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Cuando la ciudad se ennegreció

Fuentes: Jadaliyya.com

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Foto de Portada: Manifestantes en el centro de Beirut tras la trágica explosión en el Puerto de Beirut (8 de agosto de 2020) (Foto de Hiba Al Kallas vía Shutterstock)

A callarse

Ahora contaremos doce
y nos quedamos todos quietos.
Por una vez sobre la tierra
no hablemos en ningún idioma,
por un segundo detengámonos,
no movamos tanto los brazos
.

Sería un minuto fragante,
sin prisa, sin locomotoras,
todos estaríamos juntos
en una inquietud instantánea.
Los pescadores del mar frío
no harían daño a las ballenas
y el trabajador de la sal
miraría sus manos rotas.

Los que preparan guerras verdes,
guerras de gas, guerras de fuego,
victorias sin sobrevivientes,
se pondrían un traje puro
y andarían con sus hermanos
por la sombra, sin hacer nada.
No se confunda lo que quiero
con la inacción definitiva:
la vida es solo lo que se hace,
no quiero nada con la muerte.

Si no pudimos ser unánimes
moviendo tanto nuestras vidas,
tal vez no hacer nada una vez,
tal vez un gran silencio pueda
interrumpir esta tristeza,
este no entendernos jamás
y amenazarnos con la muerte,
tal vez la tierra nos enseñe
cuando todo parece muerto
y luego todo estaba vivo.

Ahora contaré hasta doce
y tú te callas y me voy.

(Poema de Pablo Neruda, Estravagario, 1958)

Uno.-

Tenemos el sentimiento de que estamos en medio de una vorágine. 2.750 toneladas de una sustancia explosiva han hecho volar por los aires el puerto de Beirut y sus círculos concéntricos de muerte, destrucción y desplazamiento han destrozado partes de la ciudad y la vida de las personas que allí vivían. Las inundaciones han arrasado el Yemen, donde la población está siendo castigada por una guerra implacable e imperdonable, con los consiguientes brotes de enfermedades. Mauricio declaró el estado de emergencia después de que más de mil toneladas de petróleo ennegrecieran el mar, poniendo en peligro dos reservas marinas ecológicamente protegidas. Israel, con la interminable letanía de sus crímenes coloniales, disparó un misil contra una escuela primaria en Gaza y continúa demoliendo las casas de los palestinos, esta vez en Belén. Los Emiratos Árabes Unidos han confirmado su traición a más de setenta años de lucha popular y apoyo para detener la colonización sionista en curso de Palestina y han normalizado las relaciones diplomáticas con las autoridades colonizadoras. El asesinato de quienes luchan para forjar condiciones de dignidad y seguridad para el pueblo de Iraq -desde el paisaje de la muerte lanzado por los amos de la guerra desde 2003 en adelante- continúa sin cesar. Las manifestaciones más recientes del movimiento Black Lives Matter se han enfrentado a una ferocidad represiva que resulta demasiado familiar para los súbditos y ciudadanos de los aliados de Estados Unidos, especialmente aquellos a los que arma e incita. Hace un año que las autoridades de la ocupación india le arrancaron a Cachemira su estatuto de semiautonomía e impusieron un bloqueo militar. Y, por supuesto, la mayoría de nosotros estamos confinados debido a la COVID-19 (excepto, claro está, el asesor principal del Gobierno británico, Dominic Cummings). 

¿Qué está pasando en el mundo? También existe la sensación de que la vida diaria de la mayoría de las personas en este planeta transcurre en medio de un reformulado estado de caos permanente -a veces aterrador y otras veces banal-. Una pregunta que rastrea los tímidos pasos en tal sentido es, ¿qué podemos entender y qué podemos hacer?

Dos.-

Me voy a centrar aquí en aquellos que esperan practicar la solidaridad con el pueblo del Líbano con la intención de que esta discusión tenga también implicaciones para otros lugares y situaciones. Podemos empezar, al tratar de reflexionar sobre esto, diciendo muy claramente: la clase política libanesa es responsable de este crimen. Así pues, díganse a sí mismos, también muy claramente, que la clase política en el Líbano es también su clase política. No es una anomalía en un mundo por lo demás compasivo y que funciona bien. Rechacen el orden impuesto a aquellas personas de las que se extrae el precio más alto en el terreno del capitalismo global. No les digan a sus hijos: “al menos no somos el Líbano/Gaza/Siria/(reemplacen por ad infinitum aquí)”. Si son de un país que está implicado a través de la venta de armas (por ejemplo, Francia), es “poco fiable” (por ejemplo, Arabia Saudita), de la “diplomacia” (por ejemplo, Irán), de las relaciones económicas (incluidos los holdings en el extranjero, por ejemplo, Reino Unido) o de sanciones (por ejemplo, EE. UU.), en contribuir al sufrimiento prolongado de la gente, es necesario trabajar también para poner orden en su propia casa. Esto significa que tenemos que renovar nuestros compromisos y organizarnos localmente para desafiar los sistemas políticamente en bancarrota y la represión estatal (y otras cosas que hacen que la vida sea imposible de vivir) que están siendo legítimamente condenadas en el actual contexto referido, el Líbano.

