Hemos sido educados para recibir las noticias de unos enajenados palestinos atacando civiles con armas blancas. En este adoctrinamiento han colaborado cientos de films donde hombres de mirada oscura, fanáticos, idiotas, pletóricos de odio venenoso, insultan y atacan a nuestra civilización hasta ser derrotados por Liam Neeson o algún otro héroe blanco. Colaboran en esta […]
Hemos sido educados para recibir las noticias de unos enajenados palestinos atacando civiles con armas blancas. En este adoctrinamiento han colaborado cientos de films donde hombres de mirada oscura, fanáticos, idiotas, pletóricos de odio venenoso, insultan y atacan a nuestra civilización hasta ser derrotados por Liam Neeson o algún otro héroe blanco.
Colaboran en esta tarea una serie de periodistas que nos informan del avance de una oleada terrorista que obliga al pacífico gobierno de Israel a tomar medidas. ¿Cómo chequean la información estos periodistas? Toman las declaraciones del gobierno israelí y las reproducen alegremente, cuando no las amplían consultando a algún académico de la Universidad de Tel Aviv. ¿Por qué actúan de forma arbitraria los grandes medios de comunicación? Esta pregunta se responde con otras preguntas. ¿Cuántos ministros de Economía de Uruguay de origen palestino conoce el lector y cuántos de origen judío? ¿Cuántos colegios palestinos? ¿Cuántos periodistas y banqueros y críticos de arte y consumidores palestinos? La comunidad palestina no tiene poder entre nosotros. Nada tiene para ganar, salvo problemas, quien ose atacar la política criminal de Israel y mucho tiene para ganar quien la defienda repitiendo como un loro la propaganda diseñada por el Ministerio de Defensa israelí, propaganda por la cual Israel sería una pequeña isla de democracia en un mar de irracional maldad islámica.
Decíamos que hemos sido preparados para recibir la información sobre la intifada de los cuchillos. Aunque me esfuerce, no logro concebir una imagen más idónea que la de un lechón que ha sido cebado y adobado previamente a su ingreso al horno. Este cebado y adobado incluye los videos por los cuales el EI y otros grupos criminales violan niñas, matan homosexuales, arrasan esculturas y en suma, cometen aberraciones incalificables. Uno tras otro hemos visto esos videos y los hemos reproducido y estos videos, junto a los films importados de Hollywood, nos formatean de tal manera que arribamos a una enfermedad llamada islamofobia. Tal es nuestra dolencia, que si el ejército egipcio, que controla un sector considerable de la economía de aquel país, perpetra un golpe de Estado contra el gobierno legalmente establecido, lo justificamos y aplaudimos, pues fue perpetrado contra los musulmanes que habían ganado las elecciones.
Occidente, más bien la cultura de Occidente, ha ejercido un rol benéfico sobre el mundo árabe; aunque Occidente, más bien algunos Estados de Occidente, ha ejercido un rol perverso sobre el mundo árabe. Al término de la segunda guerra, EEUU firmó con la monarquía saudí el Pacto del Quincey, que establecía que estos proveerían de petróleo a aquellos si aquellos permitirían que estos ejercieran su influencia reaccionaria sobre el mundo árabe, muestra elocuente de lo cual fue la invasión y masacre del 2011 en la Plaza de la Perla, en Bahrein y el actual financiamiento a grupos terroristas de ultraderecha, esos mismos que violan niñas, matan homosexuales y arrasan esculturas. EEUU se hizo de combustible a cambio de extender la peor versión reaccionaria en Medio Oriente. La segunda jugada de los Estados de Occidente fue clavar una cuña en Palestina, alentando la creación del Estado de Israel al repartir generosamente tierras que no les pertenecían. El día de la partición, Israel recibiría un poco más del 50% de Palestina, incluyendo territorios poblados por palestinos, pero antes de esta partición los fundadores de Israel, haciendo uso del terror en incursiones nocturnas en las aldeas palestinas, se aseguraron bastante más que la generosa tajada que les habían asignado. Desde ese momento hasta hoy no pararon de arrebatar territorios. Nada más ilustrativo que observar la evolución del mapa de Palestina e Israel (1) para entender la raíz de la violencia actual.
Ese mapa es una historia gráfica del conflicto. No hace mucho recordábamos (algunos festejaban) el 12 de Octubre, «Día de la Diversidad», también conocido como «Día de la Raza». El conquistador pretende cambiar la historia de aquella conquista y presenta entonces los hechos desmintiendo la «Leyenda negra». Lo irrefutable, por más que historiadores bien pagos quieran transformar lo negro en blanco, es que los aborígenes americanos fueron descuartizados, perreados, esto es, dados de comer a los perros, torturados, masacrados, apestados, esclavizados y hoy, junto a los esclavos traídos de África, son el estrato más pobre de nuestras poblaciones y conforman una sólida mayoría en las cárceles desde Tierra del Fuego a Alaska. Así como nosotros tenemos nuestro 12 de Octubre, el día en que las potencias atlánticas del Renacimiento pusieron pie en sus futuras colonias, los palestinos tienen su 15 de Mayo, el día del «Desastre», pues afortunadamente llaman a las cosas por su nombre y todavía no están enfermos de corrección política como para llamar al principio de una conquista como «Día de la Diversidad». Los palestinos, como los descendientes de los aborígenes, llenan las cárceles de aquel país, obtienen los peores empleos y carecen de esa cosa llamada futuro. En Cisjordania el paro afecta a un 60% de los aborígenes. En Gaza, según la ONU, si siguen las actuales condiciones, si esa cárcel a cielo abierto, con su muralla, sus torretas y sus miles de drones, continúa bajo el mismo régimen de bloqueo, será imposible la vida hacia el 2020. El carcelero la bloquea y regula el ingreso de alimentos, de agua (se bañan con agua salada), de electricidad (a veces operan alumbrados con la linterna de los celulares) y de medicamentos. Amén de esto, los pescadores tienen restringida su área de trabajo a seis millas de la costa y de tarde en tarde, cuando le conviene a Israel, son bombardeados. Esta es la paz de los sepulcros que impone Israel. Imaginemos a un joven palestino cuya madre ha sido violada, su padre descuartizado y su hermana sufre de parálisis a causa de un disparo. Imaginemos que este joven no tiene trabajo, que se lo ha humillado lo indecible y que ha zafado de un linchamiento. Pareciera que un conjunto de circunstancias lo impulsaran a tomar un cuchillo, pues ¿qué tiene que perder si igualmente perecerá?
