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Siria

Críticas a lo que llaman el «modelo libio»

Fuentes: Jadaliyya

Traducido del árabe para Rebelión por Elisa Viteri

Después de que por fin cayera el régimen de Gadafi, después de la entrada en la capital, Trípoli, unas pocas voces dispersas se levantaron desde Siria pidiendo que se siga el modelo libio, con la opinión de que tomar las armas y solicitar una intervención militar extranjera es el mejor camino para «hacer caer al régimen» en Siria. Estas voces, que hablan entre susurros y que no representan la opinión de la oposición siria, se caracterizan por elevar el tono y ser crueles con el bando que se niega a empuñar las armas y a solicitar una intervención militar extranjera, ya que de este modo, y según los primeros, muestran su debilidad e insensibilidad ante lo mucho que sufre el pueblo sirio, además de que puede que esta negativa siga los dictámenes de los servicios secretos sirios. A estos pocos les gusta lanzar acusaciones de que éste y aquel trabajan para alguna de las ramas de los servicios de inteligencia cuando no tienen su misma opinión o tienen un discurso distinto al suyo.

No son conscientes, por lo que parece, de que los principios no están sujetos a regateos o chantajes, ni de que la lucha por los derechos y las libertades del pueblo sirio es una lucha moral de primer orden y que, como lucha moral, no puede aceptarse la lógica de que el fin justifica los medios, sobre todo si hablamos de unos «medios» como son la toma de armas y la petición de una intervención militar externa. No sólo son los «objetores de conciencia» los que se niegan a estas opciones -aunque bastarían por ellos mismos-, sino que los argumentos que venden estas voces (por una convicción errónea o con mala intención) no son correctos. Por consiguiente, tampoco pueden usar el pragmatismo para convencer de la viavilidad de estas opciones, asumiendo entonces que se pueda saltar por encima de los que se oponen por principios o por una posición moral determinada.

A pesar de que algunos hablan de la toma de armas y de la intervención militar extranjera como acciones independientes, en realidad estas dos opciones son capítulos de la misma secuencia de eventos, o lo que se pretende que sea el desarrollo de los hechos. La toma de armas, en realidad, es prácticamente acatar la intervención militar extranjera, lo que puede hacerse creando una opinión pública y a través de los parlamentos occidentales -la espada y la pared-, para que se acuerde el envío de tropas. Eso si el «establishment» mundial decide que le interesa intervenir militarmente.

Lo que sigue es un intento de detallar las consecuencias directas que tendría la toma de armas y la intervención extranjera en la escena siria:

Primero: efectos en el movimiento de protesta y en los cimientos de las acciones de la oposición en Siria.

La primavera árabe se caracteriza, en general, por haber adoptado los métodos y la bibliografía de los levantamientos populares no violentos para enfrentarse a la tiranía y la opresión de los regímenes. Esto conlleva la implicación práctica de amplios sectores de la población en la lucha y en la construcción de un discurso que recoja las peticiones en las que se encuentren todos estos sectores del pueblo. Este discurso colectivo es de vital importancia en el proceso de construcción de una identidad nacional común, y en nuestro caso tenemos la acuciante necesidad de que los cimientos de esta identidad nacional se construyan a partir de la ciudadanía en democracia. Este trabajo casi hay que empezarlo desde cero, debido al increíble daño que produjo en esta identidad la apropiación y la deformación que llevaron a cabo los régimenes árabes, que llegaron a transformarla en la mera lealtad al régimen y la deificación de sus líderes, como símbolos (o dueños) de la patria. Un pueblo que lucha por la liberación busca cómo aglutinar a la mayor cantidad posible de grupos sociales, la mejor manera de construir esta identidad. El discurso moral que se usa para representar esta identidad es la base más sólida para crear una vida política natural a medio y largo plazo.

Este esfuerzo civil, a nivel del pueblo, estaría abocado a morir si triunfa la opción de las armas, ya que significaría sacar a la vasta mayoría de la base social opositora fuera del juego y darles la denominación negativa de espectadores a la espera, no de actores. El esfuerzo intelectual también caerá en agua de borrajas al tratar de reclutar a la mayor fuerza militar posible, sin poder controlar la identidad, las premisas y las intenciones de los que empuñarán las armas. Las oportunidades de que el «combatiente» luche por la libertad, la dignidad y la democracia civil son casi inexistentes; muy probablemente será todo lo contrario.

Empuñar las armas será, en caso de que ocurra, la garantía de que todos los esfuerzos de la oposición nacional, además de la construcción de la idea democrática de la identidad, queden estrangulados sin remedio. Tomar las armas es, en realidad, y como ya he dicho, la aplicación práctica de estar de acuerdo con una intervención extranjera. Cualquier plan de armamento se basará, necesariamente, en un intento de apoderarse o hacerse con el control de una zona determinada, como punto de partida de las operaciones militares posteriores. Podemos decir, con toda naturalidad, que cualquier organización armada puede tomar las armas, y que ésta no tendrá ninguna oportunidad contra unas fuerzas organizadas y muy superiores en número y en equipamiento. Por consiguiente, para impedir que estas fuerzas regulares gubernamentales decidan el resultado en la batalla contra una organización armada, se llamará a la realización de una campaña para pedir una intervención militar urgente. Una vez lleguemos a este punto de la historia nos encontraremos con dos opciones:

Primera opción: que se produzca una intervención militar extranjera de verdad (las consecuencias de esta opción se detallarán más adelante), aunque los invasores paguen los costes humanos y económicos.

Segunda opción: que no se produzca una intervención militar extranjera. Esta opción es más probable de lo que creen los que apuestan por la intervención, ya que hay muchos factores que la hacen menos plausible, como los inconvenientes estratégicos, militares, políticos y económicos de esta «aventura». Entre estos factores se encuentra la posilibilidad de llegar a un «acuerdo» con el régimen que anule la necesidad de la intervención y proporcione una tapadera al régimen para controlar militarmente sus tierras con más facilidad a cambio de cumplir los compromisos asumidos en tal acuerdo. Hay muchas cosas que puede proporcionar el régimen en un posible trato. El abecé de la política empieza con que los valores morales sólo son pretextos para lograr determinados intereses. Si esto ocurre, las peticiones por la liberación y la democracia en Siria quedarían cubiertas de polvo, estaríamos pagando durante muchos años el precio de perder una oportunidad irrepetible por culpa de opciones imprudentes y erróneas.

El mero pensamiento en una intervención militar exterior hace mucho daño a la psique colectiva, ya que entre las virtudes de la «primavera árabe» que vivivmos es que, quizás por primera vez, el pueblo árabe piensa que es capaz de dirigir las riendas del destino por sí mismo, es capaz de hacer cumplir su voluntad y de pedir todo eso por sus propios medios. Sólo pensar que necesitan que llegue un «salvador» de fuera es un revés a este avance psicológico que tanto necesitamos en todos los estadios de la construcción y el desarrollo de este futuro.

Segundo: los costes humanos de la toma de armas y la intervención militar.

Abundan los defensores de la opción armada y la intervención militar que usan el factor humanitario como argumento. Sin embargo, lo que esán haciendo (intencionadamente o no) es un chantaje emocional y demagógico sobre este tema, como si dijeran que su opción es la única que evitaría un derramamiento de sangre. También piden a los que se oponen a esta opción que aporten una alternativa práctica y rápida, y si no, que se callen, sin darse cuenta de que si se les pide a ellos que prueben que su opción es la que tendrá menos costes humanos, yo estoy seguro de que les sería imposible.

Justificar la toma de armas con el pretexto de la «protección de los civiles» es casi una broma propia de una tragedia, ya que nadie sabe qué puede hacer una persona armada con un fusil frente a armamento pesado de guerra si atacan centros de población. ¿Tienen tanques para enfrentarse a los tanques? ¿Cañones para los cañones? ¿Aviones para los aviones? Lo único que hace un movimiento popular que se convierte en un movimiento armado es dar una excusa a la máquina militar para que se involucre y se le enfrente, lo que significa más sangre. Esto además de las víctimas que pueden caer en el fuego cruzado.

Por su parte, para hacer la compración del papel que adopta la intervención militar extranjera en detener el «derramamiento de sangre», no vamos a acudir a modelos que han fallado de manera estrepitosa, como el de Iraq, Afganistán, Somalia y Haití, sino que vamos a considerar el «modelo victorioso», es decir, Libia. Las fuentes del Consejo Nacional Transitorio señalan que el número de víctimas de la revolución libia ya sobrepasa los cincuenta mil1, lo que es cerca del 1% de la población (6,5 millones según un censo de 2010, donde la densidad de población no supera las tres personas por kilómetro cuadrado). El 1% del total de la población siria son alrededor de 220.000 personas, y debemos tomar en consideración que la densidad de población en Siria sobrepasa las 95 personas por kilómetro cuadrado, lo que significa que el número de víctimas que conllevaría cada ataque aéreo o bombardeo defensivo sería mucho mayor que el número qu víctimas que causaría un ataque parecido en un país que no tiene casi habitantes, como Libia.

Esa es la «factura» en términos humanos en caso de que la situación (supuestamente) se volviera como la de Libia, y sin tomar en consideración la naturaleza geográfica de Siria, la balanza de fuerzas militares, y todos los factores objetivos que hacen que la situación en Siria sea mucho más complicada que la de Libia, y a la que se suma un factor crucial más, que es la naturaleza de su sociedad. Es natural pensar que el resultado sociopolítico de una ataque militar extranjero en Siria sería la desintegración de la unidad social y el repliegue de cada una de sus partes hacia sus componentes familiar, tribal y sectario. En el caso de un debilitamiento de la identidad colectiva nacional, es fácil asumir que el pueblo se refugiará en lo «familiar», lo «instintivo», como defensa propia. Estos componentes pueden luchar entre ellos por varias razones, o quizá sin razón alguna, incluso verbalmente, en un ambiente irracional de frenética violencia. El ejemplo iraquí es el testigo más dramático de esta posibilidad.

Hemos hablado del número de muertos, pero sólo pensar en otro tipo de consecuencias humanitarias, como los desplazados y la destrucción de la infraestructura (ya bastante deficiente) es bastante aterrador. No hay ni el más mínimo factor que ayude a pensar la toma de armas y una intervención militar extranjera pueda contribuir a aliviar el sufrimiento humano, sino todo lo contrario.

Tercero: los costes políticos y económicos

No es nuevo esto que viene, y es que todos los estados del mundo se mueven al compás de sus propios intereses, y no es retórico el discurso de que la democracia, la liberación y los derechos humanos no son sino una tapadera que, en caso de necesidad, a veces se utiliza, o a veces se niega, también cuando se necesita.

Volvamos al «modelo victorioso».

Desde que Gadafi, a mediados de la década pasada y gracias a Tony Blair principalmente, consiguiera librarse del aislamiento internacional que reinaba a su alrededor y de sus temerarias consecuencias políticas, aprovechó las ganacias del petróleo para involucrar al régimen libio de forma perjudicial en todas las partes del mundo, creyendo que esta presencia daría a su régimen una posición internacional importante (en su momento, Gadafi puso al nombre de Libia el adjetivo «la grande»). Entre los ejemplos de esa política insensata menciono el caso de uno de los «históricos» de la organización terrorista ETA, el cual se puso a sí mismo el apodo de «Gadafi», como pueba de reconocimiento y gratitud a Gadafi por el apoyo que éste que dio a la organización terrorista. ¿Qué estaba buscando Libia en el País Vasco al apoyar a una organización terrorista? Probablemente el tornillo que se le cayó a Gadafi.

Gadafi optó por este acercamiento después de la invasión iraquí, cuando expresó su deseo de «abrirse» a Occidente, prometió abandonar su programa de armamento químico y atómico, y dejó las puertas de su país de par en par a las inversiones occidentales, lo que hizo que el tamaño de sus transacciones comerciales (en los sectores petrolero y armamentístico) con Occidente llegara a miles de millones de dólares2, sobre todo con Francia e Italia. La cooperación no se limitaba a las finanzas, sino que inició la cooperación entre los servicios secretos de los países occidentales y el régimen de Gadafi, el cual llegó a niveles muy altos de coordinación y confianza. Unos documentos con los que tropezó la organización Human Rights Watch hace días prueba que los servicios de espionaje occidentales ayudaron a capturar a oposiores de Gadafi y a entregarlos a los servicios secretos libios3.

Por su parte, la cuestión de la cooperación entre Europa y el régimen de Gadafi en lo que se ha llamado «la inmigración ilegal» es, según muchos activistas europeos en el terreno de los derechos de los migrantes, un verdadero estigma en la historia de la política europea. La Unión Europea acordó [sic] tratar con Gadafi y darle el puesto de vigilante de las fronteras [sic] del sur de Europa4 por 50 millones de dólares y el equipamiento de las fuerzas guardacostas libias con equipos y barcos italianos modernos. No les impidió completar estos acuerdos el hecho de que Libia no haya firmado la Convención sobre los derechos de los inmigrantes, o que Gadafi se negara a permitir la entrada de las agencias de socorro en territorio libio o en sus aguas nacionales. Hay decenas, cientos de pruebas de flagrantes violaciones de los derechos de los emigrantes africanos y árabes a los que su infame suerte condujo a intentar cruzar hacia Europa a través de Libia. Así pues, prácticas como la de hundir un barco lleno de emigrantes a bordo o trasladar a los emigrantes capturados a un lugar en medio del desierto y abandonarles allí eran de lo más normal según la manera de proceder del régimen de Gadafi. ¿Cuántos responsables europeos trataron esta cuestión con Gadafi, ya fuera durante una de sus visitas a Libia o durante uno de los ridículos y provocativos tours del dictador por las capitales europeas? La respuesta la dejo a la imaginacíon y buen entendimiento de los lectores.

Hace unos meses, Hillary Clinton recibió a Motasem Gadafi5 siguiendo el protocolo que se dedica a los ministros de Asuntos Exteriores de estados invitados, es decir, algunos jefes de Estado ni siquiera sueñan con que se les reciba con tal protocolo en Washington. Esto prueba que los Estados Unidos no eran en ningún modo sensibles a la apropiación que hizo esta familia de Libia, sino que colaboraban con ella por interés, sin ocuparse de cuestiones como la democracia o los derechos humanos.

Lo mencionado más arriba sirve también como prueba de que los delirios que transformaban a la revolución libia en una conspiración en la sombra no tienen validez, y de que la respuesta a la pregunta de por qué los estados occidentales han intervenido militarmente contra Gadafi si mantenía este tipo de colaboración con ellos se basa en el convencimiento de que los compromisos morales en la política internacional no existen. Así mismo, Occidente está seguro de que, después de los intentos fallidos de mantener contactos con las revoluciones de Egipto y Túnez, no puede parar la magnitud de esta ola popular, por lo que tiene que subirse ella para asegurarse que sus proyectos continuen exisitiendo, y si puede visitarlos, mejor que mejor. Así, Francia se aseguró de que le dieran la porción del león en el banquete de la economía petrolera de la nueva Libia.

Dicen que la política se basa en la búsqueda de «inteseres compartidos» con otros y en trabajar para lograrlos. Este argumento es cierto en teoría, pero ¿dónde vemos su aplicación práctica en el caso sirio? En la imposición de sanciones por parte de los países occidentales y en una intervención, ¿dónde están los intereses compartidos con los derechos, libertades y las constantes nacionales del pueblo sirio? ¿Cualquier gobierno verdaderamente democrático puede pasar por el «estabishment» mundial sus intereses en Siria? Hay muchos puntos que chocan entre los intereses imperialistas occidentales y los intereses del pueblo sirio, y nadie llevaría a cabo una intervención militar en contra de sus intereses. Estos no permitirían una verdadera democracia, sino que trabajarían por instalar una democraciaa aberrante, horripilante, al estilo de Iraq o Afganistán. Cualquier intervención se hace para implementar la agenda del que interviene, y la justificará políticamente con los mismos que se asegurarán de implementar estas agendas, que serán seguramente los «opositores del último cuarto de hora», como los ha llamado Yasin el Hach Saleh en una de sus últimas intervenciones6. En cualquier caso, la intervención militar es la que les dará el ímpetu que no tienen y no merecen, y serán leales a la intervención y no a las perspectivas nacionales del pueblo sirio.

No tenemos otra opción a la hora de construir nuestro futuro que la de trabajar para ampliar, fortalecer y apoyar ideológicamente el movimiento popular no violento. Además, tiene que surgir pronto una iniciativa política nacional colectiva basada en los opositores que tienen la opción nacional como la única salida de la crisis, una iniciativa que traduzca los anhelos del pueblo sirio de conseguir sus derechos y sus libertades en un programa político claro, metódico y completo que ayude a aclarar los objetivos y a desvelar el camino que se presenta ante el movimiento popular. Esto requiere un increíble esfuerzo intelectual y cognitivo, aparte del duro trabajo de campo en la lucha. También requiere mostrar un caracter paciente e innovador para encontrar el mejor camino de trabajar y actuar con el menor coste humano posible. No hay otro camino. Nuestro futuro es nuestro y tenemos que confiar en nosotros mismos para construirlo, y para poder decidir qué es lo que deseamos y lo que nos conviene.

Notas:

1.http://www.bbc.co.uk/arabic/middleeast/2011/08/110830_libya_uprising_casualties.shtml

2. http://fronterad.com/?q=node/2828&page=0%2c1

3. http://www.dw-world.de/dw/article/9799/0%2c%2c15362561%2c00.html

4. http://periodismohumano.com/migracion/50-millones-de-euros-para-evitar-la-europa-negra.html

5. http://www.aljazeera.net/NR/exeres/6E14EBD3-ABF4-4466-95BB-530097F76A6E.htm

6. http://www.alraimedia.com/Alrai/Article.aspx?id=295347&date=02092011

Fuente: http://www.jadaliyya.com/pages/index/2581 

rCR