Tres.-

¿Cuál es la implicación de pensar de esta manera? Lo primero que sugiere es que lo que se necesita de la gente es solidaridad y no caridad, y que la solidaridad existe antes y más allá de la catástrofe. Esta solidaridad procede de antiguas tradiciones de organización por el cambio social que han vinculado a personas de todo el globo a través de ideologías y acciones que forjan caminos para la liberación y otras formas de estar en el mundo. También descentraría al donante y reduciría idealmente la capacidad para determinados ardides performativos en los que las personas que traen ayuda creen que es aceptable posar entre los escombros de la vida de otros.

Cuatro.-

Una se pregunta: ¿Podría Emmanuel Macron -un exbanquero cuyas políticas económicas han provocado casi dos años de huelgas y protestas, que recibe a la gente en Francia con una violencia policial reforzada por una legislación autoritaria- realizar en casa el mismo truco grotesco de relaciones públicas que llevó a cabo en el Líbano? Los informes desde el terreno en Beirut apuntan también a una recepción menos cálida que la ofrecida por la mayoría de los principales medios de comunicación. Apenas doce días antes de la explosión, su ministro de Relaciones Exteriores cambió literalmente la metáfora “ayúdate a ti mismo y Dios te ayudará” por “ayúdate a ti mismo y Francia te ayudará”. Se negó a brindar asistencia adicional al Líbano a menos que adoptara el paquete propuesto por el FMI. El estrangulamiento económico propugnado por el FMI y sus ofertas de financiación a cambio de drásticas medidas de austeridad han sido fundamentales para perpetuar una disparidad de la riqueza cada vez mayor, sin que se aborden las causas estructurales de la pobreza y la desesperación socioeconómica. Podemos practicar la solidaridad mientras rechazamos la narrativa paternalista de salvar a un Líbano “lastimoso”. Y ya que estamos en eso, dejemos también de lado la vieja y cansada narrativa del “ave fénix”: no hay necesidad de que ningún lugar ni ningún pueblo se levanten de las cenizas tantas veces como para estar a la altura de este tropo quizás bien intencionado pero en última instancia agotador.

Cinco.-

Podemos aprender del brillante trabajo de otros y decirle a aquellos que dan vueltas alrededor de las ruinas para salvar la situación, ya sean antiguos colonizadores o explotadores recientes: sí, paguen, pero sin televisar el drama, nos deben eso y, probablemente, mucho más.

Seis.-

Hablando de dramas televisados: ¿podemos mostrarnos cautos ante el aparente interés repentino de los principales medios de comunicación en idioma inglés por la realización de las esperanzas y los sueños del pueblo libanés? ¿Podemos evitar comprometernos con la pornografía del sufrimiento que se reproduce a través de las redes de medios y preguntarnos cuál es el propósito de estas imágenes y tropos reproducidos? Ariella Aicha Azoulay escribe que las fotografías son una invitación a la producción de significados, una comprensión potencial que “continúa y se revela cuando otros interactúan con ellas”. Las fotografías del dolor y la devastación personal se han instrumentalizado (con o sin el consentimiento de las personas que aparecen en ellas) para crear una idea perdurable de un sujeto desgraciado e indefenso. Claramente, aquellos que desean invertir en sus propias visiones para el futuro del Líbano y (la región) se han invitado a sí mismos a “salvar” a este “pobre Líbano” a través de varios programas de ayuda diseñados e impuestos externamente. Los principales medios de comunicación también funcionan como punto de presión para justificar las políticas y las empresas a menudo letales de esos poderes. La instrumentalización actual del sufrimiento en el Líbano encaja cómodamente con las campañas anteriores en torno a las armas de destrucción masiva inexistentes en Iraq de 2002, y la que pretendía “salvar” a las mujeres afganas invadiendo su hogar en 2001. Estos son algunos de los ejemplos más nefastos, pero hay muchos otros.

