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A propósito de las declaraciones de la directora de la OMS

Cuba ¡alerta! Si el enemigo te elogia…

Fuentes: Rebelión

Exudar empatía con los «enemigos» o con lo que vienen haciendo en algún aspecto importante de la vida social, política o económica, es algo que EEUU tiene establecido en sus manuales para la manipulación de la opinión pública. Se trata de l a vieja táctica (pero no por esto menos efectiva) de «no evitar reconocer […]

Exudar empatía con los «enemigos» o con lo que vienen haciendo en algún aspecto importante de la vida social, política o económica, es algo que EEUU tiene establecido en sus manuales para la manipulación de la opinión pública. Se trata de l a vieja táctica (pero no por esto menos efectiva) de «no evitar reconocer los méritos ajenos» advirtiendo siempre, sutil y subliminalmente que cualquiera sea el logro alcanzado, éste sería mejor si contaran con mayores recursos y hubiera una mayor apertura a la injerencia de las instituciones de «ayuda» y de «cooperación» capitalistas. Para el caso de la salud, allí están la OMS, la OPS y, por supuesto, las agencias financieras como USAID y sus bancos asociados, la Fundación para el Desarrollo de la Democracia -NED- y sus instituciones asociadas y las ONGs que ofertan sus servicios «sin fines de lucro» mientras realizan esa otra labor, efectivamente rentable, de socavar y corromper la institucionalidad existente (de la revolución, en el caso cubano), y alentar la sedición y el terror.

Cuba no necesita que una organización responsable de todas las miserias que en salud ocurren en el mundo, reconozca la trascendencia de su sistema de salud. Millones de seres humanos se lo agradecen.

La OMS forma parte de la institucionalidad perversa de la ONU al servicio de las transnacionales que diseminan plagas, virus, pestes, epidemias, pandemias, como el SIDA, el ébola, el dengue, la chikungunya, la fiebre porcina, con propósitos de exterminio masivo de poblaciones consideradas «sub-humanas», mientras realizan lucrativos negocios para «enfrentar los peligros» de cuanta enfermedad han diseminado.

Lo evidente es que por donde pasa la OMS de la mano con la «ayuda externa» y sus socios inversionistas de la industria médico-farmacéutica, las enfermedades y las epidemias se han hecho recurrentes, asegurando el círculo perverso del negocio de la salud.

La institucionalidad perversa de la «ayuda» externa 
 

Instituciones vinculadas con la diseminación de la ignorancia, el analfabetismo, la desculturación, la desidentificación, la pérdida de nuestro patrimonio ancestral en nombre de la humanidad, la migración inducida y el desarraigo como UNESCO; o con la manipulación de una realidad social de pobreza y desigualdad y el cuestionamiento de patrones culturales y de interacción social so pretexto del No al trabajo infantil, como UNICEF y la OIT; o con los Tratados de Libre Comercio para hacernos primario exportadores hasta acabar con nuestro recursos naturales, como la OMC; o con la enfermedad y la muerte como la OMS, han redoblado su afán por hacernos saber cuánto les preocupa América latina. Sobre todo, los países del Alba.

Así, el FMI y el BM, lanzan flores a Bolivia, a Ecuador; la Cepal, la FAO y UNESCO, UNICEF hacen lo propio con Venezuela «a pesar de sus problemas»; todos juntos se congratulan de los avances en Cuba y Nicaragua. En su momento, el presidente Evo Morales, respondió a los elogios del FMI pidiéndole que en lugar de hacerlo procediera a «resarcir» a los pueblos, no sólo de Bolivia sino de América latina y del mundo, por los daños causados a sus economías y a sus posibilidades de desarrollo durante décadas.

Y es que en verdad no sería ingenuidad sino estupidez creer que haya un ápice de enjuiciamiento sincero en alguno de los funcionarios de estas instituciones. Todos responden a un molde preconcebido por los arrebatadores de la dignidad y la soberanía de nuestros pueblos.

Todos dicen lo que es exacto para «persuadir» de su bondad y su quehacer. Nunca les preocupó aprender algo de nuestros pueblos a no ser aquello que les sirviera para instrumentalizar voluntades y necesidades y luego mentir y enajenar, empobrecer y matar. Lo que les importa es hacernos creer «cuánto les preocupamos». Pueden llegar incluso hasta las lágrimas cuando se trata de la miseria, el trabajo o la explotación sexual infantil, la insalubridad, la discapacidad física, las enfermedades mentales, la delincuencia infantil. Pero a ninguna de estas instituciones o a sus tecnócratas les sacará usted una sola frase de enjuiciamiento del orden económico impuesto por los Grupos financieros (FMI-BM, BID, USAID) y por sus socios inversionistas extranjeros «dueños» o «concesionarios» del gas, el petróleo, el oro, la plata, el cobre, el zinc, el uranio y demás minerales.

Ni sus escritos, ni sus campañas, ni sus estadísticas, dicen que son esas instituciones y las suyas propias, las directamente responsables de más hambre y destrucción. Menos dirán, que es por ahí por donde hay que empezar a preocuparse. Ninguno hablará de los «acaparadores» de la tierra, el agua, la flora, la fauna, el aire, el subsuelo. Tampoco alguien dirá una sola palabra sobre las bases militares en cuyo entorno se generan la delincuencia y el crimen organizado, el narcotráfico, la prostitución, la trata de niños y de órganos, el terror y sus secuelas. Ninguno dirá algo sobre el «Marco Integral de Desarrollo», las políticas, las «Estrategias de Asistencia País» impuestas por el FMI-BM a los gobiernos de turno para que se encarguen de su ejecución, al pie de la letra, y bajo la estricta supervisión de sus «stafs» de cooperantes y especialistas.

Lo que les preocupa es cómo se cumplen las metas y los «resultados» contables de sus financiamientos y asistencia. En base a esto hacer las nuevas previsiones para el gobierno entrante, previamente digitado, y repetir más de lo mismo.

En la verborrea justificatoria de estas instituciones, cualquier informe o balance siempre dará cuenta de los «importantes logros alcanzados, pero aún insuficientes». El remedio: Incrementar la «ayuda». Esto es, mayor endeudamiento, más privatizaciones. Y los gobiernos de turno, asegurar «reglas claras», «estabilidad política», «seguridad para las inversiones privadas», «generar confianza» e imponer el «estado de derecho». No como separación de poderes, sino como reducción de lo que le toca hacer al Estado para asegurar la rentabilidad del capital de la empresa privada: infraestructura vial, saneamiento, luz, agua. Educación y salud son ahora cotos privados y asuntos de seguridad nacional que pasan por el Comando Sur.

Lo que esconden los elogios

Las imposiciones que he resumido y que forman parte de la lógica perversa de las instituciones financieras y de cooperación del orden capitalista, cuentan para todos y cada uno de nuestros países, excepto Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia. Por eso llama a reflexión que la directora de la OMS lance elogios al sistema de salud de Cuba, a sabiendas de que allá los logros en salud, como los de educación y otros, se alcanzaron y continúan su desarrollo, gracias a su revolución y no a la ayuda «externa»; a su independencia y soberanía y no al colonialismo y el entreguismo; a los diagnósticos sobre necesidades, recursos y capacidades y no en función a manualitos de planificación salidos del «cerebro» brillante de los estrategas del mercantilismo.

Debe ser que lo que «le preocupa», no sólo a la OMS, sino al orden institucional capitalista, es la trascendencia que tiene la medicina cubana en el mundo. Pero, lo que más les «preocupa» es, sin lugar a dudas, que entre los 29 acuerdos de cooperación (sin comillas) entre Cuba y China, se incluyen los de salud, biotecnología, investigación, educación, fabricación de sensores para el control de la diabetes. Y entre los firmados con Rusia se incluyan los destinados a exploración y explotación petrolífera, centrales termoeléctricas, puertos y aeropuertos, navegación vía satélite, maquinaria pesada, ensamblaje de automóviles, vías férreas y otros.

Todos estos acuerdos están encaminados a fortalecer la revolución cubana y a hacer que su solidaridad se extienda aún más. Todos están concebidos dentro de una concepción de cooperación que equidista diametralmente de la llamada «ayuda externa». No se trata de «concesiones» ni por 10, ni por 20 y menos por 99 años. Tampoco de préstamos: son inversiones de interés y utilidad compartida. Y esto, es lo que más les preocupa porque significan el impulso a una relación entre Estados independientes que transitan la utopía posible del nuevo orden multipolar.

La directora de la OMS como todo tecnócrata al servicio del orden mundial capitalista lo sabe muy bien. También sabe cómo decirlo. De tal forma de «persuadir» a los que creen entender, dentro y fuera de Cuba, que el clima de apertura que se vive actualmente en la Isla, significa volver a la decadencia capitalista. Sus elogios, son los elogios del enemigo que siempre significarán: Venid a mí, para destruirlos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.