente y sus funcionarios, clamaban por permitir a Israel «terminar su trabajo» de castigo. Bush no pronunció ninguna palabra más de desaprobación de las acciones militares israelíes. La lección que quedó del episodio fue que incluso cuando Norteamérica parece que se pone firme con Israel insinuando algunos límites Israel puede no tomárselos en serio. Como dijo Faldwell: «Israel tiene en el cinturón bíblico una verdadera red de seguridad en Estados Unidos».
Las organizaciones cristiano sionistas y el lobby pro Israel se encuentran entre las fuerzas más importantes que convergieron desde la elección de George W. Bush para cambiar las concepciones y las prácticas políticas en relación con Medio Oriente. Y otros grupos y capillas ideológicas lo mismo. Fue como si todo convergiera en un punto para una gran acumulación de fuerzas que pudiera producir drásticos cambios. Uno de esos grupos era la derecha republicana. Rodeado de halcones de la administración Reagan Bush hijo hizo a un costado muchos de los criterios y prácticas de Bush padre, un poco más inclinado a dar un poco más de espacio a las negociaciones y las Naciones Unidas como instancia mediadora para resolver conflictos. Por el año 2000 hubo un giro feroz en el partido republicano. El ala derecha, por lejos predominante, abrazó las doctrinas neoconservadoras que abogaban por el unilateralismo, las soluciones militares y las guerras preventivas. Fue un enfoque mucho más agresivo el que se puso en marcha después del 11-S. En ese afiebrado contexto no es de extrañar que la guerra de Israel contra los palestinos y otros enemigos se liguen, más pronto que tarde, con la guerra de EU «contra el terrorismo».
Otro de esos grupos eran los neoconservadores sionistas, cuyo líder era Paul Wolfowitz, segundo en la jerarquía del Pentágono luego de Donald Rumsfeld, que ya en 1991 había presentado un famoso documento: «Reconstruyendo las defensas de América» en el que abogaba por soluciones unilaterales y guerras preventivas. Y en 1996, desencantados con la política de Clinton, nace el «Proyecto por un nuevo Siglo Americano», basados en las doctrinas y documentos previos de los neoconservadores sionistas. El mismo año se le entrega un importante documento estratégico a Benjamín Netanyahu, candidato entonces a primer ministro de Israel en las elecciones, titulado, «Una ruptura limpia: una estrategia para asegurar el reino de Israel». Recomendaba que Israel abandone los acuerdos de Oslo, Noruega, y adoptar estrategias militares agresivas para con los palestinos y los árabes en general. Esas recomendaciones devinieron el modus operandi de Netanhayu y, asimismo, de Ariel Sharon. La elección de Bush y el 11-S dieron a los neoconservadores la oportunidad soñada de cambiar los enfoques vigentes por otros más agresivos, más enfocados en lo militar, imperialistas y unilateralistas.
Otros de esos grupos son las multinacionales de la construcción, de las armas y del petróleo. El acceso directo a petróleo de alta calidad y bajo costo fue siempre un objetivo de primera prioridad para Estados Unidos en Medio Oriente. Las multinacionales del armamentismo fueron también grandes ganadores de esta estrategia. Y su cliente favorito fue siempre inocultablemente Israel.
El quinto grupo son el lobby pro Israel y el vasto rosario de thinks thanks, institutos de estudio, debates, «clubes», iglesias, derecha cristiana, etc. Y el sexto son los fundamentalistas Sionistas Cristianos. Por lejos el grupo de mayor crecimiento dentro de las iglesias de Estados Unidos son los Evangelistas. Se los puede calcular en entre 100 y 130 millones de personas. De estos un cuarto se los puede considerar fundamentalista y de estos la mayoría, casi todos, apoyan las posturas israelíes, sean cuales sean. Incluyendo que la mayoría de ellos creen en la batalla del Armagedón según una encuesta de Pew Research Center. En esos ambientes la mera idea de que Israel tenga que negociar dar tierras para obtener paz es considerada una cosa obscena. Una de esas organizaciones es por ejemplo, Friends for Israel (Amigos de Israel) y otra es «Stand for Israel»
Conviene entender bien que cuando uno quiere entender la política norteamericana hacia Medio Oriente no basta de ninguna manera hacer referencia hacia el «lobby judío» sino que es indispensable tener en mente todos estos otros grupos de los que hemos venido hablando en estos capítulos.