Siete.-

Siguiendo con el tema de los medios de comunicación dominantes: por muy satisfactorio que sea ver cómo una reportera increpa a un delincuente como Gibran Bassil, es difícil no preguntarse dónde está esa línea de fuego de cuestionamiento y actitud cuando se trata de otros líderes. Hay políticos en todo el mundo que hacen –ad verbatim– las cosas por las que esta presentadora critica a exministro de Relaciones Exteriores libanés: practicar el nepotismo, mantener la corrupción, atrincherar a una élite gobernante que “hunde a un país en la desesperación”. Hay varias críticas que se pueden hacer al respecto, una de las cuales sería el orientalismo. Pero en aras a una crítica más práctica, podemos pedirle a Becky Anderson que atraiga amablemente a más miembros de la élite global y los presione hasta  agotar los crímenes que cometen y facilitan dentro y fuera de sus fronteras. Porque este tipo de insistencia en la separación pretende que los problemas en el Líbano no estén también conectados con el profundo atrincheramiento del país en un sistema financiero capitalista global y sus redes, o con los regímenes de países donde se están produciendo estas narrativas deliberadamente delineadas. Los periodistas en el Líbano están planteando este desafío ellos mismos, a pesar de arriesgarse a consecuencias más graves que las que enfrenta una presentadora de la CNN en un estudio de Estados Unidos. Junto con una multitud de académicos y analistas de políticas, están compartiendo otros relatos importantes y esclarecedores de las difíciles circunstancias sobre el terreno, y pueden ver parte de su trabajo aquí, aquí, aquí, aquí y aquí.

Ocho.-

En la fase inmediatamente posterior a la emergencia, las ONG con máximo acceso a fondos y equipamiento para llegar a las personas a través de su capacidad oficial se promocionan como canales de asistencia. Aquellas que están sobre el terreno han sugerido ampliamente que la Cruz Roja Libanesa es la mejor receptora de fondos por su trabajo inmediatamente después de la explosión y las manifestaciones callejeras que siguieron. A largo plazo, será importante reactivar o desarrollar vínculos con organizaciones de base y prestarles apoyo para que asuman el liderazgo. Pensar en las líneas de ayuda mutua y apoyo que trabajan con las personas en el terreno será crucial para evitar a los inversores y desarrolladores privados ansiosos que, en alianza con la clase política, han comenzado a preparar esquemas para sacar provecho del trabajo de reconstrucción. “No se va a confiar en quienes causan destrucción para la reconstrucción”.

Nueve.-

La “crisis” es, por supuesto, una oportunidad, y la industria de ONG nacionales e internacionales de alcance mundial es un testimonio de ello. Algunas de estas organizaciones emplean a miembros del personal bien informados e increíblemente dedicados que han realizado un trabajo importante y vital. Podemos reconocer eso al mismo tiempo que criticamos algunas de las premisas de estas empresas. Además de ser estructuralmente cuestionables, se puede decir que estas ONG liberales también han estado absorbiendo fondos y atrayendo a personas que trabajan a partir de iniciativas sobre el terreno. Aunque también han contribuido, hasta cierto punto, a la eliminación de colectivos comunitarios, organizaciones políticas y movimientos de trabajadores que han tenido un gran poder para la transformación social en el pasado. A largo plazo -y parece que será un compromiso a largo plazo-, la pretensión de ayuda apolítica no es la forma en que deberíamos invertir nuestros esfuerzos y nuestro trabajo.

Diez.-

Se puede decir algo obvio: la gente ya está haciendo cosas. ¿Cómo puedes averiguar qué necesitan de ti? Existe la esperanza de que varias fuerzas sociales puedan unir filas sobre el terreno en el Líbano y organizarse para la recuperación de su futuro, como ya han insinuado algunos académicos y activistas radicados allí. ¿Sabremos leer en sus esfuerzos qué podemos hacer para apoyarles? ¿Nos atrevemos a pensar en un trabajo que redirija los canales de desarrollo y recuperación a través de vínculos que corran entre las personas en lugar de a través de los especuladores corporativos y políticos? No lo sé. Un comienzo podría ser hablar con nuestra gente (donde estemos ubicados) sobre cómo podríamos reorganizarnos, a pesar de los grandes esfuerzos de los poderes políticos reaccionarios para evitar que lo hagamos, especialmente después de 2011. A partir de ahí, ¿podemos entonces hablar y pensar con nuestros amigos de otros lugares sobre el trabajo necesario por un futuro compartido? Si la breve historia de 2011 en adelante nos enseña algo, es que las personas en el poder se mantienen unas a otras en sus palacios y suites presidenciales mientras nosotros tratamos de mantenernos a salvo unos a otros, vivos, activos y firmes.