No crea el lector que felicitamos y alentamos a este joven a tomar ningún cuchillo; sólo decimos que obligado, cualquiera pelea. Se teme, actualmente, una nueva intifada. Por mi parte también la temo, pues sé que traerá aparejada un montón de muerte sobre el pueblo palestino y algunas muertes sobre el pueblo judío (véase la desproporción de muertos y heridos en ambos bandos en estos 20 días de Octubre, desproporción que sigue la tónica de los últimos ochenta años). No sé qué otras opciones le quedan al pueblo palestino que una intifada. Por lo que veo, resisten como pueden con la esperanza de despertar a la comunidad internacional para que impida que Israel los cocine a fuego lento. Sé que algunos palestinos desesperados atacan con cuchillos, aunque no sé cuántos, pues se ha divulgado al menos un video donde militares israelíes plantan el arma sobre el aborigen ejecutado (2). Tal fobia se ha generado en la comunidad israelita, que se han linchado a varios aborígenes, como el caso del joven que recibió una serie de disparos de un policía, pues la turba aseguraba que era un aborigen terrorista (3) e inclusive lincharon a uno que no era ningún aborigen palestino, sino un aborigen eritreo (4). Mientras crece en Israel la alarma por miedo a los aborígenes armados con cuchillos (casi digo «arcos y flechas») se disuelven los requisitos para conseguir armas de fuego, cercan los barrios palestinos, destruyen las casas de los eventuales agresores, se expulsa a sus familiares, a quienes por añadidura se les niega el cadáver del «terrorista» y se impide volver a construir en el solar donde cayó el «castigo de resonancia bíblica».
La barbaridad ha llegado a tales extremos que unas cuántas ONG han solicitado a Israel que deje de practicar terrorismo, práctica que no coincide con la cacareada Única Democracia en Medio Oriente. Amnistía Internacional hizo público un informe titulado «No hay justificación para los ataques deliberados contra civiles, las ejecuciones ilegales de las fuerzas israelíes y los castigos colectivos de los palestinos» y en esta crítica a la política terrorista israelí se han sumado grupos israelíes de defensa de los DDHH, como B’Tselem, así que, lector, salvo que creas que Amnistía Internacional es una filial del Islam, así como la organización judía B’Tselem (y Einstein y tantos otros judíos, miles de judíos, que condenan estas prácticas aberrantes) pareciera que una vez más te están mintiendo a cara de perro y resulta que ya estás bien cebado y adobado, te han colocado una manzana en la boca y ya abren la puerta del horno.
Unos de los signos del retroceso de nuestra civilización es la manida relatividad de la verdad, la inexistencia de la verdad ante tantos relatos igualmente verdaderos. Hemos arribado a la prostitución de la verdad: el agresor se convierte por arte de birlibirloque en agredido; el conquistador no arriba a un territorio donde viven otros, sino a una especie de Antártida, pues Palestina era una «tierra sin pueblo, para un pueblo sin tierra»; se niega la existencia del pueblo palestino y de la palabra Palestina, y para cumplir esta tarea sólo emulada por el stalinismo, en las modernas traducciones al hebreo de antiguos textos perpetradas en Israel, automáticamente las palabras «Palestina» y «Canaán» se transmutan por «Israel» y la crítica de una práctica deleznable, criminal y racista se convierte en antisemitismo. La economía israelí tiene un motor llamado venta de servicios de seguridad para aeropuertos, gobiernos y barrios privados. Este boom de la inseguridad los ha encontrado como los más eficientes proveedores de servicios de seguridad. Son la tecnología de punta. Necesitan aborígenes que atacar para mostrar la eficiencia de sus servicios y cuando no queden aborígenes (ya emigraron la mitad de los aborígenes palestinos) buscarán otro sparring. La venta de servicios de seguridad es un buen negocio, así como la venta de armas y cuando uno vende armas le conviene que haya guerras. Esa es la cruda realidad que impone el mercado. Allá los ejecutan sumariamente, los bombardean, los matan de hambre, porque nosotros, acá, no somos más que unos cerdos previamente cebados y adobados. Ese es el dilema que se nos impone, o hacer de la verdad una mentira y hacer de la mentira una verdad y convertirnos en cerdos cebados y adobados; o enfrentar la mentira y asumir la verdad, que sobre todo significa que no somos cerdos cebados y adobados, sino hombres.
Notas
(2) http://www.palestinalibre.org/
(3) https://www.youtube.com/watch?
(4) http://irispress.es/irisnews/
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.