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Cuando la fe no mueve montañas

Fuentes: Mediterráneo Sur

Blip -«Gracias por usar Asiacell, la única con cobertura en todo Iraq»; blip -«Navegue la red de telefonía turca con Turkcell»; blip -«¡Bienvenido a Siria! Siéntase como en casa con MTN»… Los teléfonos móviles enloquecen en Derik. Situada en la región de Yazira, justo en el triángulo donde se tocan las fronteras de Iraq, Turquía […]

Blip -«Gracias por usar Asiacell, la única con cobertura en todo Iraq»; blip -«Navegue la red de telefonía turca con Turkcell»; blip -«¡Bienvenido a Siria! Siéntase como en casa con MTN»… Los teléfonos móviles enloquecen en Derik.

Situada en la región de Yazira, justo en el triángulo donde se tocan las fronteras de Iraq, Turquía y Siria, la mayoría en Derik es kurda aunque el constante «bombardeo» de SMS nos recuerde que su tierra fue dividida allá por la década de los 20.

Pero esto es Mesopotamia, aquí también viven árabes y arameos desde tiempo inmemorial, y cuyo derecho a ser uno más en la comunidad hoy nadie discute. Malki Hana, no obstante, quiere hacer una aclaración «antes de empezar»:

«Yo no soy cristiano, soy siríaco», matiza este antiguo mecánico, al que la nueva coyuntura de guerra ha forzado a comandar uno de los grupos armados más desconocidos de Siria. Se llama Sutoro («protección» en arameo) y esta formado, casi exclusivamente, por miembros de su comunidad.

El segundo requerimiento de Hana es que no hagamos fotos que puedan identificar a sus hombres. «Entiéndalo, la mayoría son desertores del ejército y no quieren problemas». Hana se recuesta en su silla de plástico y espera a que se sirva el té para entrar en detalles.

«Comenzamos a organizar nuestra milicia a medida que el régimen se retiraba del noroeste. Sutoro es nuestra alternativa al caos en el que está sumido el país», asegura este siríaco de 34 años desde su cuartel general en Derik. A su espalda, las fotos de cuatro mártires siríacos locales, dos de los cuales visten el uniforme del PKK.

El repliegue que menciona Hana facilitó que, en julio de 2012, los kurdos de Siria se hicieran con el control de las zonas donde son mayoría, la región que ellos llaman Rojava. La suya ha sido una apuesta por la neutralidad, distanciándose tanto del Gobierno como de la oposición armada.

Hana presume de una «colaboración fluida» con las fuerzas de seguridad kurdas. «En Derik sólo tenemos 100 combatientes pero estamos en constante contacto con la Asayish -la policía kurda- e incluso conducimos operaciones conjuntas.» Aparentemente, la figura del traductor resulta imprescindible.

«Nosotros no hablamos kurdo y algunos de ellos no hablan árabe», detalla Hana, cuya lengua materna es el turoyo, una variante moderna del antiguo arameo pero que no contó con una forma escrita hasta principios del siglo XX.

Desgraciadamente, la lengua milenaria parece ir mermando irremisiblemente. Censos anteriores a la guerra situaban la cifra de los siriacos en Siria en torno a un 10% de una población total de 23 millones. Pero el que fuera refugio durante décadas para muchos cristianos de oriente, sobre todo para aquellos que huían de Iraq, se ha convertido en una nueva trampa las minorías no musulmanas.

Naciones Unidas asegura que más de dos millones de Sirios han abandonado el país desde el comienzo de la guerra en marzo de 2011, aunque resulta imposible saber cuántos de ellos pertenecen a la comunidad siríaca.

Gebrail Kourie, presidente de la Organización Democrática Asiria (también opositora a Asad), explicó a M’Sur en octubre – poco antes de ser encarcelado- que la población asiria del Kurdistán sirio se ha reducido en un 30% desde el inicio de la guerra. «Desde 1970, 200.000 cristianos han abandonado Siria, y en Iraq, la comunidad se ha reducido a la mitad tras la invasión de 2003. Hay más de los nuestros en Suecia que aquí», lamentó Kourie.

¿Siriacos, asirios, caldeos, arameos? 

Nadie se pone de acuerdo en la terminología para describir el antiguo colectivo cristiano de Mesopotamia que conserva la lengua aramea. La polémica surge del detalle religioso: pertenecen, más o menos a partes iguales, a dos grandes ramas de la Iglesia Cristiana: la Siriaca (o jacobita) y la Asiria (o nestoriana), o bien a las dos escisiones de éstas que se afiliaron al Vaticano: la siriaco-católica y la caldea.

Los seguidores de la Iglesia Siriaca (suriani, en árabe) rechazan el término de «asirios» (ashuri), porque opinan que únicamente describe a los fieles de la iglesia rival, mientras que éstos aseguran que la palabra se puede utilizar para todos los cristianos de lengua aramea, indistintamente de la rama religiosa a la que pertenecen.

La terminología es tan polémica que incluso los manuales de aprendizaje del arameo ponen cuidado en referirse únicamente a «nuestra lengua», sin decidirse por un término. O en justificar mediante bibliografía científica el uso del término «caldeo» (kaldani). El término ‘arameo’, el más común en español para referirse a la lengua, no se usa actualmente entre los colectivos siriaco-asirio-caldeos.

Kourie se niega a identificarse sólo por la fe: «Nos llamaban «cristianos» bajo Asad, pero rechazamos toda clasificación de corte religioso. Somos asirios, un pueblo con una lengua y cultura propias. Somos la prueba viva de la continuidad ininterrumpida del pueblo y la civilización de Mesopotamia». Enumera los nombres históricos de su pueblo: «Acadios, babilonios, caldeos, asirios, arameos, siríacos…»

La guerra afecta a todos. «Siríacos, kurdos, árabes… todos huyen de aquí», lamenta Malki Hana, para quien el desplazamiento de población de las zonas kurdas de Siria responde a un plan orquestado desde Ankara.

Grupos afines a Al Qaeda, muchos de los cuales acceden a la zona través de la frontera turca, mantienen un asedio sobre la región desde otoño de 2012. Por el momento, las YPG (siglas en kurdo para las «Unidades de Protección Popular) se están demostrando capaces de defender los tres cantones kurdos (Afrin, Kobani y Yazira).

Redur Jalil, portavoz de la organización, aporta cifras de en torno a 45.000 hombres y mujeres, en su mayoría de origen kurdo, pero entre los que también se encuentran árabes y siríacos de la región.

La capital, Qamishlo – Qamishli en árabe – , una ciudad de 200.000 habitantes apenas separada por una calle de su hermana Nusaybin, en el lado turco, es famosa en toda Siria por sus procesiones de Semana Santa. No en vano alberga once iglesias. Pero la convivencia entre siriacos, kurdos, armenios y árabes ha sido puesta a prueba por la guerra.

-¿Hasta qué punto ha dividido la guerra a su comunidad?

-Los siríacos no somos una excepción: hay quienes apoyan al régimen, quienes se enfrentan a él y los que dicen ser neutrales. Muchos cristianos apoyaron las protestas pacíficas al principio de la revolución hasta que ésta se convirtió en una oposición armada y fue prácticamente secuestrada por elementos islamistas. El régimen planeaba vaciar esta zona de siríacos pero no dejaba de repetir que estaba protegiéndonos. Durante la contienda los siríacos han sido utilizados por ambos bandos en interés propio.

-A ustedes se les acusa de «servir a los intereses kurdos». ¿Es así?

-Nosotros apostamos por la llamada «tercera vía» porque la vemos como nuestra única oportunidad de conseguir nuestros legítimos derechos. La nueva Constitución kurda reconoce nuestra lengua como cooficial, junto al árabe y kurdo, y ofrece cuotas de representación a árabes y siriacos. Hoy nos sentimos ciudadanos de primera clase por primera vez en décadas.

-¿No era así con Asad?

-La Constitución siria no reconocía a los siríacos como pueblo, ni aceptaba que uno de nosotros pudiera ser presidente, ni que un musulmán pudiera convertirse al cristianismo pero sí lo contrario… Era un régimen arabista y pretendidamente secular en la que los pueblos no árabes, como kurdos o siriacos, no tenían cabida.

-Pero otros acusan al PYD, el partido dominante entre los kurdos de Siria, cercano al PKK, de abusos contra disidentes y de actitudes «autoritarias».

-Por supuesto que se han cometido errores pero nos encontramos en una situación de emergencia por lo que no podemos pretender vivir en una democracia completamente normalizada de la noche a la mañana. Compare usted lo que ha ocurrido en Siria en los últimos dos años y verá que la nuestra es prácticamente la única zona que disfruta de cierta estabilidad. Eso ha sido posible gracias a una ideología integradora, diseñada para todos los habitantes de la región independientemente de su origen, pero también al enorme sacrificio de las YPG.

-¿Cómo y cuándo acabará esta guerra?

-Europa, América y Rusia podrían haber acabado con este conflicto hace tiempo, pero hasta el momento no han mostrado ninguna voluntad de hacerlo. Hoy la solución recae sobre nosotros, los sirios, siempre y cuando nos sentemos en una mesa a defender nuestros intereses y no los de extraños.

Ahora, la mayor parte de la ciudad está bajo control kurdo pero el Gobierno de Damasco sigue presente el centro de la ciudad y el aeropuerto. Los retratos de Asad padre e hijo permanecen intactos en el céntrico barrio de Wusta, en la zona del bazar. Distrito de mayoría cristiana, es allí donde se encuentra la sede del Partido de la Unión Siríaca, una organización establecida en 2005 y que permaneció en la clandestinidad hasta que la nueva coyuntura en el noreste le permitió salir a la superficie.

Isoue Geouryie, presidente de la organización, lamenta que muchos miembros de su comunidad hayan preferido «seguridad» a «derechos»: «Tanto Hafez Asad -padre del actual presidente- como su hijo negaron sistemáticamente nuestros derechos porque ni siquiera reconocían la existencia del pueblo siriaco en Siria», explica este veterano disidente.

Geouryie dice no tener miedo a las ‘mujabarat’, la policía secreta, pese a que algunos colaboradores suyos están encarcelados en Damasco, al igual que Gebrail Kourie.

Preguntado por Sutoro, Geouryie describe la milicia como un grupo de «legítimos y necesarios defensores de la comunidad», pero insiste en distinguir «entre los que trabajan duro junto con los kurdos, y los que lo hacen con el régimen».

«Los otros»

Desde el cuartel general de los primeros, al oeste de Qamishlo, el comandante Luey Shamaon asegura que su cuerpo está formado por 200 hombres armados, pero también confirma la existencia de otros alineados con Asad. Recuerda que la división entre ambas facciones se produjo hace siete meses: «El régimen arrestó a varios de los nuestros pero los intercambiamos por gente que capturamos de sus puestos de control,» relata este siriaco de 33 años. Repite que son ellos, «y no los otros», el Sutoro «auténtico.»

La milicia siríaca alineada con Asad viste uniforme gris (a diferencia del verde oliva de Sutoro) y se identifica bajo el nombre de «Sootoro». En un comunicado emitido el pasado mes de diciembre, Sootoro aseguraba pertenecer al Comité Civil Siríaco Ortodoxo para la Paz, a la vez que negaba la existencia de ninguna otra rama de dicho grupo armado fuera de Qamishlo.

Un detalle significativo es que dicha declaración se hiciera a través de un vídeo en el que miembros de Sootoro leían el comunicado en turoyo, la variante local del arameo, lo que apuntaría a cambios en la postura de Damasco respecto al uso de las lenguas minoritarias en Siria, hasta este momento nunca admitidos en actos oficiales.

Dada la reiterada negativa del Gobierno sirio a conceder un visado a este informador, la única fórmula para entrar en Qamishlo pasa por cruzar desde Turquía con el consentimiento kurdo, pero sin el de Damasco, lo que impide cotejar las informaciones sobre la milicia leal a Asad directamente con sus representantes.

«¿Qué si tenemos contacto con ellos? Por supuesto, pero sólo a nivel personal. Cuando me quito este uniforme puedo discutir pacíficamente de política con cualquiera,» asegura uno de los milicianos de Sutoro en Qamishlo que prefería no revelar su nombre.

Sobrevivir al futuro

Un constante estruendo ruge en el centro de la ciudad: son los generadores de electricidad. Es eso o conformarse con cuatro horas de luz al día. Las carencias del suministro eléctrico hacen cada vez más difícil conservar los alimentos básicos, cuyo precio se ha multiplicado por cinco desde el comienzo de la guerra (por diez el de la gasolina). Muchos negocios han echado la persiana pero todavía quedan varias cafeterías abiertas.

También hay cibercafés. En uno de ellos, Lara, siriaca de 21 años, se muestra agradecida a Sutoro y a sus aliados kurdos. «De no ser por las YPG, los islamistas nos habrían borrado del mapa hace mucho tiempo,» asegura esta universitaria. La supervivencia de su pueblo, añade, está ligada a la de los kurdos.

El pasado 12 de marzo, Sootoro emitía un nuevo comunicado denunciando un ataque contra el antiguo hotel Hadaya, hoy sede de la administración kurda en Qamishlo. Según datos también corroborados por la policía kurda, siete civiles murieron y varios resultaron heridos en un asalto conducido por un comando suicida entre los que había un saudí, un tunecino y un egipcio.

Desde las terminales anexas, Edmon, armenio, elude la conversación declarándose «neutral». Pero Maryam, del mismo grupo de amigos, no se muerde la lengua: «Sutoro se ha autoerigido en defensor de los cristianos sin preguntar a nadie. Que yo sepa, las únicas fuerzas armadas legítimas en Siria son las del Gobierno,» sentencia esta joven abogada, justo antes de conversar por internet con su hermano en Suecia. «La mayor parte de mi familia está allí,» añade, con una sonrisa que apenas disimula su preocupación por el futuro más cercano.

Hay que desplazarse hasta el centro de Qamishlo para reunirse con el Kourie en un distrito donde no abundan las banderas kurdas y donde los Asad siguen luciendo su mejor sonrisa -o su mirada más adusta- desde carteles y murales. El activista encadena un cigarro con otro mientras explica los orígenes de su movimiento «nacional, político y democrático», fundado en 1957 en Qamishlo, y desde entonces en la clandestinidad. «En 2005 suscribimos la Declaración de Damasco y tras el levantamiento en 2011 nos unimos al Consejo Nacional Sirio», recuerda Kourie. Asegura que la suya es «la principal organización política del pueblo asirio en Siria», con delegación en Derik y oficinas en Países Bajos, Alemania, Austria, Suiza y Turquía.

Kourie fue detenido poco después de realizarse esta entrevista y permanece encarcelado en Damasco.

-¿Por qué se vieron obligados a trabajar desde la clandestinidad?

-El partido Baath de Siria nunca tuvo problemas con la diversidad religiosa, pero sí con reivindicaciones nacionalistas que no fueran las del pueblo árabe. Al igual que los kurdos hemos sido perseguidos por exigir nuestro reconocimiento como pueblo sin poner siquiera en cuestión las fronteras de Siria.

-Pero tampoco la oposición con la que ustedes se han alineado parecen están dispuestos a reconocer a los pueblos no árabes de Siria.

-Nosotros queremos una ‘República Siria’, y no una ‘República Árabe Siria’. También hay que debatir si Siria puede ser una entidad federal, pero todo ello una vez que Asad haya abandonado el poder.

-¿Aceptarían vivir en una Región Autónoma Kurda?

-No tenemos ningún problema, si se respetan los derechos de todos.

-¿No le resulta alarmante que partidos kurdos de la oposición hayan denunciando «actitudes autoritarias» en el PYD?

-En absoluto, ya que todos los partidos significativos están representados en el Comité Supremo Kurdo [el órgano de Gobierno en Rojava]. El PYD ha demostrado ser un partido fuerte, capaz de gestionar esta crisis, y las YPG hacen lo propio al defender el territorio contra el avance de los islamistas.

-Hay indicios de que Turquía respalda a células afines a Al Qaeda para sofocar las aspiraciones de los kurdos de Siria. ¿Qué opina?

-¿A quien le extraña? Todos en Oriente Medio han utilizado a los islamistas, incluidos Irán y Siria. Antes se les entrenaba aquí mismo para mandarlos a Iraq y hacerlos combatir a los americanos y ahora están luchando contra la oposición siria. Todos sabemos que hay canales de comunicación entre Asad y los yihadistas. Asad liberó a cientos de ellos de las cárceles con el objetivo de demonizar a la oposición. Si esa era su misión, la pueden dar por cumplida pero quiero subrayar que el extremismo islámico no representa de ninguna manera los ideales defendidos por los grupos de oposición.

-Assad cuenta con un gran número de cristianos entre sus seguidores. ¿Cómo ha afectado dicha división a su comunidad?

-La razón principal tras este apoyo es que los cristianos tienen demasiado miedo, y es comprensible. La actual crisis nos trae recuerdos del genocidio de 1915, cuando cientos de miles de asirios fueron exterminados, junto con los armenios, por los turcos. Lo mismo ocurrió en Iraq tras la invasión de 2003. Por eso creo que tenemos que permanecer en nuestra tierra a toda costa y luchar por nuestros derechos junto a árabes y kurdos. Desgraciadamente, un gran número de cristianos locales no han aceptado agruparse en un partido de oposición como el nuestro, lo cual tampoco significa que apoyen a la dictadura de Asad. Simplemente prefieren la estabilidad con Asad al riesgo que implica luchar por sus derechos más elementales como pueblo. Estamos trabajando para establecer puentes entre nuestra comunidad a través de comisiones civiles, pero el régimen no deja de hostigarnos.

-¿Cree usted que una intervención militar exterior traería una solución?

-Nosotros hemos apostado siempre por una solución política en Siria pero Damasco sólo ha respondido con la represión y la guerra apoyado por sus aliados, Irán, Hizbulá y Rusia. Siria se ha convertido en un campo de batalla para las potencias extranjeras. Si no hay una transición política, la dinastía de los Asad se perpetuará en Siria y todo el país se convertirá en un bastión de los islamistas. Nadie quiere ver a su país atacado, pero si la vía política no conduce a la caída de Asad, entonces me temo que no habrá otra opción.

Fuente original: http://msur.es/2014/06/05/siria-arameos-sutoro/