Once.-

Una activista de Bahréin ha descrito cómo la experiencia de organizar una campaña de apoyo a los palestinos heridos y desplazados por la Nakba de 1967 fue, en la práctica, la raíz de su propio trabajo por la transformación política y social a través de una organización local de mujeres. Los miembros del Partido Comunista iraquí y del Partido Comunista Tudeh iraní desempeñaron un papel en el desarrollo del activismo político y las luchas de los trabajadores en otros Estados del Golfo desde la década de 1950. En los veinte años que siguieron a la Nakba de 1948 en Palestina, el Movimiento de Nacionalistas Árabes creció a través de redes que se extendían desde el sur de Yemen hasta Argelia: la mera contribución del 90% del primer salario de uno de sus miembros destacados, un médico de Kuwait, permitió que el grupo se pusiera en marcha. El trabajo social, educativo, cultural y revolucionario de la Organización para la Liberación de Palestina en sus primeros días se construyó a través de contribuciones financieras de los palestinos que viven en el Golfo. En Dhofar, un movimiento revolucionario de izquierdas que sostuvo con éxito la resistencia armada contra la brutal e inquebrantable represión militar colonial británica desde finales de la década de 1960 hasta mediados de la de 1970, y reunió a un grupo de voluntarios entre los que se incluían: un entrenador militar de Palestina, un ingeniero agrícola de Bahréin, combatientes de Kuwait y profesores de Bahréin, entre otros. Una oficina de medios de comunicación en Damasco estuvo apoyando estos esfuerzos.

Estos pasos se fueron dando a través de foros como agrupaciones de estudiantes, asociaciones de trabajadores, clubes deportivos, culturales y profesionales, y de producción cultural e intelectual, y se desarrollaron a través de movimientos políticos. Estas personas se vincularon, tanto ideológica como prácticamente, con otros como ellos y con las luchas por otros mundos en otros lugares, como Vietnam, Afganistán, Etiopía y Cuba. No necesitamos romantizar estas experiencias pasadas o pretender que las relaciones eran simples o inmutables para poder extraer algunas lecciones sobre lo que tenían en común. Es decir, la solidaridad se invierte y se desarrolla a través de relaciones de compromiso, amistad, amor y camaradería, evitando en ocasiones las comunidades imaginadas impuestas por las burocracias posimperialistas respecto a fronteras, identidades y nacionalidades, dentro y hacia una visión política compartida. Con el tiempo, buscaron un sentido de claridad respecto a los vínculos de trabajar en la propia ubicación y el lugar para trabajar para y con otros (mediante apoyo financiero, técnico y moral) a través del ámbito de la solidaridad y no de la caridad. Los frentes y las bases arraigaron localmente pero los vínculos que crecieron y el ámbito del trabajo eran regionales (a veces más amplio). Hay belleza y poder en trabajar con y a través de las diferencias, y también permitir que las distancias desaparezcan sabiendo que estamos luchando por nosotros mismos al igual que luchamos con (y no sólo “por”) los demás. Este trabajo no pide que se borren las diferencias en las identidades, las especificidades de las experiencias vividas o los métodos de respuesta. Sino que se inicia con los sitios de identidad o ubicación como punto de entrada para desarrollar una comprensión materialista de las relaciones sociopolíticas y económicas, nuestro lugar en esta matriz y el alcance, así como las limitaciones, de dónde podemos actuar dentro de una “unión” que es mayor que una vida individual.

Doce.-

Si bien ese no es el enfoque de este artículo, es importante reconocer que estos grupos y movimientos sociales que actuaron con gran poder popular en diferentes momentos se interrelacionaron también con los Estados y el aparato estatal. Por ahora podemos mantener eso como un recordatorio de que si nos tomamos en serio el cambio de las condiciones que llevaron a la catástrofe más reciente en Beirut, el objetivo final de nuestro trabajo debe ser la toma de estos Estados junto con el desarraigo de los regímenes militares/autoritarios/oligárquicos/y capitalistas patriarcales. Y que nuestro trabajo solidario y por la transformación social es parte de eso. ¿Hay alguna vía para que aquellos de nosotros comprometidos en la solidaridad con el pueblo del Líbano, y con los pueblos de nuestra compartida región, para que esta reconstrucción del Líbano sea diferente a la anterior? ¿Hay alguna forma de revertir la anterior, que surgió de la guerra civil allí (1975-1990) y dio forma a la vida política, económica y social de la posguerra y, en última instancia, a la explosión en el puerto el 4 de agosto?

Empezamos con un silencio, terminemos ahora con una canción. Basada en el folklore bereber de siglos de antigüedad, traducida al árabe por una banda portuguesa-palestina, dice: “En la oscuridad, cuando sientas miedo, canta para mí”. Estamos escuchando.

Yara Ismail es una escritora independiente que reside en Canadá.

Fuente: https://www.jadaliyya.com/Details/41630/When-the-City-Darkened

Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma.