Escribo estas lineas desde el campo de refugiados palestinos de Ein El Hilweh, en el Sur de Líbano. En este campo viven casi 100.000 personas y está fuertemente amurallado con alambre de espino en la parte superior de los muros, estando controladas sus entradas y salidas por un fuerte despliegue del ejercito libanés. Durante algo […]
Escribo estas lineas desde el campo de refugiados palestinos de Ein El Hilweh, en el Sur de Líbano. En este campo viven casi 100.000 personas y está fuertemente amurallado con alambre de espino en la parte superior de los muros, estando controladas sus entradas y salidas por un fuerte despliegue del ejercito libanés. Durante algo más de un mes estaré conviviendo con los compañeros que muy afortunadamente por mi parte me han acogido en su casa, el Centro de Solidaridad Social de Ein El Hilweh, y con los cuales estamos estableciendo unos protocolos de trabajo conjunto para el el ciclo 2008-2009. Espero que sea capaz de trasmitiros todo aquello que aquí me toque vivir. Adjunto tres fotografías; la primera es una visión general del campo donde se puede visualizar su extensión, la segunda es uno de los muchos controles que se pueden apreciar en Beirut y la tercera es de uno de los muchos jóvenes que ante la falta de esperanza ha decidido ser miliciano.
Son ya 6 días los que llevo en los campos de refugiados, en concreto en el de Ein El Hilweh de Sidón, al Sur de Líbano. La estancia aquí es tensa, sobre todo cuando uno sale y entra del campo y está expuesto a las burlas de los militares libaneses, que chequean a todo el mundo protegidos por muros de hormigón, tanques y una infinidad de armas M16 que cuelgan de sus hombros. Estos seis días me parecen que son ya 3 meses. Los vecinos de la calle donde me alojo ya me reconocen y me saludan en un pobre español y mis compañeros de trabajo se esfuerzan por que me sienta cómodo e integrado y nunca borran un buen gesto hacia mí o una tierna sonrisa. Cristina y Mustafa, esos refugiados que han visitado el local de la Asociación Haydée Santamaría varias veces son mis anfitriones y en sus oficinas han habilitado una habitación para alojarme.
En estos días es increíble ver el día a día de las más de 80.000 personas que aquí viven. La hostilidad del ejército a las entradas y salidas, que yo mismo he tenido que sufrir aún teniendo permiso para estar en el campo, la mezcla de olores: a zotal, a basura, a perfumes que adornan los opacos cuerpos de las mujeres y a las especias subastadas en la calle del mercado, las paredes; pintadas de graffitis con poco arte, llenas de carteles de los más de 15 grupos organizados en el campo llamando a sus fieles a luchar por sus reivindicaciones, las escuelas de la UNRWA y los centros sanitarios con sus guardias de seguridad privados que al fin y al cabo son miembros de las milicias de Al Fatah, del FPLP, de la Yihad… milicias armadas con viejos kalashnikovs que no esconden y de los cuales presumen… todo ello en un gueto construido sobre terreno prestado desde hace ya 60 años a este pueblo convertido en nómada.
Pasear por Beirut, por no decir pasear por Líbano, es como pasear en un país en guerra donde una tregua no establecida puede romperse en cualquier momento. Cada esquina tiene su pequeña trinchera con sus tanques, sus cadenas de pinchos para evitar que ningún coche se pase los miles de controles militares que tiene la ciudad, sus 4 o 5 militares que en posición de alerta no dejan de vigilar visualmente a toda una sociedad sospechosa.
La situación en el norte de Líbano tampoco hace predecir una mejora de la situación y casi justifica la presencia del ejército libanés en cualquier rincón del país. Desde que he llegado aquí, las noticias sobre atentados o disturbios armados en Trípolí son una constante. Ante esto, los palestinos están tranquilos. Saben que es un conflicto armado es un conflicto interno que de momento a ellos no les afecta. De momento.
El motivo de este viaje es valorar y establecer las relaciones necesarias para en el año 2008-2009 el Festival Interpueblos pueda dar comienzo desde aquí, desde este conflictivo país que aloja en su lecho a mas de 300.000 refugiados palestinos a los cuales se les aplica una inmoral doctrina de NO tener derecho al trabajo y mucho menos, el derecho al retorno que todos anhelan.
Me decía Adel, un nuevo amigo palestino, que lo primero que les enseñan a sus hijos a la vez que su nombre es la ciudad de la que ha sido desalojada la familia de tal manera que trasmiten de una generación a otra sus deseos de retorno, de ser un Estado, un pueblo unido. También me recalcaba que cuando los jóvenes pierden la esperanza y no divisan futuro, ese es el momento en el que deciden dar el paso a empuñar las armas… ¿Tendremos algo de responsabilidad la comunidad internacional en esto? Yo creo firmemente que sí.
Otro de los puntos reseñables, y no es nuevo, es que entre los propios palestinos no se ponen de acuerdo sobre las prioridades estratégicas que han de tener como pueblo. El conflicto más notable y conocido por todos es el que mantienen Al Fatah y Hamas, aquí también representados, con nuevos grupos en este escenario que, aunque con una trayectoria corta y sin mucha fuerza política son muy fuertes militarmente, generando más conflictos dentro de los campos de los que los propios palestinos desearían. La gente está cansada y desea no soólo el retorno, sino poner fin a un conflicto que se ha cobrado ya muchas vidas y que para su resolución, únicamente confian en la Comunidad Europea y en España concretamente, por su posición justa con aquellos puntos que a los palestinos se refieren. Lo que aquí no saben es que España vende armas a Israel mientras en foros internacionales defiende sus causas.
Ser español en un campo de refugiados palestino le hace a uno sentirse como en casa, especialmente cuando las políticas exteriores que se hacen con respecto a Palestina por el país de uno, son de condena hacia Israel… Recientemente ha llegado la noticia de que la Audiencia Nacional española ha aceptado a trámite una querella contra militares israelíes por un bombardeo en Gaza en el que murieron el supuesto terrorista que querían matar y varios niños y mujeres de las casas adyacentes. Aquí la gente entiende que de seguir su curso y terminar en condena, sentaría un precedente histórico, ya que lo que se entiende que está en juego es el fin de la inmunidad del Estado de Israel sobre las masacres cometidas sobre los palestinos. Por supuesto, esta noticia la celebré entre mis ya conocidos amigos, y los nuevos que desde que he llegado no han dejado de guardarme y cuidarme siendo mis interpretes, mi guías y mis palabras. En estos días me he convencido de que somos nosotros desde España los que tenemos que tomar la iniciativa de la defensa del «Derecho Palestino», la Europa neoconservadora de la restricción de las libertades y los derechos, alineada con EEUU, no tardará en acabar de machacar a esta población completamente indefensa. Ningún cohete qassan de los que pueda lanzar Hamas desde la franja de Gaza justifica la masacre de estos niños, estas mujeres y estos jóvenes que en mi día a día me acompañan.