La policía intentó desalojar a los manifestantes de la plaza Catalunya y provocó 120 heridos. Pero la gente aguantó, se reagrupó y se multiplicó. Mientras tanto, la dirigencia política entra en contradicciones y no sabe cómo resolver la revuelta juvenil. «Claro que nos cabrea que la derecha haya arrasado en las elecciones, era previsible, pero […]
La policía intentó desalojar a los manifestantes de la plaza Catalunya y provocó 120 heridos. Pero la gente aguantó, se reagrupó y se multiplicó. Mientras tanto, la dirigencia política entra en contradicciones y no sabe cómo resolver la revuelta juvenil.
«Claro que nos cabrea que la derecha haya arrasado en las elecciones, era previsible, pero tampoco las cosas hubieran cambiado mucho si hubiera ganado el Psoe en vez del PP. Cada vez hay menos diferencias entre ellos.» El que habla así, José María, ingeniero de 33 años, es uno de los habitantes de la «República del Sol», que es como «los indignados» llaman a la Puerta del Sol, la famosa plaza del casco histórico de Madrid que han estado ocupando desde el pasado 15 de mayo. Y de ahí el nombre de su movimiento, el «15-M», una sigla que ya se hecho conocer en buena parte del mundo. En la prensa sajona se conoce este proceso como la «spanish revolution«. No es la Revolución con mayúsculas, pero lo que se ha empezado a vivir en España tiene algo de revolucionario y de lo que hoy se vive en toda Europa.
La acampada en la «República del Sol» y otras plazas se levanta a partir de esta noche, para mantener allí asambleas generales quincenales, pero se empezaron a realizar asambleas en todas las plazas de barrios y pueblos, una cita que pretende ser semanal.
Una vez pasadas las elecciones municipales y regionales del pasado 22, las autoridades ya no están preocupadas por las consecuencias electorales del «15-M» y han mostrado su cara represiva. El viernes los Mossos de Esquadra, la policía del flamante gobierno de la derecha regional, en manos de la CiU, cargó contra los acampados en la céntrica plaza de Catalunya, dejando 120 heridos. La respuesta fue que acudiera más y más gente a la plaza, se llegaron a reunir 10.000 personas y que se produjeran movilizaciones de solidaridad poco después en varias ciudades de España. El movimiento «15-M» parece haber llegado para quedarse.
«No pretendemos que de aquí salga un nuevo partido político, pero sí un movimiento que articule infinidad de iniciativas cívicas hasta ahora dispersas», dice Fabio Gándara, abogado -desempleado- de 26 años, uno de los portavoces de Democracia Real Ya.
Esta es la principal plataforma de jóvenes, que, junto a Juventud Sin Futuro, a Estado del Malestar, a No les Votes, Attac, Asociación de Desempleados, Plataforma de Afectados por la Hipoteca y decenas y decenas de ONG, organismos y asociaciones de todo tipo, prepararon durante meses la movilización del «15-M», que ha terminado dando lugar a esta inédita «spanish revolution«.
En España, casi un 35% de los jóvenes menores de 30 años están desempleados, mientras que la media de desempleo total es del 20%. Un 45% de los jóvenes que sí cuentan con trabajo tienen contratos temporales y mal pagados, «contratos basura», de unos pocos cientos de euros. La falta de trabajo y la imposibilidad para acceder a una vivienda hace que la tasa de emancipación de los menores de 30 años sea sólo del 19%.
La juventud ha pasado del «desencanto» político pasivo que la caracterizó en los ’80 y ’90, a empezar a cuestionar este sistema, en el que comprueban tanta similitud en las políticas económicas y sociales de conservadores y socialdemócratas. Se pone así en evidencia en qué se han convertido las socialdemocracias europeas, cómo han abandonado los ideales del «Estado del Bienestar» del que tanto se enorgullecían. Hoy día en Europa, y en todas sus instituciones comunitarias, son mayoría los gobiernos de derecha, crecen las fuerzas ultraderechistas, las políticas xenófobas. Pero, ¿y los partidos socialistas, en qué se han convertido, qué alternativa de fondo representan?
En los años ’80, y aduciendo que la globalización y la búsqueda de consenso con sus socios «naturales» les obligaba a ello, la mayoría de las formaciones socialistas europeas comenzaron a tener un discurso cada vez más light, a moderar sus reivindicaciones, a negar la existencia de la lucha de clases, a dirigirse a unas genéricas «clases medias», como si el movimiento obrero hubiera desaparecido.
Esto no sólo se comprobó en España, donde Felipe González llevaba en esa época al país a la Otan y renegaba de la reivindicación de echar las bases estadounidenses del país, al tiempo que comenzaba un proceso de privatización acelerado de las empresas públicas, que luego terminaría el derechista José María Aznar. A pesar de ello, en su primer mandato, González sacó adelante reformas típicamente socialdemócratas, pero ya en los ’90, tras perder la mayoría absoluta y teniendo como aliado principal a CiU, la derecha catalana, dio inicio a su cara claramente neoliberal.
Otro tanto sucedió con Rodríguez Zapatero, que tras su primer triunfo en 2004 buscó el apoyo de formaciones a la izquierda del Psoe para impulsar reformas sociales significativas, mientras que en su segundo mandato, a partir de 2008 y coincidiendo con el comienzo de la crisis, se alió también con el CiU catalán para desandar su camino socialdemócrata anterior.
Y otro tanto sucedía en Reino Unido, donde de forma progresiva fueron perdiendo peso los sindicatos dentro del Partido Laborista, el principal partido europeo en liderar desde los años ’40 la lucha por los derechos sociales. Fue paradójicamente el Partido Laborista el que empezó a asumir en los últimos años el término de «socioliberalismo» o «social liberalismo» o «liberalismo de izquierda», para definir su nuevo ideario. El «socioliberalismo», o «Tercera Vía», es una corriente liberal que reivindica tener un «toque» social y en la que se ubican desde el PLD británico, el ala más progresista del Partido Demócrata estadounidense, o el propio CDU alemán de Angela Merkel.
En Alemania, precisamente, fue donde Gerhard Schroeder, del SPD, inició con su «Programa 2010» el gran giro de los socialdemócratas hacia el liberalismo, que luego continuaría la actual canciller, Angela Merkel, uno de los mayores exponentes del conservadurismo europeo.
Historias similares de gobiernos socialdemócratas aplicando políticas neoliberales se siguen viendo también en Grecia, Portugal y otros países. El economista y catedrático catalán Vicenç Navarro, mostraba en un artículo la paradoja de que hayan sido líderes socialdemócratas los que diseñaron principalmente la actual política neoliberal que rige en la Unión Europea, que tantos estragos ha causado. Recordaba que Pedro Solbes (ex ministro de Economía de Rodríguez Zapatero) y Joaquín Almunia (ex secretario general del Psoe), «se convirtieron en guardianes de la ortodoxia liberal a través de la Comisión Económica y de Asuntos Monetarios» de la UE, de la que son titulares.
«El propio Sr. Claude Trichet, gobernador del Banco Central Europeo, había sido miembro del Partido Socialista Francés.» Y de ese partido, del PSF, por cierto, sigue siendo dirigente el hasta hace unos días presidente del FMI, Dominique Strauss-Kahn, quien días atrás tuvo que dimitir de su cargo por las graves acusaciones de violación que pesan sobre él… y no son las primeras. Strauss-Kahn era además el candidato favorito de los socialistas franceses para disputar la presidencia a Nicolas Sarkozy.
No exageran por lo tanto «los indignados» que están hoy día protestando en las plazas de toda España cuando defenestran por igual al PP y al Psoe y su sistema bipartidista.
¿Dónde está el Norte y dónde el Sur?
La crisis que sacude al «mundo desarrollado» parece, simbólicamente, haberle cambiado su lugar en el mundo. El Norte parece haberse trasladado al Sur y el Sur al Norte. Mientras el «Primer Mundo» destruye puestos de trabajo todos los días y precariza la vida de millones de personas, haciéndoles perder importantes conquistas sociales, los países emergentes empiezan a levantar cabeza.
En regiones como América latina, gracias a los cambios políticos producidos en buena parte de sus países desde finales de los ’90 e inicios del nuevo siglo, que dejaron atrás corruptos gobiernos ultraliberales como los de Menem, Fujimori o Salinas de Gortari, la lucha contra la pobreza y la extrema desigualdad social ha logrado importantes avances.
El cuestionamiento del modelo de Estado en varios países, con la creación de Asambleas Constituyentes, ha permitido la entrada en escena de sectores históricamente ignorados como el campesinado y la población indígena. La creación de organismos regionales de nuevo tipo, como el Alba, Unasur, el Banco del Sur y otros, han permitido de hecho enterrar el Alca y dejar sin contenido a la OEA, dos organismos controlados por Estados Unidos. Los nuevos organismos han potenciado las nuevas políticas nacionales soberanistas, defensoras de los recursos naturales, empezando progresivamente a poner freno al expolio por parte de multinacionales y a la dependencia del FMI y el BM.
Aunque los niveles de desigualdad en América latina y el Caribe siguen siendo de los más altos del mundo, sus elevados índices de crecimiento económico, impensables hoy día en Europa y Estados Unidos, están facilitando a los gobiernos progresistas la titánica labor de revertir drásticamente esa situación.
Por ello, no debe extrañar que tantos de estos jóvenes idealistas españoles y europeos protagonistas del 15-M se sientan tan escépticos sobre el futuro que les puede ofrecer esta decadente clase política dominante en Europa, como atraídos por los cambios que se vienen dando en América latina y el Caribe o ahora en los países árabes. Procesos desiguales, contradictorios, sí, pero en su conjunto esperanzadores.
Fuente: http://sur.elargentino.com/notas/cuando-el-norte-es-el-sur-en-espana
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