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Cuando ningún camino conduce a casa

Fuentes: El Corresponsal de Medio Oriente y Africa

Israel se reservó el derecho de aprobar o rechazar un cambio de domicilio, sin citar ningún argumento, sin explicar esta violación del Acuerdo de Oslo. Las manos israelíes en un teclado de computadora pueden ser un elemento decisivo: si un empleado israelí no cambia la dirección en la computadora, el soldado o el policía del […]

Israel se reservó el derecho de aprobar o rechazar un cambio de domicilio, sin citar ningún argumento, sin explicar esta violación del Acuerdo de Oslo. Las manos israelíes en un teclado de computadora pueden ser un elemento decisivo: si un empleado israelí no cambia la dirección en la computadora, el soldado o el policía del puesto de control lo conocerá inmediatamente y arrestará al infractor.

Imagine la siguiente situación: a un residente de Haifa se le prohibe entrar en Tel Aviv sin un permiso (qué es difícil de obtener) de la Policía de Israel. También imagine que el Ministerio del Interior no le permite a la gente cambiar su lugar de residencia en Israel sin su permiso, y esa autorización de cambio de domicilio se da a muy pocos individuos, sin ningún criterio y sin la transparencia.

Imagine una situación en la que 10 estudiantes de Rosh Pina se inscriben para estudiar fisioterapia en la Universidad Ben Gurion del Negev, en Be’er Sheva y las autoridades les dicen que estudie en Safed, ignorando el hecho de que no hay carrera de fisioterapia en Safed. O digamos que un día el Ministerio del Interior suspende el proceso de autorización de cambio de domicilio de un distrito a otro. Las autoridades se dignaron a permitirle a una muchacha del kibbutz Hazorea a viajar a Jerusalén para casarse con su jerosolimitano con quien ella ha estado viviendo en la ciudad, pero ahora les niegan cambiar de domicilio. Entonces, cuando ella fue a Hazorea para asistir al entierro de su padre, las autoridades le niegan el regreso a Jerusalén, donde ella figura como «residente ilegal.»

¿Es difícil de imaginar? Sin embargo, ésta es de hecho una sofocante realidad cotidiana, sólo que las víctimas no son israelíes. Simplemente cambie los nombres de los lugares. En lugar del kibbutz Hazorea y Haifa, ponga Deir el-Balah o Gaza; en lugar de Be’er Sheva y Rosh Pina, piense en Ramallah, Belén o Jericó. Todos los ejemplos citados son reales. A residentes de Gaza y Cisjordania. Y ellos son sólo gotas en un inmenso océano de prohibiciones similares. Que provienen del control total que Israel ejerce del Registro de Población Palestino.

El punto culminante de este control se manifiesta en la libertad asumida por las autoridades israelíes para impedirles visitar a los residentes de la ciudad de Gaza, mientras residen o trabajn en Cisjordania. En los últimos cinco años, todos los que tenemos la residencia en Gaza en nuestra tarjetas de identificación pero vivimos en Cisjordania sin un permiso de tránsito israelí válido, somos «residentes ilegales» y estamos expuestos a ser expulsados a Gaza. Hay miles de personas en esta situación, algunos de ellos que llevan viviendo 10 o 20 años en Cisjordania. Ellos viven con el temor permanente de ser arrestados en un puesto de control por un soldados que los expulsará al paso de Erez.

Según los Acuerdos de Oslo, la Autoridad Palestina sólo está obligada a informar al Ministerio del Interior israelé del cambio de domicilio de una persona: de Nablus a Ramallah, de Gaza a Hebron o Jericó. En ninguna parte se estipuló que la ANP tiene que esperar la autorización israelé del cambio de domicilio. La lógica está clara. Bajo los acuerdos, la Franja de Gaza y Cisjordania son una unidad territorial. No obstante, Israel ha violado esta cláusula sistemáticamente en relación con los residentes de Gaza. Israel se reservó el derecho de aprobar o rechazar un cambio de domicilio, sin citar ningún argumento, sin explicar esta violación del Acuerdo de Oslo. Las manos israelíes en un teclado de computadora pueden ser un elemento decisivo: si un empleado israelí no cambia la dirección en la computadora, el soldado o el policía del puesto de control lo sabrá inmediatamente y arrestará al infractor.

Eso es lo que le pasó a H., un muchacho nacido en Gaza. A comienzos de 1991 decidió estudiar informática en la Universidad Bir Zeit de Cisjordania. Encontró trabajo en Ramallah, donde también se casó y tuvo sus hijos, por lo que registró su cambio de domicilio en el Ministerio del Interior palestino. En marzo de 2002, le pidieron que viajara a Jordania como parte de su trabajo. En el cruce Allenby fue arrestado y encarcelado en la prisión de Ashkelon. Sus interrogantes le dijeron allí que según la computadora israelí su dirección era «Gaza», y por consiguiente él un «residente ilegal» en Ramallah.

H. fue deportado a Gaza. Las apelaciones efectuadas para permitirle a H. reunirse con su esposa y niños y regresar a a su trabajo en Ramallah no fueron contestadas. En junio de 2003, se recurrió a la Corte Suprema de Justicia. En febrero de 2004, casi un año después de que H. fuera deportado, la Oficina del Fiscal Estatal dijo que Corte lo absolvió y le permitía entrar en Judea y Samaria (el nombre con que los judíos llaman a Gaza y Cisjordania) y permanecer allí.

Esta intervención sobre las decisiones personales de los residentes de Gaza, así como qué pueden estudiar y dónde, en 1991, cuando Israel cambió su política anterior y los palestinos quedaron obligados a obtener autorizaciones de viaje entre Israel y los territorios ocupados. La intervención se agravó después del establecimiento de la Autoridada Nacional Palestina, en contravención de los Acuerdos de Oslo. Alcanzó la cresta en los últimos cinco años, al punto de expulsión. En muchos casos, las acciones legales permiten retractar las decisiones del Estado, pese a que su pretexto inicial explícito son «motivos de seguridad», lo cual subraya la arbitrariedad de esta política.

El problema de origen permanece: Israel empezó a desunir la población de la Franja de Gaza de Cisjordania antes del Acuerdo de Oslo, continuó haciéndolo sin interferencias durante el período de Oslo tras la cortina de euforia que siguió a los acuerdos de paz y está completando la separación ahora, mientras el mundo mira con admiración el plan de desconexión.

La fuente: Haaretz (Tel Aviv, Israel).
La traducción del inglés pertenece a Ayelén López para elcoresponsal.com.